domingo, 2 de marzo de 2025

Svetislav Basara: La leyenda de los ciclistas

Idioma original: Serbocroata 
Título original: Fama o biciklistima
Año de publicación: 1988
Traducción: Juan Cristóbal Díaz
Valoración: Fuera de concurso


Sí, emosido engañado. O si no, ¿cómo explicar que un libro titulado La leyenda de los ciclistas no hable de la vida y milagros de Coppi, Bartali, Merckx, Hinault, Indurain y compañía? 

¡Y eso que Eddy Merckx fue miembro de la Agrupación Sudoriental de Ciclistas Evangélicos! ¡Y eso que en el libro hay unas cuantas bicicletas! Pero esto no es lo que parece porque hoy hablamos de un libro "raro" de un yugoslavo "raro", valga la redundancia.

Si hacemos caso del prólogo del propio autor, escrito 20 años después de la publicación original del libro (¿quién soñaría este prólogo?), la leyenda es una novela sobre errores humanos y frustraciones en la tarea de dedicar esfuerzos inútiles al olvido de Dios y a burlar a la muerte. Por sí solo, esto no parece demasiado extraño. En cambio, la cosa se tuerce si digo que se trata de una recopilación de textos de la sociedad secreta de los ciclistas rosacruces que engendra una suerte de doctrina ciclista esotérica. ¿O no?

Así que tenemos, por un lado, una sociedad secreta cuyos seguidores se reúnen en sueños y que pretende, o eso parece, la penetración en el mundo de tal magnitud de fuerzas irracionales del espíritu que aquel acabe purificado por un fuego salvífico. Y tenemos, por otro lado, una serie de textos (manuscritos, testimonios, diarios, proclamas, proyectos) e imágenes que vendrían a constituir el cuerpo histórico y doctrinal de la sociedad de los hermanitos.

Y es inevitable acordarse de Borges, de Pynchon o de Cartarescu (también Kadaré) al leer un texto en el que las fronteras espaciotemporales saltan por los aires, al avanzar en una novela plagada de mistificaciones, aporías, referencias cruzadas, teorías a cual más loca o más cuerda, personajes que se desdoblan, espejos, etc. Posmodernismo puro y duro, vaya.

Lo que creo que diferencia a Basara de los autores citados es el humor. Hay mucho de burla, de ironía, de desmitificación o de absurdo en La leyenda de ciclistas. Ya los textos que abren la novela (el de Carlos el Feo y su esbirro Grosman) dan buena idea de lo que vendrá después. Otro ejemplo: 
La perspectiva de un hombre de cincuenta años ataviado con un polvoriento atuendo deportivo debía de llamar la atención. Tal vez fuera mi aspecto atractivo lo que inclinó la balanza a la hora de salir elegido como profeta: resultaba verdaderamente llamativo. Los profetas están llamados a profetizar y el pueblo a perseguir a los profetas. Así funciona el mundo.
Más. El carácter fragmentario de libro hace que el interés de los diferentes textos que lo componen sea, casi de forma obligatoria, algo desigual. Historias como la del ultimo caso de Sherlock Holmes o como la del arquitecto encargado de reparar la Catedral del Espíritu Santo, destrozada por la policía nazi (valga la redundancia) del sueño resultan tan sesudamente divertidas como áridas son las partes centradas en los postulados filosófico/ esotéricos de Kowalski y compañía.

Para terminar, solo queda decir  que es innegable que La leyenda de los ciclistas no es un libro apto para todos los públicos. Quien quiera una historia lineal con planteamiento, nudo y desenlace, quien busque entretenimiento y no pensar demasiado o quien pretenda echar un ratejo leyendo que se vaya buscando otro libro. Pero quien guste del riesgo y los artefactos literarios, quien piense que la realidad es un simulacro, la existencia una ilusión y la literatura la ilusión de una ilusión, seguro que disfruta de este delirio yugoslavo.

P.S.: Ya lo comentábamos en la reseña de El ángel del atentado, pero no está de más insistir: no tiene que ser nada fácil traducir y corregir un texto como este. Creo que traducción y corrección están muy logrados. Y la edición del libro es muy pero que muy chula.

También de Basara en ULAD: El ángel del atentado

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