lunes, 31 de marzo de 2025

Edogawa Rampo: La bestia entre las sombras

Idioma original: Japonés
Título original: 影の中の獣
Traducción (al catalán): Mei Gutiérrez
Año de publicación: 1928
Valoración: Recomendable (sobre todo para incondicionales de Edogawa Rampo y amantes de la literatura detectivesca)

He leído mucho al escritor japonés Edogawa Rampo. También he criticado (y bastante) varias de sus obras. Nunca lo hago con dureza, porque en el fondo me parecen extremadamente entretenidas y hay una enternecedora ingenuidad en ellas, pero me es imposible negar que a menudo obligan a suspender la incredulidad en demasía, o que apuestan por elementos argumentales inverosímiles.

Pues bien, La bestia entre las sombras es una expeción. Y es que esta novela corta es puro Rampo, pero sin los excesos algo pasados de rosca a los que el autor nos tiene acostumbrados en obras de inclinación "pulp" como La bestia ciega o El Lagarto Negro.

Hay un argumento enrevesado y muchos giros de tuerca en La bestia entre las sombras, cierto, pero en ningún momento pierden credibilidad. El erotismo permea la obra, de acuerdo, pero aunque es decadente, morboso y hasta me atrevería a decir que perverso, nunca llega a extremos ridículos y caricaturescos.

A esto hay que sumarle otros tres apartados en los que La bestia entre las sombras se antoja particularmente inspirada: su estructura (capaz de progresar la historia de manera orgánica y cerrar capítulos con suculentos "cliffhangers"), sus personajes (simples pero efectivos) y determinadas escenas en el clímax (pienso sobre todo en una potentísima, que recontextualiza por enésima vez la obra y deja una sensación de incertidumbre que roza la genialidad).

Poco más que añadir; sólo insistir en que La bestia entre las sombras me ha sorprendido, porque si bien mantiene la impronta autoral de Rampo y el encanto genuino de su literatura, refina la fórmula del autor. Y es que entrega una ficción pulida, verosímil y bien estructurada, un argumento y unos personajes plausibles, un misterio atractivamente sugerente, un romance exquisitamente oblicuo (y, visto en retrospectiva, sumamente trágico) y una visión del erotismo y la perversión madura y realista, aun si todo esto es en detrimento del toque "pulp" y "eroguro" que caracterizaba otras obras del nipón. 

De modo que recomiendo entusiastamente esta novela corta de Rampo, especialmente a los amantes de la literatura detectivesca. Y a quienes vayáis a leerla os doy un consejo: acudid a ella sin que nadie os destripe su argumento, pues merece la pena dejarse sorprender por sus constantes zarandeos. Eso sí, permitid que os obra el apetito con una pequeña sinopsis: 

Un escritor de novelas detectivescas soltero, cuya obra es «considerada (...) la más intelectual del género», conoce a una hermosa mujer llamada Shizuko, con quien entabla cierta amistad. Un día, Shizuko recurre a él en busca de ayuda. Y es que un antiguo amante despechado, Hirata, la ha encontrado y está decidido a vengarse. Para ello, le infundirá miedo mediante cartas obsesivas y se declara dispuesto al acoso e incluso al asesinato. Shizuko, que no puede acudir a su adinerado marido porque éste descubriría que su esposa no era virgen cuando se casaron, tiene que confiar entonces en el narrador de la historia. Y él aceptará el caso, por un lado porque quiere ayudar a su amiga, pero también porque Hirata resulta ser el hombre tras el pseudónimo de Shundei Õe, escritor de novelas detectivescas «sangrientas, astutas y malvadas» con quien siempre sintió cierta rivalidad literaria.


También de Edogawa Rampo en ULAD: Aquí

domingo, 30 de marzo de 2025

Xita Rubert: Mis días con los Kopp

 

Idioma original: español
Año de publicación: 2022.
Valoración: está bien.

Una cosa es evitar ser tendencioso al hilar argumentos sobre sagas, relaciones de amistad, recomendaciones, etcétera y otra es que a uno, incauto, confiado, benevolente, lo tomen por lo que no es. Las notas de contratapa sobre Xita Rubert son, las tres, de escritores más o menos reputados. Las tres son elogiosas (qué otra cosa cabría esperar) y las tres abarcan un restringido (pero potente) espectro que magnifica la expectativa sobre esta novela. Hablan de debut , aunque despojan a la autora de la condición de debutante, y usan algún que otro concepto que libera a la novela de esa algo trémula cualidad de ópera prima que a veces puede suscitar algún recelo. Es decir, parece que la contratapa pretenda completar o matizar la experiencia lectora y ponernos en contexto.

Todo lo cual, habida cuenta de que, al margen de notas de prensa o reseñas, la contratapa es otro elemento promocional – con el factor añadido de que si la estás leyendo ya es bastante posible que esté sosteniendo en tus manos el objeto – me ha acabado pareciendo algo ligeramente magnificado de lo que es esta novela. Mis días con los Kopp – título de regusto europeízante – recoge una situación a través de unas pocas escenas. Entonces, diríamos, esta es una novela corta, marcada por sus omisiones, esbozada en unos pocos trazos. Virginia es una joven que acude con su padre a visitar a los Kopp, que pasan por ser un matrimonio de intelectuales de izquierdas, en el cual Andrew va a ser premiado de forma oficial, y parece que su espíritu diletante le empuja a dinamitar, de alguna manera y como respuesta al establishment, el acto en que será premiado. Todo ello de manera ligeramente grotesca, como si más que un acto reivindicativo fuese a protagonizar una travesura, la clásica performance hipotéticamente transgresora que suele perdonarse a las viejas glorias dentro de ciertos ámbitos. Esa es una sub-trama de la novela: el espíritu contestatario atribuido a cierta generación y su previsible anestesia. En las visitas, entre diálogos de escasa enjundia y un cierto juego de engaños, surge la presencia de Bertrand, del que los Kopp dicen ser padres, un individuo extraño, afectado de alguna condición mental que se ha intentado reconducir presentándolo como un performer (perdonad tanto anglicismo) y, por tanto, las manifestaciones de su condición ya no son tanto éstas como obras en que su extraña personalidad se da a conocer. Virginia resulta quedar fascinada por el personaje en cuestión, en un titubeo que es la base de la narración, por cuanto el comportamiento de Bertrand es errático e imprevisible, y la ambigüedad de la relación en sus progresivos encuentros es la espina dorsal narrativa.
¿Es esto suficiente? Aparte de un estilo correcto, de una ambientación ligeramente hippie-chic, de una tensión algo incómoda en su escasa resolución, la novela de Rubert me ha parecido más un esbozo, un relato extendido hasta no dar más de sí, que esa rutilante obra de debut que se han empeñado en presentarnos

sábado, 29 de marzo de 2025

Carlos Castilla del Pino: Pretérito imperfecto

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1997

Valoración: Recomendable


Para ser sincero reconozco que, en un tic de lector perezoso, quizá pasado un tercio del libro miraba con ojos golosos esos volúmenes de lomo finito que esperan en la estantería. Muy mal, ya lo sé, pero este semi-tocho de quinientas páginas largas de tipografía más bien escueta se me hizo un poco cuesta arriba en algunos momentos, y eso que las memorias del psiquiatra Carlos Castilla del Pino solo alcanzan hasta sus veintisiete añitos (después escribiría una segunda parte titulada Casa del Olivo, de longitud similar).

Y es que el autor resulta seguramente excesivo en los detalles, lo valora y disecciona todo, cada situación, cada personaje (y son decenas, quizá cientos), relata con la precisión de algo que hubiera ocurrido ayer, no en vano parece ser que guarda un número ingente de documentos, notas colegiales y universitarias, recortes de prensa, cartas, nombramientos, papeles en los que apoya su memoria o con los que indaga en cada circunstancia como forzado a defender su argumentación ante un tribunal. Se diría que, más que contar su vida, lo que intenta es reconstruirla punto por punto para que, una vez impresa, quede fijada para siempre.

Pero, claro, la cuestión es que lo que cuenta es casi siempre interesante, desde la infancia en una familia conservadora y acomodada (relaciones complicadas con sus padres y hermanas, el grupo de amigos del pueblo, el odioso internado en los salesianos) hasta el inicio de la Guerra civil cuando, envuelto en su ambiente más cercano, se alista en el Requeté siendo un adolescente y asiste al asesinato de varios familiares por parte de los milicianos. En esa etapa empiezan a fraguarse el anticlericalismo y el antimilitarismo de los que Castilla hace gala a lo largo del libro, tendencias que se irían acentuando y consolidando hasta terminar en su militancia comunista muchos años después, lo que queda ya fuera del libro.

