viernes, 7 de mayo de 2010

Colaboración: Un diamante tan grande como el Ritz , de F. Scott Fitzgerald

Idioma original: inglés
Título original: A Diamond As Big As the Ritz
Fecha de publicación: 1922
Valoración:
muy recomendable

Para mi reciente viaje en tren a Francia decidí llevar conmigo París era una fiesta, de Ernst Hemingway. Me parecía una lectura ideal para las casi seis horas de camino que se me venían encima y, como finalmente pude comprobar, resultó ser una obra genial, directa, personal y tremendamente acertada, en la inigualable línea de su autor, vaya. Es en este libro (así como en Fiesta) donde este ganador de los Premios Nobel y Pulitzer empieza a popularizar la expresión “Generación Perdida”, utilizada por su íntima amiga Gertrude Stein para definir al conjunto de escritores estadounidenses que vivieron en la capital francesa, así como en otras zonas del viejo continente, durante el período que abarca desde el fin de la Gran Guerra hasta la también Gran Depresión (también conocidos como la Generación de Fuego). Fitzgerald, Dos Passos, Hemingway, Faulkner y Steinbeck son algunos de estos portentos creativos, quienes vivieron de primera mano, como en el caso del expatriado Hemingway (no dejéis de leer Por quién doblan las campanas o Adiós a las armas), los horrores de la guerra y a quienes Stein espetó: “You are all a lost generation”.

No nos dispersemos, no obstante, y retomemos la cuestión que nos ocupa. La librería Shakespeare & Co. debe ser siempre una visita insoslayable en la ciudad de las luces, un establecimiento muy cercano a Notre Dame supuestamente regentado por el nieto de Walt Whitman, que Hemingway menciona una y otra vez en París era una fiesta. Haciendo una asociación de ideas de lo más freudiana, pensé que sería muy especial adquirir allí una novela de F. Scott Fitzgerald, “Scotty”, amigo del anterior y protagonista de muchas de las vivencias que se narran en dicha obra. Así, como llevada por una corriente cósmica, llegó a mis manos Un diamante tan grande como el Ritz. De todos es sabido que Fitzgerald es un tremendísimo escritor de relatos cortos. Forzado por circunstancias vitales, se vio en la necesidad de escribir para publicaciones como Saturday Evening Post, Collier's Magazine y Esquire dejando a un lado su producción novelística en más de una ocasión, también magnífica. A caballo entre el cuento y la novela corta, esta cautivadora historia fue publicada en el año 1922 en la revista The Smart Set y posteriormente incluida por el creador en su colección de historias breves Tales for the Jazz Age (un término acuñado por él mismo en referencia a su producción literaria durante los años 20).

Alguien a quien admiro profundamente me dijo sabiamente en una ocasión: “Hemingway es un puñetazo; Fitzgerald provoca el mismo efecto con una caricia”. Y así es, sin duda, como procede en esta historia. Su protagonista, John T. Unger, será enviado a una escuela privada de Boston, en la que conocerá a Percy Washington, quien extrañamente sólo se comunica con él. Con una tensión contenida que aumenta en cada página, su progresiva amistad les permitirá compartir cada vez más confidencias, siendo una de ellas la primera pieza del puzzle: Percy le hará saber a Unger sobre la opulencia de su padre, poseedor de una fortuna y de “un diamante tan grande como el Ritz”. Invitado por la familia de Washington, nuestro protagonista pasará un lujoso verano en Montana, conocerá el amor, la muerte y la decepción, experiencias que le cambiarán radicalmente su vida y que ensombrecerán su visión del género humano.

Crítica, intensa, mordaz, satírica y autobiográfica en muchas ocasiones, este breve escrito describe perfectamente el sentimiento que embargaba a la juventud americana en los años 20: desilusión, desesperanza, indefensión, vacío, desconfianza, nihilismo, destrucción, náusea. Esta oda contra el materialismo perpetrada por Fitzgerald, para quien “el dinero ha aniquilado más almas que el hierro los cuerpos”, retoma tales intereses, recurrentes en las obras de este superdotado de la pluma, un hombre destrozado por una época convulsa y una vida marcada por la enfermedad: su propio alcoholismo y la esquizofrenia de su mujer, Zelda Sayre, también escritora, cuyos delirios hicieron de este matrimonio un nido de celos, aversión y resentimiento, sentimientos que marcarán indeleblemente su trayectoria literaria.

Quizá el sufrimiento es la madre de la creación. El caos en el alma y el dolor siempre han sido grandes afrodisíacos para los artistas. Si es así, Fitzgerald es una confirmación de esta teoría, pero también lo son el resto de genios perdidos con él en aquella generación que todavía hoy nos cautiva y que absolutamente nadie debería dejar de leer.

Firma invitada: Naiara

También de F. Scott Fitzgerald: Hermosos y malditos y El gran Gatsby.

5 comentarios:

severinne dijo...

Yo leí hace poco "Un diamante tan grande como el Ritz", casi por casualidad. Compré "El curioso caso de Benjamin Button", y la historia que lo acompañaba fue la de "Un diamante..." Me gustó casi más que la de Benjamin, por todas esas cosas que tu tan bien has explicado, por cómo el materialismo se derrumba ante los ojos de los que lo han adorado, ídolo con pies de barro.
Era lo primero de Fitzgerald que leía, y me gustó su fina ironía, su humor que disfraza el dolor o la tristeza. Seguiré leyéndolo. Gracias por comentarlo.

Ian Grecco dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ian Grecco dijo...

Felicidades por la magnífica reseña. Yo también adoro a Scotty. Me leí hace unos meses sus Cuentos Completos, y tengo que reseñarlos en cuanto pueda.

Y a ver cuándo hacen la peli sobre su vida. Se habla de Keira Knightly como su esposa...

Naiara dijo...

No sabía lo de la peli en ciernes... A ver si no hacen nada ponzoñoso...

Santi dijo...

Acabo de leerme esta novela corta o relato larto, y me ha gustado, aunque me parece inferior al Gran Gatsby o incluso a El último magnate. Las tres son un retrato de la opulencia y el poder desmedido que lleva aparejado, pero en este caso el tratamiento es irreal, como de fábula o parábola, lo que permite que aparezca un humor absurdo y muy negro...