Ya que vamos a hablar de villanos, hablemos de villanos, pero en serio. ¿Y quién es el más malo de todos, el villano que da origen a todos los villanos? Pues el demonio, Satán, Satanás, Belcebú, Lucifer, Luzbel, Mefistófeles, el diablo, la serpiente, el dragón, Leviatán, la encarnación suprema del Mal, en una palabra. Un personaje, por otra parte, de lo más literario...
Las primeras apariciones de Satán -aunque seguro que sería posible encontrarle parentesco con otras (semi)deidades malignas anteriores- las encontramos, claro, en la Biblia. Por ejemplo, en el enigmático libro de Job, Yahvé y Satán se juegan a los dados la salvación del pobre Job, poniéndole a prueba con todo tipo de calamidades. En cambio, no encontraremos en la Biblia la conocida historia según la cual Lucifer es un arcángel caído por rebelarse contra Dios y pretender sustituirle (a no ser que se interprete así un pasaje de Isaías en que se refiere a la caída de un rey Babilónico). En el Nuevo Testamento, el demonio/Satán aparece en varias ocasiones como el "adversario" de dios, pero sobre todo adquiere forma casi corpórea en la escena de las tentaciones de Jesucristo (Mt 4, 1-11).
La literatura occidental se apropió de la figura de Satán ya desde la Edad Media, y le dio una relevancia y una significación de la que carecía en los textos bíblicos originales. El ejemplo más evidente es el Paraíso Perdido de Milton, en el que Satán es el personaje central, carismático, arrogante y seductor. El Romanticismo byroniano retomó y reinterpretó la figura del demonio y la convirtió en una de sus figuras fundamentales: el supremo rebelde, el outcast por antonomasia, la encarnación del vitalismo y el irracionalismo. Con esta carga trágica o simbólica reaparece también en la obra los "poetas malditos" franceses: son memorables las "Letanías de Satán", de Charles Baudelaire, con su estribillo casi litúrgico: "¡Oh Satán, ten piedad de mi larga miseria!".
La literatura (y el cine y la música y el cómic) del siglo XX y XXI han seguido recurriendo a la figura de Satán, aunque en muchos casos en una visión simplificada y fácilmente digerible, desprovista de sus implicaciones teológicas, trágicas o simbólicas: un ser con cuernos, cola puntiaguda y un tridente que vive entre llamas (véase South Park). En las obras de Stephen King, por ejemplo, siempre suele haber alguna forma de mal absoluto que en algunos casos (pienso por ejemplo en La tienda) se identifica con el diablo. Parece claro que la figura de Satán va a seguir reapareciendo en la literatura contemporánea, pero convertido en un cliché inofensivo.
Nota: imagen de la Estatua del Ángel Caído, del Retiro de Madrid, tomada de aquí, con licencia GNU
2 comentarios:
Jaja, muy buena Santi;-) El supervillano por antonomasia...aparece tantísimas veces en la literatura!No se me había ocurrido. Genial!
O Satan, prends pitié de ma longue misère!
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