Situado entonces, por origen y educación, en el campo del tradicionalismo católico, el joven Castilla ve nacer el profundo desprecio hacia la brutalidad y la incultura falangistas, y descubrimos así esa pugna entre dos de los pilares del franquismo, tradicionalistas en principio monárquicos vs. falangistas, enfrentamiento quizá más moral o intelectual que político, que siempre se quiso ocultar y que perduraría en gran medida durante toda la vida del Régimen. 

Castilla, tan joven, muestra una voracidad incontenible de saber, es lector insaciable, y tiene muy clara su vocación médica, hasta el punto de que, los tiempos lo permiten, asiste con frecuencia a autopsias en edad aún adolescente. Pero lo más interesante de esta etapa es que, desde una posición cultural indudablemente elevada, se va fraguando su repulsa hacia un sistema que, solo en base a la sospecha o la desafección, sustituye a investigadores y catedráticos de gran valía por amiguetes, pelotas o voceros del bando vencedor. El autor no puede soportar ese triunfo de la mediocridad y el servilismo, y en pocos años una postura inicialmente tibia y mediatizada por el origen familiar pasa primero a una etapa de rebeldía algo inconsciente, hasta desembocar en una oposición cada vez más firme al cutrerío dominante en las esferas oficiales.

Castilla no es (todavía) un rojo en el sentido ideológico sino que, como él mismo refiere, esto requirió una evolución ‘desde el mero intelectualismo antifranquista (anticlerical y antimilitarista) a una auténtica conciencia de izquierda’, proceso en el que tuvo mucho que ver el azañista Vicente Lizarraga. Interesante concepto el de ‘intelectualismo antifranquista’ porque en esa época, años 40-50, con los republicanos derrotados y represaliados, asesinados o en el exilio sus dirigentes, el de los intelectuales fue quizá uno de los reductos donde empezó a germinar una oposición que todavía tendría que esperar para adquirir alguna solidez. 

Hay naturalmente mucho más, desde confesiones sobre amores adolescentes y juveniles hasta detallados relatos sobre la etapa universitaria, la práctica de la medicina en un manicomio o las temporadas en la milicia universitaria, donde se vuelca todo el desprecio hacia la vida militar, sus rutinas, su liturgia y su pobretería intelectual. Por supuesto tiene también el atractivo de ver desfilar a gran cantidad de nombres significativos de la época, como Laín Entralgo, el polémico López Ibor (que fue superior de Castilla en una larga etapa), Jaime de Mora, Ortega, Gregorio Marañón, Luis Martín Santos, Martínez Bordiú, Baroja, Torrente Ballester. Todo un elenco de personajes que, junto con otros muchos que nos serán desconocidos, componen una fotografía muy directa de esa etapa oscura y aplastante, de tal mediocridad que se entiende muy bien lo difícil que debió ser, por supuesto para cualquier ciudadano, pero muy en particular para aquellos con una mínima inquietud por la cultura y la razón. 


viernes, 28 de marzo de 2025

Mauro Entrialgo: Malismo

Idioma: español

Año de publicación: 2024

Valoración: recomendable

Ahí va la definición del palabro, antes que nada: "malismo" es un término acuñado por el autor de este libro, el dibujante de cómics (además de músico, guionista y autor teatral, tertuliano radiofónico, pero de los que molan, y pertinaz tuitero bluitero) Mauro Entrialgo, en oposición al manido "buenismo", tan del gusto de ciertos sectores políticos. Dicho de otra forma, como reza el subtítulo del libro, malismo sería la ostentación del mal como propaganda. O, por decirlo de una manera más completa -también es una definición del autor, no mía-  el mecanismo propagandístico que consiste en la ostentación pública de acciones o deseos tradicionalmente reprobables con la finalidad de conseguir un beneficio social, electoral o comercial (yo lo hubiera llamado directamente "hijoputismo", pero está claro que Mauro Entrialgo es mejor persona que éste que escribe).

Con un estilo de lo más ameno y que oscila entre la cuidadosa corrección sintáctica y semántica, y la utilización de expresiones y términos más a pie de calle, por decirlo así, Entrialgo nos va desgranando la visión que tiene él de esta insólita circunstancia: el hecho de que, hoy en día, las actitudes y acciones  consideradas, no hace mucho tiempo, como dañinas y hasta execrables no sólo no sean condenadas, sino que susciten el aplauso y la adhesión de una buena cantidad de público, ya sean ciudadanos/as que votan, seguidores de tal o cual artista o incluso clientes que se dejan los dineros en determinados establecimientos o empresas aunque les traten como el culo con excesiva confianza, que, como dice el refrán, da asco... 

El libro está dividido en capítulos bastante cortos que estudian, con profusión de ejemplos e incluso anécdotas personales, diferentes aspectos de este fenómeno; desde los más inocuos, como la moda de ponerle a los locales de hostelería nombres malotes que antes estarían reservados a los garitos más infectos (y sólo como apodos), a los más graves para la sociedad, como resulta ser la manga ancha que se tiene con políticos e incluso gobiernos que no sólo hacen, permiten y promueven actos perniciosos para la ciudadanía, sino que presumen de ello, incluso cuando se trata de auténticos genocidios -verbi gratia, lo que hace el Estado de Israel-, sabedores de que no sólo no les pasará factura alguna, sino que siempre habrá quien les aplauda.  Entre medias, ejemplos de distinta gravedad y alcance, como usar el nombre de un conocido terrorista como eslogan electoral contra el adversario político, alardear de los delitos cometidos, ya sea en redes sociales o en presentaciones de libros entre amiguetes, o convocar manifestaciones contra el sentido común y la salud pública en plena pandemia mundial. Por cierto que el capítulo que a mí me ha resultado más divertido (también preocupante, claro) es el dedicado a ese cruce contemporáneo entre la extrema derecha más malista (valga la redundancia) y los conspiranoicos, antivacunas y magufos de todo tipo; es decir, lo que el autor, en otro de sus hallazgos terminológicos llama los "nazis del misterio".

Dejando aparte los temas de otros capítulos como el auge de los personajes malistas en los productos audiovisuales de ficción o la exhibición impúdica de actitudes poco edificantes, en el ámbito religioso, tanto dentro de la Iglesia católica como en los expansivos cultos pentecostales carismáticos (conocidos comúnmente por evangélicos), el meollo del libro se centra en la evolución que ha sufrido la comunicación, política y de todo tipo, y la sociedad, en general, para, en el transcurso de apenas una década, estos comportamientos y actitudes hayan pasado de ser ocultados o, cuando menos, objeto de disculpas, a ser reivindicados sin vergüenza alguna e incluso con orgullo... Y tampoco es que Mauro Entrialgo sea un tiquismiquis al respecto; de hecho, es fundador de la ya legendaria revista gasteiztarra de humor TMEO, que no se caracteriza, precisamente, por un humor fino y diplomático y, además, creador de un personaje bastante "malista" (aunque palidece en comparación con los estándares actuales), el reportero Herminio Bolaextra. Precisamente, el epílogo del libro lo dedica a explicar porqué ha decidido dejar de dibujar a este personaje).

Por concluir, podemos decir que el libro, si no un ensayo muy sesudo -el propio autor lo denomina opúsculo-, sí que es una buena aproximación a un fenómeno en auge, por desgracia, en esta época. Es cierto que los muchos ejemplos que aparecen se refieren sobre todo a personajes y sucesos ocurridos en España, lo que puede dificultar la comprensión para quien lea el libro desde otras latitudes, si es que se da el caso, pero también aparecen, cómo no, pintorescos representantes internacionales del malismo, como Bolsonaro, Milei o su epítome en este siglo XXI, Donald Trump... (con permiso, claro está de su amo y señor Sauron, a.k.a. Putin).

jueves, 27 de marzo de 2025

Gustavo Faverón Patriau: Mínimosca

Idioma original: Español  

Año de publicación: 2024

Valoración: Imprescindible 

¿Cómo hablar, en apenas media docena de párrafos, de lo que supone un texto como Minimosca? ¿Qué decir, que no se haya dicho ya, sobre una de las novelas de año 2024? Preguntas que surgen frente a la página (más bien hoja de Word) en blanco, dudas que atormentan a este pobre reseñista frente a una obra tan vasta, tan compleja, tan exigente, tan putaobramaestra, tan 2666 de este segundo cuarto del siglo XXI.

