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martes, 17 de junio de 2025

Tom Sharpe: La gran pesquisa

Idioma original: inglés

Título original: The Great Pursuit

Año de publicación: 1977

Traducción: Mónica Martín Berdagué

Valoración: recomendable 

Por lo general, trato de huir de las novelas protagonizadas por escritores (propósito harto difícil de cumplir, pues muchos autores/as parecen pensar que no existe otro oficio digno de reflejarse en la ficción); ahora bien, otra cosa son los libros que hablan del mundillo literario -editores, agentes, e incluso la crítica-, que suelen resultar de lo más divertido, al tratarse de un tema bastante proclive al humor y la ironía... por no decir la sátira, como es el caso (1).

Este libro del gran Tom Sharpe, de hecho, trata del periplo de otra novela titulada, de forma digamos que un tanto grandilocuente, Deteneos, oh hombres, ante la virgen, que un buen día llega a la londinense agencia literaria Frensic & Futtle, remitida por un abogado de Oxford, ya que su autor o autora desea  permanecer en el más estricto anonimato, presumiblemente por el carácter escandaloso del libro, que narra el romance y, con particular detenimiento, las relaciones sexuales entre un adolescente y una señora octogenaria... Es decir, que se trata de una novela con unas extraordinarias posibilidades comerciales (en los años 70, cuando se publicó La gran pesquisa, la literatura con sexo en grandes cantidades y, a ser posible, algo escabroso, era la que más vendía... quiero pensar que es algo que ya no sucede), así que el agente literario Frederick Frensic monta toda una estrategia para conseguir sacar un pastizal por ella a la editorial americana Hutchmeyer. Con el pequeño inconveniente, claro está, que debe presentar a un autor que la firme y ponga la cara, por lo que Frensic echa mano de Peter Piper, un pobre letraherido al que lleva años representando -o, mejor dicho, no representando, puesto que no hay forma de colocar su novela autoficcional-, llegando a embarcarlo hacia EE.UU. junto a su socia, Sonia Futtle, para hacer la obligada promoción. Y aquí es cuando las cosas se comienzan a torcer de manera incontrolable y, más aún, imprevista, sobre todo cuando entra en escena la recauchutada, a la par que desquiciada, Baby, la esposa de Hutchmeyer. 

No voy a contar nada más, primero, porque no quiero hacer espoilers, pero, sobre todo, porque la trama de la novela se vuelve tan enrevesada y delirante que me resulta imposible resumirla. De todos modos, para quien le parezca todo un argumento inverosímil, recordemos recientes casos de escritores/as que han utilizado con éxito seudónimos para permanecer en la sombra, como Elena Ferrante o incluso quienes han sido representados en público por sosías, como ocurrió en la igualmente increíble, pero cierta, historia de J.T. LeRoy. Por lo que se refiere a la trama de esta novela, su premisa podría ser perfectamente plausible, aunque Sharpe, fiel a su estilo, la lleve hacia el más desaforado delirio humorístico, si bien es cierto, creo yo, que tampoco se trata del libro más desopilante de este autor. No obstante, posee la suficiente carga de humor y mala leche como para provocar no ya la sonrisa, sino más de una carcajada -en especial, al menos según mi opinión, los capítulos que se desarrollan en Bibliopolis, Alabama, villorrio de irónicamente apropiado nombre-; cierto es que se trata de un humor hoy en día un pelín incorrecto (o, en cambio,  correctísimo, tal y como pintan las cosas en el mundo, últimamente) y. así, encontramos ciertas dosis de lo que habrá quien considere homo y transfobia, rechufla hacia los pueblos oprimidos, bodyshaming -en especial, gordofobia, o como se diga-, recurrente edadismo y hasta burla a los sentimientos religiosos (2). No lo voy a negar, pero hay que tener en cuenta que se trata de una novela humorística de hace casi medio siglo y, sobre todo, de Tom Sharpe. Y a los libros de Tom Sharpe, ya se sabe, hay que venir llorado, meado y cagado. No queda otra.

En cualquier caso, lo más interesante de La gran pesquisa es que, además de ser una ácida sátira sobre el mundillo literario -repito: escritores, editores, agentes y hasta la crítica (3)- en ella encontramos también todo un juego metaliterario sobre la propia naturaleza de la literatura y su creación, hacia dónde debe encaminarse y por qué, etc. Que estemos ante una novela de humor de hace tanto tiempo no cambia las cosas, porque, de hecho, las cosas apenas han cambiado en todo este tiempo.

(1) Más aún ahora que estamos en plena temporada de Ferias del libro y eventos por el estilo, en las que al interés mercantil y político se une la egolatría de los juntaletras escritores /as, como bien se comenta en este vídeo que podéis ver en nuestro estupendérrimo canal de YouTube (sí, también tenemos uno, ¿qué os creíais?) 

(2) De racismo, en cambio, no hay trazas, quizás porque, como es bien sabido, Sharpe fue educado, durante su niñez y adolescencia, en las ideas nazis, que luego rechazó en su edad adulta, sobre todo tras emigrar por un tiempo a Sudáfrica... Lástima que no ocurra lo mismo con todos los personajes públicos provenientes de ese país, y no estoy pensando en nadie (o sí).

(3) Hoy en día habría añadido, supongo, a booktubers e influencers, con un especial hincapié en la obsesión por los likes y el número de seguidores en las redes, que determina muchas veces a quién se publica y a quién no.

Otras novelas del gran Tom Sharpe reseñadas en Un Libro Al Día: WiltLos GropeBecas flacasLo peor de cada casa

domingo, 28 de agosto de 2016

Tom Sharpe: Lo peor de cada casa

Idioma original: inglés
Título original: The Midden
Año de publicación: 1995
Traducción: Javier Calzada
Valoración: recomendable


De vez en cuando hay que leer a Tom Sharpe. Leerlo y disfrutar de su envidiable capacidad de subversión, de dinamitar los convencionalismos sociales y diseccionar las debilidades y vicios del personal (eso, aunque usted, querido lector, sea una persona de orden y celosa de serlo... pues quizá sea más recomendable leerlo en ese caso). En esta novela suya, sin ir más lejos, despliega ante nosotros un desolador panorama de ambición, codicia e inoperancia, todo un festival de mezquindad y estupidez a partes iguales, un no parar de miseria moral, de estulticia e indignidad. Encontramos familias adineradas gracias a las tropelías semimafiosas cometidas durante generaciones, expertos financieros incompetentes y responsables de la ruina de mucha gente, altos cargos policiales hinchados por la prepotencia y el fanatismo religioso, una sociedad refugiada en la nostalgia de un pasado edulcorado en lugar de afrontar los problemas del presente ni del futuro... ¿Hablamos, pues, de la España de la crisis post-burbuja Inmobiliaria? Pues casi, pero no, sino de la Gran Bretaña de veinte años atrás, que se despertaba con resaca tras la borrachera de codicia de los años del thatcherismo... una época y una corriente política por las que Sharpe -parece evidente- no sentía demasiada simpatía... como no deja de recordar    con una pulla tras otra.

Como suele ocurrir en las novelas de este autor, se parte de unas premisas ya con bastante   carga de acidez, pero más o menos sencillas y comprensibles, pero que las circunstancias incontrolables del azar van enredando cada vez más hasta conducirnos a una apoteosis -en este caso hecatombe- final. Por el camino, se van produciendo toda una serie de situaciones equívocas y embarazosas -muy embarazosas- que provocan las inevitables carcajadas del lector. Carcajadas a las que también contribuye, en buena medida, el característico estilo de Sharpe: un lenguaje cuidado, formal y hasta afectadamente british, que de golpr se ve obligado a expresar las animaladas más procaces que imaginarse pueda... (de ahí el efecto humorístico, aunque supongo que el contraste resulta aún más cómico en el inglés original).

