viernes, 19 de febrero de 2016

Luis Martín-Santos: Tiempo de silencio

Idioma original: español
Año de publicación: 1.961
Valoración: Imprescindible 

Tiempo de silencio ha sido uno de los libros que más me ha marcado en mi ‘biografía lectora’. Supongo que todos tenemos nuestros iconos particulares, aquellos títulos que dejaron huella para siempre. Este es uno de los míos, no sé si el más importante, pero tuvo un carácter iniciático que me abrió el camino a ciertos autores más arriesgados, a estéticas a veces rompedoras y que casi siempre exigían bastante del lector: Juan Benet, Goytisolo, Torrente-Ballester… Y, claro está, me condujo sin dilación a Joyce, a quien Martín-Santos tanto debía desde el punto de vista literario.

Si nos fijamos en el argumento, la novela no se distancia del realismo precedente: Pedro es un médico dedicado sin éxito a la investigación que, un poco casualmente, entra en contacto con la miseria de los suburbios de Madrid. El viaje se convierte –si se me permite el tópico- en un descenso a los infiernos, durante el que nuestro personaje se encuentra con los barrios bajos, paisajes chabolistas y gentes de los últimos escalones del lumpen. El escaso lapso de tiempo que abarca la narración incluye un recorrido por diversos ambientes y personajes de la noche madrileña, que culmina con una borrachera en un prostíbulo. Durante toda la acción se suceden diversas escenas sórdidas, la más famosa de las cuales es la retransmisión en directo de un aborto, hasta que del contacto con el inframundo termina brotando la violencia. 

El tránsito de Pedro puede verse en varios planos: el hilo argumental en sí evoca quizá a Baroja o a Céline, es la foto de una sociedad gangrenada por la pobreza extrema, donde asistimos al contraste entre el mundo pequeño-burgués y la realidad de los poblados. Y en el plano puramente subjetivo es el dibujo de un personaje débil y arrumbado por el fracaso que, a poco que asoma fuera de su pequeño reducto de seguridad, se ve zarandeado y arrastrado con naturalidad hacia el agujero negro. Vamos, un planteamiento intenso, aunque tampoco excesivamente novedoso.

Porque la gran aportación de Martín-Santos se encuentra en el aspecto formal. Hasta bien pasada la mitad del siglo XX, la novela española estaba dominada por el realismo, más o menos escorado hacia el costumbrismo. Hablamos del primer Cela o de Sender, Delibes o Laforet. Alejándose de esta corriente, don Luis presenta el esqueleto de una narración realista, pero la altera por completo mediante la innovación formal. De esta manera, asistimos a la introducción de técnicas como el monólogo interior o la digresión (a veces entrecruzados con la narración), referencias cultistas, tecnicismos y neologismos, cambios de perspectiva, audaces perífrasis o enumeraciones voluntariamente desmedidas. Todos ellos, recursos narrativos hasta entonces inusuales en la novela española, y utilizados además de forma masiva. 

Este despliegue retórico, aplicado sobre un relato convencional consigue además un efecto muy potente: generar una distancia brutal entre forma y contenido que tiñe la historia de una ironía que a veces la aproxima al esperpento (Luces de bohemia se movía en registros no muy lejanos). La narración, en principio sencilla, se percibe así distorsionada, velada detrás de claves interpretativas que hay que descifrar, oscilando entre la caricatura y una solemnidad amargamente sarcástica.

Tal vez a estas alturas del siglo XXI este tipo de herramientas estilísticas han dejado de sorprendernos. Quizá ahora, con la perspectiva de 50 años transcurridos, se pueda considerar que Martín-Santos le dio alguna vuelta de más al barroquismo. Y hasta podría ser que Santi se volviese a desdoblar en sus facetas de lector y filólogo para concluir que, en la primera de estas condiciones, en Tiempo de silencio pesan más las trabas a la lectura que lo que aportan sus técnicas. Pero, a pesar de todo, sigo pensando que es una novela decisiva, que no sólo debe conocerse sino que puede y debe disfrutarse, aunque cueste algún trabajo.

8 comentarios:

Koldo CF dijo...

Uno de esos libros que te hacen leer en el instituto con 16-17 años y que te dejan alucinado.
Coincido al 100% con la reseña.

Saludo!!

Santi dijo...

Vaya, veo que se me convoca (o provoca) a dar mi opinión... ;)

Desdoblándome entre lector y filólogo, lo que diría es esto: históricamente, Tiempo de silencio es una obra fundamental, y nadie puede negarle un puesto destacado en el canon de la narrativa de posguerra. Con una perspectiva europea es algo menos original, claro, porque adopta todas las técnicas del modernismo (en sentido anglosajón) y las adapta a la realidad española. Pero ya hacer eso, y hacerlo bien, no es poco...

Como lector, yo también me leí este libro con 16-17 años, porque si no recuerdo mal, formaba parte del programa de Literatura Española de COU (¡qué tiempos, cuando existía COU!). En aquel momento me pareció un truño, pesadísimo, casi incomprensible. Luego lo volví a releer más tarde y lo aprecié mucho más, aunque sigue sin ser una obra a la que le tenga cariño: admiración sí, cariño no.

Carlos Andia dijo...

Mmmmmm, veo que mis contertulios son de edad bastante más avanzada de lo que suponía, lo cual admito que me cohibe un poco. Pero, bueno.

Mi experiencia con este libro se acerca más a Kim que a Santi. Efectivamente, me alucinó en la primera lectura, seguramente porque fue hace muchos años y no había leído nada semejante. Más adelante (no sé si lo he leído dos o tres veces) la impresión resultó más descafeinada y los materiales más conocidos, pero lo pude degustar de forma más reposada. Pero coincido con Santi en que su valor en la historia de la literatura española supera el que puede deparar la lectura en sí (por cierto, aquella reseña de Juan Benet me pareció espléndida).

Gracias a los dos por los comentarios.

Anónimo dijo...

Yo también la leí en COU, en aquel maravilloso COU de Letras Mixtas en el que me hicieron descubrir a Martín Santos, Mendoza, Marsé y Buero Vallejo. Reconozco que en aquel momento Martín Santos me resultó un poco denso (sobre todo si lo comparamos con "Savolta", que encantó a toda la clase). No obstante, algo debió de quedar para volver a leer esta novela ya en la Universidad, y de nuevo, por tercera vez, hace un par de años...

Carlos Andia dijo...

Es curioso cómo las segundas o terceras lecturas a veces dan lugar a resultados bastante distintos; depende de la edad, las circunstancias, la experiencia acumulada, o muchas otras cosas. Pero observo que a ti también este libro te ha poseído de alguna forma.

Muchas gracias por el comentario.

grone dijo...

Excelente libro. Me lo prestó hace años un amigo que viajó a España. Después me lo regaló porque vio lo mucho que me había impresionado. Desde Chile su lectura puede tener ciertas dificultades, pero su estilo y trama logran cautivar. Hay imágenes que todavía me rondan y ameritan una próxima lectura, sin duda. Gran libro español y universal... Saludos desde este rincón del mundo.

Carlos Andia dijo...

Hola Grone. Veo que también a ti te ha seducido, como nos ha pasado a casi todos, sea en primera lectura o posteriores. No es un libro fácil, pero es verdad que de alguna manera deja siempre imágenes muy nítidas en la memoria.

Gracias por el comentario.

Anónimo dijo...

Estupenda novela. La atmósfera que se respira es de un realismo que acongoja. Desasosegarte por momentos. Si te quieres reír, elige otra.