Vaya, ya salió Bolaño. Era inevitable pues el parentesco es innegable. También debe citarse a Borges, a Cartarescu, a Sabato, a Faulkner (why not?), a Lautreaumont (por esto y por lo otro), a Macedonio Fernández (creo que Faverón y Macedonio vienen del mismo planeta)... aunque con un puntito de humor que lo separa ligeramente de los anteriores. La lista podría ser eterna, como el Museo de la (susodicha) novela, pero ya paro.

Y es que en Minimosca hay grietas, fantasmas, fisuras, senderos que se bifurcan, cantos de sirena, paradojas temporales, desdoblamientos y sotneimalbodsed, máscaras, metempsicosis, casualidades, guiños a la realidad histórica, realismo casi sucio, realismo mágico, guiños a la ciencia ficción, novela psico(i)lógica, exploraciones sobre el dolor y la violencia... Podría seguir, pero ya paro. 

Puedo hacer un campo de concentración donde solo quepa un prisionero y que el prisionero sea el guardia (p. 309)

Hay personas que nacen dos veces y son la misma y hay personas que nacen una vez pero son dos (p.523) 

Según el momento en que la recuerde, tres imágenes me vienen a la cabeza: 

  1. La de las matrioshkas, por sus historias dentro de la historia dentro de la historia dentro de la historia y así hasta el infinito (y más allá, que diría aquel)
  2. La de un cuadro cubista, por su fragmentación de líneas y superficies para representar la totalidad de la vida en un solo plano.
  3. La de un altar barroco, recargado de figuras, pero con Arturo Valladares y Mónica Buchenwald ocupando el lugar central.
Cada una de ellas es incompleta por separado (la primera porque no refleja la interconexión de todas las historias, la segunda porque elude el detalle que sí encontramos en la novela y la tercera porque a veces no tengo claro quién está en el centro del meollo), pero si cogemos un poco de aquí y un poco de allá, nos podemos hacer una buena idea.

Como ya habréis podido imaginar, Minimosca es una novela extremadamente ambiciosa en la cabe todo (desde disquisiciones filosóficas sobre arte y literatura hasta sádicos del más variado pelaje, desde "guest starrings" como la de Stephen King o Duchamp hasta Allen Gisnberg) y en la que el lector corre el riesgo de perderse con tanta referencia circular. Pero si nos dejamos llevar por el ritmo que Faverón imprime a las historias y nos sumergimos en la belleza de las metáforas que adornan el texto - formaban como una autobiografía en añicos, hecha de imágenes rotas, como son las biografías de la gente que en un momento se rompe y sus partes caen cada una en un hueco diferente -, encontraremos una novela que tendrá que formar parte, sí o sí, del canon literario del siglo XXI. ¡Lo diga Harold Bloom o no!

También de Gustavo Faverón Patriau en ULAD: Vivir abajo

miércoles, 26 de marzo de 2025

Hermann Hesse: El juego de los abalorios

Idioma original: Alemán

Título original: Das Glasperlenspiel. Versuch einer Lebensbeschreibung des Magister Ludi Josef Knecht samt Knechts hinterlassenen Schriften

Traducción: Mariano S. Luque

Año de publicación: 1943

Valoración: Imprescindible

Este es un libro al que siempre regreso. Lo he leído cerca de diez veces y, en cada relectura, me conmueve de una manera distinta. Eso es lo asombroso de las buenas novelas de formación: podemos identificarnos con el personaje en diferentes momentos de nuestra vida y, al mismo tiempo, conservar cierta nostalgia por las etapas pasadas.

En esta novela, Hesse condensa muchas de las ideas que ya había planteado en obras anteriores: la crisis espiritual de Occidente, el misticismo oriental, el teatro mágico, el autodescubrimiento y el despertar de la conciencia. Además de ser una novela de formación, bien podría considerarse una quasi-distopía: se sitúa unos siglos en el futuro, después de una era de guerras y decadencia espiritual, la llamada “era folletinesca” (identificada con nuestro presente). En ese nuevo mundo, un reducido grupo de sabios, religiosos y científicos funda una orden, casi sectaria, destinada a conservar y a unificar los más elevados conocimientos de la humanidad, dotándolos de un marco tanto espiritual como histórico. Así nace Castalia, una sociedad aislada donde el arte y el saber humano se han cristalizado y se perpetúan mediante la repetición (por ejemplo, de piezas musicales) y la investigación de documentos antiguos. Sin embargo, no se crea nada nuevo: únicamente se estudian y se celebran las grandes obras del pasado (de aquí los 'repetidores'). Bajo ese espíritu, se concibe también el tesoro de la orden: el Juego de los Abalorios, un sistema que permite fusionar las distintas disciplinas, manipular sus principios y recrearse en sus infinitas conexiones.

El eje principal de la novela es Josef Knecht, un niño seleccionado para ser educado en una escuela de la orden. Se distingue por ser un estudiante carismático e inteligente, y progresa de forma destacada en las disciplinas académicas de rigor (matemáticas, latín, música, entre otras) hasta llegar a convertirse en un verdadero maestro del Juego. En el transcurso de su aprendizaje, además, entabla contacto con diversos personajes que le ofrecen perspectivas distintas del mundo y de la espiritualidad, como un ermitaño chino o un padre dominico. Su inusual educación y férrea disciplina lo conducen a los rangos más elevados de Castalia. A partir de ahí, y como suele suceder en las historias de Hesse, Joseph atraviesa varias crisis, experimenta descubrimientos y enfrenta dudas trascendentales que lo empujan a cuestionar no solo su lugar dentro de la orden, sino también el sentido de esta en el mundo.

Si bien la trama se desarrolla de manera fluida y atractiva, lo verdaderamente memorable en esta obra es la idea misma del Juego de los Abalorios. Hesse no ofrece descripciones exhaustivas sobre sus reglas ni detalla con precisión en qué consiste; en vez de ello, aporta indicios y compara el Juego con actividades artísticas o científicas ya conocidas. Esa indefinición resulta especialmente estimulante para la imaginación del lector, cualidad imprescindible en la buena literatura de ficción.

En el libro, el Juego de los Abalorios aparece como una sutil metáfora de la aspiración humana por encontrar un lenguaje universal que unifique todas las disciplinas del conocimiento y las artes. Hesse nos habla de una estructura casi musical que integra matemáticas, filosofía, ciencia y literatura. Los jugadores, auténticos eruditos, establecen conexiones simbólicas entre conceptos de orígenes tan dispares como la armonía de una fuga barroca y la lógica de una demostración geométrica. Esta naturaleza abstracta y dinámica del Juego lo convierte en una herramienta para trascender la mera acumulación de información, acercándose a la dimensión espiritual e intuitiva del saber. De este modo, el Juego de los Abalorios no solo refuerza la cohesión de la comunidad de Castalia, sino que encarna la búsqueda incesante de un conocimiento total que, si acaso, principalmente creado para la meditación y la contemplación pura. Es una idea realmente estimulante.

Leer El juego de los abalorios es adentrarse en una reflexión sobre el conflicto entre la búsqueda intelectual y la necesidad de involucrarse con la realidad que nos rodea. Para Hesse, el saber y la espiritualidad no son fines en sí mismos, sino medios para alcanzar un mayor entendimiento de nosotros mismos y de nuestro mundo.

Otras obras de Hermann Hesse en ULAD: El lobo esteparioDemianBajo las ruedas

martes, 25 de marzo de 2025

Barbara Cassin: La nostalgia

 

Idioma original: francés
Título original: La Nostalgie. Quand donc est-on chez soi?
Traducción: Alicia Martorell Linares .
Año de publicación: 2013.
Valoración: casi irreseñable

Tras leerlo dos veces en el término de unos seis meses, he de decir que libros como éste hacen que uno, casi,  tire la toalla. Por una parte, porque su puro postulado es algo con lo que uno no puede ni estar ni no estar de acuerdo: la nostalgia como un poderoso argumento sobre el que especular y divagar. Su explicación, no exenta de la polémica más simplista (asociémosla al término nostálgico como retrógrado o anclado en el pasado) o incluso apelando al más venerable sentimiento humano - la añoranza de aquello que ya no tenemos, desde lugares hasta personas hasta puras sensaciones. Su puro desarrollo, en las tres partes que apelan a tres puntales de la cultura (eso sí, occidental) como son Ulises, Eneas y Arendt, revelador del trabajo intelectual, del análisis y profundo conocimiento de la autora. Quién puede discutir eso.

