jueves, 3 de septiembre de 2015

Roalh Dahl: Charlie y la fábrica de chocolate

Idioma original: inglés
Título original: Charlie and the Chocolate Factory
Año de publicación: 1964
Traducción:Verónica Head
Valoración: recomendable para niños y grandes

Quien se haya detenido a mirar las etiquetas de esta reseña, antes de pasar a leerla, se habrá dado cuenta de que una de las que he colocado es la de "terror". Sí, terror... ¿En una historia para niños? Bueno, no es algo tan descabellado; quien haya leído los cuentos originales recopilados y redactados por los hermanos Grimm, por ejemplo, se habrá dado cuenta de que el componente terrorífico está más que presente, para solaz de los pequeños y no digamos de sus mayores, a pesar de lo que ha hecho la industria Disney -y derivados- para edulcorar las historias. Y aun así, nunca lo han conseguido del todo... (por no hablar de productos más recientes que tratan de aprovechar la fascinación infantil por aquello que les produce sus más acedrados miedos como son las muñecas Monster High...).

Pero no, lo que me trae a la cabeza la palabra "terror" cuando pienso en la historia de Charlie y la fábrica de chocolate es, sobre todo, el miedo que me inspiraba la versión cinematográfica. No me refiero a la más reciente, dirigida por Tim Burton y protagonizada por Johnny Depp. Esa es un caramelito, créanme. La que causaba terror en mi impresionable mente infantil era la de los años 70, con Gene Wilder en el papel de Willy Wonka, que vi de pequeño en aquella tele que teníamos en blanco en negro (no sé si la película también lo es o tiene color). ¿Y por qué me causaba ese miedo? Pues quizás fueran las imágenes del niño ahogándose en el río de chocolate o aquellos inquietantes hombrecillos que trabajaban en la fábrica... no sé, pero el caso es que siempre he asociado esa película y por extensión el libro en el que está basada y el nombre de su autor, con la sensación de miedo, por no decir pavor.

También es verdad que el autor, el británico Roald Dahl, tenía fama de darle a sus relatos y novelas un toque cruel, muchas veces teñido de fina ironía que hace que sea, precisamente, muy apreciado por ello. En todo caso, ni siquiera en sus historias para niños nos ahorra la muestra de aspectos desagradables o injustos de la vida: en este libro, para empezar, el protagonista, Charlie Bucket, es un tierno infante que vive en unas condiciones terribles, casi "dickensianas", pasando hambre en una casa que se cae a pedazos junto a una familia paupérrima -aunque sorprendentemente resistente-: padre, madre y cuatro abuelitos postrados en la cama de forma permanente. Ni tele, ni videoconsola , ni siquiera un perrito al que poder darle patadas para desquitarse, de vez en cuando... y aun así, Charlie, en vez de convertirse en un delincuente en ciernes, como haría cualquiera de nosotros, es más bueno que las pesetas, un verdadero encanto, el mejor hijo y nieto que se pudiera tener...

Pese a todos los sinsabores que la vida le ha reservado, Charlie recibe un día su recompensa en forma de billete dorado que aparece en una chocolatina Wonka, y que es el pasaporte necesario para visitar la fábrica de chocolate del enigmático Willy Wonka, situada casualmente allí mismo, en su ciudad, a pocos metros de su casa, pero en la que ni él ni nadie ha entrado nunca. No es el único niño afortunado, sin embargo: otros cuatro billetes dorados acaban en manos de sendos niños, que, por constraste con nustro Charlie, parecen ser el compendio de todos los defectos que el señor Dahl veía en la infancia de su momento: avariciosos, malcriados, caprichosos, glotones, maleducados... (No me resisto a dar sus nombres, que no tienen desperdicio: Augustus Gloop, Violet Beauregarde, Veruca Salt y Mike Tevé). No es la visita a la misteriosa y maravillosa fábrica de chocolate la única recompensa, el señor Wonka también promete un premio muy especial para uno solo de ellos... aunque, quién sabe,  puede que a más de uno también le aguarden ciertos castigos acordes con sus faltas...

Y hasta aquí puedo contar, bajo pena de ser calificado como "destripador de libros" (de todas formas, sospecho que la historia es ya harto conocida). Solo decir que Dahl no ahorró imaginación a la hora de concebir las desventuras que les aguardan a los pobres (?) infantes... Vaya, parece que sí tenía cierta tendencia a la crueldad, la escritura del buen hombre...

