Idioma original: español
Año de publicación: 1973
Valoración: muy recomendable
Año de publicación: 1973
Valoración: muy recomendable
Mal empezamos. Esta es una semana dedicada a las ciudades de libro y desde aquí proclamo que la Barcelona que Marsé describe aquí nunca debería haber existido. Aunque sea el germen de esta Barcelona cuya alcaldesa actual se empeña en recordar su bisexualidad como si fuese una línea del CV y ciudad que bate año tras año récords de asistencia turística. Ya haya atentados o las terribles hordas independentistas se atrevan a colgar banderas y a ostentar lazos amarillos de esos que aterrorizan ancianas y no dejan dormir a honrados cabezas de familias numerosas. Si hubo algo que no debió haber pasado fue eso que amenaza de forma constante y que pesa en el ambiente de esta magnífica novela.
Marsé, en la edición de Lumen que he leído, admite que le fue difícil (pero consiguió, aunque el libro lo publicara una editorial mexicana en 1973) deshacerse de la presión censora a la hora de escribir esta novela. Que esto tuvo efectos liberadores. Obvio. Pocas páginas de esta novela hubieran superado los tijeretazos incluso de los censores tardofranquistas más proclives a la apertura. Porque Si te dicen que caí, que toma el título de una estrofa del himno falangista Cara al sol -justo ése que puede cantarse a viva voz y a pecho descubierto sin que nada te pase - es una novela sórdida, lúgubre, lasciva de una forma insana y febril, aunque todo parta de lo que parecen ser inocentes juegos de niños con cierta tendencia a la crueldad, pronto puede uno ver que no hay inocencia aquí, que esta ha sido devastada de forma muy eficaz y sustituida por otro tipo de condiciones. Las convicciones, claro, el deseo de venganza, los dos lados de la represalia, tan permeables y tan condicionados por la necesidad de la supervivencia como ajustadora de la balanza entre convicciones y traición.
Esta novela es una maraña de historias entretejidas donde personajes con nombres y con motes vienen y van por los barrios de una Barcelona sumida en la peor de las post-guerras: la de una de las últimas ciudades grandes caídas y la de una que fue bastión y feudo del bando perdedor. El panorama es desolador y Can Compte, paraje imaginario a situar en las mediaciones de los barrios reales del Guinardó y el Carmel, los ve a todos transitar en un enjambre de confusión donde hay de todo, y siempre yendo y viniendo al grupo de críos que, creciendo en el entorno del conflicto bélico, yendo y viniendo en lugares, cines de mala muerte, patronatos religiosos, traperías, pisos en los barrios céntricos donde atienden recados a placer del bando ganador, bancos atracados para financiar una descabellada reorganización, oscuros edificios que son tapaderas para salas de tortura. En todo este panorama el lector va asumiendo los mensajes clave que lanza Marsé, todos ellos dardos envueltos en una prosa impoluta, de una carga literaria aplastante y plenamente eficaz en la entrega de sus mensajes subliminales: el bando ganador arrasa con todo y los años posteriores a su victoria son un despliegue de mecanismo de venganza y represión. Los rojos son perseguidos y aniquilados, con precisión y falta de compasión. Las rojas son objeto igual de esa crueldad, y esas mujeres, antes esposas, antes profesionales, ahora se ven abocadas a buscar medios de supervivencia como la prostitución. Ahí transita el Java y el Tetas y el Amén como transita la Fueguiña y la Rubianca y, claro, la Ramona, protagonista involuntaria y obsesión del Java. Si te dicen que caí no tiene un solo hilo narrativo. Hablamos de un pandemonium donde esos treinta años del 39 al 69 se entremezclan y hay quien conseguirá salir a flote o eso parecerá y mantendrá sus ideales, pero el destino es cruel con todos. Con los que acabado el conflicto deciden organizarse e intentar desgastar al franquismo, con quienes aceptan estoicos su condición de derrotados, con quienes optan por fundirse con el entorno.
Es obvio que Faulkner es una poderosa influencia aquí. Los cambios de sentido y de narrador son constantes, como si la voz se desplazara en un corro de niños que van aportando a una historia hasta que ésta se completa. También es constante esa sensación opresiva de quien está haciendo lo que hace por obligación o por no tener otro remedio, porque esta es una novela perturbadora y sexual en la que apenas hay encuentros sexuales. Marsé puede que eludiera la censura pero inveteró la novela de una turbia carga de deseo: puede que del deseo de quienes conviven en un entorno donde éste no ha podido desarrollarse con normalidad. En un algo forzado emparentamiento con otro clásico de la literatura catalana de post-guerra, La plaça del Diamant, esta Barcelona soleada y marítima de la actualidad es una ciudad triste, deprimida, opresiva, cenicienta en lo físico y cenicienta en lo mental. Y Marsé la debió vivir y la debió sufrir y aquí se manifiesta, entre brumas y tinieblas, con toda claridad.
