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miércoles, 23 de enero de 2019

Margaret Atwood: Alias Grace

Idioma original: inglés
Título original: Alias Grace
Año de publicación: 1996
Traducción: María Antonia Menini Pagès
Valoración: Muy (muy) recomendable

Aunque el nombre de Margaret Atwood aparece cada año en las quinielas para el Nobel de Literatura, su popularidad entre el gran público ha llegado gracias a la serie El cuento de la criada, basada en su novela con el mismo título. Para los que partan de esa referencia, hay que aclarar que aunque la protagonista de Alias Grace también es una criada, no estamos en un futuro distópico, si no ante una novela basada en hechos reales, una especie de biografía novelada de adaptación libre.

Resumen resumido: Canadá, 1850. Grace Marks está a punto de cumplir veinticuatro años y lleva recluida desde los dieciséis (primero en un psiquiátrico y luego en prisión) acusada de la muerte del dueño y del ama de llaves de la casa en la que servía. Grace se ha librado de la horca porque su versión contiene demasiadas lagunas. Simon Jordan, un joven e idealista psiquiatra, le hará una serie de entrevistas con el objetivo inicial de progresar en sus investigaciones sobre el subconsciente; cuando la conozca, también tratará de demostrar su inocencia.

El caso de Grace Marks fue todo un acontecimiento que sacudió la opinión pública del momento. La juventud y la cándida belleza de Grace, combinados con el horror del crimen que se le atribuía, la convirtieron en un personaje que despertaba un enorme interés cosechando hordas tanto de defensores como detractores. Margaret Atwood elabora a través de esta historia una denuncia velada del papel de la mujer en la sociedad y del amarillismo imperante. Para ello incluye cartas y artículos que se escribieron en aquel momento y que ilustran muy bien el ambiente creado alrededor del caso.

La trama se desarrolla a través de dos narradores: uno en primera persona con la voz de la propia Grace y otro en tercera persona focalizado en el doctor Jordan. A través de estas dos voces conoceremos los acontecimientos anteriores y posteriores al momento de las entrevistas: 
  • El pasado de la protagonista en su Irlanda natal y la terrible travesía oceánica con toda su familia para llegar a Canadá en busca de un futuro mejor; las andanzas de Grace en las diferentes casas en las que trabajará como criada, hasta llegar a la mansión del señor Kinnear y el ama de llaves Nancy Montgomery, víctimas del horrible crimen. 
  • Los acontecimientos posteriores a la aparición del doctor Jordan y la resolución del caso, transcurridos veintinueve años desde que se cometió el crimen.
Ambas voces narrativas resultan impecables, están impregnadas de una fina ironía y cumplen con el cometido de facilitar al lector toda la información posible. No obstante, también tensionan la posición del lector frente a la narración: la tercera persona que focaliza en Simon Jordan es una voz fiable que tiene la capacidad de desvelar la psique de los personajes. Pero la voz de Grace, aunque nos llega con autoridad y verosimilitud, tiene una serie de matices que nos hacen dudar continuamente de ella: autocontrol, frialdad y la omisión deliberada de algunas cuestiones importantes. En consecuencia, la fiabilidad de la voz del narrador en tercera persona consigue, por contraposición, el efecto buscado de que el lector no acabe de estar totalmente cómodo con la voz en primera persona de la protagonista que adquiere la condición de narrador no fiable.

Un rasgo característico de la novela y, en general, de la voz narrativa de Margaret Atwood es la ironía que impregna toda la narración, sutil pero punzante:
«Por regla general, Simon evita el tipo de fémina lánguida y mansamente turbada, a pesar de que los médicos suelen atraer a semejantes mujeres como imanes. Pese a ello, su patrona crea una atmósfera de severa y discreta elegancia —como la de una casa de reuniones cuáquera— que también tiene su encanto; un encanto que para él es de carácter puramente estético. No se hace el amor a un edificio religioso de orden menor.»
Otro rasgo característico en Alias Grace es el peso del subtexto que da lugar a una lectura rica y llena de matices por la que hay que dejarse llevar aunque no sea del todo comprensible en un primer momento. Tal como sucede con el primer párrafo de la novela: 
«En la grava crecen peonías. Brotan entre los sueltos guijarros grises, sus capullos otean el aire como si fueran ojos de caracoles, y después se hinchan y se abren hasta convertirse en unas flores grandes de color rojo oscuro, tan brillantes y relucientes como el raso. Finalmente estallan y caen al suelo»
La potencia sugestiva de las imágenes que emplea Atwood en estas primeras líneas resultan hipnóticas sin que sepamos muy bien por qué. La autora logra extender ese poder sugestivo a lo largo de toda la narración.