La cuestión, pues, ya que el libro ha sido objeto de encendidos elogios en medios no tan profundamente intelectualizados, es si, para un tema tan objetivamente universal, necesitamos un análisis de tanto calado. Llamadme prosaico, pero en el mundo presuroso y frívolo de hoy, la cuestión puede reducirse dramáticamente. Nostalgia, como evocación puntual de otro momento, sí, claro, pero no como planteamiento vital. Muchos estarían de acuerdo, pero el desarrollo se haría interminable. Cassin, insisto, analiza la figura de la añoranza de otro lugar, de otro momento, desde esa triple perspectiva. Mística, sentimental, etimológica. 

 Y yo no es que reniegue de ejercicios de este tipo, y desde luego la profundidad del análisis, la capacidad de Cassin de proyectarse por encima de mitos literarios y filosóficos está por encima de cualquier duda. Y no voy a romper una lanza por “rebajar” el tono intelectual de ciertos escritos simplemente para ampliar el rango de sus potenciales lectores, pero quizás hubiera disfrutado más de esta lectura si los ejemplos usados fueran más cercanos en el tiempo, más asimilables con el devenir de la vida moderna, y sé que habrá (con razón ) quien piense que en los clásicos está todo, están todas las figuras retóricas, los sentimientos humanos y las situaciones que alimentan la cultura. Pero esa algo irritante ostentación erudita aleja el tratamiento de un tema universal de una perspectiva, siglos más tarde, forzosamente diferente.



lunes, 24 de marzo de 2025

Marina Garcés: La pasión de los extraños

Idioma original: catalán y castellano
Título original: La passió dels estranys / La pasión de los extraños
Año de publicación: 2025
Valoración: entre recomendable y muy recomendable


A lo largo de mi vida siempre he tenido un marcado interés en aquellos ámbitos relacionados con el conocimiento de uno mismo pero también sobre el mundo que nos rodea, siendo la filosofía una disciplina que cubre marcadamente estos objetivos acercándose a ellos de manera racional. Pero claro, la profundidad que a menudo encontramos en los textos de este campo puede suponer un escollo a quién pretenda aproximarse a ellos. Por suerte, Marina Garcés sabe encajar su vocación didáctica con los amplios conocimientos que otorga y el resultado es un libro accesible en su mayor parte a la vez que sumamente interesante.

A pesar de un título que puede llevar a cierta confusión, el ensayo trata sobre la amistad, desde su significado desde tiempos pretéritos hasta su concepción actual. Ya en el prólogo la autora confiesa cierto recelo del típico concepto de amistad afirmando que «la confianza y el confort con el que mucha gente se refiere a sus amigos me despierta una alarma que no sé si es una señal de sospecha o de envidia». Un recelo que se basa en su percepción de que «la amistad es un espacio de relaciones tan inquietante como temible, afectado por un deseo y un miedo que escapan a lo que podemos llegar a denominar: el deseo de ser amados porque sí y el miedo de no serlo». Con ello, afirma la autora que «este libro se propone recorrer los márgenes de la escritura sobre la amistad, recorriendo sus hilos conceptuales, pero también adentrándose en sus vacíos».

En su análisis sobre la amistad, Garcés afirma que se está reduciendo la amistad a la «condición de remedio terapéutico: salvavidas de una vida huérfana y refugio de una vida amenazada. Después de años dando todas las vueltas posibles al amor, la pareja y las relaciones sexuales, la amistad aparece en los medios de comunicación, los apartados de psicología de los periódicos, a las páginas web de autoayuda y en investigaciones académicas como la poción mágica que puede curar todos los males de este tiempo en que vivimos: la soledad y el malestar» y esto va en contra de la naturaleza genuina de la amistad, pues «los amigos y las amigas no existen como un medio para un fin, sino que son, precisamente, aquellos seres únicos que amamos por ellos mismos. No responden a ninguna capacidad productiva ni reproductiva que los justifique» de manera que las relaciones de amistad no están asociadas a ninguna función ni están subordinada a ninguna finalidad, «la amistad es un bien muy preciado precisamente porque lo que nos importa de ella no se reduce a su utilidad ni a los beneficios que nos puedan proporcionar los amigos». Por ello, reincide en esta premisa básica e innegociable: «si la amistad es definida como aquella relación afectiva que no puede tener ningún otro fin que ella misma, si es un amor que debe mantenerse libre de cualquier forma de necesidad, solo aquellos que pueden considerarse libres en este sentido pueden aspirar a ser perfectamente amigos». Por ello, «todas las relaciones que implican dependencia, emocional o material, son enemigas de la amistad porque ponen en duda tanto la libertad en la que se basa el ejercicio de la virtud como la reciprocidad entre iguales. La amistad, y esta es la tercera constante, es el amor a la libertad del otro. Es compromiso, pero no obligación».

La autora traza así un marcado terreno para su ensayo y despliega sus reflexiones de manera diáfana y con vocación expositiva. De todos modos, como ocurre en todo ensayo, hay partes más interesantes que otras, así como hay momentos más accesibles que otros y debo reconocer que el libro pierde parte su atractivo cuando abandona la idea de la amistad que comúnmente podemos tener para explicar su evolución a través de la historia y de su significado a través de la religión o la filosofía. Ahí entra en un terreno más complejo que por concepto o por creencia (o falta de) se vuelve más pantanoso y encallado; son párrafos en los que Garcés habla sobre la amistad exhibiendo su amplio bagaje intelectual y profundiza verticalmente en su significado a través de las tesis de San Tomás de Aquino, Agustín de Hipona, Hannah Arendt, Thomas Hobbes, Carl Schmitt o Aristóteles. De todos modos, superado ese ligero “bache” por el análisis histórico, la autora se centra en cómo la amistad nos influye como personas, como las relaciones que tenemos nos afectan y nos hacen tomar consciencia de nuestra manera de ser así como de ellas mismas en contextos diferentes a los de la individualidad de la relación cerrada que puntualmente suponen. Así, parte de los recelos indicados al principio, se fundamentan al lanzar la siguiente reflexión: «¿cuántas veces hemos podido sentir que los nuevos amigos de nuestros parientes, o incluso de nuestros amigos, ejercen algún tipo de hechizo sobre ellos que no nos deja tranquilos o, incluso, del cual llegamos a sospechar? De la misma manera, puede resultar violento ver el comportamiento de un amigo o amiga con otras amistades porque se nos aparece como un extraño. No solo imita otros gestos sociales, hábitos o maneras de hablar que nos distancian. Lo que es inquietante es que vemos aparecer otra persona en alguien que creíamos conocer».

Afirma la autora que «la pasión por el amigo o amiga, la pasión entre amigos, no es el deseo de lo que es el otro, sino la inclinación por su manera de estar en el mundo»; quizá es por eso por lo que los amamos a la vez que nos causan cierta envidia y porque también, en el fondo, nos sirven de contrapunto y de espejo a través del cual (auto)cuestionarnos. Por ello, asevera que «nos conocemos y desconocemos a través de los amigos» y no puedo estar más de acuerdo con ella: es a través de las conversaciones y las relaciones con nuestros amigos donde (re)conocemos nuestra personalidad, nuestras afinidades y temores, pero también los pilares y estructuras mentales y emocionales que sustentan nuestro ser. Es en esas relaciones donde nos sentimos seguros a veces y en otras notamos que zozobramos pues siempre hay en ellas cierto terreno inexplorado; de todos modos, y a pesar de ello, es en esas contadas amistades y la atracción que generan donde buscamos un armonioso equilibrio entre el confort de lo conocido y la desconfianza de lo extraño.

También de Marina Garcés en ULAD: El tiempo de la promesa

domingo, 23 de marzo de 2025

Padres de libro: "Irene y el aire" de Alberto Olmos

Idioma original:
español
Año de publicación: 2020
Valoración: no está bien
 
Empiezo por un disclaimer: Alberto Olmos (o quizás debería decir: la "persona" pública de Alberto Olmos, construida a través de artículos, redes sociales, entrevistas, etc.) me cae mal. Siempre ha sido un escritor/articulista que ha jugado a ir de malote, de irreverente, de intelectual librepensador que dice lo que le da la gana - siendo que lo que le da la gana decir muchas veces incluye machistadas y boutades propias de lo que ha venido a conocerse irónicamente como "extremo centro". Tengo la sensación de que en los últimos años la cosa ha ido a más, con artículos que parecen escritos únicamente para provocar indignación y conseguir que se vuelvan virales, así que oír hablar de "Alberto Olmos" implica, para mí, torcer la boca inmediatamente y prepararme para leer algo que me indigna.