O puede que no. La verdad es que en el fondo, el señor Dahl resulta ser un poco "primavera". Lo que intenta con este libro, por otra parte ameno y divertido, es ofrecer una fábula moralizante, para los niños, de una  ingenuidad y conservadurismo conmovedores (también es verdad que una versión alternativa, aunque más plausible, hubiese tenido más difícil su publicación): "Niños, sed buenecitos y portaos bien con vuestros mayores, o si no, recibiréis antes o después vuestro castigo... ¿No es así?". Pues no: a los buenos Charlie Buckets de este mundo les espera, en el mejor de los casos, recibir un número más o menos limitado de palos y humillaciones, tener acceso -difícil- a un trabajo precario, pagar una hipoteca incluso después de que el banco les haya embargado la casa y agachar la cabeza sin protestar demasiado o les caerá una buena multa por aplicación de alguna ley que haya sacado el gobierno de turno. Mientras que los niños maleducados, avariciosos, mandones y bordes tienen todas las papeletas para que todo les vaya de perlas y, cuando crezcan, convertirse en ministros, banqueros, estafadores de altos vuelos o directores del FMI (incluso una cosa detrás de la otra, que me han dicho que se puede...), al tiempo que les fastidian bien la vida -por no decir otra cosa- a los Charlies que se les pongan por delante. O por debajo...

¿Ven cómo sí que esta historia da mucho miedo?

13 comentarios:

Oriol dijo...

Yo tenía pensado hacer una reseña sobre Coraline, de Neil Gaiman. La verdad es que soy partidario de que ciertos libros de niños se puedan disfrutar por adultos (o por jóvenes ya creciditos, como un servidor). De hecho, creo que habría que reivindicarlos, y por eso pretendo hablar a la gente de esa novela, en un intento de proselitismo. En Coraline también se aprecia el elemento del terror (aunque muy marcado, ya que es el género al que pertenece), y eso no quita que vaya dirigida a los pequeños.
PD: Buena reseña.

Juan G.B dijo...

Hola, Oriol:
Ante todo, gracias por tu amable comentario. Lo cierto es que este blog se llama "Un Ñibro Al Día", sin especificar que clase o género de librod y aunque últimamente no han sparecido muchas reseñas de libros para niños, desde luego ésra no es la primera y no será la última, espero...
Un saludo y gracias de nuevo.

Juan G.B dijo...

"Un LIBRO...", claro (maldito miniteclado del móvil...)

Oriol dijo...

Gracias a vosotros, por entretenerme cada mediodía y permitirme publicar de tanto en tanto alguna cosilla.
De este blog conocía un apartado o sección sobre libros de la infancia de los reseñistas, y siempre es interesante poder apreciar el enorme espectro literario que abarcáis.

Anónimo dijo...

Este libro es precioso y como adulto se puede disfrutar igualmente. Roalh Dahl es magnífico.

Anónimo dijo...

Bienvenido sr DALH a ULAD.
DAHL atrapa a niños y adultos. Sus historias nos sorprenden siempre: The Witches, Matilda, p.e.
Ya me gustaría visitr The Chocolate Factory junto a Charlie.

Daros una vuelta por www.roalddahl.com

Imma

Juan G.B dijo...

Hola, anónimo e Imma:
Gracias a ambos por vuestros comentarios. Tenéis mucha razón.
Un saludo.

Juan G.B dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Coincido con la visión del autor de la reseña. A mí "Las Brujas" me encantaba y aterrorizaba a la vez. Justo lo que hace que un libro resulte fascinante a los ojos de un niño.

Juan G. B. dijo...

Hola, anónimo:
Bueno, a mí me daba miedo, sobre todo, la película ( y me consta que no soy el único al que le pasaba), pero es verdad que desde entonces el nombre de Roald Dahl crea en mí cierta inquietud. "Las brujas" no lo he leído, pero quizá lo haga.
Un saludo y gracias por tu comentario.

Enrique Hormigos dijo...

Y ni una palabra sobre las estupendas ilustraciones de Quentin Blake, colega e ilustrador habitual de Raúl... Subi-dubi-dú...

Enrique Hormigos dijo...

Perdón, de Dahl.

Puñetero teclado auto-tocapelotas :)

Juan G. B. dijo...

Hola, Enrique:
Sí tienes razón en que no lo he mencionado, así que te agradezco que tú lo hagas. En mi descargo he de decir que aunque sé que era el ilustrador habitual de Dahl, su estilo no me agrada demasiado... aunque, por supuesto, a cada cual lo suyo.
Un saludo y gracias por tu aportación.