lunes, 11 de mayo de 2020

Adrian McKinty: La Cadena

Idioma original: inglés
Título original: The Chain
Año de publicación: 2019
Traducción: Santiago del Rey Farrés
Valoración: recomendable (sobre todo para fans del género)

La Cadena es un thriller que parte de una idea sencilla pero muy sugerente: hay una supuesta organización criminal que secuestra niños y, pera liberarlos, exige a sus progenitores no sólo un rescate, sino también que a su vez perpetren el secuestro de otro niño o niña, convirtiéndose así en un nuevo eslabón de La Cadena, en víctimas y victimarios al mismo tiempo (las ventajas para quien controla el proceso son evidentes: además de asegurarse la discrección e incluso complicidad de sus víctimas, el "externalizar" la acción criminal, les permite no mancharse las manos, por decirlo así). Esto es lo que le ocurre a Rachel Klein, una mujer convaleciente de un cáncer que vive en la costa de Massachussets -en principio, parece que la Cadena actúa sólo en Nueva Inglaterra-, cuando alguien secuestra asu hija Kylie. De un día para otro -de una hora para otra, en realidad-, Rachel debe aasumir el secuestro de su hija, buscar el dinero del rescate , planear todo el operativo para convertirse a su vez en secuestradora de niños y llevarlo a cabo con éxito, pasando a formar parte de esa cadena infernal y sin permitirse apenas un respiro para dilucidar cuestiones morales o éticas (irónicamente, o no, Rachel es profesora de Filosofía). 

Toda la primera parte del libro se desarrolla, como ya digo, a un ritmo desenfrenado, lo cual, unido al estilo sobrio y eficiente -no confundir con la autolimitación típica de los best-sellers- que le confiere su autor, el norirlandés Adrian McKinty, le hace en algún momento semejarse más a una novela negra hardboiled que a un digestivo thriller de librería de aeropuerto. (no es de extrañar, empero, puesto que las anteriores novelas de McKinty son policiacas, ambientadas en su tierra natal durante los duros años 80). La primera parte resulta, pues, emocionante y hasta adictiva; es en especial fascinante asisitir a la transformación de las víctimas, los "buenos", en "malos", pero sin dejar de lado su humanidad como víctimas, que es lo que siguen siendo... Muy instructivo. Ahora bien, la segunda parte de la novela se desarrolla de una forma más previsible, incluyendo algún plot twist de rigor, pero que se ve venir más de lejos que un runner el primer día de la Fase 0... Quizá lo más interesante de esta segunda parte es lo que se incide, aún más, sobre nuestra vulnerabilidad en esta era digital, algo que además facilitamos nosotros mismos con toda la información, en teoría privada, que compartimos a través de las redes sociales.

No es la única reflexión que hace o nos incita a hacer esta novela. La más obvia, inevitable para quien tenga hijos, aunque no sólo, es pensar hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para proteger a nuestros seres queridos... ¿Cuántos de nuestros principios estamos dispuestos a transgreder? Y no hace falta ponernos truculentos con secuestros y asesinatos; acordaos (glups) de todos esos cumpleaños infantiles a los que habéis asistido y celebrado, pese a haber jurado no hacerlo; todos esos padres y madres con los que habéis socializado en el parque o la piscina, mientras os devanábais los sesos para encontrar algo de lo que hablar con ellos; las visitas a la parentela de vuestra pareja, las bodas y comuniones que no tuvísteis valor de rehusar, las ceremonias de graduación, los eventos "sugeridos" en vuestro trabajo, aquella vez que le pedísteis a un conocido metido en política que les buscara algún puestecillo a ese primo un poco memo. Cuando tu primo y tu amigo se montan un chiringuito a costa del erario público y comentas: "tú también lo harías"... Cada concesión, cada favor que pides o que haces, cada mínima rendición para no perjudicar a quien quieres perpetúa la cadena que conforma y sujeta un sistema social y económico que tal vez no nos guste (también habrá quien esté encantado, claro), pero del que no conseguimos huir. Rachel, al menos, pudo desfogarse un rato convirtiéndose en una auténtica badass, caramba... A nosotros no nos queda ni eso. Feliz desescalada.

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