Idioma original: serbocroata
Título original: Sanjao sam slonove
Año de publicación: 2011
Traducción: Maja Drnda y Christian Martí
Valoración: muy recomendable
Primera acotación: cuando acabo de leer Soñé con elefantes y empiezo a confeccionar la reseña que estáis leyendo he de acudir a internet para averiguar cuál es el idioma en que ha sido originalmente escrita. Así estamos, en lo concerniente a estos nuevos países. Dubitativos, anclados inconscientemente en ciertas preconcepciones, en llamar a todo eso antigua Yugoslavia, en empaquetar todos esos países como si nos fuera imposible efectuar distinción alguna entre ellos.
Segunda acotación: simultáneamente a su lectura, vuelvo a oír, de labios de un torpe político que no merece ni ser mentado, el término balcanización aplicado a ciertas tensiones territoriales de la actualidad. Curioso: término que parece ser siempre blandido de forma amenazadora. Quien advierte sobre la balcanización suele coincidir con el más dispuesto a asestar el primer golpe.
Soñé con elefantes se sitúa en Zagreb, Croacia, en distintos momentos del proceso por el cual Croacia dejó de formar parte de Yugoslavia. Un proceso tan cercano en el tiempo, apenas un par de décadas atrás, como, parece, alejado de las preocupaciones en aquella época de la Europa más apoltronada. La que miró hacia otro lado cuando lo de Srebrenica, la que hacía poco aún recibía con brazos abiertos a los Karadzic y Milosevic. Ivica Djikić, su autor, es periodista desde los 19 años y vivió todo el cúmulo de conflictos en primera persona. Y en base a su experiencia orquesta esta trama donde crimen y estado se confunden con tanta facilidad. Bosko, investigador del Servicio de Seguridad Nacional, se decide a indagar sobre el asesinato de su padre, Andrea Sucic, antiguo militar y miembro de la escolta del presidente de Croacia. Muy poca gente conoce su relación con él, simplemente que los vinculen entre sí ya es muy arriesgado. Pero Bosko intuye que debe cumplir con su deber y saldar cuentas con su pasado. Escarbar no le resultará fácil: es una narración a dos voces, la de Bosko, viva, curiosa, algo expectante, y la de Sucic, ajado, aguerrido, de vuelta de todo y en proceso de clara y osada enajenación. Y todo el mundo parece tener algo que ocultar o algo que más le vale ocultar. Dos historias que parecen confluir, que lo harían si esto se limitara a ser una novela de intriga, cuando Soñé con elefantes va mucho más allá. Con sutileza, con esos resortes que apelan a cierto tipo de lectores que no se conforman con acabar el libro, cerrarlo, e ir a por otro. La historia de los elefantes obra ese pequeño milagro, añade ese extraño e incómodo plus que induce a eso tan manido de la reflexión sobre la condición humana.
En la propiedad del presidente al que custodia Sucic hay dos elefantes. La típica excentricidad de cierta clase de personajes. De noche, los militares que cuidan del presidente acuden a la alejada estancia donde los animales pernoctan, y allí les propinan palizas. Un acto injustificable que el autor deja abierto: rabia, violencia, desahogo con el débil. Quién sabe. Cuando Sucic abandona el servicio, solicita hacerse cargo de Lanka, la hembra. La lleva a su casa y la instala allí. Se desvela por alimentarla y mantenerla con vida, apelando a las ayudas del poder y las instituciones, locales y extranjeros. Convierte a la elefanta en una especie de llamada de atención sobre su existencia, a medida que decide, a través de una periodista, explicar las atrocidades que ha visto y él mismo ha perpetrado. Se vuelve alguien incómodo para un poder que necesita consolidarse sin sombras acechadoras.
Esa historia, casi surrealista, cuajada de simbolismo e interpretaciones, es el contrapunto que aleja a esta novela de las necesarias pero a veces repetitivas historias de conflictos bélicos. Aquellas que hacen hincapié en crueldad y estadísticas. En actos violentos, represalias y venganzas sin límite. Aquí es donde Djikić aporta el valor adicional al de la mera crónica dramatizada, y donde se manifiesta como un soberbio narrador de historias.
En la propiedad del presidente al que custodia Sucic hay dos elefantes. La típica excentricidad de cierta clase de personajes. De noche, los militares que cuidan del presidente acuden a la alejada estancia donde los animales pernoctan, y allí les propinan palizas. Un acto injustificable que el autor deja abierto: rabia, violencia, desahogo con el débil. Quién sabe. Cuando Sucic abandona el servicio, solicita hacerse cargo de Lanka, la hembra. La lleva a su casa y la instala allí. Se desvela por alimentarla y mantenerla con vida, apelando a las ayudas del poder y las instituciones, locales y extranjeros. Convierte a la elefanta en una especie de llamada de atención sobre su existencia, a medida que decide, a través de una periodista, explicar las atrocidades que ha visto y él mismo ha perpetrado. Se vuelve alguien incómodo para un poder que necesita consolidarse sin sombras acechadoras.
Esa historia, casi surrealista, cuajada de simbolismo e interpretaciones, es el contrapunto que aleja a esta novela de las necesarias pero a veces repetitivas historias de conflictos bélicos. Aquellas que hacen hincapié en crueldad y estadísticas. En actos violentos, represalias y venganzas sin límite. Aquí es donde Djikić aporta el valor adicional al de la mera crónica dramatizada, y donde se manifiesta como un soberbio narrador de historias.
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