Título original: Ray Bradbury’s Farenheit 451. The Authorised Adaptation.
Año de publicación: 2009
Valoración: Muy recomendable
Es posible que muchos de vosotros hayáis participado en la última encuesta de ULAD. Sus resultados, vuestros votos, muestran claramente que la novela sigue reinando en vuestras mesillas de noche, en los trayectos en metro a la universidad o al trabajo, en las soporíferas esperas en las consultas médicas, en la vida del lector standard. Está bien, seguimos leyendo novelas. Seguimos leyendo, a secas, lo cual es todo un logro en esta sociedad-web 2.0 repleta de imágenes y de “cortaypegas wikipédicos”.
Es por ésta y por alguna otra razón escondida que me vino a la cabeza la obra de Ray Bradbury Farenheit 451. Pero no la novela. Pensé en el cómic, que anda un poco a la zaga en esta encuesta pero que apunta maneras. Y es que Tim Hamilton, cuya carrera en el mundo del tebeo se remonta a la década de los ochenta, ha adaptado recientemente esta obra icónica y siempre reveladora, eso si, con el consentimiento del autor original, que nos la describe así: “lo que el lector tiene ante sí es el rejuvenecimiento de un libro que una vez fuera una novela corta que una vez fuera un relato corto que una vez fuera un paseo por una manzana, un muerto viviente en un cementerio y la caída final de la casa Usher”. En fin, si este canto de sirena no os atrapa, poco me resta decir, sinceramente.
El caso es que Hamilton, quien por cierto también acaba de adaptar La Isla del Tesoro de R.L. Stevenson en forma de novela gráfica, plasma en imágenes magníficamente este libro, del que supongo baste decir que tiene como tema el replanteamiento vital que sufre un bombero que se dedica a provocar incendios con libros en lugar de apagarlos. Un espíritu libre, encarnado en el personaje de Clarisse, le hará caer en una crisis ontológica tremenda, llevándole a cuestionarse los cimientos de la sociedad censuradora y coercitiva en la que viven estos zombies a los que asusta tremendamente pensar por sí mismos.
Como suele ocurrir en el sempiterno debate en torno a las novelas convertidas en películas, en casos como éste pasa algo similar. Comparar el trabajo de Hamilton con el original es una golosa tentación en la que irrevocablemente caeremos todos. ¿Capta este cómic la grandeza del original? ¿Es suficientemente evocador y a la vez gráfico como para despertar las mismas emociones? ¿Es su deber hacerlo? ¿Ha de ser fiel o puede permitirse licencias? ¿Entenderá bien el lector la novela gráfica sin haber pasado por el training de Bradbury y/o las imágenes de Truffaut? No sé a vosotros, pero este tipo de cuestiones me aburren soberanamente. Sobre todo, cuando tengo claro lo esencial: que me gusta. Y así es en este caso.
Ver en imágenes lo que mi imaginación esbozó en su momento ha sido una sensación preciosa. No sé reseñar tebeos, como no sé poner palabras a la música, pero sí puedo transmitiros una invitación que el mismo Bradbury nos lanza en la introducción que ha escrito a estas páginas: “me gustaría sugerir que todo aquel o aquella que lea esta introducción se tome un tiempo para escoger el libro que más le gustaría memorizar y proteger de cualquier censor o ‘bombero’. Y no sólo escogerlo, sino dar las razones de por qué querría memorizarlo y de cuál es el valor por el que debería recitarse y recordarse en el futuro. Creo que si mis lectores se reúnen y hablan de los libros que han escogido y memorizado pueden producirse encuentros muy entretenidos”. Autores de ULAD, creo que en estas palabras tenéis el tema de la siguiente encuesta…
¿Os imagináis un mundo sin libros?
Firma invitada: Naiara
Reseña del libro original de Bradbury, aquí.
1 comentario:
Bradbury es de mis favoritos de la ciencia ficción, uno de los más sólidos. Este libro no es la excepción. Tendré que leer esta versión.
La película está buena también, dirigida por un super director: Francois Truffaut.
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