Algo parecido ocurre respecto a los personajes, que o bien conservan una fría lógica en medio de la mayor locura, o se dejan arrastrar por ésta hacia el desenfreno más absoluto. En esta novela el protagonista es Timothy Bright, un yuppie de buena familia -pero nada brillante, sin embargo- que se mete por sí solo en un buen lío económico, y a partir de ahí, es metido por otros personajes en líos aún peores, hasta acabar en medio de una trama de polis corruptos, supuestos delincuentes sexuales y una familia de carcamales tronados, los Midden del título -consúltese la traducción al castellano, para captar el sentido de tal apellido-; aunque por una vez el título que le han puesto a la edición española, Lo peor de cada casa, resulta de lo más apropiado, porque es eso mismo lo que encontramos aquí: de entre todos los personajes que aparecen en la novela, incluyendo -o en primer lugar- a nobles, jueces y policías, apenas podemos salvar la ética de un par de ellos, y aún con reservas. Queda claro que, en su vejez, a Tom Sharpe no le sobraba la fe en el género humano, y menos todavía si se trataba de sus compatriotas; de hecho, toda la historia se puede leer como una alegoría salvaje, una sátira despiadada, tanto de la vieja como la nueva sociedad británica.

Eso sí, quien quiera reírse a mandíbula batiente, aunque sea a costa de perder también la fe en la Humanidad -e incluso jugarse la salvación de la propia alma, después de leer según qué cosas- que no dude en atreverse con este libro. Ya digo que, de vez en cuando, conviene volver a Sharpe...


Más libros de Tom Sharpe reseñados en Un Libro al Día: aquí

sábado, 20 de agosto de 2011

Tom Sharpe: Becas flacas

Título original: Grantchester Grind
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 1995
Valoración: Recomendable

Los lectores fieles de ULAD sabrán que en este blog Mr Sharpe es ya un viejo y querido amigo (luego, más abajo, pondré los links a las obras del autor que hemos reseñado en el blog). Y es que nunca está de más buscar la carcajada sana y libre (pero originada por el mejor humor inteligente, por supuesto) dentro de la oleada de grises dramas y sesudos ensayos que solemos presentar por estos lares.

Tom Sharpe, célebre sobre todo gracias a su incombustible y descacharrante Wilt, es un autor británico que ha conseguido extender por todo el mundo eso que llaman "el humor inglés", una rama de la comicidad difícil de definir pero en la que destacan por encima de todo la ironía y el escepticismo ante una inclemente existencia que hace con nosotros lo que quiere y de la que, en última instancia, sólo nos queda burlarnos.

Becas flacas es una novela que se ubica en un college llamada Poterhouse, presentado ya por Sharpe en la anterior Zafarrancho en Cambridge. Desde el primer momento, al lector se le deja bien claro que Poterhouse es un desastre: se preocupan más de que la cocina sea exquisita que de la calidad de los títulos académicos que expiden, y el profesorado del lugar es más bien desastroso.

Será la misteriosa muerte del rector del lugar, Sir Godberg Evans, el suceso que desencadenará toda la hilarante trama. Su viuda, Lady Mary, sospechando que a su marido le mataron (y no que muriera abiréndose la cabeza tras una caída etílica), creará una nueva cátedra y meterá a un infiltrado para que éste investigue por los pasillos y las estancias del desastroso Poterhouse qué fue realmente de su marido.

La trama es una amalgama de personajes irrepetibles y tronchantes (atención a Skullion, el vengativo y poco agraciado portero al que quieren hacer sucesor de Evans), sobre todo cuando entran a escena los intereses norteamericanos, ya que cierto magnate estadounidense dice querer salvar con una generosa donación el decandete college. Sharpe hace hincapié en mostrar los contrastes entre la mentalidad abierta y emprendedora de los empresarios de los EEUU con la atrabiliaria y tradicional sociedad inglesa. No tiene desperdicio cierta escena "de dormitorio" en la que el americano enviado al college confundirá a cierto personaje de Poterhouse con una suerte de Quasimodo...

Recomendable, claro que sí. Sobre todo ahora, que es verano. Ya dejaremos los dramones y las lágrimas para la vuelta al cole...

También de Tom Sharpe en ULADWiltLos Grope,Lo peor de cada casa

sábado, 31 de octubre de 2009

Tom Sharpe: Los Grope

Idioma original: inglés
Título original: The Gropes
Año de publicación: 2009
Valoración: Está bien

La familia Grope, una de las más antiguas de Inglaterra, fue fundada por Ursula Grope, la feísima criada de un convento, que un día encontró a un joven vikingo que se mareaba en el mar y había desertado. Como ningún otro invasor quería violarla y los hombres de la zona la consideraban demasiado fea para casarse con ella, decidió llevar al fornido nórdico a su cabaña y convertirlo en su marido. Así comenzó un feroz matriarcado en el que los hombres adoptan el apellido Grope y son anulados y utilizados únicamente para engendrar nuevas mujeres, que casi siempre resultan ser fornidas, feas y con un carácter insufrible. En los pocos casos en los que nace un niño, éste es ordenado sacerdote o enviado al mar.

A base de secuestrar a numerosos hombres y obligarlos a casarse con ellas (pues ninguno en su sano juicio haría tal cosa libremente), el matriarcado ha sobrevivido hasta el siglo XXI, momento en el que llega a la mansión Grope el joven Esmond Wiley, perteneciente a una familia más cursi y provinciana, que ha sido secuestrado por su tía Belinda, una Grope infiltrada en la sociedad burguesa, que pretende casarse con él y ser la nueva matriarca del clan. Y todo esto mientras el verdadero marido de Belinda está siendo investigado por actividades terroristas, el padre de Esmond ha desaparecido sin dejar rastro y la policía se plantea seriamente encerrar a su madre en un manicomio.

Como no podía ser de otra manera, Tom Sharpe nos presenta una novela donde la sociedad inglesa vuelve a ser ridiculizada y utilizada para protagonizar una divertidísima novela llena de enredos. A pesar de que el final resulta un poco soso, merece la pena leer este libro, donde el autor, que posee la merecida reputación de ser “el novelista más divertido de nuestros días” (The Times), demuestra que sigue estando en forma.

También de Tom Sharpe en ULADLos GropeBecas flacasLo peor de cada casa

martes, 29 de septiembre de 2009

Tom Sharpe: Wilt

Idioma original: inglés
Título original:
WiltAño de publicación: 1976
Valoración: Muy recomendable

Lo mejor para hacerse una idea de qué tipo de libro es Wilt, es resumir su argumento. Veamos: Henry Wilt, profesor de una Escuela de Artes y Oficios al que niegan un ascenso una y otra vez, empeñado en enseñar literatura a sus alumnos de Mecánica de Motor Tres o Carne Dos, fantasea con asesinar a su mujer Eva mientras pasea a su perro cada mañana. Después de una fiesta snob en casa de los extravagantes Pringsheim, en la que Henry acaba siendo violado por una muñeca hinchable, Eva y Henry se separan: ella se va con los Pringsheim a una improvisada excursión en barco (robado), y él, borracho todavía, decide poner en práctica sus planes asesinos, tirando a la muñeca hinchable -vestida con las ropas de su mujer, maquillaje y una peluca- a los cimientos de un edificio en construcción (concretamente, una ampliación de su propia escuela). Cuando el lunes los obreros descubren el "cuerpo" (justo unos momentos antes de cubrirlo con toneladas de cemento), y dado que Eva ha desaparecido -se ha quedado atrapada en el barco, donde por cierto está siendo sometida a un "Tratamiento Tactil" por la mujer de Pringsheim-, todas las sospechas apuntan a Wilt, y la maquinaria policial, personificada en el inspector Flint, se pone en marcha, implacable.

