viernes, 25 de agosto de 2017

Thomas Pynchon: Vicio propio

Idioma original: inglés
Título original: Inherent Vice
Año de publicación: 2009
Traducción: Vicente Campos González
Valoración: se deja leer

Con pies de plomo. Así es como he de andarme con Pynchon. Que lo sencillo hubiera sido una relectura de La subasta del lote 49, sugerida, condicionada, guiada por las amables críticas que la contrarrestaron. Una cosa muy correcta, del estilo, gracias mil, lectores, vuestra clarividencia me ha abierto los ojos, vuestros comentarios han conducido mis pasos hacia una nueva dimensión de la lectura, han sido como el interruptor que ha dado con la luz perfecta que lo ha aclarado todo. Me retracto en ciertas cosas, me corroboro en otras, pero gracias. Quizás a continuación hubiera hecho lo mismo con El Anticristo. Qué panorama más idílico: yo contento por haber saciado mis puntuales ganas de ensañamiento, el lector interactuando en defensa del objeto de mi saña. Oh. Todos acabaríamos virtualmente cogidos de la mano.
¡Pero! ¿Para qué? Ya seremos buenos otro día, o quizás otro lustro. Aquí se trata de descubrir nuevas lecturas cada día: con contadas excepciones, reseñamos dos veces el mismo libro porque nos equivocamos (buscad, buscad) y a veces hemos hecho eso de la contra-reseña, que obviamente no voy a hacerme yo contra mí mismo. Voy a darles yo carnaza a los que me acusan de bipolar.
Vicio propio es la penúltima novela de Pynchon, de hecho la penúltima publicada en español y se sitúa en unas cómodas 422 paginicas que no son ni las (aparentemente) fáciles de la subasta ni las milipico casi inalcanzables del arcoíris. No subestiméis, por eso, 422 páginas de Pynchon. Sobre todo, como los Gremlins, pasada la medianoche, cuando el silencio arrulla y el sueño acecha. Vicio propio, leo en Wikipedia, pasó a la gran pantalla (interpretada por Joaquin Phoenix, dirigida por Paul Thomas Anderson), lo cual, a algunos días de empezar a leerla, me hace especular con la posibilidad de una trama y un desarrollo hacia algún sitio. Algún sitio en este planeta, o al menos en esta galaxia.
Alto: he dicho especular. A ver si alguien va a pensar que Pynchon en modo asequible es Ken Follett. Al principio, de hecho, parece James Ellroy, o Lehane, o Elmore James. Sí, la contraportada habla de novela negra y en cuanto situamos en escena investigadores, magnates del tema inmobiliario, matones y todo esa parafernalia, es fácil pensar que la cosa va a pisar terreno firme. Aunque sea la California de la era hippy y muchos de los protagonistas parezcan actuar en medio de ciertos efluvios o bajo cierta influencia. Aunque esa influencia parece ser también la que marca el tono de la trama hasta un punto algo desconcertante. El arranque, con Doc Sportello como detective o investigador contratado por Shasta, ex amante ahora emparejada con Mickey Wolfmann, empresario de éxito, desaparecido, se sospecha, por algún motivo relacionado con su mujer y el amante de ésta, es un arranque prometedor ya que amaga con ser concreto. Pero pronto esta concreción se pone en duda. Surgen los personajes de distintos pelajes y surgen los hechos confusos. Parece que la bruma de humo de canuto se sitúa entre libro y lector y la cuestión empieza a volverse fractal. Sportello empieza a investigar, a visitar gente de los círculos de empresario y, cosa de esperar, el desfile de personajes empieza a producirse, asistiendo a una más que variopinta muestra de todos los estereotipos de la época hippy en California, que es como decir en pleno centro del fenómeno a escala global. Vietnam, el FBI, organizaciones de extrañas siglas, gente de extraños nombres, policías, Las Vegas, músicos de la era psicodélica, fulanillas, la generación del amor, encuentros sexuales muy de soslayo, drogadictos en distintos estados de intoxicación y desintoxicaxión, menciones varias al caso Manson como punto de inflexión de esa especie de nube-letárgica-en-la-que-total-no-hacemos-daño-a-nadie-más-que-a-nosotros-mismos.
En fin: el terrible lastre de Vicio propio es querer combinar una trama más propia, lo dicho, de Ellroy o de Chandler, con los erráticos hábitos narrativos de Pynchon. Seguro que no hay un solo párrafo que no pueda extraerse como ejemplo de la meticulosidad del hermético escritor, pero a la vez el lector confía en que todos esos rastros más o menos mundanos acaben llevando a un lugar seguro y concreto, como si por un momento nos olvidáramos de que quien firma esta novela no es precisamente alguien que vaya a ponerlo fácil. Y no. De hecho, como poniendo a prueba nuestra paciencia (en mi caso, con 60 últimas páginas casi interminables), a tres páginas del final aún surgen esporádicamente nuevos personajes.

