Título original: The Penelopiad
Año de publicación: 2005
Traducción: Gemma Rovira Ortega
Valoración: recomendable
Toca hoy, amigos y amigas de ULAD, no el último libro de la ya celéberrima Margaret Atwood, como tal vez alguien haya creído al verlo en las mesas de novedades del las librer... uy, perdón, en qué estaría yo pensando... En fin, que no se trata de un nuevo libro de Margaret Atwood, sino de una reedición, al menos en España, de una de sus novelas, de aquel jubiloso año de 2005, cuando aún no sabíamos lo que eran las pandemias globales y vivíamos tan pichis, instalados en nuestra burbuja económica. Novela -o novelita más bien- bastante peculiar, pues entraría, sin duda, en esa categoría, siempre riesgosa de caer en la pedantería, de la "metaliteratura"; es decir, literatura sobre literatura. Sí, algo que huele a gafapastismo de lejos, aunque por suerte doña Margaret tiene el antídoto que le permite sobrevivir a ese peligro, como también demostraría años más tarde con La semilla de la bruja: no es otro que el humor.
Y eso que la idea medular de esta novela no parece muy dada a ella; como el propio título en castellano indica, las protagonistas y además narradoras son, por una parte, Penélope, esposa de Odiseo (*) y reina de Ítaca, que se ve obligada a esperar durante veinte años a su marido, partido a la guerra de Troya y después a recorrer el Mediterráneo fornicando aquí y allá con diosas y hechiceras, mientras ella cría a su hijo Telémaco (no demasiado bien, que le sale un poco caprichosito), teje y desteje el sudario de su suegro y da largas a los muchos y muy gorrones pretendientes a su mano, y, claro está, al trono, que se agolpan cada día en su palacio. Por otra parte, están sus criadas preferidas, que además de sufrir los abusos de estos pretendientes, a los que se ven obligadas a atender y soportar, son luego por ello colgadas por Telémaco, a una orden de Odiseo, cuando éste vuelve por fin y acaba con los molestos moscones. En el libro de Atwood, las criadas conforman un coro típico del teatro griego, y van punteando de forma no poco sarcástica, precisamente, el discurso de su señora.
Pese a su brevedad, la novela puede analizarse atendiendo a varios asuntos:
- Desde una perspectiva de género: es la lectura más evidente, puesto que el punto de vista de las mujeres el que nos presenta toda la historia (punto de vista que en la epopeya original no se tenía en cuenta, sobra decir). Eso no se trasluce en una complacencia acrítica: Helena de Troya, prima de Penélope, no sale muy bien parada, y tampoco Anticlea, madre de Odiseo, ni su nodriza Euriclea. Ahora, bien, tampoco tengo muy claro si a ésta se la puede considerar una novela feminista 8ni soy el más adecuado para decidirlo).
- Desde una perspectiva de clase: porque si empatizamos con Penélope, reina de Ítaca y sus cuitas, mucho más -lo hace ella misma, en verdad- con las infortunadas criadas que se llevan la peor parte de la situación creada por la tardanza de Odiseo; obligadas a atender a los pretendientes, violadas por éstos y, por último, asesinadas como represalia por "confraternizar" con ellos... (resulta inevitable acordarse, por cierto, de las "criadas" de otro famoso libro de esta autora).
- Desde una perspectiva antropológica -esto lo comenta en el libro el propio coro de criadas-: este episodio de la Odisea representaría la sustitución, en diversos lugares del mediterráneo, de los cultos a diosas femeninas regidos por ciclos naturales, por religiones dominadas por dioses (y sacerdotes) masculinos.
- Desde la perspectiva metaliteraria (ésta quizá sea la que más nos interese a muchos lectores): la novela, en la línea de otras que se han escrito antes y después -hace poco yo mismo reseñé aquí Ancho mar de los Sargazos, por ejemplo- nos da una versión de alguna conocida historia, pero desde la visión, la lógica y los intereses de algún personaje no tan secundario, pero sí subsidiario de los intereses, etc. del protagonista. Esto nos ofrece una alternativa siempre interesante a la historia original, aunque hace necesario conocer antes ésta -y en este caso, bastante-, para poder apreciarla.
Llegamos por fin, al punto fuerte de la novela (o al menos lo que más me gusta a mí) y ue ya he comentado al principio: la forma que tiene Margaret Atwood de evitar convertirla en una narración plúmbea y, sobre todo, pedante, además de su impecable estilo literario, es echar mano de un gran sentido del humor, que va desde la ironía más fina a la parodia descacharrante de, sin ir más lejos, las populares películas y series de juicios (novelas no sé si hay tantas, aparte de Matar a un ruiseñor). Es algo en lo que, sin duda, doña Margaret acierta de pleno y convierte la lectura de esta novela, ya de por sí interesante, en una actividad aún más palcentera. Que además se lee en un pis-pas, lo que también es de agradecer...
(*) Ulises, claro, aunque Odiseo es la manera correcta y molona de llamarlo, como explica Irene Vallejo en El infinito en un junco... además de que es la forma que aparece en este libro.
Tropollón de reseñas de libros de Margaret Atwood: aquí
2 comentarios:
Todavía no he leído nada de la autora, pero este libro tiene buena pinta. El cuento de la criada no creo que lo lea, aunque en breve quiero empezar a ver la serie. Tal vez me equivoque no leyendo el libro, pero he escuchado a varias personas que flojea en algunos aspectos...
Besos!
Hola, Nayarani:
Bueno, si no has leído nada de Atwood y quieres probar, este libro es bastante aconsejable, primero por su brevedad, pero también porque es, o al menos me lo parece a mí, muy divertido.
En cuanto a "El cuento de la criada", es cierto que sufre un cierto bajón, sobre todo al final, pero también ocurre que toda su primera parte es tan brutalmente bueno, que luego, aunque sólo sea por comparación, pare ce que "flojee"...
Un saludo y gracias por tu comentario.
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