sábado, 21 de julio de 2012

Miguel de Cervantes: Los trabajos de Persiles y Segismunda

Idioma original: español
Año de publicación: 1617
Valoración: está bien

¡Cómo! ¿Una obra del ínclito, excelentísimo, ubérrimo Cervantes calificada solo con un "está bien"? ¿Una nueva herejía de estos desarrapados de ULAD? Pues sí, qué quieres que te diga. Y aun así creo que estoy siendo generoso, en atención a la importancia histórica de la obra y el autor, y a ciertas páginas muy especiales de las que hablaré más adelante.

Suele decirse (con bastante razón, probablemente) que el Quijote marca el inicio de la novela moderna. Y cabría pensar que el Persiles, publicado póstumamente, y escrito ya después del gran éxito quijotesco, continuaría esa misma línea del Ingenioso Hidalgo. No es así. El Persiles, como la Galatea, también de Cervantes, son novelas de géneros rigurosamente clásicos (novelas bizantina y pastoril respectivamente) y cuesta adivinar en ellas los rasgos (ironía, metaficcionalidad, complejidad simbólica de los personajes...) que alumbran al Quijote. Y sin embargo, era en estas obras, precisamente por su espíritu clásico, en las que Cervantes depositaba mayores esperanzas de alcanzar prestigio, inmortalidad y fama.

No es que en el Persiles falten aventuras para entretener al lector, sino todo lo contrario: las hay para dar y tomar. Como corresponde a la novela bizantina desde sus orígenes helenísticos, el argumento consiste en la lucha de dos amantes (Persiles y Segismunda) por reunirse y casarse y ser felices y comer perdices. Para ello, ocultos bajo los nombres falsos de Periandro y Auristela y fingiendo ser hermanos, emprenden una peregrinación a Roma durante la cual sufrirán (en sus propias carnes y en las de sus acompañantes) todo de tipo de infortunios: raptos, naufragios, enfrentamientos con piratas... En la primera mitad de la obra, situada en un norte de Europa mágico e irreal (el Persiles lleva por subtítulo "historia septentrional"), hay hasta hombres lobo y alfombras voladoras; la segunda mitad, situada en Portugal, España e Italia es más realista, aunque igualmente llena de aventuras "sin cuento", que diría el propio Cervantes.

Resulta curioso que una novela tan llena de acción resulte pesada; y sin embargo, es así. Es una sensación parecida a la que producen muchas películas de Hollywood, llenas de persecuciones y peleas pero que no consiguen atraparnos. Al Persiles, como a esas películas, le falta el interés de una trama central a la que se subordinen todos esos episodios secundarios de manera lógica y orgánica; le falta también una profundidad en los personajes que nos haga idenfiticarnos con ellos; en comparación con el Quijote, le falta también humor y un narrador con voz propia, elementos que siempre hacen la lectura más llevadera.

He hablado al principio (para dejar algo de suspense) de que había en el Persiles unas páginas muy especiales: me refería, obviamente, al prólogo y a la Carta al Conde de Lemos que encabezan la obra, páginas escritas por Cervantes muy pocos días antes de su muerte, cuando la sabía ya inevitable (había recibido ya la extremaunción, como cuenta en el texto), con una entereza, una serenidad y un sentido del humor conmovedores: "Tiempo vendra, quizá, donde, anudando este roto hilo, diga lo que aquí me falta y lo que se convenía. ¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regozijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!".

Cuesta leer esta despedida de la vida sin emocionares; solo por esas páginas, merece el Persiles seguir siendo reimprimido, por los siglos de los siglos. Amén.

También de Miguel de Cervantes en ULAD: Don Quijote de la ManchaNovelas ejemplares (I)

1 comentario:

Dionisio García dijo...

Estaba leyendo, casi terminando, Retorno de las estrellas, S. Lem, con el que me aburría, por lo que he decidido escoger una lectura alternativa, que ha sido precisamente el Persiles, en homenaje personal en estos días a Cervantes. Lo compré hace casi 17 años —ticket de compra entre las páginas— y ahí estaba, muerto de risa, en la estantería, sin leer —como tantos, ¡ay!, de los que se compran—. Llevo unas 125 págs. y me está gustando mucho, tanto que supongo que lo acabaré antes del primero… si es que vuelvo a él. Yo creo que la valoración de está bien se queda muy corta. En mi opinión —una como otra cualquiera, claro— puede ir desde el está muy bien al imprescindible.