Con esto es suficiente, creo yo, para entender que Wilt es puro humor británico, aunque sin la fachada de pulcritud y esnobismo de Woodehouse, Saki o Roald Dahl. El humor de Sharpe es brutal, absurdo y descarado, lleno de referencias sexuales y escatológicas, y los diálogos entre Wilt y el inspector Flint, lo mejor probablemente de la novela, están al nivel de los Monty Python o los hermanos Marx (o, en España, de un Miguel Mihura o un Jardiel Poncela).

Por supuesto que la novela se puede leer como una crítica a la sociedad británica: su esnobismo, su clasismo, su represión sexual -que salta por los aires en cuanto tiene ocasión-... Pero es mejor, creo yo, y más sano, dejarse de intelectualidades, y disfrutar de Wilt como lo que es: una comedia bufa, una farsa divertidísima, con una galería de personajes inolvidables y unos diálogos descacharrantes.

Por cierto que hay película y varias secuelas del mismo autor (como ¡Ánimo, Wilt! o Las tribulaciones de Wilt), pero no puedo decir nada ni de una de las otras, porque no las he visto / leído.

También de Tom Sharpe en ULADLos GropeBecas flacasLo peor de cada casa

martes, 26 de enero de 2010

Christopher Moore: Un trabajo muy sucio

Idioma original: inglés
Título original: A Dirty Job
Fecha de publicación: 2006
Valoración: Está bien

Buscando información sobre Christopher Moore (buscaba un libro que regalar a mi padre y alguien me dijo que este autor podría gustarle), descubrí –en algunas páginas de internet, al menos– que es calificado como "escritor estadounidense de ficción absurda". Como el concepto ficción absurda se escapaba a mi entendimiento, decidí investigar un poco más. Y lo que descubrí es que sus novelas tratan de personajes normales que se ven envueltos en circunstancias sobrenaturales o extraordinarias (Wickipedia dixit). Como seguía sin entender a qué venía lo de absurdo (como si no hubiera novelas que hablan de personas normales envueltas en circunstancias extraordinarias), compré uno de sus libros y me lo leí antes de arriesgarme a regalárselo a nadie.

Un trabajo muy sucio comienza presentándonos a Charlie Asher, un hombre normal, dueño de una tienda de antigüedades, que cuenta los minutos para que nazca su primera hija. Pero el que iba a ser el día más feliz de su vida termina convirtiéndose en uno de los peores, puesto que su mujer muere poco después del parto. Y no sólo eso, sino que a su lado, en el hospital, Charlie ve a un hombre al que se supone que no debería ver y que le revela en qué se va a convertir. Así, mientras intenta superar la muerte de su esposa, cuidar de su hija y sobrevivir a sus empleados, descubre que es un Mercader de la Muerte. Sí, sí, así como suena. Su –nuevo– trabajo consiste en recoger las almas abandonadas de aquellos que han dejado este mundo, continuar con su vida normal (si es que sigue siendo normal), evitar que las Fuerzas de la Oscuridad se le suban a la chepa y descubrir quiénes forman el Pueblo Ardilla y por qué están empeñados en hacerse con las almas que recoge. Casi nada.

Y todo esto nos lo cuenta Moore –como ya imaginaréis– con mucho sentido del humor. No llega al nivel de Sharpe, por ejemplo (sí, confieso, tengo debilidad por Tom Sharpe), pero hay que reconocer que no lo hace nada mal, y que tiene momentos verdaderamente memorables. La trama no tiene demasiada complejidad y el final es bastante predecible, pero se le puede perdonar porque tampoco buscamos que esta obra nos cambie la vida. Si buscáis estar entretenidos, no pensar demasiado y pasar un buen rato, éste es vuestro libro. Aunque sigo sin tener muy claro lo de ficción absurda.

También de Christopher Moore en ULAD: El ángel más tonto del mundo

miércoles, 15 de agosto de 2012

Ian McEwan: Solar

Idioma original: inglés
Título original: Solar
Año de publicación: 2010
Valoración: recomendable

Aunque no se note, porque por aquí no he reseñado ninguno de sus libros, me confieso seguidor de Ian McEwan: me lo recomendaron cuando trabajaba en Irlanda, si no recuerdo mal, y lo primero que leí fue la archifamosa Expiación; luego cayeron El placer del viajero (traducción no demasiado ajustada al original The confort of strangers); Amsterdam, Chesil Beach y ahora este Solar. En general, McEwan me parece un escritor de mérito, sobre todo en el planteamiento de situaciones y en la descripción psicológica de sus personajes; la primera mitad de Expiación es modélica en ese sentido.

En Solar, McEwan ha ido por otro lado, más cómico, satírico, caricaturesca, con un toque de Nick Hornby o de Tom Sharpe (mucho más sutil, por supuesto). Por el transfondo científico de la trama y las particulares obsesiones (algunas de ellas sexuales) del personaje, también podrían encontrarse una cierta similitud con Las partículas elementales de Houllebecq. La novela nos presenta las desventuras de un tal Michael Beard, premio Nobel de Física por su única gran contribución al campo (la "Combinación Einstein-Beard"), que ahora vive de las rentas intelectuales y académicas, y que en su vida personal es incapaz de mantener una relación sentimental adulta. Actualmente, Beard se ve involucrado, casi contra su voluntad, en un Centro para el Estudio del Calentamiento Global.

A diferencia de otras novelas de McEwan mucho más estructuradas (una vez más, Expiación es el modelo), Solar da varios bandazos genéricos: comienza con ese toque de sátira cínica, pasa luego por un breve paréntesis policiaco, unos toques de espionaje industrial, algo de novela psicológica... y mucho, mucho, de novela humorística. Parece, en cierto modo, una novela-collage, lo que puede ser una decisión consciente del escritor o una consecuencia de cierta precipitación. Por ejemplo, el capítulo sobre el viaje de científico-artístico al Polo Norte, que es de lo más divertido de la obra y que, según parece, pudo ser la primera inspiración del tema central, tiene una unión muy tenue con todo el resto. O la historia, ya mil veces contada, del protagonista que cree que un extraño se está comiendo sus patatas fritas, cuando en realidad es él el que se está comiendo las patatas del extraño...

No voy a decir que Solar no sea una novela divertida: tiene capítulos muy buenos, y un anti-héroe protagonista de manual: físicamente desagradable, psicológicamente inmaduro, cínico, tramposo, torpe. Pero predomina la sensación de falta de nervio, de ausencia de estructura. Incluso la actitud hacia el cambio climático (el tema-excusa argumental) parece frágil: parece apuntarse por un lado a la posibilidad de que sea un negocio, una manipulación o un engaño, pero se ridiculiza por otro lado a los negacionistas y a los lobbies del petróleo. Lo que queda, al final, es el humor corrosivo que se come todo lo que toca: los afectos, la ciencia o la literatura.