También es característico en esta novela el despliegue de simbología; una serie de elementos que aparecen reiteradamente a lo largo de toda la historia y que nos dan pistas sobre el modo en que Grace percibe el mundo. Uno de ellos son las flores —las peonías y las arañuelas, en particular— que simbolizan a las mujeres y su papel en la sociedad. Y otro de esos elementos son los quilt (edredones tradicionales cosidos a base de la adición de motivos). El quilt en Alias Grace es una metáfora potentísima que nos está advirtiendo sobre el proceso de creación del «relato» de la protagonista. A lo largo de la narración de Grace Marks el lector se pregunta si la verdad existe realmente o es una construcción subjetiva, un artefacto compuesto por una serie de cuadros bien cosidos entre sí como los de un quilt

Alias Grace es una novela larga, al estilo decimonónico. Es de esas obras que merecen una lectura reposada, por más que los enigmas de la trama nos empujen a leer en diagonal. La historia, una vez finalizada, persiste durante un tiempo en la cabeza del lector como una pastilla efervescente, invitando a la reflexión. Recomiendo, una vez superado ese estadio, releer al menos el primer capítulo. 

Por mencionar alguna flaqueza, aunque la lectura resulte adictiva, tiene algún momento hacia el segundo tercio de la trama en el que decae un poco. También cabe mencionar un personaje secundario masculino que resulta algo inverosímil, casi metido con calzador. No es una cuestión menor puesto que dicho personaje resulta clave para la resolución del caso de Grace Marks. No obstante, es una sensación subjetiva y no nombro al personaje para no entorpecer la libre percepción de los que se animen a leer la novela. 

Así que muy (muy) recomendable porque, además de todo lo expuesto, no hay tantas voces narrativas de nuestro tiempo que logren resonar con esa autoridad y que desarrollen historias de tan excelente factura ni con esa capacidad para sacudir conciencias. 

En cuanto al título, Alias Grace es un acierto porque participa de la ambigüedad que rige toda la historia. En algún momento se menciona que Grace, en su huida tras conocer (¿o perpetrar?) el crimen del que se le acusa, se registra en una posada bajo el alias de Mary Whitney. Sin embargo, nos pasamos la novela poniendo no sólo en duda la inocencia de Grace si no su propia identidad.

Acabo mencionando la miniserie de seis capítulos producida por Netflix que ha tenido muy buena acogida y que tengo pendiente. Sí he comprobado que recoge con gran acierto esos elementos simbólicos que mencionaba antes, como los quilt.


Otras obras de Margaret Atwood en ULAD: La semilla de la bruja, Orys y Crake, Érase una vez, Por último, el corazón, El cuento de la criada, Un día es un día, El asesino ciego, Nada se acabaEl asesino ciegoDoña OráculoAlias GraceLos testamentos, Posturas políticas

ACTUALIZACIÓN: Una vez visualizada la serie, aquí dejo mis conclusiones como obra audiovisual independiente y también en relación a la novela.

jueves, 13 de junio de 2013

Margaret Atwood: Oryx y Crake

Idioma original: inglés
Título original: Oryx and Crake
Año de publicación: 2003
Valoración: Recomendable

Ya hemos hablado aquí alguna vez del creciente interés que la ciencia ficción (o ficción especulativa, por usar un término más amplio) está despertando en autores consagrados en otros géneros: Nunca me abandones de Kazuo Ishiguro, La carretera de Cormac McCarthy, en España Lágrimas en la lluvia de Rosa Montero... Y también Margaret Atwood, que se integra en el subgénero post-apocalíptico con esta novela, Oryx y Crake, y sus secuelas (una publicada y otra en camino).

El inicio de la novela sitúa al lector en un escenario reconocible: un personaje conocido como "Hombre de las Nieves" recorre un mundo en ruinas, sucio, solitario y hambriento. Algo ha sucedido (todavía no sabemos qué) que ha provocado la práctica desaparición de la especie humana, sustituida por una nueva especie conocida como crakers, y ha reducido la civilización a ruinas y a polvo. Además, pronto descubrimos que en este mundo habitan criaturas híbridas, como los cerdones, los mofaches o los loberros (mis enhorabuenas al traductor, Juanjo Estrella, por su adaptación de estos y muchos otros neologismos que aparecen en la novela).

