domingo, 24 de mayo de 2020

Faruk Šehić: Cuentos con mecanismo de relojería

Idioma original: serbocroata
Título original: Priče sa satnim mehanizmom
Traducción: Miguel Rodríguez Andreu
Año de publicación: 2018
Valoración: recomendable

Es indudable que el paso de una guerra por un territorio deja secuelas por mucho tiempo, pues más allá de la muerte física de los fallecidos existe también una muerte emocional, una muerte en las aspiraciones de sus gentes; una muerte que nace en el pasado, pero que mata el futuro. Faruk Šehić es un claro ejemplo del impacto que dejan las guerras en un territorio, pues este conjunto de relatos es indisociable de su vida: nacido en 1970 en la República Socialista Federal de Yugoslavia fue reclutado a sus veintidós años por el ejército de Bosnia-Herzegovina y, ya terminada la guerra, estudió literatura y empezó a escribir poemas, novelas y relatos como el que nos ocupa.

Con esta trayectoria vital, parece inevitable que la temática abordada en los quince brevísimos cuentos que contiene este libro traten todos, de una manera u otra, sobre la guerra; en unas ocasiones hablando de ella a través de protagonistas como soldados, en otras a través de las voces de meros espectadores o víctimas colaterales como escritores, familias o seres solitarios, evidenciando que el impacto de la guerra se extiende más allá de los que luchan en ella, pues de una manera u otra todos deben luchar para sobrevivir y evitar la muerte (física o anímica).

De esta manera, el libro es una reflexión sobre lo que ocurre en los territorios donde transcurre un conflicto bélico y Šehić nos habla de ello con una prosa poética, visual, emotiva, tal y como queda evidente ya en el primero de los cuentos, «Los soñadores», donde el autor narra la relación entre dos amantes en un mundo efímero, que solo observa el presente y teme un futuro que quizá no llegue nunca, pero en el que el amor a los libros sobrevive a todo ello, incluso a ellos mismos, a su mundo, y así lo expresa uno de sus protagonistas al afirmar que «en algún libro continúa nuestra vida incansable. Allí nuestras palabras hacen el amor. Aquí ni el polvo siquiera tiene algo que hacer. Envejecemos, pero somos externamente jóvenes». También este supramensaje que emana del texto, de amor y trascendencia, se transmite en «La fábula de hierro» donde el protagonista afirma que «buscábamos amor por todas partes, cada noche levantábamos en vano piedra a piedra. Aquello que se nos arrebató en vida, durante cuatro años de guerra, quisimos reemplazarlo de cualquier manera, sin saber que eso nunca se puede suplir». Estos dos fragmentos son claro ejemplo del estilo del autor, profundo, bello y, a pesar de ello, contundente.

En otros relatos menos poéticos, la voz protagonista se sitúa en los combatientes, personas en las que el autor manifiesta el vacío y desesperanza, a veces utilizando altas dosis de escatología y sexo como mecanismo de evasión a la absurdidad y vacuidad en la que se encuentran (como en el relato «El rey de las mierdas») o desde el punto de un excombatiente en «El tiempo vuela» donde un antiguo soldado nos cuenta, tiempo más tarde, lo que recuerda de esa época y la fragilidad y sinsentido de sus vidas, que destrozaban día a día el futuro prometedor que auguraban de pequeños. Un futuro roto por una guerra difícil de olvidar, que pasaron bebiendo para ello, afirmando que «continuamos con la bebida. La noche prometía que nos olvidaríamos de la guerra, pero nos recordó que el tiempo tiene su propio ritmo, en el que la vida humana no interviene para nada».

Cambiando a menudo de registro, el estilo ecléctico de Šehić nos adentra, en ocasiones, a escenarios con aires futuristas, emulando escenas propias de Matrix o Blade Runner, en unos relatos en los que el autor transmite la fuerza del ocaso de una época, de ciudades perdidas, de rostros sin cara y almas sin esperanza, donde «todos los horrores diarios serán derramados sobre los sueños en el tiempo sordo de la noche» como afirma en «Matrix en Belgrado» o también escenarios donde un escritor se refugia en un sueño de un mundo futuro, con ciudades reconstruidas donde vive aún la esperanza. De igual manera, el autor también habla de la infancia, en ese precioso cuento que es «El retorno a la naturaleza», donde relata la ilusión de un enamoramiento fugaz, en esas aulas con olor a lápiz de madera y grafito, y a goma de borrar, y el recuerdo de una niña de aspecto trágico, alguien de quien afirma que «en su cara alguna vez vio cómo la muerte saluda desde el futuro».

