Año de publicación: 1990
Valoración: muy recomendable
Ya nos vale: esta es la primera reseña que publicamos de Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura en 1990 y, curiosamente, ni siquiera va a ser de su obra poética (sin duda, su vertiente creativa más representativa, a pesar de que su obra ensayística sea incluso más vasta que la primera).
Traducción: literatura y literalidad es un ensayo sobre la traducción de poesía no solo sagaz e intuitivo, sino también, a mi modo de ver, rompedor en muchos aspectos. Paz se atreve a desmontar algunos de los mitos y tabúes que planean sobre la traducción de poesía, pero sus afirmaciones no son osadas: están bien argumentadas, son convincentes y surgen de su propia experiencia como poeta-traductor. De hecho, en la segunda parte Octavio Paz nos presenta sus propias traducciones de poemas de Donne, Mallarmé, Apollinaire y cummings para ilustrar sus aseveraciones anteriores.
Como digo, en Traducción: literatura y literalidad encontramos declaraciones lapidarias. Siempre se ha dicho que solo los poetas pueden traducir poesía, ¿verdad? Desde luego, yo siempre lo había oído (y me revolvía internamente contra semejante afirmación). Y, por supuesto, el poeta-traductor tenía que ser de igual talla al poeta traducido. Pues bien, he aquí la opinión que Paz tiene a este respecto:
En teoría, sólo los poetas deberían traducir poesía; en la realidad, pocas veces los poetas son buenos traductores. No lo son porque casi siempre usan el poema ajeno como un punto de partida para escribir su poema. El buen traductor se mueve en una dirección contraria: su punto de llegada es un poema análogo, ya que no idéntico, al poema original. No se aparta del poema sino para seguirlo más de cerca (…). La razón de la incapacidad de muchos poetas para traducir poesía no es de orden puramente psicológico, aunque la egolatría tenga su parte, sino funcional: la traducción poética, según me propongo mostrar en seguida, es una operación análoga a la creación poética, solo que se despliega en sentido inverso (sic).
Efectivamente, Paz concibe la traducción de poesía como un acto de creación y no de mímesis. El traductor no parte del "lenguaje en movimiento, materia prima del poeta", sino del lenguaje que el poeta ha fijado en el poema. La traducción de poesía no busca, o no debería buscar, reproducir "lo mismo", sino, como expresó Paul Valéry, "reproducir con medios distintos efectos análogos".
Para mí, como traductora profana en la materia de la traducción de poesía, este ensayo ha resultado esclarecedor. Pero es muy recomendable para todo aquel que, después de leer esta reseña —tenga o no interés en la traducción— vea tambalearse los pilares de sus concepciones respecto de esta actividad que no nos es ajena a nadie.
Al fin y al cabo, seamos o no conscientes de ello normalmente, como apuntaba en una anterior reseña-reflexión sobre la traducción, todos somos lectores de traducciones.
También de Octavio Paz en UnLibroAlDía: El laberinto de la soledad
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