domingo, 9 de marzo de 2014

Colaboración: In memoriam Leopoldo María Panero


Una mañana soleada de invierno tardío amanecía con una triste noticia. Mi poeta más querido, mi poeta más admirado, el último bohemio, acababa de exhalar su último aliento. La muerte de un personaje, por muy conocido que fuera, nunca me había afectado de forma personal, pero Leopoldo María se iba dejándome sola en una senda literaria hasta hace poco desconocida para mí y que guarda intrincados rincones aún por descubrir.

Cualquiera que haya leído algo del mal llamado poeta maldito, que no creo en absoluto que lo fuera (más bien lo contrario, nos ha dejado una obra extensa y pródiga, digna de descubrir, aunque no negaré la dificultad), puede sentir algo así. Sus libros son de los que dejan huella y con los que descubres que la Literatura puede ser algo más que un conjunto de palabras, mucho más que una historia, puede ser la abstracción, lo absurdo materializado en palabra. Con sus poemas puedes acercarte a otro mundo, al mundo atávico de la locura y de los sueños. Se puede percibir que, a veces, lo desagradable puede ser hermoso y que todos, por muy cuerdo que parezca, podemos sacar a la superficie sentimientos que creía enterrados.

En sus primeros poemas juveniles, agrupados en la obra titulada Por el camino de Swan, como la obra homónima de Marcel Proust, se entrevé un atisbo de modernidad, pero no es hasta su primer libro propiamente dicho Así se fundó Carnaby Street (título que alude a una calle londinense que fue cuna de la post-modernidad a finales de los años 60 del siglo XX) cuando se establecen las pautas que caracterizarían a Panero durante toda su obra. Su afán por la muerte, las bajas pasiones, la mitología y, sobre todo, su gran personaje, Peter Pan, invaden toda su obra. Aquel niño grande fue, pues, incluido por José María Castellet (fallecido también en enero de este año) como el más joven de los Nueve Novísimos españoles. Después llegarían Teoría (1973) y, para mi gusto, el mejor de sus libros, un compendio de cuentos fantásticos y terribles llamado El lugar del hijo (1976), donde se produce cierto cisma en su obra y en su vida. A partir de entonces, tanto su poesía como su prosa se tornan más apasionadas y con cierto tono autobiográfico, incidiendo, aún más, en la muerte, en el miedo y en el mundo de la locura y de los sueños. Libros como Narciso en el acorde último de las flautas (1979), Last River Together (1980) o Dioscuros (1982) son trasuntos de su vida personal.

La locura fue una constante en la vida de Leopoldo María. Famosos son los Poemas del manicomio de Mondragón (1987), uno de los cuales define perfectamente cómo se siente un cuerdo en un mundo de locos:

El loco mirando desde la puerta del jardín
hombre normal que por un momento
cruzas tu vida con la del esperpento
has de saber que no fue por matar un pelícano
sino por nada por lo que yazgo aquí entre otros sepulcros
y que nada sino el azar y a ninguna voluntad sagrada
de demonio o dios debo mi ruina.

Leopoldo María Panero, Poemas del manicomio de Mondragón, 1987

Durante los años 80 y 90, se han publicado varios compendios de poemarios suyos, siendo el más conocido el realizado por el catedrático zaragozano Túa Blesa en dos volúmenes, el primero de 1970-2000 y el segundo de 2000-2010, en la editorial Visor. El primero es más interesante, puesto que se le ve más lúcido y más desgarrado. En la última etapa, sus poemas se hacen más complicados de entender.

Adicciones, obsesiones, desengaños e incomprensión marcaron su vida. Sus relaciones turbulentas y amores imposibles, como el que tuvo por Ana María Moix, fallecida, paradójicamente la semana anterior, tiñeron su obra no precisamente de sensiblería barata, sino de miedo, de desesperación y de incomprensión. Era conocida su admiración por Kafka y su Metamorfosis, obra en la que se reconocía a sí mismo. Y cómo no mencionar también su admiración por los simbolistas franceses, como Mallarmé, o por Antonin Artaud, con una vida llena de paralelismos con la de Leopoldo María.

La muerte también era otra de sus obsesiones, que lo atraía como un objeto oscuro pero seductor. Esta semana finalmente le ha sorprendido. Deja huérfanos a los Novísimos y, sobre todo, a las letras españolas contemporáneas.