Luego, a través de flashbacks, asistimos a la vida del Hombre de las Nieves (nombre real: Jimmy) desde la adolescencia hasta la edad adulta, y su relación con su genial amigo Crake (nombre real: Glenn). Así, el lector se esfuerza por intentar adivinar cómo se ha podido pasar desde A -el mundo, ya decadente, en que vive y trabaja el joven Jimmy- a B -el mundo postapocalíptico en que vive Hombre de las Nieves. La respuesta solo se conocerá en los últimos capítulos, en que Hombre de las Nieves vuelve al lugar en el que se inició todo: el laboratorio conocido como Paraíso en un complejo científico-empresarial de bioingeniería. El nombre de Paraíso no es casual: muchos elementos en esta novela, como en Mecanoscrito del segundo origen de Pedrolo, tienen una clara filiación bíblica.

Margaret Atwood parece partir de un principio semejante al de John Brunner en El rebaño ciego (aunque Atwood es menos gráfica en sus descripciones): el desarrollismo científico, si no se equilibra con ecologismo y humanismo, nos va a llevar al desastre. De hecho, la sociedad que presenta Atwood inmediatamente antes de la catástrofe se caracteriza por la segregación social (los ricos en complejos protegidos, los pobres en "plebillas", suburbios inmundos y contaminados),  el cambio climático (que ha sumergido una parte importante de la costa Este de EE.UU.) y el control de grandes empresas químicas, farmacéuticas o biogenéticas dedicadas a la manipulación genética de plantas, animales e incluso humanos.

El peligro que le veo a esto es que se meta todo en un mismo saco (en una misma caja de Pandora): la investigación genética, el desarrollo de nuevos fármacos, internet (que en la novela es vehículo de pornografía infantil y violencia extrema), la globalización, el cultivo de órganos humanos en animales para transplantes, la creación de pollos sin plumas ni cabeza para que sean más fáciles de procesar, la contaminación, la hipertecnificación de la sociedad... En fin, que la prudencia y la necesaria vigilancia a los avances técnicos, sobre todo cuando están supeditados a los intereses empresariales, parece transformarse a veces en un cierto ludismo o conservadurismo generalizado. Así, el espíritu crítico de Atwood, su sátira de la sociedad contemporánea, se impone en este sentido a la creación de personajes profundos o simpáticos; sorprende en especial la parquedad y superficialidad de los personajes femeninos, Oryx incluida.

Pero al margen de estas consideraciones, Oryx y Crake es una buena novela dentro de su sub-género, con elementos de aventura, romance y thriller, aunque sin la densidad ni la capacidad sugestiva de La carretera, en mi opinión. Una lectura más entretenida que rompedora, aunque desde luego muy efectiva.

También de Margaret Atwood: Érase una vezEl asesino ciegoDoña OráculoPor último, el corazónNada se acabaLa semilla de la brujaAlias GraceUn día es un díaLos testamentosEl cuento de la criada, Posturas políticas

viernes, 31 de marzo de 2017

Margaret Atwood: Por último, el corazón

Idioma original: inglés
Título original: The Heart Goes Last
Año de publicación: 2015
Traducción: Laura Fernández Nogales
Valoración: entre recomendable y está bien

Stan y Charmaine constituyen una joven pareja de algún lugar del Rust Belt estadounidense que se han visto afectados por la crisis y la desindustrialización de su ciudad; en consecuencia, han acabado viviendo en su coche, en una situación que amenaza con volverse todavía más precaria (si cabe). ya lo sé, con estas premisas o incluso menos, Donald Ray Pollock armaría un estupendo relato sobre la miseria y desesperanza de la "basura blanca" norteamericana (bueno, algo más esperanzada ahora que van a hacer a América great again). Pues por ahí también parece que van a ir las cosas hasta que Atwood da un quiebro y convierte un relato de "realismo sucio" post-crisis industrial en una suerte de distopía (tampoco estoy muy seguro de hasta qué punto lo es): nuestra desdichada pareja se apunta a un "experimento socio-económico", una colonia o proyecto llamada Consiliencia/Positrón, donde los residentes se convierten, en meses alternos, en habitantes "libres" de la ciudad de Positrón y en reclusos de la cárcel llamada Positrón, en la que deben realizar los trabajos que les son asignados, sin remuneración. Juntos, ambos lugares vienen a configurar una comunidad privada a medio camino de 1984, La lotería de Babel y la primorosa ciudad-decorado de El show de Truman  (lo bueno de esta distopía es que lo mismo puede servir para denunciar los abusos del neofeudalismo de las corporaciones capitalistas que el totalitarismo por parte de los régimenes socialistas; la pueden agitar como advertencia tanto los defensores del ultraliberalismo  como los de la economía cooperativa y el asamblearismo ácrata).