Sin embargo, como el tema de este libro me interesaba, decidí darle una oportunidad, y empecé a leerlo con ganas de que me gustase, para poder hacer honor a ese meme que dice "Heartbreaking: The worst person you know just made a great point". De hecho, uno de los escritores españoles con una "persona" pública más arisca ("Yo he venido aquí a hablar de mi libro"), Francisco Umbral, escribió uno de los más delicados y dolorosos libros sobre la paternidad, Mortal y rosa... Quizás podía volver a pasar... Infelizmente (para mí y para Olmos), no ha sido así...
 
Pero vayamos por partes, como diría Jack el Destripador.
 
El libro se divide en dos partes diferentes muy diferentes, que se sitúan, ambas, cronológicamente antes del momento del nacimiento de su hija. La primera parte son un conjunto de anotaciones autobiográficas o ensayísticas sobre el embarazo de la mujer del narrador, Eugenia. Esta primera parte me ha resultado bastante desagradable, porque en ella podemos ver al Alberto Olmos articulista, que intenta ser gracioso o provocador y acaba dando todo el cringe, como dice la chavalada. Por dar un ejemplo, en el primer capítulo describe cómo él y su mujer embarazada van a una fiesta, y nos explica que ante una mujer embarazada todos los hombres piensan que "alguien se le ha corrido dentro" o "Esa ha follado sin condón". Pues no, querido Alberto, eso lo debes pensar tú, no generalices. Por lo menos, el autor parece ser consciente de que está generalizando a partir de su propia forma de pensar, porque afirma: "Quizá era mi propia impresión del pasado frente a las embarazadas, proyectada en los demás varones ahora que yo había cruzado la línea". Efestiviwonder, Alberto.
 
El resto de capítulos de esta primera parte mantienen el tono de quien pretende ser el más listo de la clase, el más graciosillo, y acaba sonando pedante y antipático. El libro está lleno de frases que subrayaría, pero para indicar que son sentencias supuestamente profundas pero vacías, como por ejemplo  "No tener un hijo es el único fracaso definitivo" o "La paternidad siempre implica que alguien tiene que morir" (?). La escena en la que describe la primera visita al IKEA me resultó igualmente ridícula, como si estuviera descubriendo el secreto mejor guardado del capitalismo por hacer algo que la mayoría de nosotros hemos hecho sin tanto drama desde hace quince o veinte años (desde que IKEA llegó a España, vamos, que no sé exactamente cuándo fue y me da pereza ir a buscarlo a Google o preguntarle a ChatGPT para que se invente una fecha aleatoria).
 
La segunda parte del libro mejora (lo que no era difícil); de hecho, si todo el libro hubiera sido como esta segunda parte, la valoración habría sido más alta. En ella, el Alberto Olmos canallita parece cederle el mando a un Alberto Olmos escritor, que ya no se preocupa por dictar sentencia sobre lo que TODOS LOS HOMBRES (TM) sentimos al encontrarnos con una mujer embarazada, sino que narra, con un suspense digno de una novela, película o serie de acción, las horas inmediatamente anteriores al parto, a partir de las anotaciones que escribieron, tres o cuatro semanas después de los hechos, tanto él como su mujer (o al menos eso dice el narrador, pero puede ser un simple recurso retórico, el tópico del manuscrito encontrado). 
 
Después de un breve capítulo introductorio, esta segunda parte comienza cuando, en medio de la noche, Eugenia, que ese día sale de cuentas, nota que está sangrando y despierta a su marido. A partir de ahí, se narra con detalle y precisión el angustioso proceso de intentar llegar al hospital correcto, a las urgencias correctas, encontrar alguien que los acoja y les explique las cosas, que los tranquilice, que los acompañe durante el resto del proceso. En definitiva, que les ayude a tener un hijo vivo y saludable. Escrita con capítulos cortos (lo que contribuye para la sensación de urgencia), esta segunda parte consigue transmitir muy eficientemente la ansiedad, el miedo y la incertidumbre del matrimonio protagonista en los momentos inmediatamente anteriores al nacimiento de su hija. 
 
Aunque pueda haber algo tramposo también en esta segunda parte, porque el narrador constantemente juega a insinuar que su hija va a morir en el parto, transmitiendo (y quizás exagerando) las angustias de un padre primerizo, lo cierto es que esta parte del libro funciona muy bien, es mucho más humana y cercana, e incluso aquellos detalles más o menos escabrosos, como el hecho de que la madre se cague encima durante el parto, forman parte de una descripción realista y sin mitificaciones de un proceso natural, maravilloso y terrible al mismo tiempo.
 
Resumiendo: hay dos almas en este libro, como parece haber dos almas en Alberto Olmos: la del articulista canallita de extremo-centro, que parece escribir la primera parte; y la del escritor de ficción, que parece apropiarse de la segunda (aunque trabaje a partir de materiales de no ficción). Ojalá el segundo hubiera escrito la totalidad del libro, porque entonces podría haber empezado esta reseña diciendo: "Alberto Olmos no me cae bien, pero ha escrito un gran libro". Infelizmente, la sensación desagradable provocada por toda la primera mitad hace que la sensación general del libro sea de incomodidad, de rechazo. Una pena.

sábado, 22 de marzo de 2025

Padres de libro: Crisálida de Fernando Navarro

Idioma original: Español
Año de publicación: 2025
Valoración: Recomendable

Crisálida es la primera novela de Fernando Navarro. Su éxito inmediato (creo que el primer mes de su publicación ya iba por la segunda reimpresión) me recuerda mucho al de Carcoma, de Layla Martínez. Ciertos rasgos de su factura también, en cierto modo.

Está narrada desde el punto de vista de una niña internada en un sanatorio, quien cuenta cómo su padre paranoico, alcohólico y drogadicto (apodado el Capitán) obligó a su madre, sus cuatro hermanos y ella a abandonar Granada para irse a vivir en las profundidades del bosque. Allí, el frío, el hambre, el miedo y quizá incluso cierto elemento sobrenatural llevan a toda la familia a la locura, la depravación y la violencia.

Los capítulos de Crisálida son contundentes y breves (pocos superan las tres páginas y, si no recuerdo mal, apenas tres rebasan las cinco). En todos hay, comprimida, mucha información, y aunque a ratos puede parecer que reiteran en demasía algún detalle, aportan siempre, pues logran que el argumento avance, los personajes ganen consistencia, el tono de la novela se defina y los temas barajados se desarrollen.

La prosa es magnífica. En primer lugar, porque por lo general resulta verosímil al fundirse con la edad, personalidad y registro oral de la narradora en primera persona. También porque es, como no podría ser de otra manera en una historia como esta, cruda, descarnada, feroz incluso, pero al mismo tiempo sensible, bella y lírica. A continuación adjunto un pasaje que lo demuestra (y a quienes conocemos el contexto nos impactará el doble): 

«El cielo está negro negrísimo y se llena de estrellas que se mueven como los cometas de un lado a otro. Las estrellas son luces muertas, vasos de leche cósmica derramada en un mantel, nos dijo el Capitán. / Mis hermanos son igual que eso, estrellitas, gotas, fragmentos. / Mis hermanos duermen enrollaos como gatitos. Abandonados por la madre gata que vete a saber dónde anda. Metidos en una bolsa de plástico verde lanzada al río, con el nombre de un supermercado superdescuento. Cinco animales con el pelo sucio y hambre, apretujaos los unos contra los otros pa darse con la calor en la corriente que no se detiene.» (pg. 194).

Todos los personajes de Crisálida tienen rasgos reconocibles, aunque el Capitán es probablemente el más detallado, complejo y magnético. No es de extrañar, pues, que la protagonista sienta una particular fascinación por él. A mí me ha cautivado que sea tan odioso como tragicómico, tan creíble como literario.

Hay un elemento sobrenatural en Crisálida. Al principio desdibujado, apenas una insinuación, un toque enrarecido, hostil, inquientante, lo justo para espesar el tono y la atmósfera de la historia. Pero poco a poco va cogiendo cuerpo, y aunque de vez en cuando recurre a ciertos clichés (una mujer decrépita con garras, luces que parpadean...), nunca se llega a sentir formulaico. Además, en el clímax justifica un par de las mejores escenas de todo el libro.

