Año de publicación: 2012
Valoración: muy recomendable (pero que mucho)
Para empezar, procuraré hacer justicia. Cualquier proyecto en el que esté involucrado Jorge Carrión viene con enormes y valiosos extras, y con garantía de satisfacción. Su conocimiento enciclopédico y su voraz curiosidad (cuándo y cuánto debe dormir este hombre) le permiten aportar referencias, datos, información adicional. Su celo en mencionar y listar las fuentes sólo hace que sobreexcitar al lector curioso, y conducirle hacia lugares inexplorados. Ya lo hizo, escribiendo todo enterito el magnífico Librerías, y lo había hecho previamente en Teleshakespeare, y en este monumental Mejor que ficción, en el que sus funciones se limitaron a la edición y al magnífico prólogo (otra vez, un agotador ejercicio de apuntar y verificar referencias: leed este capítulo con el Google preparado y el ordenador acabará echando chispazos).
Curiosa la dicotomía de Carrión, por cierto.Tras dedicar parte de su obra a deificar, de una manera u otra, la ficción televisiva contemporánea (las series icónicas de HBO, Breaking Bad, Mad Men...), se pasa al lado opuesto y, en un ejercicio estrambótico, pero eficaz, de chocante coherencia, nos presenta en este rollizo ejemplar más de una veintena de crónicas donde se alternan las firmas ilustres y las no tan conocidas. Crónicas que en muchos casos tienen mayúscula entidad narrativa.
Y el resultado es centelleante. Rutilante. Sí, he de ir renovando el repertorio de adjetivos.
Juan Villoro inaugura el volumen hablando de su experiencia en Japón, desde donde viajamos a un sórdido pero impactante capítulo, el escrito por Leila Guerrero, dedicado a los forenses que exhumaron cadáveres para la identificación de víctimas de la represión en Argentina. Viajaremos a lugares lejanos y adoptaremos los tonos más diversos. El cachondeo de Jordi Costa hablando de la ubicación de los restos del yate Azor, el periodismo gonzo de Gabriela Wiener, coqueteando con el mundo BDSM. Inevitable no pensar en personajes de García Márquez al ver un personaje como el Chivolito, o evocar a Piglia con el Frente. Algo menos estimulante cuando se trata de crónicas algo más íntimas o prolongadas, pero en ningún momento bajando del notable muy alto: para mí, un colofón absoluto, magnífico, la crónica de Martín Caparrós sobre Zanzíbar, de indudables aires kapuscinskianos.
En fin, recurriendo al tópico de la irregularidad en las recopilaciones, diré que aquí lo que impera es la variedad temática y que esa variedad aporta una cohesión que hace de Mejor que ficción una lectura adaptable a los más distintos cometidos: el disfrute literario, la curiosidad social o histórica, la convicción de ciertos ideales, el estímulo del interés por ciertas temáticas o hasta el entretenimiento más ligero y veraniego. Además, cosa que no siempre es aconsejable cuando hablamos de narrativa de ficción (en la narrativa supeditada a un desenlace), admite relecturas inmediatas.
Y esa manía de Carrión por documentar: más de 30 páginas finales de listado de cronistas de referencia en lengua española. Un carrusel de menciones que, como en Librerías, nos dispara hacia la calle (o hacia la Red) con insaciable avidez lectora.
A ver de cuántos libros puede decirse tal cosa.
Y esa manía de Carrión por documentar: más de 30 páginas finales de listado de cronistas de referencia en lengua española. Un carrusel de menciones que, como en Librerías, nos dispara hacia la calle (o hacia la Red) con insaciable avidez lectora.
A ver de cuántos libros puede decirse tal cosa.
1 comentario:
Pues muchas gracias, y queda anotada la dirección de tu blog, pero ya que te pasas a comentar, aparte de cumplir con los fines promocionales, nos encantaría que tuvieras algo que aportarnos sobre la reseña en que comentas. Seguro que encuentras algún libro aquí reseñado sobre el que tengas algo que decir.
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