Y no es lo peor. Lo peor es que, obsesionado como estoy por hallar la clave secreta, el código máquina de su obra (la de DeLilllo me costó cuatro intentos, hasta encontrar "Ruido de fondo") mi próximo intento con Pynchon, carne más que segura de una futura TochoWeek, van a ser las 954 arredradoras páginas de la edición de bolsillo de "Mason y Dixon".

13 comentarios:

Gabriel Diz dijo...

Francesc,

Si la lectura de un escritor te demanda tanto esfuerzo, por qué razón volver a leerlo? Si la experiencia de su lectura no es placentera para qué volver a intentarlo? Creo que a veces hay que aceptar que algunos escritores no escriben de una manera que nos atrae o interesa: a mi me ha pasado con Pynchon y con DeLillo (aunque creo que este pierde mucho de su magia en la traducción al español).

Saludos

Javier Ventura dijo...

Estoy de acuerdo contigo Gabriel. Sin embargo, existe algún tipo fuerza que me empuja a seguir leyendo a estos autores, aunque los resultados a veces sean nefastos. De Pynchon sólo he leído "Contraluz", y tiene partes tan geniales y disfrutables, que te hace olvidar lo infumable que resultaron otras, hasta el punto que llevo un tiempo valorando qué otra obra suya leer. Cierto es que aún no me he decidido. Delillo sin embargo, creo que puedes encontrarte novelas muy variables en accesibilidad y calidad: "Ruido de fondo" y "Submundo" son perfectas. Luego he leído otras muchas que no me han dicho nada; la última que leí, "La estrella de Ratner", creo que no encuentro un calificativo adecuado para valorarla: infumable es poco.

Lupita dijo...

Supongo que este tipo de pruebas mentales son para ejercitar la paciencia o entrenar el cerebro en aquello que no nos gusta. A mí la última vez que me sucedió fue leyendo Pequeño teatro, de Ana María Matute. Precioso, muy bien escrito, poético, simbólico...mmmm...y aburrido hasta el hastío

Koldo CF dijo...

Ay, Pynchon, Pynchon. Después de leer este verano "Al límite", la sensación fue muy parecida a la tuya. Eso sí, volveré a Pynchon en un tiempo, aunque la impresión de cierta sobrevaloración merodea por aquí.

Abrazo

El Puma dijo...

Me gustó mucho la reseña. Describes de manera ajustada lo que me sucedió al leer Vicio Propio, unos tres años atrás. Sin embargo, la sensación que me embargó al concluir su lectura fue de bienestar y satisfacción. Sí, es muy loco todo. Sí, seguramente Pynchon estaba fumado o con sobredosis de ácido al escribirlo. Pero, joder, cómo lo disfruté!

Como frutilla del postre, cuando pasé unas vacaciones en Hermosa Beach (que según los expertos, sería la Gordita Beach donde transcurre la novela) pude apreciar aún más la atmósfera descripta.

La película está bien. El protagonista es creíble, la época está bien recreada y Shasta es mucho más bonita de lo que había imaginado.

Al límite, la última novela de Pynchon, es a mi criterio superior. Y habiendo leído de De Lillo solo Jugadores, no he podido sacarlo de la categoría infumable.

Il Gatopando dijo...

Coincido en líneas generales con la impresión que sobre Vicio propio da el reseñista. Adjunto un enlace al breve comentario que me suscitó su lectura: http://queraroestodo.blogspot.com.es/2011/06/inherent-vice.html

Lo que no acabo de entender es la equiparación que se hace de Pynchon y DeLillo. Me parecen escritores muy distintos en la forma y en el fondo y DeLillo no me requiere en absoluto la paciencia que sí me exige Pynchon.

Javier Ventura dijo...

No creo que se trate tanto de equiparar a Pynchon y DeLillo, como más bien situarlos juntos en el lugar que comparten: autores estadounidenses contemporáneos, posmodernistas, y generalmente considerados entre los 3-4 más importantes de su generación.
En cualquier caso Gatopando, si quieres poner a prueba tu paciencia con DeLillo, no dejes de probar a leer "La estrella de Ratner" como ya he comentado antes.

Francesc Bon dijo...