También de Ian McEwan en Unlibroaldía: aquí

sábado, 8 de septiembre de 2012

Roald Dahl: Relatos de lo inesperado

Idioma original: inglés
Título original: Tales of the Unexpected
Año de publicación: 1979
Valoración: Muy recomendable

Pues siguiente con esta "semana Anagrama" que nos hemos montado (que conste que ha sido accidental: estas cosas a veces pasan) me animo a reseñar un libro que es un auténtico clásico de su colección Compactos: estos Relatos de lo inesperado que, como las Historias extraordinarias (también de Roald Dahl, también en Compactos Anagrama) son una lectura de lo más recomendable, divertida y rebosante de imaginación. En ambos casos se trata de volúmenes de relatos con dos características fundamentales: el humor y la sorpresa.

Roald Dahl, también conocido por sus obras de literatura infantil como James y el melocotón gigante o Charlie y la fábrica de chocolate, entra a formar parte con estos relatos, por pleno derecho, del Hall of fame de los escritores humorísticos británicos, junto con Saki, Woodehouse o Tom Sharpe, entre otros. Se trata, en general, de un humor bastante blanco (nada que ver con Wilt, por ejemplo), y en ocasiones con un toque absurdo o hiperbólico.

Hay algunos temas que se repiten en varios relatos: por ejemplo, las apuestas desproporcionadas (como en "Gastrónomos", "Hombre del Sur" o "Apuestas") o las desavenencias matrimoniales, a veces de consecuencias fatales ("Cordero asado", "William y Mary", "Nunc Dimittis"...). Algunos relatos incluyen elementos que rozan lo fantástico sin llegar a traspasarlo nunca claramente ("William y Mary", "Edward el Conquistador", "Jalea real"), mientras que otros entran de lleno en el esquema narrativo del "burlador burlado", de larga alcurnia literaria desde Chaucer o Boccaccio, y que Dahl borda, por ejemplo, en "placer de clérigo" o "La señora Bixby y el abrigo del coronel".

Los relatos de Dahl son casi siempre crueles, irónicos, algunas veces sorprendentes y otras algo inocentes (la verdad, los recordaba más brutales de cuando leí este libro por primera vez). Personalmente, no recomiendo leerlos todos seguidos de una sentada, porque puede llegar a cansar la repetición; en cambio, leídos poco a poco, uno cada noche antes de ir a dormir, por ejemplo, creo que no habrá lector que se les resista.

En este volumen: Lady Turton

También reseñados en Un Libro Al Día:  Relatos escalofriantesCuentos en verso para niños perversosLady TurtonCharlie y la fábrica de chocolate

martes, 26 de noviembre de 2024

Simon Rich: Ríndete

Idioma original: Español
Traducción: Manuel Moreno
Año de publicación: Entre 2013, 2014 y 2018
Valoración: Recomendable 

Simon Rich es uno de los mejores cómicos estadounidenses. Entre sus hazañas está el haber escrito para Los Simpsons o Saturday Night Live

El humor de Rich es ingenioso, a veces incluso brillante. La antología Ríndete, que compila veinte de sus textos (todos con la extensión propia de un relato a excepción de uno que podríamos considerar una novela corta) da buena cuenta de ello.

Los textos de Ríndete que menos me han gustado son aquellos en los que la idea base es una boutade sin mucho desarrollo. Pienso, por ejemplo, en "Sirenas de Gowanus", "Confianza" o "Despacho del director del hospital, Día de los Inocentes". Y vaya por delante que algunos de estos textos me han sacado una sonrisa, por lo que en absoluto los consideraría malos; sin embargo, carecen de la sofisticación a la que puede aspirar Rich.

Dicha sofisticación, creo yo, se plasma en textos como "El bebé", "Manos" o "Vendido" (el más largo del conjunto). Y es que éstos, además de presentar una premisa divertida regada con chistes, se ramifican en direcciones interesantes y gozan de un clímax emocional.

Hay otros textos que, si bien no alcanzan la calidad de los anteriormente mencionados, porque las ideas que los sustentan tienen poco recorrido, se complementan con una reflexión de fondo ("¿Es cosa mía?"), un arco de personaje ("Estudio 13") o un enfoque creativo ("La gran oportunidad").

Los temas más habituales explorados por Rich son las relaciones de pareja y las vocaciones artísticas truncadas (generalmente por la falta de talento y oportunidades). Del primer bloque destacaría textos como "¿Es cosa mía?", "Occupy Jen's Street" o "Firme del susto". Del segundo, "El bebé", "Recaída", "Distracciones", "Estudio 13" y "La gran oportunidad". Sorprende gratamente, por cierto, la variedad de ángulos desde los que el cómico aborda ambas cuestiones. 

Por último, remarcaría que el humor de Rich está a veces demasiado anclado a su época, de modo que en algunos casos no envejecerá del todo bien. Y es que textos por lo demás logradísimos como "Vendido" abusan de referencias demográficas o culturales con fecha de caducidad. 

Sea como fuere, es innegable que, incluso con este pequeño defecto, las narraciones de Ríndete funcionan. Prueba de ello es que, pese que su sentido del humor se aleja de mis predilecciones dentro del género, me han hecho gracia, al igual que me sucede con las de Terry Pratchet o Tom Sharpe.

jueves, 9 de junio de 2016

David Nobbs: Caída y auge de Reginald Perrin

Idioma: inglés
Título original: The Fall and Rise of Reginald Perrin
Año de publicación: 1975
Traducción: Julia Osuna Aguilar
Valoración: Muy recomendable


Primera sorpresa: resulta que Caída y auge de Reginald Perrin no tiene demasiada gracia. Mejor dicho, sí que la tiene, por supuesto: abundan los momentos jocosos y hasta hilarantes, así como una ironía presente en toda la novela, como puede esperarse de una de las más eximias representantes del humor británico, en su vertiente literaria. Pero, si uno se para a pensar en lo que está leyendo, se da cuenta de que lo que nos cuenta esta historia, sobre todo en los dos primeros tercios de la novela, resulta bastante desolador. Porque no se trata únicamente de que el protagonista sea un cuarentón en plena crisis existencial -más allá de la consabida que corresponde ala mediana edad-. es que prácticamente ninguno de los personajes que aparecen dan la impresión de estar satisfechos con sus vidas -y si alguno lo parece, es que es un evidente cretino-. Todos son tan infelices al menos como el propio Reggie Perrin, creo yo.

Lo que pasa es que el único que se atreve a hacer algo para remediarlo es Perrin, en principio un ciudadano, esposo, padre de familia y ejecutivo de la empresa de postres preparados Lucisol, ejemplar, pero en el que la presión de vivir una existencia que juzga impostada, sin sentido y adulterada por la vulgaridad del mundo moderno -hay un poso de nostalgia de un pasado idealizado en su insatisfacción- le hacen ir perdiendo "cordura" -o ganando, según se mire- como si fuera el vapor de una olla a presión, tratar de cambiar su rutina de la forma convencional , que se espera de él y, por último, salir por peteneras hasta tomar una decisión drástica. No le estropearé la lectura a nadie, simplemente recordar que en cierto cuento de Hawthorne, el protagonista viene a hacer lo mismo. Bueno, lo mismo exactamente no, porque Perrin, que no deja de ser un buen tipo, le imprime luego un salto con tirabuzón a su aventura. Y su decisión, de una forma o de otra, arrastra a muchos de los que le rodean a plantearse también las condiciones de su existencia (otro apunte: tampoco hay mucha diferencia entre el argumento de esta novela y, pongamos por caso, el del Ulises de Joyce... o, claro está, de la misma Odisea, qué caramba).

