Idioma original: inglés
Título original: A stab in the dark
Año de publicación: 1981
Valoración: está bien
Hace poco discutía con una compañera de la universidad sobre la (in)existencia de los géneros, hablando específicamente de la distinción clásica entre novela policiaca (Conan Doyle, Agatha Christie...) y la novela negra (Dashiell Hammett, Raymond Chandler...). Creo que está claro que si pensamos en los géneros como definiciones taxonómicas científicas, objetivas e inmutables, nos encontraremos con muchos problemas, porque habrá obras que escapen a esas clasificaciones, que jueguen con ellas o que las subviertan voluntariamente. En cambio, creo que la idea de género tiene validez si se considera que es un conjunto de códigos (mejor que "reglas") que comparten los autores y los lectores ("y los editores", me recordaba mi colega), y que son susceptibles de evolucionar en el tiempo, e incluso de desaparecer (caso, por ejemplo, del poema épico, la novela pastoril o la picaresca).
Esto viene a cuento de Lawrence Block, un escritor que sin duda es de segunda fila en el mundo de la novela policiaca (perdón, novela negra) pero que ha recibido numerosos honores por sus novelas protagonizadas por el detective Matthew Scudder, o por el ladrón Bernie Rhodenbarr.
Cuchillada en la oscuridad, cuarta novela de la serie de Scudder, es una novela de género en cuanto que se adapta perfectamente a los códigos establecidos por sus predecesores: un detective ex-policía, que flirtea con el alcoholismo y que ha fracasado en su vida personal (aunque no ha perdido su atractivo de "tío duro"); un ambiente urbano degradado (concretamente, Nueva York); un crimen violento (del que casi no hay pistas, porque fue cometido hace nueve años); una investigación que consiste más en remover el avispero que en propiamente hacer deducciones lógicas; y una resolución satisfactoria para el lector, aunque no exactamente para el personaje.
El placer de las novelas que se insertan cómodamente en un género consiste precisamente en la repetición: sabemos lo que vamos a encontrar y lo encontramos, con ciertas variantes, claro, porque si no estaríamos leyendo siempre la misma novela. Es significativo que las obras de la serie de Scudder sean mutuamente intercambiables: a diferencia de lo que sucede con otras sagas detectivescas (pienso en las novelas de Mankell, en las de Camilleri o incluso en las de Michael Connelly), no hay una evolución biográfica del personaje, que siempre está en un estado depresivo y alcoholizado (o luchando por desalcoholizarse).
Hay por lo tanto un placer en leer novelas así: el placer de lo conocido, de la variación sobre un mismo tema. Y hay también arte en saber adaptarse a los códigos de un género, y conseguir crear obras que atrapen al lector - que se deja atrapar, porque es para entrar en ese juego para lo que ha cogido esa novela.
2 comentarios:
Una excelente reseña, Santi, dan ganas de leer, este libro o cualquier otro. Me voy a poner ahora mismo, claro que sí.
He leído de el El ladrón qué leía a Spinoza,es fresca,va al grano sin complicaciones ni muchas explicaciones salpicada de humor,a mi me ha gustado
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