Gracias por los comentarios. Veo que Pynchon sigue siendo un seguro a la hora de convocar opiniones de algunos de nuestros clásicos comentaristas.
Pues repito con Pynchon por empecinamiento o tozudez o cabezonería y porque no creo que leer sus libros sea un desperdicio de tiempo en modo alguno. Algo digno de análisis, porque si bien coincido en que sea absurdo "leer para sufrir" sí que, aborrezco la falsa modestia, un blog de literatura debe cubrir autores como él, sin que diga que haya una política de cuotas, Pynchon como Gaddis o Barth son desafíos que acepto (aceptamos) gustoso (s).
Respecto a DeLillo mi mención es por una mera asociación personal: intentarlo a menudo me ratifica en ciertas consideraciones. Aunque el compañero Koldo ha dicho la palabra "tabú" sobrevaloración. Te la has jugado ahí, amigo.

Ariel dijo...

Me costó esfuerzo terminar La subasta del lote 49, una sensación permanente de no ir a ningún sitio y, lo que es peor, de no estar disfrutando nada del viaje (reflexión tan hippie como cierta).

Por este motivo dudo mucho que vuelva a reincidir en el amigo Pynchon, por mucha fama y bombo que tenga. No solo eso, si alguien quiere La subasta, lo regalo.

Saludos

Cities: Moving dijo...

Mi segunda experiencia con Pynchon fue Vicio propio y desde luego preferiría habérmela ahorrado. Al menos este post me ha recordado que tengo que buscarle un hueco a El arcoiris de gravedad más pronto que tarde.

Pepe Pótamos dijo...

Empecé a leer "Vicio Propio" porque la recomendó John Connolly afirmando que era fácil de leer y se podía considerar novela negra. Empieza muy bien y está claro que Pynchon escribe de maravilla, pero a mitad del libro sentí lo que tú comentas en la reseña, que empezaba a "perder pie" con el argumento y la historia empezaba a ahogarme (hago este símil porque acabo de llegar de la playa :-). Ya estoy un poco mayor para esfuerzos y la dejé, veo por lo que comentas que efectivamente la cosa va a peor.
Con DeLillo la cosa fue bastante peor: mi única intentona fue "Cosmopolis". No sé donde leí que escribir diálogos era lo más difícil para un escritor, conseguir el tono de dos personas hablando sin que haya un guión detrás. Los diálogos de Cosmopolis me parecieron tan ridículos que lo dejé sin ningún remordimiento nada más empezarlo.
Este es mi primer comentario en vuestro blog, lo he descubierto hace poco y quería felicitaros por él, y empiezo con dos autores que no he conseguido terminar. Espero mejorar :-)
Un saludo y muchas gracias por el blog, me quedó por aquí leyéndoos.

Francesc Bon dijo...

Gracias, again. Respecto a DeLillo recordar que reseñé Cosmópolis y le atizé lo suyo, pero con Ruido de fondo se redimió. Y muchas gracias por los comentarios, a todos, recién llegados y habituales.

Ricardo Zamorano dijo...

Bueno. "Vicio propio" es lo primero que estoy leyendo de Pynchon, autor al cual siempre me resistí por su condición de "culto" o de "trascendental".
Lo primero que sentí durante la lectura fue que estaba ante algo que no pasa desapercibido. Seas un lector experimentado o no, el encuentro con la prosa de Pynchon no puede pasar desapercibido.
Lo segundo que sentí fue que intentar realizar una lectura que barra por completo la prosa de Pynchon sería una labor tan ardua que, al menos en esta primera experiencia, no quiero realizar. Decidí que aquellas pequeñas incongruencias o caminos sin salida que detectase las entendería como información, por decirlo de alguna manera, "accesoria". No es una decisión que me haya agradado mucho tomar, pero quise depurar lo máximo posible la experiencia de lectura, para intentar evaluar de forma "efectivista" que tan funcional y precisa siento el desarrollar del engranaje narrativo.
Lo tercero que sentí fue que pocas veces me había topado frente a personajes tan "vivos". La forma en la cual presenta a los personajes, los caracteriza y los echa a rodar a lo largo del argumento me hizo acordar un poco a Kennedy Toole. A lo largo de las trescientas y pico de páginas que he recorrido hasta ahora, me pareció una victoria incuestionable de la experiencia de lectura.
Hasta ahora no tengo más para decir; solo que , por casualidad, encontré hoy mismo "La subasta del lote 49 " a tan buen precio, que decidí comprarla, y es por la búsqueda de una crítica a esta última obra que he llegado al blog.