Idioma original: alemán
Título original: Der Weg zum Ödensee
Año de publicación: 1974
Traducción: Richard Gross
Valoración: muy recomendable
Cuando alguien emplee la palabra nazi gratuitamente (por ejemplo, aludiendo a un grupo de individuos pidiendo decidir su futuro) habría que explicarle historias como las de esta escueta narración. A ver qué cara se le quedaba. Kaltenbrunner huye: a través de las montañas, entre la nieve, acompañado de gente de confianza. Huye porque el Reich se desmorona, porque la apuesta a todo o nada ha salido mal (aunque no tanto como a muchas de sus víctimas) y porque sabe que, franqueada cierta barrera, la opción de esconderse por un tiempo y renacer (Sudamérica, la España franquista) es más que posible, solamente con un poco de suerte, o con el inestimable soporte de todas las redes que los nazis urdieron para ayudarse entre ellos una vez descabalgados del poder, y seguros de que sus fechorías serían castigadas debidamente.
Y Franz Kain, escritor austríaco de escaso reconocimiento, explica esa huida, la reviste de una cierta épica alpina, pero alterna esos pasajes de montañismo con los hechos de Kaltenbrunner dentro del ejercicio de su cargo de alto rango para el Reich. Así que de héroe, nada. Simple y llanamente otra rata, ésta de gran tamaño, abandonando el barco que se hunde. Así transcurre esta breve narración, entre pasajes líricos que parecen recordarnos a Sonrisas y lágrimas y crueles pasajes de flash-back (cómo los que torturaban al protagonista de El prestamista) donde comprobamos como Kaltenbrunner aplicaba la inventiva a cuestiones como la optimización de los métodos de ejecución. No por ser un camino ya muy transitado menos efectivo.
Parece ser que Kain estuvo dando vueltas a esta brillante pieza a lo largo de varias décadas, justo pocos años después de que se produjeran los hechos que aquí dramatiza, hasta que, casi treinta años más tarde, la versión definitiva apareció dando título a un libro de relatos que la incluía.
Cuestión que me lleva a una reflexión final.
El camino al Lago Desierto se nos presenta con los valiosos aderezos de un glosario por cortesía de su traductor y un post-facio que añade importante información que nos ayuda a apreciar lo trascendente de su publicación. Eso hace alcanzar al conjunto la centena de páginas, otorgándole una presencia de obra completa. Señores de Periférica, ¿tanto costaba incluir los relatos que acompañaban originalmente al relato, respetar su unidad y, quizás, conservar esta aportación inicial para recalcar el relato principal? Porque a un servidor, que intenta, ya que estamos, no solamente aconsejar buenos libros, sino conseguir que lectores potenciales puedan elevar su entusiasmo hasta valorar una eventual tenencia del objeto, no le gusta andarse con estas varas de medida. Pero estas cien paginitas tienen prácticamente el mismo precio que las 1100 largas de la edición de bolsillo (!!!) de La broma infinita de DFW. Ya sé que la literatura no se vende a peso, Ya. Pero si que hay algo llamado duración del disfrute. Y este libro, con sus cualidades, se despacha en un par de horas y, puede, espoleados por el post-facio, merezca una atenta segunda lectura. Pero ya está: editoriales independientes mega-cool cuidadosas de ediciones y rescate de autores olvidados y actualización de buenas traducciones: no caigan (hagan el favor) en esa peligrosa dinámica de ofrecer objetos caros para que solamente unos pocos escogidos accedan a los valiosos frutos de su trabajo. Que éste lo es, de valioso, pero, echen números, a qué abusivo precio.
4 comentarios:
Es en casos como éste que describes cuando uno vuelve a pensar en aquello de los cien años (no de soledad, sino de perdón), y un aura de cálida luminosidad benéfica se acentúa alrededor de la figura emblemática que manipula ceros y unos con un parche en uno de sus ojos.
100 páginas a 15 euros. Es que directamente, hay que negarse a comprarlo.
Despues pasa lo que pasa.Que me compro un e-book por estas prosaicas razones.Y luego me critican, que si el olor del papel,que si el libro físico, etc.etc.Remando contra corriente.
Bueno: la cuestión de estas ediciones a cargo de editoriales pequeñas es un poco polémica, más cuando son autores minoritarios y hay costes insoslayables, como la traducción, que hay que amortizar. Debería haber otra opción que la lógica aplastante de los números.
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