jueves, 16 de noviembre de 2017

Nuestros autores olvidados #11: El día de los prodigios de Lídia Jorge

Idioma original: portugués
Título original: O dia dos prodígios
Año de publicación: 1980
Valoración: Muy recomendable

A diferencia de mis colegas, que han hecho justicia a determinados autores individuales olvidados hasta ahora por nosotros, con esta entrada yo me propongo hacer un desagravio colectivo: por ULAD han pasado ya muchos de los grandes escritores (hombres) que han marcado la historia de la literatura portuguesa (Camões, Eça de Queirós, Pessoa, Saramago, Cardoso Pires, Lobo Antunes, Gonçalo M. Tavares...), pero no así las escritoras (mujeres) que marcan, sobre todo, el siglo XX: la poetisa y narradora Sophia de Mello Breyner, la multifacética Natália Correia, Agustina Bessa-Luis, hermética y exigente, o la imaginativa y no menos exigente Lídia Jorge, que con obras como El día de los prodigios o La costa de los murmullos vino a representar la apertura de una nueva fase en las letras portuguesas tras la Revolución de los Claveles.

El día de los prodigios, publicada en 1980, trata precisamente, aunque de una forma tangencial e irónica, sobre la revolución del 25 de abril. La acción se sitúa en un pequeño pueblo del Algarve, Vilamaninhos, en el que en los mismos días de la revolución se están produciendo fenómenos asombrosos: una serpiente que vuela, una mula que huye, unos soldados que llegan al pueblo ataviados con claveles en las armas... Así, los grandes acontecimientos de la Historia quedan diluidos, por no decir anulados, en el contexto de la pequeña historia de la aldea, sus conflictos y relatos cotidianos y su cosmovisión mítica y mágica.

Por esta visión imaginativa en la que lo real y lo mítico se mezclan, El día de los prodigios ha sido comparado muy frecuentemente con el realismo mágico latinoamericano; quizás exista una influencia directa o una coincidencia en la perspectiva narrativa, pero creo que esta obra también conecta con una tradición propiamente portuguesa: la de la representación del mundo rural interior, como un microcosmos cerrado en el que operan reglas (morales, mentales e incluso naturales) diferentes a las de la gran ciudad o el gran mundo: así, Vilamaninhos podría ser perfectamente la villa en la que transcurre Humus, de Raul Brandão, o un primo hermano de la Gafeira de El Delfín de Cardoso Pires, que comparte con esta novela también la búsqueda estilística y técnica más exigente.

Porque, efectivamente, ningún comentario de esta novela puede dejar de lado la belleza y la eficacia del estilo de la autora, que mezcla la reproducción del habla de los habitantes de la aldea (con alteraciones fonéticas, por ejemplo) con una imaginación metafórica y una experimentación formal y estilística sorprendentes: las voces de los personajes se confunde a veces en largos párrafos en estilo indirecto y sintaxis entrecortada; otras veces aparecen indicados en forma de diálogo, o a doble columna, o con una indentación inferior al resto del texto.

Y el estilo: compacto, poético, trabajado como con un cincel. Copio un párrafo del principio de la novela, como ejemplo:

Carminha parecía fazer adeus, mas apenas lavaba janelas. Um pano branco na mão. O braço adejando de encontro ao vidro. Alguidarzinho ajoujado de espuma cremosa, um alguidar maior de pura água macia. Novelo de saias entre pernas. Cadeira de tábua ajaezada de nódoas, flores vermelhas. Os pés aí juntos no fundo côncavo. As pernas de leve penugem rasinha. Então Carminha empertigava-se de encontro à mancha renitente entre a unha e o vidro. Minúscula, fruto de mosca palhetando asas em tempo vazio, compondo um ovo de esterco redondo. E ali impregnado no vidro da quadrícula despintada de branco. Zing zing de encontro à lisura espelhada.

Que si soy capaz de traducirlo bien (Camões me perdone si no), significaría:

Carminha parecía decir adiós, pero solo lavaba ventanas. Un trapo blanco en la mano. El brazo agitándose al encuentro del cristal. Palanganita coronada de espuma cremosa, otra palangana mayor de pura agua suave. Embrollo de faldas entre piernas. Silla de tabla enjaezada de manchas, flores rojas. Los pies ahí juntos en el fondo cóncavo. Las piernas de leve plumaje rasito. Entonces Carminha se yergue al encuentro de la mancha persistente entre la uña y el cristal. Minúscula, fruto de mosca paleteando alas en tiempo vacío, componiendo un huevo de estiercol redondo. Y allí impregnado en el cristal de la cuadrícula despintada de blanco. Zing zing al encuentro de la lisura espejada.

Lídia Jorge tiene en Portugal un estatuto de clásico contemporáneo, de clásico vivo, del que no disfruta tanto fuera de sus fronteras. De hecho, El día de los prodigios no está todavía traducido al español (sí en cambio, entre otras obras, La costa de los murmullos). Esperemos que lo sea en breve, y Lídia Jorge deje de ser una autora solo conocida en Portugal.

También de Lídia Jorge en ULAD: Los tiempos del esplendor

1 comentario:

Carlos Andia dijo...

Yo creo que a este lado de la raya tenemos un desconocimiento casi absoluto de la literatura de nuestros vecinos, Saramago y poco más. Esta autora parece interesante, aunque la obra que citabas no esté traducida, que ese es otro problema.