Bien, ¿entonces nos encontramos ante una novela distópica que denuncia hiperbólicamente los males de nuestra sociedad? Pues sí... pero no. Porque el argumento aún da más de un giro y nos ofrece desde una ácida comedia sexual a un tecno-thriller, pasando por una farsa surreal-futurista (todo lo que puede considerarse como tal cuando una historia se traslada a Las Vegas)... o en realidad, todo esto algo mezclado. La razón de estos cambios o quiebros en la narración la explica Margaret Atwood en alguna entrevista como ésta. Al parecer, la idea original para la novela es que fuera apareciendo por entregas, a modo de folletín decimonónico; de ahí la utilización por su parte de los llamados cliffhangers o sorpresas al finalizar cada capítulo para mantener el interés del lector hasta que apareciese el siguiente.

Digamos, pues, que distopía, pero no de una de alta densidad como en uno de los libros más conocidos de esta autora, El cuento de la criada (aunque quizás haya algún elemento común en ambas novelas), sino más ligera y que se desliza hacia la sátira, en el mejor de los casos, cuando no al vodevil. No es que la novela no trate también sobre temas de fondo de bastante interés: para empezar, el libre albedrío, así como el autoengaño al que somos tan proclives las personas, los límites que deberían -o no- tener los avances científicos o el peligro de aplicar soluciones "milagrosas" a problemas complejos, pero tal vez se encuentren algo diluidos en el humor -que Atwood reparte a raudales y de bastante finura- y en la pura diversión literaria. Que eso sí, está asegurada... y no es poca cosa.



sábado, 12 de septiembre de 2009

Margaret Atwood: Érase una vez

Idioma original: inglés
Título original: Dancing girls and other stories + Good Bones
Fecha de publicación: 1977 + 1992 (2007 en español)
Valoración: Muy recomendable

La escritora canadiense Margaret Atwood se ha convertido en una de las voces femeninas más autorizadas y respetadas del panorama internacional gracias no sólo a su incisivo punto de vista, sino sobre todo por una narrativa densa, compacta y sin concesiones. Novelas como La mujer comestible (1969) o El asesino ciego (2000) han logrado, además de importantes niveles de ventas en todo el mundo, la aclamación de la crítica. Érase una vez es una obra menor en ese conjunto, pero mantiene todas las claves de las obras extensas de su autora.

Érase una vez es el título castellano elegido por Lumen para publicar un volumen de relatos que se corresponde con dos obras distintas en su idioma original: Dancing girls and other stories (1977) y Good Bones (1992), reunificadas aquí para constituir una colección bastante compacta (quizás más que las originales) en la que la escritora profundiza con agudeza y agilidad en varios de sus temas habituales: la relación entre hombres y mujeres, la soledad, los celos, la infidelidad. De entre las historias que componen el cuerpo de este volumen, destaca “El resplandeciente quetzal”, en la que un matrimonio que lucha por superar la muerte de su primer hijo realiza un viaje turístico a México, donde un pozo de sacrificios rituales les obligará a enfrentarse a sus temores y a sus tentaciones.

Junto a este tipo de historias de relaciones personales conflictivas, siempre desde el punto de vista del lado femenino, los editores han incluido, a modo de forma pórtico y de conclusión, dos piezas en las que Atwood hace gala de su ironía en relación con la mujer y la literatura. La primera de ellas, titulada como el libro, “Érase una vez”, juega con los límites absurdos a los que está llegando la obsesión por lo políticamente correcto, cuando se aplica a la creación literaria; la última, titulada “A favor de las mujeres tontas”, satiriza el papel de este tipo de mujeres como personajes literarios. Sin ellas, dice, no habría historias que contar; por lo tanto, concluye, “Rompamos una lanza a favor de las mujeres tontas, que nos han dado la Literatura”.