En segundo lugar, sorprende -aunque no tanto- lo bien escrita que está la novela. Nobbs (por cierto, fallecido hace menos de un año) es un elegante representante de eso escritores británicos pre-Generación Granta, que parecieron copar las letras british en los bulliciosos años 80 -y hasta ahora-; ya saben, los Barnes, Boyd, AmisKureishi y compañía. A mí (que reconozco mi incultura al respecto, aunque ello me permite la maravilla del descubrimiento) sin embargo cada vez me están interesando más los escritores de las islas de una época anterior: los 60 y 70 (SparkBurgess... y por supuesto, Graham Greene). Y Nobbs se puede encuadrar en esta otra generación -o en una intermedia, quizás- pues aunque el gran éxito que supuso Caída y auge de Reginald Perrin le vino en 1975, llevaba ya publicando novelas desde diez años antes y más tiempo aún como periodista y guionista de televisión. Todo este bagage se nota, sin duda ne la novela. no hay grandes alardes de estilo, pero lo que está es porque debe estar y lo que no está -no menos importante-, porque no toca que esté.

Por último, vuelvo al asunto del carácter humorístico del libro, con el que comencé la reseña , para señalar que, en este caso, el humor no es un objetivo hacia el que va dirigida la construcción de la trama; se trata más bien de todo un rasgo estilístico, como pueden serlo las interminables descripciones de unos, las frases llenas de subordinadas  de otros o el "monólogo interior" de ya sabemos quién... El humor en la novela de Nobbs no tiene por objeto buscar la risa, como las de Tom Sharpe -aunque el personaje de Henry Wilt tiene alguna concomitancia con Reginald Perrin-, sino que es una actitud, una mirada que lo envuelve todo, los momentos más ridículos y los más tristes, los más turbadores y los más tiernos... Como en la vida misma, vaya.


miércoles, 7 de septiembre de 2022

Georges Simenon: La muerte de Belle

Idioma original: Francés
Título original: La morte di Belle
Año de publicación: 1951
Traducción: Núria Petit
Valoración: Recomendable

La apacible vida de Spencer Ashby, maestro de escuela en una pequeña ciudad, se desmorona cuando Belle Sherman -hija de una amiga de su esposa a la que el matrimonio hospedaba desde hacía un tiempo- es asesinada en su casa. Al ser declarado sospechoso en la investigación, este hombre ingenuo, tímido y algo acomplejado conoce de primera mano la humillación de los interrogatorios policiales a la vez que es víctima del ostracismo y la hostilidad al que le somete su comunidad.

Esta es la premisa de La muerte de Belle, novela breve que funciona en tanto que atípico "thriller" judicial y logrado estudio de personaje. Digo atípico "thriller" judicial porque no le interesa resolver quién ha matado a Belle, sino describir las consecuencias que este acto tiene; digo logrado estudio de personaje porque describe la intrincada psicología de Spencer de manera minuciosa y verosímil, pero siempre dejando margen para la sorpresa.  

De La muerte de Belle destacaría: 

  • La atención al detalle de que hace gala su prosa.
  • La caracterización y evolución de su protagonista.
  • La oblicua relación que mantiene éste con su esposa.
  • El retrato de las dinámicas sociales llamémoslas provincianas.
  • La subtrama de Sheila Katz y sus implicaciones.
  • El sobrecogedor desenlace. 

Por todo lo expuesto, me atrevo a decir que La muerte de Belle es un clásico. Un clásico que recuerda al Wild de Tom Sharpe mezclado con El proceso de Franz Kafka. Un clásico que, estoy segurísimo, gustará a los amantes de la obra de Patricia Highsmith.


También de Georges Simenon en ULAD: Aquí

lunes, 13 de diciembre de 2010

Jerome K. Jerome: Tres hombres en una barca

Idioma original: inglés
Título original: Three Men in a Boat
Fecha de publicación: 1889
Valoración: Muy recomendable

Hace no demasiado fui agraciado con cierta beca académica y laboral que me llevó a pasar unos meses en Walsall, un curioso pueblo industrial de las llamadas West Midlands, en el corazón de Inglaterra. Si tienen ocasión de visitar este pequeño lugar situado al noroeste de Birmingham, háganlo: allí nada es lo que parece. Su planificación urbanísitica es terrible, sí (apunte: un maligno crítico de arte estadounidense lo bautizó como "El pueblo más feo del mundo"), pero, entre otras cosas buenas, cuenta con una magnífica galería de arte donde uno puede encontrar desde dibujos de Van Gogh hasta obras de Degas o Modigliani. Ahí queda eso...

Y bueno, yendo ya al grano: recién llegado allí, sabedores de mi amor por la literatura, sus amabilísimo habitantes (me veo tentado a mandarles un saludo desde aquí, como si esto fuera un programa de radio provinciano, pero me contendré) me recomendaron que visitara la casa de Jerome K. Jerome, autor lugareño que hasta entonces no conocía. "¡Es el que escribió, a finales del XIX, Tres hombres en una barca!", me explicaron mis amigos wallsianos entusiasmados. Y yo guardé silencio avergonzado: tampoco sabía nada de ese título...

Ya de vuelta a casa, en mi país, fue mi madre la que me avisó de que el dichoso libro del dichoso autor ¡andaba por casa desde hacía tiempo! Así que lo busqué, lo leí y..., y reí y reí hasta la saciedad, porque Tres hombres en una barca es uno de los libros más graciosos que he leído en mi vida, con permiso de Tom Sharpe y sus Becas flacas.

Jerome K. Jerome, escritor de vida dificultosa (huérfano a los trece, actor pobre hasta los 21, chico para todo en toda clase de empleos mal remunerados) cuenta en esta novela las aventuras de tres amigos que deciden coger una barca e irse de excursión por el Támesis acompañados de un perro llamado Montmorency, casi, el personaje más sensato de la historia... Y la narración de este viaje de estos tres quejicas urbanitas hace que el lector se ría con ganas gracias a las anécdotas descacharrantes y las buenas reflexiones y los graciosos flash-backs que la nutren. El escritor utiliza un admirable tono coloquial de vez en cuando enriquecido por descripciones y texturas más bien serias, casi poéticas e incluso existenciales.

Contada en primera persona por Jerome (quien es uno de los tres hombres, of course), hay que apuntar que para tejer esta historia el escritor se inspiró en su propia luna de miel, ya que su viaje de novios consistió en ir en barca por el Támesis. Pero para el libro cambió a su esposa por sus dos mejores amigos.

En resumen: buena lectura y el mejor humor. Además, hubo una película, una serie de TV, y creo que hasta un serial radiofónico.

Y una terrible confesión para terminar: jamás visité la casa de Jerome en Walsall...

jueves, 21 de agosto de 2014

2000: Se dice pronto

Cartel oficial de las fiestas de ULAD.
Presupuesto: 15.000.000.000€


Se hace saber al respetable público lector de Un Libro Al Día que, con motivo de la celebración de la entrada número 2000, el consejo rector de ULAD ha aprobado el siguiente programa de festejos:
 
9:00 - Diana a cargo de la charanga eslava de los Hermanos Karamazov. ¡Diversión y alegría desde primera hora de la mañana!

10:00 - Pregón de fiestas leído in spiritum por Franz Kafka, para que la fiesta no pare. Txupinazo, seguido de la aparición de los bomberos para apagar las consecuencias del txupinazo.