De manera más breve e infrecuente, Šehić también nos habla de los escritores, del autor y la novela que crece dentro de él como apunta en «Un reloj de sangre y carne» y también en «Mi Atlántida privada» donde nos habla del poder de la literatura cuando todo se viene abajo, así como de los recuerdos que tiene de su padre y de cuando era pequeño, leyendo y disfrutando con otros mundos. Este tema aparece también en el posfacio que cierra el libro, donde el autor nos cuenta el origen de los diferentes cuentos y de su literatura e incluso afirma que la elección sobre qué incluir y qué descartar, sobre qué escribir y cómo hacerlo, pertenecen únicamente al escritor: «el escritor siempre decide las reglas del libro. Si escribes libros para que se desarrollen como le gustaría a otra persona, es mejor que dejes la literatura».

Por todo ello, la sensación que el libro deja en conjunto es de desesperanza y tristeza, pues el desánimo existente en la población que sufre una guerra es palpable, como en «La fábula de hierro» donde Šehić hace un afinado retrato de la desolación existente en la juventud de una sociedad castigada por la guerra, sin un futuro en el horizonte que les permite vivir más allá de cada día y cada noche. También en el relato «El hombre mutilado» aborda este tema, con un protagonista que espera que pase el tiempo, los días, intentando soñar en que un día salga el sol y pueda volver a vivir y ser feliz o en «La reunión», donde los protagonistas van a ver las estrellas y el cuento aprovecha este trayecto para recordar una ciudad que intenta sobreponerse a la guerra, iluminando sus casas a pesar de que estén vacías. De igual manera toca este tema en «La ofrenda», uno de sus mejores relatos, donde una familia que vive en el bosque espera pacientemente y de manera resignada la llegada de los soldados que pondrá fin a sus vidas; en él nos habla de la guerra, del monstruo de la guerra, un monstruo sediento de nuevas muertes a los que sólo se le puede combatir no entrando en su juego, combatiendo a través de la no violencia.

Mucho mejor en el terreno real que en el fantástico, en los relatos donde habla directamente de la guerra, sus consecuencias y la desgracia que acarrea la misma que en aquellos relatos de tintes post apocalípticos (donde habla de relojes, electrodomésticos, zombis o insectos), la prosa de Šehić destaca cuando nos habla de la tragedia y la desolación, de la tristeza y la falta absoluta de la esperanza, de los sueños que marchitan, esperando un futuro que no llegará.

Lleno de metáforas, el libro expone y muestra una sociedad abandonada y sin esperanza, repleta de personas con el alma perdida y sin ninguna aspiración, tras una guerra que se ha llevado vidas y sueños. Šehić ha escrito un libro amplio, variado e impactante, donde incluye quince relatos de diferente temática en apariencia, pero donde en todos ellos tiene cabida un estado de ánimo abatido y desesperanzado, sin ningún futuro para las personas enfrentadas a una guerra de resultado incierto y de futuro nada halagüeño que debe renacer de ciudades devastadas, vidas destruidas y futuros arrebatados.

4 comentarios:

Koldo CF dijo...

Pues me da a mí que este libro me podría gustar! La verdad es que la literatura balcánica no es muy conocida por aquí, pero hay cosas muy buenas.

Abrazo, compay!

Marc Peig dijo...

¡Muchas gracias, Koldo!
Sí, creo que te puede gustar, hay relatos muy buenos y, a pesar de su corta extensión (tendrán unas 10 págs de promedio), tienen suficiente contenido para que su lectura valga la pena.
Saludos
Marc

Antonieta dijo...

Apoyo👍

Marc Peig dijo...

¡Gracias, Antonieta!
Saludos
Marc