Esta novela es una maraña de historias entretejidas donde personajes con nombres y con motes vienen y van por los barrios de una Barcelona sumida en la peor de las post-guerras: la de una de las últimas ciudades grandes caídas y la de una que fue bastión y feudo del bando perdedor. El panorama es desolador y Can Compte, paraje imaginario a situar en las mediaciones de los barrios reales del Guinardó y el Carmel, los ve a todos transitar en un enjambre de confusión donde hay de todo, y siempre yendo y viniendo al grupo de críos que, creciendo en el entorno del conflicto bélico, yendo y viniendo en lugares, cines de mala muerte, patronatos religiosos, traperías, pisos en los barrios céntricos donde atienden recados a placer del bando ganador, bancos atracados para financiar una descabellada reorganización, oscuros edificios que son tapaderas para salas de tortura. En todo este panorama el lector va asumiendo los mensajes clave que lanza Marsé, todos ellos dardos envueltos en una prosa impoluta, de una carga literaria aplastante y plenamente eficaz en la entrega de sus mensajes subliminales: el bando ganador arrasa con todo y los años posteriores a su victoria son un despliegue de mecanismo de venganza y represión. Los rojos son perseguidos y aniquilados, con precisión y falta de compasión. Las rojas son objeto igual de esa crueldad, y esas mujeres, antes esposas, antes profesionales, ahora se ven abocadas a buscar medios de supervivencia como la prostitución. Ahí transita el Java y el Tetas y el Amén como transita la Fueguiña y la Rubianca y, claro, la Ramona, protagonista involuntaria y obsesión del Java. Si te dicen que caí no tiene un solo hilo narrativo. Hablamos de un pandemonium donde esos treinta años del 39 al 69 se entremezclan y hay quien conseguirá salir a flote o eso parecerá y mantendrá sus ideales, pero el destino es cruel con todos. Con los que acabado el conflicto deciden organizarse e intentar desgastar al franquismo, con quienes aceptan estoicos su condición de derrotados, con quienes optan por fundirse con el entorno.
Es obvio que Faulkner es una poderosa influencia aquí. Los cambios de sentido y de narrador son constantes, como si la voz se desplazara en un corro de niños que van aportando a una historia hasta que ésta se completa. También es constante esa sensación opresiva de quien está haciendo lo que hace por obligación o por no tener otro remedio, porque esta es una novela perturbadora y sexual en la que apenas hay encuentros sexuales. Marsé puede que eludiera la censura pero inveteró la novela de una turbia carga de deseo: puede que del deseo de quienes conviven en un entorno donde éste no ha podido desarrollarse con normalidad. En un algo forzado emparentamiento con otro clásico de la literatura catalana de post-guerra, La plaça del Diamant, esta Barcelona soleada y marítima de la actualidad es una ciudad triste, deprimida, opresiva, cenicienta en lo físico y cenicienta en lo mental. Y Marsé la debió vivir y la debió sufrir y aquí se manifiesta, entre brumas y tinieblas, con toda claridad.
También de Juan Marsé en ULAD: Rabos de lagartija, Últimas tardes con Teresa, La oscura historia de la prima Montse
7 comentarios:
Francesc:
No sé ni cómo hacer un comentario a esta reseña..así que comienzo preguntándote si ha tenido efecto liberador para ti. Es indudable que están tus vivencias personales en todo lo que has escrito, y que esa comparación entre las dos sociedades (la actual y la del libro) la has hecho de una forma muy acertada. Todo desde mi visión, claro. También mi opinión es la de una persona que se ha alejado de los medios de comunicación cuando ya se acaba la noticia y empieza la opinión, por lo que estoy un poco " in albis"
No puedo opinar sobre la Barcelona actual, en parte porque la golbalizacion nos ha traído ciudades que parecen réplicas en lo común ( tiendas, ocio, etc..) y sólo cambian los monumentos.
En cuanto al libro, lo tengo que leer, ¿cómo no lo he hecho antes ? Me ha parecido super interesante, y creo que se merece una lectura pero ya.
Por último, decirte que me ha recordado mucho tu reseña a cuando leía a Makinavaja, con esa Barcelona canalla que reflejaba continuamente la distancia entre la moral hipócrita y los verdaderos valores.
Saludos
Una especie de Colmena de Cela pero en Barcelona y escrito treinta años más tarde. Y sí, hubo un tiempo en que la sociedad española fue así de gris y sórdida. Aunque la memoria (nuestro "parescer") no lo acepte, cualquiera tiempo pasado fue peor.
Grandísima reseña, Francesc. Felicidades.
Saludos
Marc
No conozco la ciudad, salvo un pequeño paseo por las Ramblas y lo que a través de algunos de los libros de Marsé nos muestra y que he leído, entre ellos éste que tan bien has reseñado. Lo leí hace mucho en una vieja edición de Bruguera que aún conservo y me gustó bastante. Si no me equivoco, también hay película, pero de ella no puedo opinar porque no la recuerdo. En fin, buena novela "Marsé" de posguerra que sucede en una gran ciudad como Barcelona. También recomiendo La plaza del diamante. Salud.
Una verdad que nadie asume:cualquier tiempo pasado fue peor.Como decía no recuerdo quien, la última vida es la mejor.
Pues muchas gracias por los comentarios. A ver si me pongo un poco al día ahora que he descubierto como hacer el seguimiento. A un mes de haber acabado el libro, he de confesar que, con un cierto número de lecturas intercaladas, la valoración debería ser incluso superior. Es lo que tiene ese proceso de digestión cuando un libro es grande. Veo esos personajes, veo los rincones polvorientos en calles que se van abriendo entre descampados y veo esas miradas entre temerosas y recelosas ante la posibilidad de una traición, de un chivatazo. Y cada uno es muy suyo de disponer de experiencias personales que puedan contradecir mi afirmación, pero echar de menos esa época turbia es de no andar muy bien de los cabales. Echarla de menos sin haberla vivido (como algún político de nuevo cuño parece proclamar con sus actos y sus ideas) ya linda con la patología.
Es un imprescindible en toda regla. Una obra maestra.
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