10:00-14:00 - Chiquipark para los más peques con hinchables Stilton. Torneo infantil de quidditch con escobas voladoras (según las reglas de Hogwarts). Alternativamente, campeonato de caza de gamusinos en la era del pueblo.

10.30 - Conexión en directo con Japón, desde donde Haruki Murakami nos hablará de su nueva novela en la que un hombre sensible y solitario se encuentra envuelto en una compleja trama dezzzzzzzzzzzz...

11:00 - Parada militar con trajes de época,  organizada por la Asociación Pérez-Reverte de Recreación Histórica Castrense. En sentido contrario avanzará el pasacalles alienígena de la empresa Gurb de Barcelona (disfraces de churro y de Marta Sánchez disponibles para quien los solicite), hasta producirse la confluencia de ambos eventos con resultados imprevisibles.

11:30 - Exhibición de herri kirolak: los harrijasotzailes Arretxe, Zaldua y Uribe (entre otros) se desafiarán a levantar la literatura vasca sin ayuda de poleas ni artificios mecánicos. Después,  la colla castellera Monzó, Pamiès i Piñol tratará de conseguir un quatre de nou. En caso de no conseguirlo, nuevo intento el día 11 de septiembre.

12:00 - Vaquillas y concurso de recortes, con la presencia del ministro Wert.

12.30 - Concurso de imitadores de Vila-Matas. Se espera la presencia del señor Vila-Matas, que se imitará a sí mismo hasta que el resto de competidores desista por agotamiento.

13:00 - Cucañas, carreras de sacos y captura de libro engrasado. En esta ocasión se engrasará el Ulises de James Joyce. El ganador recibirá de premio un libro de Corín Tellado y un diccionario de inglés irish. Acto seguido, lanzamiento de libros de bolsillo (con tres categorías: Posteguillo, Tom Sharpe y Echenoz).

14:00 - Paella popular y arroz negro al estilo escandinavo (valencianos abstenerse, por su bien).  Bollus preñaus y chorizos a la sidra para quien acredite su asistencia a la Semana Negra de Gijón.

15:00 - Resopón y sobremesa amenizada con la lectura consecutiva de seis novelas de Amèlie Nothomb

15:30 - Debate con comentarios de sus mejores momentos

15.30 - Siesta de pijama, pero solo media horita que si no hace mal.

16:00 - Cuentacuentos a cargo de Fernando Sánchez-Dragó. Prohibida la asistencia a menores de edad. Prohibida la entrada a mayores de edad. Prohibida la entrada a Fernando Sánchez-Dragó.

17:00 - Campeonato de vuelo acrobático de palíndromos. Lucha leonesa de metáforas y metonimias. Carreras de sinécdoques. Exhibición de litotes. Concurso de camisetas mojadas sin nadie dentro.

17:30 - Degustación solidaria de chocolate con churros a beneficio de Letraheridos Anónimos. (Con lo recaudado se patrocinará la publicación de un autor inédito. En Kindle. Y baratita).

18:00 - Corrida de toros: En la plaza del pueblo se soltarán ejemplares de La broma infinita, 2666, Libertad, El jilguero y Las benevolentes, para que lidie con ellos quien buenamente pueda.

19:30 - Desfile de alta costura con diseños de la modista María Dueñas.

20:00 - Tangos y milongas con don Jorge, el bandoneonista ciego y el combo porteño Los Rayuelos, seguidos de fados pessoanos y loboantuneros. Después, suicidio colectivo de los asistentes.

21:00 - Cena ligerita servida por el restaurante hi-tech À la Pynchon.

Plato combinado único: Sopa espesa de Arco Iris 
Lote de 49 postres
Vino de las bodegas de Vineland.

21:55 - Atención médica a indigestiones, mareos y desorientaciones.

22:00 - Bailables con la orquesta andina Los Litumas y el afamado cantante de boleros Mario Vargas (o sea, la fiesta del chivo).

23:00 - Fuegos artificiales de la conocida pirotecnia Alt Lit. Este acto puede cancelarse según las inclemencias meteorológicas y la volubilidad de los señores pirotécnicos.

24:00 - Entierro de la Sardina,  hasta la entrada 3000.

martes, 10 de abril de 2012

Alan Bennett: Smut

Idioma original: inglés
Título original: Smut. Two unseemingly stories
Año de publicación: 2011
Valoración: Está bien

Pues esta vez no me he atrevido a poner un título español en el encabezamiento, porque no tengo ni idea de cómo se traducirá cuando se publique en español (si es que se publica); porque Smut quiere decir "inmundicia, indecencia, mancha, tizne", o sea, algún tipo de impureza o suciedad física o moral; y a eso se refiere el título, con bastante ironía: a dos historias en las que dos mujeres aparentemente impecables son salpicadas por la "suciedad" por antonomasia, o sea, el sexo. Y se lo toman la mar de bien.

Las dos historias que componen Smut son, efectivamente, pequeñas narraciones erótico-festivas muy británicas, del britaniquísimo humorista-escritor Alan Bennett, que ya nos ha regalado obras como Una lectora nada común o La dama de la furgoneta. Solo se comprenden en una sociedad dominada por una supuesta refinación moral y una represión sexual pública como la de Gran Bretaña, en que resulta de mal gusto hablar de sexo, pero proliferan los embarazos no deseados.

En la primera de las historias, "The Greening Of Mrs Donaldson" (¿el reverdecimiento de la señora Donaldson?), una viuda que se gana la vida como "falsa paciente" para estudiantes de medicina de un hospital, decide alquilar una habitación a una joven pareja, que la introducirán en una visión del sexo que nunca había conocido hasta ese momento. En cambio, en "The Shielding of Mrs Forbes" toda la familia se esfuerza precisamente para que la señora Forbes no descubra todo el mundo de sexo que se mueve a su alrededor, aunque, según descubrimos al final, en realidad la señora Forbes es mucho menos tonta de lo que parecía.

De las dos historias, la primera está más trabajada, y contiene personajes más complejos y menos caricaturescos; lo mejor son las escenas y diálogos en el hospital, en las que unos estudiantes ingenuos se ven sorprendidos por el ingenio de la falsa paciente Mrs Donaldson; en cambio, la parte sexual del relato es más inverosímil, y resulta menos entretenida. La segunda historia podría ser calificada de farsa, menos furiosa que las de Tom Sharpe aunque igualmente alocada: los personajes son figuras acartonadas subordinadas a un humor a veces trivial, pero muy efectivo.

En fin, Smut (se traduzca como se traduzca) probablemente no pasará a ningún anal (no pun intended) de la literatura universal, pero sí es una lectura entretenida si, como me pasó a mí, te retrasan dos horas el vuelo y no tienes más lectura a mano para matar el tiempo. Al final, la moraleja de la historia ya la conocíamos de antemano: en la cama o fuera de ella, lo que importa es ser honesto y feliz, y lo demás son tonterías.

También de Alan Bennett: Una lectora nada común

domingo, 24 de marzo de 2013

Jaime Rubio: El problema de la bala

Idioma original: español
Año de publicación: 2012
Valoración: está bien

Hace ya bastantes años empecé a seguir un blog de humor absurdo llamado La decadencia del ingenio. Hace algunos meses empecé a seguir a un twittero gracioso, de un humor bastante absurdo, llamado Jaime Rubio. Hace algunas semanas descubrí dos cosas: que Jaime Rubio es el autor del blog La decadencia del ingenio, y que es también el autor de tres novelas de humor absurdo (como era de esperar): La decadencia del ingenio, El secreto de mi éxito y El problema de la bala. Cuando vi que la tercera estaba disponible en la página Libro de Notas a un precio más que asequible (ahora cuesta 2,40€, pero creo que yo la compré de oferta por 1€...) me decidí a probar...

