Año de publicación: 1992
Valoración: Muy recomendable
Esta también fue una apuesta algo arriesgada: no había oído en la vida el nombre del autor (ya veis, confieso mi ignorancia, porque resulta que Eloy Tizón es un escritor bastante re-conocido), pero me sedujo el título, el resumen de la contraportada, algún fragmento que leí al azar, y por qué no reconocerlo, también el precio en Compactos Anagrama (6.50€, lo que te cuesta una entrada de cine en Bilbao). Y ha merecido la pena, porque Velocidad de los jardines es una recopilación de cuentos con personalidad, con un estilo muy especial y que, aunque se pueda leer prácticamente en una tarde, contiene hallazgos y sugerencias para muchas más.
Después, ya para situarme, he buscado más información, y veo que no soy el único que piensa así, ni mucho menos: el autor, y este libro en concreto, han recibido el reconocimiento casi unánime de la crítica, hasta el punto de que Eloy Tizón ocupa ya un lugar en la Historia de la literatura española editada por crítica y coordinada por J. C. Mainer, y Velocidad de los jardines ha sido considerado uno de los volúmenes de relatos más interesantes de los últimos 25 años. Ahí es nada, para un escritor de menos de 50 años.
Ahora, también conviene estar prevenido, estos relatos no son relatos al uso y a lectores que busquen esencialmente una historia que les atrape quizás les decepcionen: aunque contienen historia, personajes, e incluso algunas veces una estructura casi clásica (presentación, nudo, desenlace), lo esencial es -creo yo, a lo mejor me equivoco- el lenguaje, el estilo, la manera impresionista, dislocada y a veces casi estática que tiene Tizón de presentarnos el mundo. Más que una narración hilada, sus relatos están compuestos por sucesiones de escenas descritas con meticulosidad y poesía, y con un amplio espacio para la sorpresa, el contraste, el descubrimiento lúdico o lúcido.
Creo que es imprescindible copiar aquí un párrafo (elegido casi al azar, porque hay una coherencia estilística casi total en todo el volumen) para que os hagáis una idea de lo que vais a encontrar si leéis este libro:
En las tardes nubladas olía a matemáticas. En algún lugar de la casa crujía un péndulo. La señora Orfila apartaba las cortinas y pronosticaba enormes aguaceros. Estaba bien segura porque acababa de tender la ropa. Nunca fallaba. Acabas de tender y llueve. Bernardo miraba de reojo la solución a un problema, el pasillo con el anciano secuestrado al fondo, la madre que corría y descorría las cortinas cada vez con más violencia, todo al mismo tiempo; eran viajes del polinomio al abuelo. Por fin llovía, y la señora Orfila se apresuraba a proclamarlo, triunfal, orgullosa de aquel tiempo que le daba la razón y arruinaba su colada.
He dicho que el argumento de los cuentos no me parece lo más importante de los relatos, pero tampoco es que sean totalmente despreciables: "Los viajes de Anatalia" cuenta el desplazamiento de una familia algo peculiar en pleno contexto bélico, camino de un balneario-refugio; "La vida intermitente" narra una peculiar historia de amor; "Austin", la huida motorizada de un desilusionado profesor universitario... Curiosamente, "En cualquier lugar del atlas", el más narrativo de los relatos, es el que menos me ha gustado. Y el que más, probablemente, el que da título y final al volumen, "Velocidad de los parques", un regreso nostálgico al mundo mágico y tremendo de la adolescencia, que por su tono elegíaco me ha recordado a una obra maestra como Las batallas en el desierto.
Resumen: estos relatos que cais no son relatos valen con creces los 6.50€ que pagué por ellos, e incluso el doble. No gustarán a todo el mundo, pero los lectores sensibles a la poesía disfrutarán con ellos como niños. Un "Muy recomendable" como una casa.
Bonus: Esta entrevista del autor en El síndrome Chejov: además de escribir bien, el tío hasta parece majetón...
También de Eloy Tizón en ULAD: Técnicas de iluminación
3 comentarios:
Totalmente de acuerdo.
Pues yo voy a discrepar un poco, o más que un poco, con la valoración del libro. Reconozco que determinadas lecturas a lo mejor no cuajan debidamente según los momentos del lector, y reconozco también que el libro tiene cosas interesantes, el manejo del lenguaje (hasta cierto punto), o la capacidad para crear determinadas atmósferas a partir de casi nada. Pero al margen de esto me ha dejado más bien frío: esa prosa poética sinceramente me fatiga (ya digo que quizá otro tipo de lector o de momento permitan disfrutarla más), me resulta abusivo y por tanto difícil de digerir el recurso a la nostalgia del mundo adolescente, y los dos o tres relatos más atractivos se quedan en un amago. En mi opinión, al conjunto le falta vigor, y ese ambiente desmayado termina por parecer una pose.
Así que yo le hubiera bajado un par de escalones, por lo menos.
Saludos.
Apululu
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