Las únicas pegas que le pondría a Crisálida son dos. La primera es que la novela es un pelín más larga de lo que la historia requeriría. Pese a esto, en ningún momento me aburrió ni me pareció pesada, y la antes mencionada brevedad de sus capítulos permite que la lectura sea generalmente intensa y satisfactoria. El segundo defectillo que le encuentro a la obra de Navarro es que su estilo, aunque a todas luces efectivo y expresivo, no siempre es consistente. Y es que tanto la puntuación como el habla granadina de Nada se toman de vez en cuando licencias a mi juicio arbitrarias.

Sea como fuere, Crisálida es un estupendo "bildungsroman" en el que el horror no viene de los bosques ominosos y de las criaturas que en ellos moran, sino del hombre, del padre, de aquel que supuestamente debe protegerte y acompañarte en tu crecimiento pero que hace todo lo contrario.

Ah, la edición de esta novela es exquisita, incluso para los ya de por sí elevados estándares de Impedimenta. Tapa dura, cubierta con acabados, encuadernación en cartoné... Una delicia de objeto, vamos; una bella crisálida para una historia tan terrible como hermosa, tan fascinante como perturbadora.

viernes, 21 de marzo de 2025

Padres de libro: La cabeza de mi padre de Alma Delia Murillo

Idioma original: Español

Año de publicación: 2022

Valoración: Recomendable

De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 de INEGI (1), alrededor del 29 % de los hogares en México son dirigidos por una mujer. Según diversas encuestas (por ejemplo, la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (2), ENADID, o la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (3), ENOE), entre 70 % y 80 % de los hogares monoparentales en México están encabezados por mujeres. Esto significa que, dentro de los hogares monoparentales, la gran mayoría son “hogares sin padre”. Las razones son diversas: abandono de hogar, divorcio, migración laborar, muerte. Sin embargo, desde el punto de vista de un niño, tal vez eso no importe mucho, simplemente no tiene padre (en México, la expresión “no tener madre” significa ser un sinverguenza, haciendo alusión a que no tuviste quién te disciplinara adecuadamente).

En “El laberinto de la soledad”, Octavio Paz teoriza sobre los orígenes de la falta de una paternidad bien cimentada en los mexicanos, relacionándola con la historia de la Conquista y el mestizaje, lo cual genera en el mexicano una sensación de orfandad simbólica que se proyecta en la vida individual y social. Ésta es una clara exageración, pero, así como las telenovelas, este tipo de discursos les sirven a los mexicanos para revolcarse en los lodos de la ausencia de afecto paterno.

La obra magna de la literatura mexicana, Pedro Páramo, no pudo haber sido concebida sin las condiciones antes mencionadas. Así como un largo corpus de literatura de la orfandad, en general, y de la falta del padre, en particular. He aquí “La cabeza de mi padre”.

Ahora, ¿de qué trata la novela aquí reseñada? A riesgo de sonar redundante, trata de una mujer que busca a su padre. Literal y metafóricamente. Recurriendo a la autoficción, Murillo nos narra su personal viaje “rulfiano” a la caza de su padre. Nos cuenta sus motivaciones, obsesiones, frustraciones, traumas, complejos, etc., al tiempo que hace sus propias reflexiones sobre su media orfandad, tratando diversos temas relacionados, como el machismo, la violencia, el abandono, etc.

Podría parecer que ya está todo dicho al respecto y que, basándonos en las estadísticas mencionadas, es un problema tan poco excepcional que una historia más no haría ninguna diferencia. Sin embargo, este viaje se narra desde una total vulnerabilidad y honestidad, exponiendo con lujo de detalles las heridas acumuladas a lo largo de 40 años.

Lo que a veces puede descolocar un poco es la exagerada hiperbolización de la imagen del padre perdido, como si los humanos, en la mayor parte de las ocasiones, no actuáramos movidos por las más triviales motivaciones. Además, por ratos, las reflexiones que Murillo hace en diversos temas, tanto filosóficos como políticos, pueden llegar a ser un poco superficiales e ingenuas. Sin embargo, estas carencias no opacan la fuerza emocional ni la honestidad de la narración, si acaso lo hacen más humana. Una novela recomendada para sumergirse en la intimidad de una búsqueda vital.


1.  Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2020). Censo de Población y Vivienda 2020. INEGI.

2. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2018). Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2018. INEGI.

3. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2021a). Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). INEGI.


jueves, 20 de marzo de 2025

Padres de libro: Nacido dos veces de Giuseppe Pontiggia

Idioma original: italiano

Título original: Nati due Volte

Año de publicación: 2000

Traducción: Elena de Grau Aznar

Valoración: entre recomendable y está bien

Giuseppe Pontiggia fue un escritor italiano, además de crítico literario y docente, que gozó de cierto predicamento en España (supongo que en su país, aún más) a finales del siglo pasado, pero del que, fallecido hace más de veinte años, parece que no se habla demasiado hoy en día. No está de más, por tanto, recordarlo en este afamado e influyente blog sin abuela, y un buen motivo para ello es este Nacido dos veces, uno de sus últimos libros, que trata de las vivencias de un padre con un hijo discapacitado debido a una parálisis cerebral -teraparesia espástica distónica, para ser exactos- y su relación con éste, aunque no sólo. Es más, el libro está trufado de  reflexiones -a veces casi aforismos- sobre distintos temas, como las distintas estrategias educativas (*), el acoso sexual o, simplemente, las reacciones, prejuicios, dudas y demás conductas humanas. 

De hecho, son estas observaciones, a veces bien prolijas, sobre el carácter y comportamiento de las personas que el padre/narrador va encontrando en el periplo que supone criar a su hijo -desde el director del colegio a la maestra, pasando por distintos médicos y terapeutas- lo que parece constituir el grueso de buena parte del libro y lo que cuenta sobre la relación directa con su hijo queda reservada, sobre todo, a la época de adolescencia y juventud de éste -es cierto que el propio padre reconoce que quien más se ocupaba del chaval durante su niñez era la madre, ayudada por abuelas y abuelo-; el caso es que, si bien es cierto que estos comentarios y hasta digresiones resultan muy interesante y a menudo acertadas, uno no puede evitar preguntarse, durante el primer tercio o incluso mitad del libro, que pasa con el hijo, al que sólo conocemos de forma indirecta. Esta impresión se corrige, no obstante, más adelante. 

Podría suponerse que nos encontramos ante una obra de autoficción, dado que Pontiggia también fue profesor, como el protagonista/narrador y, sobre todo, tenía un hijo con esa misma discapacidad. Ahora bien, hay detalles que nos indica que el libro, con tener bastante de "auto-", tiene más de "-ficción"; por ejemplo, ni el chico, ni la madre ni el propio narrador se llaman como sus modelos en la vida real. Y, sobre todo,  en la  novela el chico -Paolo, mientras que el hijo del autor es Andrea- tiene un hermano -celoso de él-, lo que en la vida real no sucedió. O que el padre tenga una amante, algo que, de ocurrir en la realidad, supongo yo que Pontiggia no habría confesado tan alegremente en un libro. De hecho, el propio escritor, según su viuda, insistía en el carácter novelístico del libro (lógicamente, si quería ocultar algún desliz, dirá alguno/a... pero no seamos mal pensados, que Pontiggia tenía cara de buena persona).

En fin, que el libro se puede resumir, sobre todo, en las lecciones de vida que el narrador -vale, bueno... alter ego del autor, si se quiere- va aprendiendo del trato con su hijo y de la batalla de ambos y de todos la familia por afrontar la discapacidad -en verdad, del hermano celoso, no mucho, puesto que tampoco sabemos nada más de él. Podemos suponer que se crio sólo, el pobre chaval-, así como de las enseñanzas y reflexiones que le provoca el trato con el prójimo, a raíz de esta circunstancia tan particular, se entiende... Es decir, las elucubraciones de un escritor que, si se tratara de alguien más indocumentado que Giuseppe Pontiggia, resultarían superfluas y puede que hasta algo irritantes, pero que, en este caso,  se leen con sumo interés, ganas y agrado.

(*) Aunque sea un tema colateral en el libro, resulta bastante  lúcido y revelador lo que pensaba el narrador (es decir Pontiggia) hace 25 años sobre el estado de la enseñanza en Italia, a su vez ya veinte o veinticinco años atrás... Curiosamente parecido a lo que ocurre en España y supongo que en muchos otros sitios, ahora mismo.

miércoles, 19 de marzo de 2025

Padres de libro: Yugoslavia, mi tierra de Goran Vojnovic

Idioma original: Esloveno
Título original: Jugoslavija, moja dezela
Año de publicación: 2012
Traducción: Simona Skrabec
Valoración: Bastante recomendable

No estoy descubriendo la pólvora si digo que la palabra "patria" procede del latín. Para ser exactos, procede de la forma femenina del adjetivo "patrius-a-um" (relativo a padre, también a "patres", que son los antepasados). Así que en esta semana había que traer un libro que hablara de ambos asuntos.

