martes, 22 de julio de 2014

Alejandro Cao de Benós: Alma roja, sangre azul

Idioma original: español
Año de publicación: 2013
Valoración: algún punto intermedio entre lo hilarantemente enternecedor y lo delirantemente alucinado

Por exagerados y estrambóticos que sean los acontecimientos que se describen respecto a Corea del Norte, uno tiende a pensar que cuando el río suena, agua lleva. Reconociendo que sí, la insaciable hambre del capitalismo y el imperialismo económico necesita mercados, necesita proclamación de que lo que no está en su ámbito de dominio es diabólico, o casi.
Entonces quedarse fascinado por la figura de Alejandro Cao de Benós, único extranjero nombrado representante especial de este país, es algo inevitable. Ya veremos si es una fascinación por horror o por curiosidad o por admiración. Ya veremos si lo que el autor nos explique será lo mismo que defiende impertérrito en los debates televisivos en que interviene, o nos aporta algún sentido de la crítica.
¿Hablará de si se aplica la pena de muerte en ese misterioso país? ¿Hablará de por qué los norcoreanos no pueden desplazarse libremente por el mundo para explicar sin cortapisas cómo es la vida allí? ¿Considerará, si lee mi reseña, que soy otro peón al servicio del imperialismo yanki, por hacerle estas preguntas usando Blogger, Windows y Google Chrome?
Para empezar, el tramo inicial del libro es muy insistente en la cuestión de los orígenes aristocráticos del autor: con unos apellidos a los que se van añadiendo des. A ver: si somos tan de izquierdas, todo eso habría que irlo desterrando, por irrelevante ¿Por qué, entonces, eso de sangre azul en el título? ¿No será que forma parte del personaje alardear de lo muy osado que es por ser comunista en un entorno en el que le hubiera sido más fácil ser un cómodo señor de derechas? Uy. Mal empezamos. Aunque igual lo contrario, aquello de renunciar a las comodidades de este infierno occidental, renegar de sus orígenes, hubiera quedado peor. Pero en fin: vayamos a lo nuestro. Porque esto es un libro. Que su editorial me ha cedido muy amablemente, lo que agradezco. Y sobre el que debo pronunciarme en varios sentidos.
Leerse: claro que se lee y rapidito y bien. Interesante, a veces. Estilo sin florituras, algo inflamado, aunque, oiga, sesgado por cierto sentido de la contención y cierto sentido del recato que, oiga, no sé si hace falta. Sí, las drogas son malas y la prostitución es mala. Pero ya llevamos un largo trecho en esto de la humanidad y ambas cosas nos han acompañado. Ojo. Sin pronunciarme, están ahí, y negar que estén en la sociedad norcoreana porque sus gobernantes han establecido un sistema que, zas, las repele, y los neutraliza. Buf. Muy osado. Y comprendo que Cao de Benós ignore por activa y por pasiva todos los rumores profusamente extendidos sobre el país. Que si disidentes ejecutados, que si ex-novias ajusticiadas, que si líderes que pasan toda la vida sin defecar. Uy! perdón por la ordinariez. Pasa por encima de todo eso, lo cual no deja de ser una oportunidad desperdiciada. En fin.
Contenido:  pues eso, que Cao de Benós cae postrado, desde adolescente, a los pies de un régimen tan hermético como el de Corea del Norte. Tanto, que soporta con estoicismo las diatribas de los debates televisivos más ultras, encaja con elegancia la ironía de Mikimoto en el programa de TV3 (en catalán) Afers exteriors o las punzantes pullas del Twitter de @norcoreano. Tanto, que no pone en duda ni por un momento ninguno de los postulados que pregona, por idílicos que parezcan. Yo, qué queréis que os diga, eso de llevar chapas con la efigie de un político. Oiga, yo llevé chapas de los Clash y de New Order. Pero ¿de un político, de un régimen personalista y paternalista, de un poder que se hereda? ¿Y no se habla de colectivos por encima de individuos?
Vamos.
Lo cual no quiere decir que no haya cierto sentido en tanta ceguera: no sé si tanto como para llenar casi 200 páginas de escritura tensa y a la defensiva. Que es lo que pasa.
Decepción, entonces, de que este libro no ahonde y se quede en una especie de ejercicio autobombográfico donde cabe desde otorgarse facultades precognitivas, triunfos profesionales sin límite cercenados voluntariamente en función de la coherencia personal, y pequeños, controlados e insignificantes conatos de auto-crítica. Tras cerrar el libro, lo que uno piense de Cao de Benós variará mucho de nuestra actitud: desde infumable pergeñador de paparruchas hasta ingenuo fanático cegado por la adulación. Si hubiera profundizado, si hubiera otorgado a su contenido un tono más objetivo, si no hubiera empleado tanta mayúscula tras la palabra líder. Si hubiera, simplemente, reconocido que en este, insisto, nuestro infierno occidental, podemos salir a la calle libremente y solitos (y mordernos los puños por no poder comprar todo lo que hay en los escaparates) y no necesitamos que una habitación de hotel esté llena de micrófonos. Si hubiera hablado claro de lo que significa eso de la mano dura. Si en algunos párrafos no pareciera un ardoroso vengador justiciero o el chivato de la clase. Si recordara haber leído la palabra libertad, o la palabra cultura, en vez de la que sí he leído: negocio. Si hubiera reconocido que yo puedo escribir esto y cualquiera en el mundo puede leerlo, pero ni una cosa ni la otra es posible en Corea del Norte.
Vamos, hombre.

