Año de publicación: 2022
Valoración: recomendable
Penúltima entrega, hasta la fecha, de eso que podemos llamar, sin resultar demasiado pedantes, el corpus literario de Eduardo Halfon, dada la coherencia y continuidad entre unas obras y otras. Como es de esperar, pues, encontramos aquí esa variante autoficcional habitual en él (y, por suerte, de gran nivel e incluso interés; no se trata de esa autoficción trucha, tan extendida), que resulta de la combinación de recuerdos infantiles, indagación sobre la doble identidad cultural guatemalteca y judía y explicaciones acerca del despertar de su interés en la literatura, lo mismo como lector que como escritor. Pero, al igual que suele ser habitual en sus otros libros, escoge un tema, un leit motiv a partir del cual organizar el resto de la narración.
En este caso, se trata de la paternidad, tanto la suya y su relación con su hijo, así como la que él mantenía con su padre. Sin embargo, estos capítulos/relatos -pues son independientes unos de otros- se alternan con otros que no tiene mucho que ver con el tema; todo lo más , en algunos encontramos una referencia, a veces dolorosa, a los niños, pero, en general, parecen más relleno que otra cosa (dicho en un sentido estricto, no despectivo, puesto que su calidad es igual o puede ser incluso superior al resto). Es lo que sucede con un par de ellos que se desarrollan en Guatemala y aluden a su cultura e Historia reciente: El anfiteatro y el estremecedor Beni. Otros como Unos segundos en París, La pecera y Papeles sueltos, tratan, en cambio de su aprendizaje en el oficio de escribir, en Francia y Bélgica (esto de que sus relatos en primera persona se desarrollen en distintos países , porque también hay otros que ocurren en España o EE.UU., es algo también muy propio de este escritor; sin embargo, en vez de resultar de un cosmopolitismo forzado o postureo, Halfon consigue que resulte algo no sólo creíble, sino perfectamente natural). Incluso uno de ellos El último tigre, es una anécdota familiar que, supuestamente le cuenta un compañero becario -de la Wissenschaftskolleg de Berlín, cómo no- de origen indio.
No obstante, los capítulos/relatos que más nos interesan o al menos los que justifican la inserción de esta reseña en esta semana temática, son los que Halfon dedica a la relación con su hijo, que comienza con el nacimiento, que nos cuenta en Un pequeño corte y prosigue por distintos momentos de la niñez más temprana del chaval. Son capítulos en los que no suceden acontecimientos dramáticos o siquiera de una singularidad especialmente memorable, sino más bien pequeños momentos cotidianos, de una trascendencia doméstica, pero no por ello menos relevantes y, desde luego, de una gran ternura. Es lo que encontramos en La nutria verde, en Wounda y, en los dos que más me han gustado, Domingos en Iowa y Leer calladito, sencillos pero entrañables e incluso preciosos momentos de la relación de un padre con el hijo al que cuida y al que debe educar. Y viceversa.
El último relato, sin embargo, lo dedica Halfon a un recuerdo de cuando siendo él niño, su padre le contó que de pequeño, a su vez, había estado a punto de morir ahogado en el mar. El niño y futuro escritor Eduardo acaba preguntándose por la identidad cambiante de padres e hijos y la incerteza de nuestro destino (algo que sobrevuela también otros capítulos del libro, por lo demás), y nos deja con un sabor agridulce, algo también bastante característico de la literatura de este autor. De lo mejorcito que se está escribiendo hoy en día, en castellano y seguramente en cualquier otra lengua, todo sea dicho...
Muchos otros libros de Eduardo Halfon reseñados: aquí
1 comentario:
En realidad, podríamos haber hecho la semana temática solo con libros de Halfon
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