Todavía me alegro cuando pienso en aquel día, en aquella librería, en aquél estante dedicado a la poesía española, cuando cogí aquel libro que me llamaba, de aquel poeta desencantado, y que reclamaba que lo llevara a casa conmigo. Hoy en día no me he arrepentido nunca de haber cogido aquel libro, aunque sé que preludiaba el fin de su autor, puesto que lo había apartado para que este mes de junio me lo firmase en la Feria del Libro de Madrid, donde era asiduo, y ya no podrá ser. Ya eres mito, ya eres leyenda, como tus trasuntos Artaud y Verlain. Has conseguido ser tú, tu propia identidad, llamado Leopoldo María Panero. Vivirás eternamente en tu país de Nunca Jamás, dentro de tus libros, en tus poemas, y vivirás cada vez que uno de nosotros ponga en nuestros labios cada verso que escribiste. En octubre disfrutaremos de tu obra póstuma Rosa enferma. Desde donde estés, desde esta orilla del mundo de la locura y de la oscuridad, espero que te haya gustado el pequeño homenaje que una admiradora tuya te ha hecho. Hasta siempre, Leopoldo María.


Un loco tocado de la maldición del cielo
canta humillado en una esquina
sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano
la vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa junto a él
una princesa.
Poemas del manicomio de Mondragón



Firmado: Sandra Rodríguez Sáez

11 comentarios:

Unknown dijo...

Carta abierta a “uladianos” y “uladiófilos”
Estimados colectores (¿y por qué no decirlo?) recolectores de la cultura; ese precioso vocablo que en su etimología original latina nos remite a la labranza de las veleidades y el trascendimiento espiritual (algo tan, tan hermoso, sin duda), tras haber asistido (un tanto impertérritos) al desglose, en pleno periplo de Baco, de las ensoñaciones y transmigraciones bibliófilas desde la infancia a la plena adultez del decanato (o ignoramos si han sido más de diez biografías lectoras), ejercicio que, en el fondo, presupone un interesante desenmascaramiento (en el buen sentido de la palabra) y conocimiento de estos compañeros lectores que gratuita y diariamente (si exceptuamos ejercicios como el que ahora mentamos) nos brindan y regalan la oportunidad de ahondar y conformar un poco mejor nuestro personal e intransferible criterio en torno al universo artístico.
Por supuesto, nos consta y os consta que no sólo existen uladianos. Las fuentes son muy variadas y no sólo en la lengua española. ¿Qué decir de la espléndida Words Without Borders o de las copiosas bibliotecas digitales escritas en lenguas de otras familias lingüísticas (indoeuropeas o no) en los diversos idiomas u otros blogs relativamente similares al presente y un largo etc.? De hecho la búsqueda de nuevas fuentes es tarea obligatoria para todo lector (o amante de las artes) que se precie. Todo ello redunda, afortunadamente, en nuestro propio beneficio y desarrollo personal, a pesar de lo pedante y tedioso que, apriorísticamente, nos pudiera parecer en un principio.
Celebramos que hayáis decidido retomar “per se” la tarea literaria, porque cada una de esas fuentes ofrece un atisbo complementario. Aquí lees una reseña (o parte de ella); otros ofrecen un acercamiento diferente a la misma arte. O reseñas de una misma obra o autor pero desde otro prisma, especialmente el original. ¿Qué dicen, por ejemplo, los húngaros de Dezso Kosztolániy, por traer a colación uno de los casos más recientes. El acercamiento o distanciamiento a la fuente original (y lo que ello conlleva) sería otro tema, extremadamente interesante, pero que no es el propio de esta misiva que ahora escribimos. Vivimos en el mundo, y aunque un famoso escritor dijo que “nuestras vidas son como un libro. Cada día se nos ofrece una página y sólo tenemos veinticuatro horas para escribirla”, la realidad es más bien extraliteraria. Se nos ocurre, para finalizar esta carta abierta, proponeros aprovechar la semana que comienza mañana para rendir un merecido (y actual) homenaje a la cultura y literatura ucraniana (tan denostada e inédita) Una revisión de los Taras Shevchenko, Ivan Franko, Lev Shestov, Vasyl Stefanyk, Andriy Holovko, Nahum Korzhavin, Volodymyr Drozhd (en principio al lector hispano le suena Vassili Grossman y para de contar)… Evidentemente, a la hora de seleccionar y compilar las obras reseñadas ha de haber un determinado orden, por más cabalístico que pudiera parecer, pero dados los acontecimientos que nos abocan al 16 de marzo (y por lo dicho a modo de antecedente), estaría más que bien tomarlo en consideración (sería todo un detalle) y simultáneamente ofreciéndole a la comunidad uladiana el bosquejo de una de esas literaturas un tanto marginales, cuyo corpúsculo literario abarca más de dos o tres autores, de paso, asomándose a una senbilidad literaria bastante diferente a la más consuetudinaria y reseñada y sin salirnos de la vieja Europa.
Más allá de las Columnas de Heracles, en la antigua Bohemia y a orillas del Moscova a 9 de marzo de 2014, un afectuoso y respetuoso saludo de Javi, Miri y Lena.

Anónimo dijo...

Javi Galván, no has hecho caso a la recomendación/exhorto que te hizo ayer Jean P. Tú sigue leyendo en indoeuropeo que ya verás, ya.

jimmy_corrigan dijo...

