lunes, 8 de julio de 2013

Camille Vannier: El horno no funciona

Idioma original: español
Año de publicación: 2011
Valoración: está bien

Hay una librería situada en la calle Dos de Mayo de Bilbao en la que quiero plantar una tienda de campaña (discúlpenme todos los libreros y libreras de mi ciudad natal, espero que esto no sea entendido como una ofensa). Si un día alguien me preguntara por el Paraíso, lo arrastraría hasta ANTI- y después rogaría a los antianos que me adoptaran. Acto seguido, devoraría todos sus libros.

Sin embargo, hasta el momento sólo me he atrevido a comportarme como una clienta normal y corriente. Vamos, que les compro libros. El último capricho fue El horno no funciona, de la parisina Camille Vannier, una mezcla entre un diario ilustrado, un cómic autobiográfico y un libro de bocetos que Sins Entido publicó en 2011. El hilo conductor de la historia se construye a partir de los retratos de quince personas que conviven en diferentes momentos con la narradora, la propia Camille.

La protagonista llega a Barcelona en 2004, procedente de París. Entra a un ciber y encuentra el anuncio de un piso compartido donde “el horno no funciona”, una frase que ella repetirá cada vez que enseñe el piso a un nuevo inquilino: “… después de haber anunciado que tenemos una calefacción increíble y una lavadora súper silenciosa, es cuando les digo: “ah, por cierto, el horno no funciona”. La gente no suele reaccionar a la revelación que les acabo de hacer. Porque a ver, no pasa nada porque el horno no funcione. Pero cada vez que digo esta frase, en realidad lo que les digo es: “sí, el piso es muy bonito, muy grande,… Pero lo siento, nunca friego los platos, Josep no baja la tapa del water, Marco no sabe colgar la ropa en el tendedero,…con el tiempo para mí esta frase ha pasado a ser una metáfora de “nadie es perfecto”. 

Lo interesante, lo atractivo y el humor de la obra residen en esa extraña familia que describe Vannier con la que todos aquellos que hayamos compartido piso alguna vez podemos identificarnos, porque uno nunca sabe qué puede encontrarse después de ese primer contacto con un candidato a compañero de piso. Cándido y entrañable en apariencia, el compañero de piso puede convertirse en el futuro en un ser cruel y espeluznante. Recuerden, recuerden. Hagan memoria. Piensen en aquella cara bondadosa inicial que, tras su metamorfosis rauda y repentina, nunca limpiaba el baño, la vajilla, se comía sus galletas y, curiosamente, aunque con una periodicidad asombrosa, siempre olvidaba comprar el papel de baño o pagar al casero.


De cualquier modo, parece que, salvo alguna excepción (no parece sentir mucho aprecio por el trío Zoraia-Mariona-Rochelle, cuyo lema es “ajo y agua, tía”), C. Vannier ha tenido bastante suerte con sus compañeros y sus lápices de colores ilustran mediante una estética naïf y desenfadada una serie de bocetos alegres y dinámicos sobre personajes curiosos, dejados y algo maniáticos que componen esta atípica familia:“quizá no sea eterna como la biológica, pero tan familia como ésta… Una familia bis, que se formó con la ayuda de loquo.com. Pero… ¿Sabéis qué? Al fin y al cabo, elegida o no, la familia siempre es un follón.  


La pena es que, a pesar de que esa estética cercana al boceto que emplea a la hora de ilustrar sus personajes sea resultona y divertida, en lo referente a la narrativa textual la obra podría estar más trabajada y presentar quizás una trama más elaborada. 

1 comentario:

Jonan dijo...

Lo del "timo de la función grill" es ABSOLUTAMENTE cierto... ¿o no?