Aunque a lo largo de las historias centrales de este libro el lector puede sentir una cierta sensación de monotonía, porque Margaret Atwood es una narradora con un estilo muy marcado y los temas son bastante recurrentes, lo cierto es que hay que admirar la maestría con la que la autora maneja los hilos de unas historias de un gran realismo, y en la que no hay espacio para los cambios de destino espectaculares: precisamente lo ordinario, lo cotidiano, es el medio en el que, como en una cárcel o en una jaula demasiado estrecha, se agitan muchos de sus personajes.

Otras obras de Margaret Atwood en ULAD: Oryx y CrakeEl asesino ciegoDoña OráculoPor último, el corazónNada se acabaLa semilla de la brujaAlias GraceUn día es un díaLos testamentosEl cuento de la criada, Posturas políticas

lunes, 19 de abril de 2010

Grandes decepciones: El asesino ciego, de Margaret Atwood


Idioma original: inglés
Título original: The Blind Assassin
Año de publicación: 2000
Valoración: Está bien


En cualquier obra de ficción podemos encontrar, al menos, tres motivos, – válidos y no excluyentes entre sí – para ocultar información al lector: 1) Apelar a su inteligencia prescindiendo de los detalles que puede deducir por sí mismo. A un autor demasiado explícito se le puede acusar de que escribe para tontos. 2) Mantener la intriga, tanto sobre las circunstancias de un hecho luctuoso como sobre la identidad de su autor, descubriendo al final todas las cartas ocultas de un ensamblaje en el que todo encaja perfectamente. 3) Añadir cierto encanto a la trama creando un ambiente de misterio y melancolía, como si lo enfocado quedase en penumbra. prescindiendo de explicaciones innecesarias, sin olvidar ningún dato fundamental. Nada de esto se produce en esta novela, Premio Booker 2000, cuya autora recibió hace dos años el Príncipe de Asturias de las Letras.

Historia de asuntos familiares y personajes femeninos, desde el principio – un principio que promete – se nos introduce en un ambiente y una época impregnados de un encanto añejo. La recreación de escenas y lugares es buena y la presentación de los personajes convence en un primer momento. Sin embargo, al no desarrollarse con claridad los hechos, se les impide evolucionar de forma natural y esto acaba limitando sus posibilidades y volviéndoles, a medida que avanza la novela, cada vez más planos y próximos al cliché.

Novela ambiciosa, cuya complejidad estructural no sólo no añade nada al conjunto sino que diluye el dramatismo del relato y deriva la lectura por vericuetos intrascendentes que le alejan del verdadero núcleo, el que justifica realmente el argumento. Demasiadas páginas para contar muy poco. En realidad, la acción se atasca en lo secundario, sembrando una intriga que de momento atrae; hasta que acabamos intuyendo que la única razón de eludir lo fundamental es el temor de la autora a enfrentarse a sucesos escabrosos y probablemente nada sencillos de abordar. Por eso, en lugar de reflejarlos con delicadeza, lo que hace es pasar por su lado de puntillas tapando los ojos del lector.

La realidad se nos presenta con cuentagotas mediante la alternancia de un escrito (de título idéntico, novela dentro de la novela) y algunos extractos de prensa separados por años de distancia, con la intención de mantener el interés durante el mayor tiempo posible. Ni siquiera existe un verdadero desenlace: al final no tenemos más que indicios de aquello que, pretendidamente, justifica toda esa gran verborrea.

Para el escamoteo también hay recursos: habladurías, medias palabras, sucesos que son tabú y un cerrilismo que no cuadra con la inteligencia que se atribuye a los personajes. Ni me parece mínimamente creíble que individuos con un temperamento fuerte y capacidad de decisión se inhiban de conocer y atajar hechos graves, dolorosos y que les afectan directamente.

Por todo ello, aunque no está mal escrita ni mal contada El asesino ciego es, en mi opinión, una trampa de principio a fin, un hurto descarado de información mientras se arrulla al lector con violines, – que, por cierto, no suenan mal, circunstancia que explicaría su éxito –. No obstante, aunque podría admitirse, quizá, una broma de 150 páginas, si lo que está en juego son nada menos que 625 la cosa cambia y mucho.