Ese libro es este Yugoslavia, mi tierra del joven escritor esloveno Goran Vojnovic quien, con apenas 32 años, ha logrado combinar registros y estilos con un notable acierto y ha construido una novela que bien podría ser la Patria balcánica, aunque sin (aparentes) simplificaciones. Pero dejémonos de best-sellers patrios y demos a este libro el espacio que merece y que creo no ha tenido en España.

Mi niñez terminó de golpe una mañana cualquiera a principios del verano de 1991 es la primera frase de la novela y supone el primer momento clave de la historia de Vladan Borojevic. Es el momento en el que se produce el traslado a Belgrado de Nedeljko Borojevic, padre de Vladan y miembro del Ejército Popular Yugoslavo, como consecuencia de la situación política en la República Socialista Federal de Yugoslavia; es el momento que marca un antes y un después en la vida familiar.

El segundo momento clave tiene lugar en 2007 cuando Vladan descubre que su padre no está muerto, como le dio a entender su madre años atrás, y que sigue vivo, aunque escondido ya que es buscado por el Tribunal de la Haya por crímenes de guerra. Esta revelación hace que Vladan emprenda la búsqueda de Nedeljko en un periplo por Croacia, Bosnia, Serbia y Eslovenia que tiene, en su primera parte, mucho de road movie.

En esta primera parte, Vojnovic intercala episodios separados por más de quince años de distancia (en ocasiones hasta más) y ofrece, con un ritmo frénetico un retrato duro, violento, irónico, crítico - los seres que habitan estas latitudes prefieren no darse cuenta de nada - y en ocasiones también melancólico de lo que fue y lo que es ahora el territorio de la antigua Yugoslavia, un retrato en el que culpa, memoria, o identidad juegan un papel primordial

A medida que avanzamos en la lectura, Vojnovic va cambiando de registro y nos ofrece una narración mucho más intimista, más "sentimental". Hay que reconocer al autor su ambición por construir una novela más "total", por tratar de no quedarse solo en la novela "de misterio" que podría haber sido si se hubiese centrado solo en la búsqueda de Nedeljko Borojevic, Así, el estudio de relaciones familiares y relaciones de pareja, miedos y errores repetidos, confesiones y justificaciones ganan peso y ofrecen mayor complejidad a la novela, aunque a cambio de la pérdida de algo de la fuerza inicial.

Aun así, ya digo que novela más que recomendable, ágil, compleja y con variadas lecturas a gusto del "consumidor".

martes, 18 de marzo de 2025

Padres de libro: Un hijo cualquiera de Eduardo Halfon

Idioma: español

Año de publicación: 2022

Valoración: recomendable

Penúltima entrega, hasta la fecha, de eso que podemos llamar, sin resultar demasiado pedantes, el corpus literario de Eduardo Halfon, dada la coherencia y continuidad entre unas obras y otras. Como es de esperar, pues, encontramos aquí esa variante autoficcional habitual en él (y, por suerte, de gran nivel e incluso interés; no se trata de esa autoficción trucha, tan extendida), que resulta de la combinación de recuerdos infantiles, indagación sobre la doble identidad cultural guatemalteca y judía y explicaciones acerca del despertar de su interés en la literatura, lo mismo como lector que como escritor. Pero, al igual que suele ser habitual en sus otros libros, escoge un tema, un leit motiv a partir del cual organizar el resto de la narración. 

En este caso, se trata de la paternidad, tanto la suya y su relación con su hijo, así como la que él mantenía con su padre. Sin embargo, estos capítulos/relatos -pues son independientes unos de otros- se alternan con otros que no tiene mucho que ver con el tema; todo lo más , en algunos encontramos una referencia, a veces dolorosa, a los niños, pero, en general, parecen más relleno que otra cosa (dicho en un sentido estricto, no despectivo, puesto que su calidad es igual o puede ser incluso superior al resto). Es lo que sucede con un par de ellos que se desarrollan en Guatemala y aluden a su cultura e Historia reciente: El anfiteatro y el estremecedor Beni. Otros como Unos segundos en París, La pecera y Papeles sueltos, tratan, en cambio de su aprendizaje en el oficio de escribir, en Francia y Bélgica (esto de que sus relatos en primera persona se desarrollen en distintos países , porque también hay otros que ocurren en España o EE.UU., es algo también muy propio de este escritor; sin embargo, en vez de resultar de un cosmopolitismo forzado o postureo, Halfon consigue que resulte algo no sólo creíble, sino perfectamente natural). Incluso uno de ellos El último tigre, es una anécdota familiar que, supuestamente le cuenta un compañero becario -de la Wissenschaftskolleg de Berlín, cómo no- de origen indio.

No obstante, los capítulos/relatos que más nos interesan o al menos los que justifican la inserción de esta reseña en esta semana temática, son los que Halfon dedica a la relación con su hijo, que comienza con el nacimiento, que nos cuenta en Un pequeño corte y prosigue por distintos momentos de la niñez más temprana del chaval. Son capítulos en los que no suceden acontecimientos dramáticos o siquiera de una singularidad especialmente memorable, sino más bien pequeños momentos cotidianos, de una trascendencia doméstica, pero no por ello menos relevantes y, desde luego, de una gran ternura. Es lo que encontramos en La nutria verde, en Wounda y, en los dos que más me han gustado, Domingos en Iowa y Leer calladito, sencillos pero entrañables e incluso preciosos momentos de la relación de un padre con el hijo al que cuida y al que debe educar. Y viceversa. 

El último relato, sin embargo, lo dedica Halfon a un recuerdo de cuando siendo él niño, su padre le contó que de pequeño, a su vez, había estado a punto de morir ahogado en el mar. El niño y futuro escritor Eduardo acaba preguntándose por la identidad cambiante de padres e hijos y la incerteza de nuestro destino (algo que sobrevuela también otros capítulos del libro, por lo demás), y nos deja con un sabor agridulce, algo también bastante característico de la literatura de este autor. De lo mejorcito que se está escribiendo hoy en día, en castellano y seguramente en cualquier otra lengua, todo sea dicho... 


Muchos otros libros de Eduardo Halfon reseñados: aquí

lunes, 17 de marzo de 2025

Padres de libro: Literatura infantil de Alejandro Zambra

Coincidiendo con el Día del Padre (19 de marzo), en ULAD hemos pensado dedicar una serie de entradas a libros que tratan, de una manera o de otra, el tema de la paternidad: exaltándola o problematizándola, mostrando sus múltiples alegrías, y también sus miserias y dificultades. Libros de épocas y literaturas muy diversas, que reflexionan sobre el modo como los hijos se relacionan con sus padres, y los padres con sus hijos. Esperamos que resulte interesante y que, en conjunto, la serie permita abrir reflexiones sobre lo que significa (lo que puede o debe significar) ser padre hoy en día.
 
 
Idioma original: español
Año de publicación: 2023
Valoración: Muy recomendable (aunque no responda exactamente a lo que esperaba de ella)
 
Leyendo Poeta chileno, ya se detecta una sensibilidad muy especial (teñida, eso sí, por la alargada sombra de Bolaño) de Alejandro Zambra para describir las relaciones familiares, paternofiliales y también el mundo de la infancia, su forma de ver el mundo, su particular lenguaje y su universo imaginativo. Literatura infantil recupera muchos de estos temas, y muy particularmente la idea de relación entre padres e hijos (el masculino aquí no es genérico, si es que lo es realmente alguna vez), adoptando en este caso un formato genérico próximo a la autobiografía (o autoficción). 

El libro se divide en dos partes, y hay entre ambas una relación especular: la primera (que sí corresponde a lo que esperaba de este libro) se centra fundamentalmente en la relación de Alejandro Zambra con su hijo y, en general, con su recién adquirida paternidad (el antes, el durante y el después); y la segunda parte, en cambio, orbita más en torno a la relación del escritor con su padre, por lo que, estando igualmente bien escrita, me ha interesado algo menos. No cabe duda de que esta correspondencia entre ambas partes responde a una de la ideas centrales del libro: que la relación con un hijo hace que te replantees la relación con tu propio padre, y reconsiderar tu propia infancia. O, en palabras del propio texto, "Cuando tienes un hijo, vuelves a ser hijo".
 