Leopoldo Mª Panero era un grande. ¿Por qué? Porque su estilo, su escritura, su manera de juntar las letras... transmitía sentimientos universales.
Cosa, por cierto, que la verborrea incontinente de Javi Galván me parece nunca hará.

Anónimo dijo...

Los comentarios deberían ir encaminados a comentar el artículo o el libro/autor relacionado con el artículo, no temas offtopic. Si lo que Javi Galván quiere llamar es la atención, hay cientos de foros en internet "encantados" de leerle o bien que publique un artículo.

A mí este artículo me ha gustado, tanto por lo que pone por cómo lo pone. Es una pena que artículos anteriores y éste se pierdan por la prepotencia de una persona.

Anónimo dijo...

Si tecleas en la ventanita de google la palabra 'pelma', te sale un enlace a la carta abierta de galván.
Hagan, hagan la prueba.
Aunque educado sí es, a su manera.

Santi dijo...

Estimados lectores,

agradezco a todos que nos leáis, que nos sigáis, que comentéis y que la pasión por los libros os lleve a debatir con esta pasión; pero esta entrada está dedicada a Leopoldo María Panero, y no creo que esta serie de comentarios sea la mejor manera de honrarlo.

Vamos a parar ya esta bola de nieve y hablar del gran Leopoldo María Penero, ¿sí?

Un saludo,

Santi

Anónimo dijo...

Panero es de lectura difícil, exigente y posiblemente imposible para muchos, Pero si tienes la mala suerte de convertirte en panerista disfrutarás como pocos de su poesía, de su prosa y de su bendita locura. Muchas veces desespera y te invita , casi te obliga, a tirar la toalla pero sospecho que Leopoldo permanecerá en el tiempo en la literatura patria. No me atrevo a recomendarle peor no está de más que los valientes que no se hayan todavía atrevido , algún día de arrojo lo intenten aunque sólo sea por decir “yo leí a Panero”.

Iñigo Vicente dijo...

Adoro el universo Panero: Leopoldo, María, sus padres Leopoldo y Felicidad, sus hermanos Michi y Juan Luis. Todos salvo Michi, precisamente el más divertido, tienen algo que aportar literariamente.
Michi también tiene algo publicado pero más a modo de homenaje y de recuerdo que otra cosa.
Su padre, Leopoldo, fue un enorme poeta a pesar de la etiqueta de franquista que tan alegre como injustificadamente se le ha puesto. Fue un superviviente en la España de su tiempo, ni más ni menos, que no es poco.
Felicidad, su madre, tiene unas memorias bastante interesantes.
Y Juan Luis, el hermano aburrido, tiene una obra poética notable. Más ortodoxa que Leopoldo María, claro.

Que con quién me quedo? Bingo! Habéis acertado con mi loco favorito, Leopoldo María!

Iker Artetxe dijo...

Michi tenía talento. Le pudo la pereza y prefirió la noche y la farándula, la molicie. Lo poco publicado (Funerales vikingos) para mi gusto así lo demuestra. Tenía buena pluma y un don literario evidente. Entre sus desconcertantes cuentos merece muchísimo respeto el titulado " También Dios mandaba en Normandía". Está sólo al alcance de alguien señalado por el talento. El resto de relatos tienen calidad pero a mi parecer les falta trabajo para pulirlos. Se quedan a veces en bocetos pero es disculpable porque Michi nunca quiso publicar, se conformaba con sus esporádicas columnas alimenticias en El País.

Iñigo dijo...

Buenas noches, Iker. Entiendo que participas también de la religión panerista y comparto tu opinión de Michi.
Ya puestos, aprovecho para reivindicar también a Juan Luis, cuya obra me temo quedará en el olvido. Aquí va uno de sus poemas, por si sirve para que se le conozca y para invitar a su lectura y reconocimiento.

To return again

Ella paseaba-ceremoniosamente- las páginas de un periódico
-un periódico en español, comprado en Victoria Station-
Él miraba por la ventanilla las últimas barriadas,
la ciudad borrándose detrás,la precaria luz de otoño.
Ella leía -minuciosamente- la página de esquelas,
él miraba ahora el campo:caballos y borregos,
el viento en las ramas, paisajes de Constable.
Ella comentaba anécdotas de prensa, los sucesos del día,
él recordaba a un niño atónito,en silencio,
-hacía siglos- en una casa de Eaton Square.
En otro tiempo, con otra mujer,
el paso del Támesis desde la orilla gris.
Pasaban las páginas del periódico
y pasaban cuerpos y camas,
una mujer desnuda que reía
con aliento de vodka y de tabaco.
El tren llegaba a su destino y ella acabó la lectura.
Debajo del asiento de aquel tren
-entre Londres y Dover- quedaron abandonados
un manoseado periódico en desorden
y cincuenta años de la vida de un hombre


Mónica Mairal dijo...

Cincuenta años de la vida de un hombre!!Es bueno el tipo!