Otras obras de Margaret Atwood en ULAD: Oryx y CrakeDoña OráculoPor último, el corazónNada se acabaLa semilla de la brujaAlias GraceUn día es un díaLos testamentosEl cuento de la criada, Posturas políticas

domingo, 14 de octubre de 2012

Margaret Atwood: Doña Oráculo

Idioma original: inglés

Título original: Lady Oracle

Año de publicación: 1976

Valoración: Recomendable




Como se sabe, toda novela es, fundamentalmente, la constatación de una búsqueda. La que nos ocupa puede considerarse una obra iniciática, ya que describe el camino que debe recorrer la protagonista hasta descubrir quién es y qué papel le ha tocado en suerte. Joan Foster nos cuenta su historia – la de una avispada niña que enseguida asimila los prejuicios adultos, la de una mujer inteligente y resolutiva que ha resuelto ocultar sus muchos talentos –, empezando por sus primeros años hasta el momento en que se encuentra atrapada en una pequeña aldea de Italia, después de haber fingido su propia muerte, temiendo ser reconocida, perseguida y, sobre todo, encontrarse frente a frente con sus particulares demonios.

Utilizando la ironía, el sarcasmo, incluso cierto histrionismo, la heroína traza la caricatura de una vida corriente que, de este modo, transforma en singular. En un proceso repleto de paradojas que empieza, naturalmente, por la relación con sus padres, Joan aprende a rechazar la excesiva rigidez de las costumbres sustentada en la figura materna, quien, por otra parte, cumple a la perfección el rol que le ha sido asignado, aunque sus continuos esfuerzos (por aparecer elegante, mantener una envidiable figura, ser una cocinera excelente….) acaban por convertirla en antipática. Su hija la ve como la responsable de todo lo malo que ocurre en su vida. En ese rechazo frontal del perfeccionismo materno usará como arma la glotonería, convirtiéndose casi a propósito en una niña obesa que se mantiene como tal firmemente, a pesar de limitaciones y complejos, hasta que alcanza la juventud. En cambio, al padre – que permanece toda la vida a una cómoda distancia de ella – le imagina colmado de cualidades que está muy lejos de tener.

Joan es un personaje entrañable, dotado de una ingenuidad congénita, frágil y enormemente fuerte a la vez, con un gran sentido del humor que le ayuda a encontrar siempre el lado cómico. Mientras se siente bajo el influjo materno, utiliza la estrategia vital que ha elegido, esforzándose por conciliar el complejo que le produce su cuerpo y la terquedad en mantenerlo así y por conservar la lealtad hacia un padre con quien convive y, sin embargo, apenas conoce. Pero una circunstancia fortuita la libera repentinamente de esa tiranía autoimpuesta. Solo entonces adelgaza, solo entonces se permite aprovechar su innata disposición para comprender la realidad y manejarla a su antojo, ocultándola, a la vez, a toda costa para complacer a sus sucesivas parejas. Toda su vida habrá de elegir entre sentirse acompañada o ser fiel a su naturaleza (creativa, racional, independiente). Para suerte y desgracia suya, nuestra protagonista es una mente lúcida que se ve obligada a disfrazar su verdadera forma de ser, a ocultar sus aptitudes, a mentir sobre sus ambiciones, sólo para lograr la ansiada aprobación del hombre que ama y con ella el afecto. Hasta después del fallecimiento materno no se percatara de su tremenda injusticia.

Atwood se vale de la obesidad como medio de oposición a los cánones de belleza femenina rechazando, a través de ella, la constante regulación de las conductas. Autores más modernos han utilizado otros recursos, por ejemplo la tendencia a la androginia, para expresar más o menos lo mismo: la rebeldía frente a un programa corporal, social y psicológico prefijado de antemano que las uniformiza y no tiene en cuenta su opinión.

La afición por el folletín dota de estupendos recursos a la autora, que lo usa para crear un personaje creíble y lleno de matices, pero también la traiciona en cierto modo, pues la lleva a armar un complejo entramado que, finalmente, demuestra carecer de consistencia y se derrumba con la mayor facilidad, como una enorme y engañosa construcción de cartón piedra.

Su similitud con nuestra novela picaresca –, en la causticidad de la sátira, en la vocación aventurera, en el carácter anti heroico del personaje – no es tan casual como parece ya que manifiesta rasgos que se encuentran impresos profundamente en la genética humana, al margen de espacios y tiempos.