7 comentarios:

Felipe dijo...

Me ha encantado esta reseña. Eso sí, me he quedado con las mismas ganas que tenía de leer este libro. Es decir, cero absoluto.

J. Sánchez dijo...

Me parece una idea genial traer a este espacio libros que puedan encajar más o menos con nuestros ideales políticos.
Creo que hay algo innegable: un artículo en Corea del Norte, este simple artículo, que tampoco es megadestructivo, ´resulta impensable.
Dices algo interesante y qeu siempre me he preguntado: por qué no dejar salir a los ciudadanos por el mundo a dar la buena nueva, al estilo de los apóstoles de Jesús, si tan y tan buena es la filsofía Junche.
En fin, todo son preguntas, como diría JJ Millás.

Francesc Bon dijo...

Bueno, Felipe, el libro da para lo que da. No sé si el autor preveía que ciertos pasajes arrastran a la hilaridad, pero se puede leer en el mismo plan que se ve uno de esos programas tan en boga, estilo "Callejeros". Luego ya la reflexión que se le dé es otra cosa.

Francesc Bon dijo...

Pues a J. Sánchez le diría que no acudí a esta lectura con motivaciones políticas. Detesto los totalitarismos y ello incluye hasta a los de los mercados o los impuestos por la ostentación de aplastantes mayorías absolutas. Y me incomoda algo que por coincidencia esta reseña aparece en estas fechas en que es tan fácil mencionar a Corea del Norte a la hora de descalificar ciertas opciones políticas. Pero lo peor es la sensación al leerlo de que todo es demasiado bonito para ser cierto.

Anónimo dijo...

A este facharrojo norcoreano le gusta mucho PODEMOS, la marca blanca de CORRUPSE, que lleva 32 años de socialcorrupción en Andalucia y los andaluces somos los españoles con peor sanidad y peor educacion de todo el estado. En fin, los pijos facharrojos está de moda...

Francesc Bon dijo...

Cao de Benó, simpatizante de Podemos??

Mmmm.

Leéte este

tweet y juzga.

Barbas dijo...

Es un libro sin más, para pasar el rato. La figura de este señor a todos nos llama la atención para lo bueno y para lo malo y gracias a este libro le podemos conocer un poco más que en las entrevistas en las que aparece enfadado defendiéndose de mil acusaciones; Creo que se dice en el libro que la RPDK (tócate las narices, yo bautizo a mi país como me dá la gana, debieron pensar..)ni es un paraiso socialista como nos describe Alejandro ni es un infierno como nos suele contar la prensa. Más allá de sus datos biográficos que poco me han interesado(Tarragona,linaje, La Zubia, mili, Huesca, Barcelona,informático y poco más) si le veo cierto interés a saber cómo un occidental es capaz de comprender aquella realidad tan lejana para nosotros y explicarnos los entresijos de una cultura tan distinta. Recomiendo que quien lea esta autobiografía también se vea "The Propaganda game" un documental en donde Alejandro es la estrella invitada y así dar una visión más global al asunto.