Me gustaría hacer una aclaración antes de pasar a hablar del libro: creo que hay dos cosas que son especialmente difíciles para un escritor: escribir una escena de sexo sin caer en lo cursi ni lo pornográfico; y hacer reír al lector sin caer en el humor fácil de caca culo pedo pis. Son pocos los libros con los que recuerdo haberme reído (no una sonrisa irónica de complicidad, sino una carcajada que se oiga desde la habitación de al lado): así a bote pronto me acuerdo de haberme reido con Sin noticias de Gurb, con Wilt de Tom Sharpe, con algunos relatos de Woody Allen y Groucho Marx... y sí, lo confieso, con algunos pasajes del Quijote. Digo esto para que se ponga en perspectiva todo lo que voy a decir a continuación sobre la novela de Jaime Rubio.

Porque El problema de la bala es (¿ya lo había dicho?) una novela de humor absurdo, un poco en la línea de Christopher Moore. El protagonista de la novela decide un buen día suicidarse pegándose un tiro, sin saber que ese será solo el principio de sus problemas: acusado de asesinato (porque de hecho ha matado a una persona), debe enfrentarse simultáneamente a su propia putrefacción y a un proceso judicial rocambolesco en el que acabará sentenciado a muerte (otra vez) y recluido en la cárcel Modelo a espera de que se cumpla la sentencia.

Que conste que la novela me ha entretenido, que es para lo que se compra y se lee una novela como estas. Así que, en ese sentido, prueba superada, Jaime Rubio. Ahora, la mayor pega que le pongo al texto es que el humor que utiliza es muy blando, muy blanco, me habría gustado que fuese más incisivo y más ácido, y que no recurriese tanto a determinados tópicos o estereotipos (los abogados solo quieren dinero, los políticos son unos idiotas corruptos, etc.). He echado en falta en la mezcla un poco de Ricky Gervais o de Masaenfurecida, por decirlo así. O un poco más de absurdez, aunque parezca mentira leyendo el argumento de la obra del párrafo anterior. En algunas páginas da la impresión de que se acaba el impulso de la idea inicial y se sigue leyendo un poco por inercia, a la espera de que el tono remonte...

Y es una pena, porque tengo la impresión de que no haría falta mucho para afilar el texto, solo una dosis de ironía al estilo de Ambrose Bierce (cuando se pone irónico) o de sátira a lo Jonathan Swift (cuando se pone satírico). Recuerdo por ejempo un pasaje en que un personaje dice (aproximadamente, cito de memoria): "Usted no es perfecto: estudiaba Filosofía y seguro que se hizo algunos enemigos en la Facultad"; con haber cortado la frase después de "Usted no es perfecto: estudiaba Filosofía", ya habría sido más gracioso (aunque también más ofensivo para miles de estudiantes de Filosofía everywhere, claro).

En fin, que es una novela divertida, alocada, entretenida pero blandita. No descarto en algún momento (dentro de algún tiempo) comprarme alguna otra del mismo autor, aunque, entre tanto, me contentaré con seguir a Jaime Rubio en su blog y en Twitter.

lunes, 14 de abril de 2014

Biografías lectoras: ganadores (1)

Las postales de mis libros por Rubén Darío Rodríguez 


Pronto le pedirá que le compre un archivador, dirá que él también quiere tener uno, no como el suyo, sino uno más pequeño para empezar, con otro dibujo en el cartón. Entonces le dará dinero para que escoja el que más le guste, el primero de muchos tesoros que irá guardando a lo largo de su vida.

Anoche le pidió a su madre que le enseñase aquel cuaderno grande, el del estante más alto. Es un archivador, o un álbum, le dijo, lo que tú prefieras, pero no un cuaderno. Y ella lo bajó, se lo abrió ante sus ojos, sentados juntos en el sofá. Tiene anillas y láminas con cuatro agujeros para encajar y espacio plastificado para ajustar cuatro imágenes por cada cara, ¿ves? Como los álbumes, como los archivadores.

Está lleno de fotos, se asombró el niño. Cuántas… Son postales, le corrigió la madre. Dejó que las tocara, que las deslizara con cuidado bajo el fino plástico transparente para acercarlas a la vista y recrearse en las imágenes y las ilustraciones. Les dio la vuelta y pudo leer en qué libro habían descansado de un día para otro mientras duró su lectura. “El adversario, Emmanuel Carrère, Saint Malo, junio 2013”, escrito en negro con el trazo firme sobre el blanco impoluto del reverso de una postal de un cuadro de Edward Hopper. Cogió otra de una de las primeras láminas. “Bajo las ruedas, Herman Hesse, Madrid, febrero 1995”, la tinta azul gastada, los rasgos curvados de una escritura más descuidada, por detrás de un tranvía en color sepia que se adentra en una avenida ajardinada.

Su padre empezó a guardar hace mucho tiempo, tendría 15 o 16 años, las postales con las que marcaba hasta donde avanzaba cada día en el grueso o delgado canto de un libro. No usaba marcapáginas ni separadores rectangulares que tuvieran más o menos el mismo largo que el volumen, y le parecía feo, ordinario e irrespetuoso, recurrir a la factura de una compra o a la servilleta de papel de un bar para indicar el lugar en que se interrumpía la lectura hasta el día siguiente. Se prohibía doblar unos milímetros las esquinas de la página, eso nunca, tampoco se permitía escribir en ella con bolígrafo o lápiz ideas o palabras, ni un miserable punto. La imagen de una postal que después conservaría con el rigor y la delicadeza con que se protege una reliquia quedaría unida para siempre al recuerdo de un libro.

Cada libro con su postal.

Al abrir el archivador la primera que se ve revive su ciudad en aquellos días, las olas enfurecidas golpeando un espigón que ya no existe. “Octubre de 1988”, indica detrás el rojo de un bolígrafo. “El árbol de la ciencia, Pío Baroja”. La primera lectura obligada por don Gregorio en clase de Literatura española. Qué malvado aquel profesor, con qué poca pasión impartía sus enseñanzas. Pensó que aquel era un libro serio, algo muy diferente a lo que había leído antes, los misterios que resolver de Los Tres Investigadores y las páginas animosas de los ejemplares de bolsillo de la colección Elige tu propia aventura, los diez o doce que descansan olvidados en el desván de casa de sus padres. El médico de aquella novela le hizo pensar en las penurias de la gente, en la ignorancia, la mezquindad, la vida como era hacía un siglo y cómo era en aquel momento, pensamientos inquietantes que se llevó a la almohada. Al terminar la última página escribió el título del libro, el nombre del autor y la fecha en la espalda de la postal que lo acompañó y la guardó en un cajón.

La colmena también estaba bien, el enjambre miserable que pasaba las horas en aquel café marrón y frío de un Madrid que no conocía pero le asustaba; Cela, qué bien escribía y qué mal le caía. Garcilaso no le gustó, Quevedo sí. Lope por supuesto, Calderón pues no. ¿Quién se acuerda de ellos? Los libros no eran suyos, los tenía su padre o su tío, que habían estudiado en el mismo colegio y guardaban ediciones muy viejas, o los tomaba prestados de la biblioteca. Cada postal fue a un cajón, siempre al mismo, hasta que todas las de aquel curso y las que le siguieron en la playa, el dique y el campamento durante el verano (La importancia de llamarse Ernesto y Servidumbre humana fueron sus preferidas) formaron un buen montón que prefirió sacar de la guarida. Compró un archivador en la papelería del barrio, láminas de álbumes fotográficos y las encajó según el orden en que las había leído.

