lunes, 22 de julio de 2013

Rudolfo Anaya: Bendíceme, Última

Idioma original: inglés
Título original: Bless Me, Ultima
Año de publicación: 1972
Valoración: recomendable


Antonio Márez tiene seis años cuando la anciana Última se muda al llano a vivir con su familia. Ella es una curandera tan respetada como temida por la gente de la zona y desde que llega a la casa entabla con el pequeño una relación muy especial. Él se convertirá en su ayudante y aprendiz, al tiempo que ella será su maestra, mentora y confidente, y en ciertos momentos jugará en su vida un papel más importante que su propia madre. A través de esta relación y de los acontecimientos que suceden en el llano y que implican a los hermanos y padres de Antonio y, por supuesto, a la propia Última, Antonio se verá obligado a crecer a marchas forzadas, aprendiendo lecciones que no todos son capaces de comprender y desarrollándose en un mundo que no siempre está limitado a la vida terrenal y en el que la magia cobra gran importancia.

En esta novela de formación, Rudolfo Anaya muestra la cultura chicana de la década de 1940 en Nuevo México, en la que conviven el español y el inglés (y éste último gana terreno a gran velocidad) y la influencia estadounidense empieza a hacerse notar en la cultura y el modo de vida mexicanos. Si bien los padres de Antonio pertenecen a una generación que ha abrazado con fervor el catolicismo y ha dejado de lado las costumbres y la sabiduría paganas de sus antepasados (aunque no por ello dejan de acudir a las curanderas cuando tienen un problema), sus hijos tampoco aceptan el sentimiento religioso y la lealtad a la familia (que raya peligrosamente la dependencia) de la que éstos hacen gala y prefieren adoptar el modo de vida y el idioma de Estados Unidos, lo cual agranda aún más el abismo existente entre generaciones y los miembros de la familia Márez.

La anciana curandera (quien, como su propio nombre índica, es la última de su clase) aparece así encarnando un mundo, una sabiduría y unas costumbres que en pocos años habrían desaparecido para siempre de la cultura chicana, algo que ella acepta con la misma paz con la que asume los nacimientos o las muertes que en innumerables ocasiones ha tenido que presenciar.

Anaya nos ofrece, a través de Última y Antonio, una obra interesante y conmovedora, gracias a la cual podemos conocer un poco una cultura que generalmente nos resulta completamente desconocida (al menos, para mí lo es), al mismo tiempo que nos hace disfrutar de buena literatura.


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