Como digo, la primera parte, compuesta por ocho capítulos independientes, es la que más me ha satisfecho, por responder a mis expectativas y porque, como también dice el propio texto, viene a llenar un cierto silencio literario que poco a poco se va llenando de voces: el que explica, analiza y representa la relación de los padres con sus hijos. Además, en esta primera parte (sobre todo en el primer texto, que se titula, como el libro, "Literatura infantil" y que es una especie de diario intermitente del primer año de vida de su hijo) he encontrado la mezcla exacta y precisa de ternura, sensibilidad y humor que me parece necesaria para narrar la experiencia de la paternidad. Digamos que si hubiera una escala entre la excesiva sublimación emocional de Umbilical y la aridez machuna de Irene y el aire de Alberto Olmos (que también reseñaré esta semana), Literatura infantil se situaría exactamente en un el punto adecuado (que no es necesariamente el medio) para tratar este tema. (Añado, entre paréntesis, que también Hijos del fútbol de Gálder Reguera, que perfectamente podría haber entrado en esta serie si no estuviese ya reseñado, también se encuentra muy cerca de ese punto dulce).
 
El autor es consciente de esta elección estética, obviamente, y también de que va en contra de una cierta idea de masculinidad y de "buen gusto", y lo plasma en el propio texto:
Durante siglos la literatura ha evitado el sentimentalismo como a una peste. Tengo la impresión de que hasta el día de hoy muchos escritores preferirían ser ignorados antes que correr el riesgo de ser considerados cursis o sensibleros. Y es verdad que, a la hora de escribir sobre nuestros hijos, la felicidad y la ternura desafían nuestra antigua y masculina idea de lo comunicable. ¿Qué hacer, entonces, con la satisfacción gozosa y necesariamente bobalicona de ver a un hijo ponerse de pie o comenzar a hablar?
Otros textos de esta primera parte tratan otros aspectos de la experiencia de la paternidad: la elección del nombre, la lectura de cuentos antes de dormir y, justo al final de esta sección, el confinamiento por causa del covid. Ninguno está a la altura, pienso, del primero, el diario de un padre primerizo, pero todos son buenos, cada uno a su manera.
 
Después, en la segunda sección, el foco del libro va girando hacia el otro ángulo del tema de la paternidad: la relación que el escritor tiene con su propio padre, sobre todo a partir del capítulo titulado "Rascacielos". (Antes viene un cuento protagonizado por niños, "Garabatos", que sin ser malo no me parece que acabe de encajar en el conjunto). También en esta segunda parte hay capítulos notables, siempre en ese registro autobiográfico/autoficcional, contados con sensibilidad y humor, como "Cogoteros de ojos azules" o "Lecciones tardías de pesca con mosca", pero personalmente no he disfrutado tanto de esta segunda parte del libro, porque lo que esperaba, lo que venía buscando, ya lo había encontrado en la primera.
 
En todo caso, este libro es uno de los mejores representantes que se me ocurren para esta semana de reseñas dedicada a la paternidad...

Otras reseñas de Alejandro Zambra en ULAD, aquí.

domingo, 16 de marzo de 2025

Eduardo Rojas: Y apenas nada

Idioma original: Español

Año de publicación: 2025

Valoración: Bastante recomendable 

¡Qué cosas! A veces, te llega un libro de un autor desconocido que, a priori, no te llama demasiado la atención y resulta que, pese a (o precisamente por) esa falta de expectativas, te encuentras con un texto y un autor de esos que prometes que volverás a leer. Eso es lo que me ha pasado con este Y apenas nada del mexicano afincado en Galicia Eduardo Rojas. 

Se trata de una novela breve, de apenas 140 páginas y ¡¡¡95 capítulos!!!, caracterizada por un estilo de lo más personal y una poética del abandono que lo liga a libros como Primero estaba el mar de Tomás González.

La premisa del texto no podría ser más sencilla: Napoleón Chicomóztoc, que no anda muy bien de la chaveta, desaparece persiguiendo la lluvia. 

Ecos de Cien años de soledad en lo argumental, ¿no? No es el único nexo con la obra magna del colombiano. Y apenas nada conecta tanto con el realismo poético como con la forma de hablar del desamparo de García Márquez. Porque está novelita es una historia de seres abandonados, de desgracias y penitencias, de miedos, dolor y recuerdos, de cordura y locura.

Y entonces no le quedaba más remedio que aceptar que el tiempo, otra vez, lo había rebasado por la derecha y que él se había quedado tirado a un lado de la carretera, rodeado de quelites, igual que una chiva atropellada.

Lo que diferencia a Un lugar mejor de Cien años de soledad es la forma del texto. No estamos ante una prosa torrencial. Al contrario, frase breve y capítulos cortos marcan el ritmo de un texto salpicado de imagen con gran carga poética. Por ejemplo, esa bici semihundida en el fango del manglar o la madre manoteando en el barro.

Y allí se quedaron los dos: abrazados como dos condenados que ya no esperan nada, solo - si acaso - que caiga pronto la noche.

En resumen, y con la excepción de alguna que otra reiteración, una más que agradable sorpresa la de este autor y este texto absolutamente desconocidos para mí y para el público en general. ¡A ver si por poco tiempo!

sábado, 15 de marzo de 2025

Javier Marías: Mañana en la batalla piensa en mi

Idioma original: Español

Año de publicación: 1994

Valoración: Muy recomendable

“Mañana en la batalla piensa en mí, caiga tu espada sin filo, desespera y muere” Shakespeare en Ricardo III.

Tengo que confesar que llegué a este libro hace años, en busca de nuevos autores que leer; sin embargo, me enganché desde las primeras páginas debido a un episodio familiar tan inverosímil que me sorprende cómo Marías logró convertir algo así en el punto de partida de esta novela.

Las respectivas parejas del hermano y de la hermana de mi madre sostenían relaciones extramaritales mientras mi tío se encontraba en su trabajo. Un día, mi tío recibió una llamada del hospital, notificándole que su esposa estaba en estado crítico (en ese entonces ya había fallecido, pero supongo que el protocolo impide dar semejante noticia de golpe). Al mismo tiempo, mi tía recibió otra llamada, esta vez de su marido, quien desde el ministerio público le decía que estaba detenido en calidad de sospechoso de feminicidio (el Estado de México es uno de los lugares con mayor índice de feminicidios en el país, por lo que cualquier muerte violenta o en circunstancias extraordinarias de una mujer se investiga como tal). Según él, por azares del destino, se había encontrado a mi tía en la parada del autobús y, mientras platicaban y se ponían al día, ella colapsó. Después se supo que todo era una farsa: mi tía sufrió un infarto mientras tenía relaciones sexuales con mi tío. Se armó un drama familiar del que los involucrados aún no se han recuperado del todo, a pesar de que esto ocurrió hace más de 15 años.

Como señalé antes, un episodio así parece poco creíble para la ficción, pero Marías consigue restarle ese elemento de inverosimilitud y usarlo como pretexto para explorar cómo afrontamos los seres humanos ciertas crisis vitales: la muerte, el amor, la infidelidad, la traición, la cobardía, la culpa, etc. El epígrafe que encabeza el texto funciona como leitmotiv a lo largo de la novela, recordándonos que dichos trances son atávicos e ineludibles.

En esta historia, una mujer muere mientras tiene sexo con el protagonista, quien, al encontrarse en una situación absurda (el esposo de ella está de viaje y el bebé duerme en la habitación contigua), decide no llamar a la policía ni a la ambulancia; sabiendo que la niñera llegaría a primera hora de la mañana, se marcha del lugar tras dejarle agua y comida al bebé, casi como si fuera un perro. Este hecho desencadena un caos de dudas, culpas, perplejidad y cuestionamientos. Está de más decir que Javier Marías era diestro en su oficio. He leído que para algunos puede resultar reiterativo en ciertas ideas, pero considero que esa insistencia ayuda a enfocar lo que realmente le importa al autor. Asimismo, el uso del leitmotiv me parece perfecto, sin resultar cansino, funcionando como una especie de coro de tragedia griega o de teatro Nō (en comparación, el uso similar del leitmotiv por parte de Almudena Grandes en El corazón helado me parece menos logrado).

Este libro es mi favorito de Marías (quizá porque fue el primero que leí). Lo he releído varias veces y, en cada ocasión, logra conmoverme.