Doña Rita era mejor maestra, escritora frustrada, devota de sus autores de cabecera. Transmitió a sus alumnos el entusiasmo por Tiempo de silencio, que a él le costó atrapar. Dos gatos haciéndose carantoñas en la postal de enero de 1990. Se perdió en Lorca y detestó Poeta en Nueva York, inspiración rencorosa para un poema de tres folios premiado en un certamen escolar con un accésit que leyó en el teatro del colegio frente a una audiencia despistada. Se emocionó con Gil de Biedma, del desencanto que irradiaba una antología que leyó poco después de su muerte, dos macetas en un balcón de Lisboa delante de la fecha.

Aquel curso y el verano que le sucedió empezó a leer libros de cine, revistas y estudios sobre música pop y rock. Porque le gustaban tanto las películas y el rock and roll como las novelas. No volvió a ellas hasta un par de años después, cuando ya solo regresaba a su entrañable ciudad de provincias en las vacaciones que interrumpían sus clases en la Universidad.

En Madrid descubrió el polvo cálido de las librerías de viejo y el orden distante con que las grandes superficies distribuían sus novedades editoriales. Y la biblioteca de la residencia de estudiantes en la que vivía tenía una nutrida oferta de ejemplares. Podía llevarse hasta un par por dos semanas a su habitación. Destacaban entre libros de todos los colores, tamaños y grosores los cantos amarillos pálido de la colección de una editorial nacional para narrativa contemporánea. Una buena parte de esas obras tenían su edición de bolsillo en variados colores que cada semana inspeccionaba en aquella librería en la que entrase. Compraba un libro por semana, después dos. Y otras tantas postales, cualquier ilustración o retrato que le llamase la atención entre postales de lugares comunes y motivos convencionales. Un día le dijo un compañero con el que se cruzó en una acera que tuviera cuidado, que le iba a atropellar un coche si no levantaba la vista del libro mientras caminaba por la calle. Estoy acostumbrado, sé cuando debo pararme y cuando cruzar con el semáforo en verde, respondió. Llevaba Casa de muñecas en las manos. ¿O era un García Márquez? ¿O un Hemingway? Ninguno de los dos le gustó.

Hesse, Kundera, Carver, Chesterton, Joyce, Fitzgerald, Luis Landero, Stephen King… lecturas de domingos grises de resaca. Como algún compañero de clase, tuvo su fiebre juvenil por los relatos y novelas de Bukowski, un adictivo impulso por conocer a sus mujeres, apostar en el hipódromo y perderse en colillas mojadas en alcohol, personajes y escenarios que años más tarde perdieron todo su sórdido encanto al releerlos. Probó con Thomas Mann y no pasó de la página 80 de La montaña mágica, que superaba las mil, y se decantó por Muerte en Venecia, que le pareció conmovedora, postal de la playa de Lido entre las palabras (regresó al balneario con Hans Castorp años después, 1.048 páginas de una edición que le esperó paciente cada día en el cuarto de baño y tardó un año en leer mientras alternó con otros libros).

Leía lo que fuera: obras que escogían los profesores, que le sugería una chica, que le prestaba un amigo, que recomendaba un periódico. Descubrió las comedias desmadradas de Tom Sharpe, que le rompían de risa en la cama de madrugada, mientras aún estudiaba algún residente al que convenía no molestar con las carcajadas. Luego le asombró el relato criminal que Capote reportajeó en A sangre fría, ese hijo de puta que entonces le hizo glorificar el periodismo, antes de darse cuenta de que el periodismo es un trabajo más sin días de gloria. Y un día empezó con Lolita, qué orgásmico aquel desfile de devotas palabras, y unos meses después había comprado toda la obra de Nabokov que tenían las librerías. También releyó algunas de sus obras pasados los años, unas le desquiciaban con sus retorcidos juegos de palabras, tan lejos del alcance del entendimiento de los simples mortales, otros le intimidaban con la perfección de su lenguaje, culmen de un arte inalcanzable. Libros, muchos libros, y sus postales escritas hasta el verano de 1997. Y ensayos de cine y biografías musicales. Y películas en VHS y discos en vinilo y CD. Todo lo que fue guardando en cajas de cartón precintadas para llevarse a casa al terminar la carrera.

Su primer viaje largo lo hizo sobre la letra pequeña de una edición de bolsillo de En el camino, los Estados Unidos de su imaginación. No tenía mucho en común con aquellos ‘beatniks’ antipáticos, pero a aquella vida sin rumbo fijo sobre el asfalto le agradece hoy que lo arrojase a la carretera. Los viajes siguientes fueron en carne viva y en todas direcciones, cada uno con un par de libros en la mochila, experiencias dispares que guarda en la tinta escrita de postales que compraba en museos o tiendas de regalos: las Crónicas de motel de Sam Shepard, las anécdotas de Bolaño, las fantasías extraordinarias de Roald Dahl, la ruina cotidiana de Cheever, los relatos agradables de Nick Hornby, las intrigas perturbadoras de Patricia Highsmith, la desesperación de Zweig… aquella madrugada de verano aparcado ante el portal y Carta de una desconocida en la voz afectada de un amigo fascinado con aquella confesión de amor…

…Y Paul Auster. Primero Mr. Vértigo, una tierna ilusión; luego Leviatán, o quedarse sin palabras; después El palacio de la luna camino de Amsterdam y en Brujas, que le hizo llorar. Y cada año tocaban dos libros de Auster, en Dublin (El país de las últimas cosas), en Praga (El libro de las ilusiones), en casa. Se fue sintiendo entonces un personaje de sus novelas al que el azar maneja a su antojo y gracia. Un hombre cuyo destino lo convierte en escritor de lo que ocurre a su alrededor, de cuanto pasa primero en el deporte de su ciudad, en las empresas, negocios, instituciones, asociaciones y gobiernos locales después, historias reales de las que se evade luego al abrir un libro en Chesil Beach, episodios que le enseñan a protestar y a denunciar, también a querer y a amar, a conocer a la mujer con quien va a crear un hogar. Se sintió Auster mismo: yo veo las cosas como las ve él, se dijo, así me fijo en las personas y retengo lo que les ocurre, si fuera novelista mis obras contarían historias como las cuenta Paul Auster.

El niño pasa las láminas, las postales de ocho en ocho. Alguna que le llama la atención se la lleva a las manos para detenerse en las líneas y detalles del dibujo o la fotografía y lee la cara posterior, aunque no sepa nada de los libros que recuerdan. Entre 2010 y 2014 son más numerosas. Fue cuando su padre volvió a dejarse la vista en los libros, a caminar por la calle con los ojos en el papel: 59 un año, 72 al siguiente, 88 un año después, 95 al otro, más de uno por semana. Cortos, largos, medios, colecciones de relatos, ensayos, estudios, tomos. Leería mucho más si no durmiese, si no trabajase, si no le dedicase tiempo a las películas o a la música, si no tuviese que encargarse de las cosas que todo el mundo hace como conducir o comprarle un archivador a su hijo. Pero la vida es también un libro y todavía lo está escribiendo mientras no deja de leer.