Es innegable que Atwood, incluso en esa primera etapa de la profesión, sabe manejar sus herramientas, estructurales, estilísticas, y de todo tipo. También se agradece su gran sinceridad, esa implicación, tanto emocional como ideológica, en todo lo que nos está contando. Porque, a pesar de su complejo contenido expresado de forma simbólica, Doña Oráculo no deja de ser una obra divertida y fácil de leer que mantiene la intriga hasta el final y que, sin duda, entretendrá a todo tipo de público.


De la misma autora: Érase una vez, El asesino ciegoOryx y CrakeEl asesino ciegoPor último, el corazónNada se acabaLa semilla de la brujaAlias GraceUn día es un díaLos testamentosEl cuento de la criada, Posturas políticas

domingo, 11 de noviembre de 2018

Premiados con el NOVEL de ULAD, tercer puesto: Margaret Atwood: Un día es un día


Idioma original: inglés
Año de publicación: entre 1977 y 1991 (según el relato); 2013, como libro
Traducción: Eduardo Murillo, Víctor Pozanco y Alejandro Palomas (según el relato)
Valoración: bastante recomendable

Tras haber leído ya varias novelas de la superlativa Margaret Atwood, me he decidido por un libro de relatos para celebrar su tercer puesto (quizás merecería una mejor posición) en la votación del celebérrimo y prestigioso premio NOVEL otorgado por este sacrosanto blog. Libro algo peculiar, pues se trata de una compilación de relatos de la escritora canadiense que ya han visto la luz con anterioridad, y seleccionados por la propia autora, que les ha añadido un amable prólogo, pero que sólo han sido publicados como tal, que yo sepa, en castellano y por la editorial Lumen (*). Relatos que además cuentan con una característica común: están todos protagonizados -más o menos- por mujeres y han sido agrupados en tres partes de cuatro cuentos cada una: una dedicada a la infancia -y adolescencia, añado-, otra a la madurez y la tercera a la vejez. Es decir, que se supone que esta recopilación narra las vicisitudes de la condición femenina y su devenir a lo largo de las distintas edades de la vida humana, ejemplificándolas en una variada selección de mujeres, pero todas canadienses de los últimos 70 años (pues los cuentos fueron publicados entre 1977 y 1991, pero algunos están ambientados en los años 40 y 50 del siglo XX). Las historias, lejos de las distopías que han hecho célebre a esta autora, pueden calificarse de realistas; por decirlo de alguna forma, Atwood se adentra aquí en el territorio de su compatriota Alice Munro.

No voy a detallar los doce relatos del libro, pero hay que decir que, en mi opinión, el conjunto de todos ellos resulta cuando menos notable. Los que más me han gustado son los que abren y cierran  el volumen: Momentos significativos de la vida de mi madre y Un hallazgo extraordinario, que en realidad se podrían considerar como dos partes de un solo relato, pues ambos disertan sobre la personalidad, costumbres y anécdotas varias de la vida de los padres de la autora, así como de su propia infancia. También destacan, entre los relatos de "madurez", El huevo de Barba Azul -curiosa reescritura contemporánea del cuento que ya trabajara Angela Carter en La cámara sangrienta- y, de entre los de la "vejez", Consejos para sobrevivir en la naturaleza, que también se podría considerar de alguna manera (aunque más bien indirecta), una versión actual y crepuscular de otro cuento, el del lobo y los tres cerditos... El que menos me ha convencido ha sido El jardín de sal, creo que excesivamente largo y divagante.

He escrito "vejez" entre comillas porque no todos los cuentos de este apartado  se refieren a lo que consideramos hoy en día como tal -en verdad, sólo el último-, teniendo la protagonista-narradora de El peso, por ejemplo, tan sólo cuarenta y tantos años, y por ahí andan los de Isis en la oscuridad. Más bien habría que hablar de "envejecimiento (y más mental que físico), que es el proceso que caracteriza y une a todos los relatos , de igual modo que los de "Madurez" deberían llamarse de "maduración". En cuanto a los del primer grupo, ciertamente se refieren a la infancia y adolescencia de los personajes, pero, justamente y como resulta previsible en este tipo de relatos, a esos momentos de cambio y descubrimiento de alguno de los secretos  (no siempre agradables) de la vida adulta.

Tal es, en realidad, el leiv motiv que mueve todos los relatos del libro: el cambio, la maduración, el aprendizaje (o resignación)... más incluso que el carácter "femenino"  de los mismos. De hecho, en varios de ellos hay hombres que tienen un protagonismo indiscutible, si bien en la mayoría parecen seres ajenos, egoístas y/o incomprensibles; Esto resulta sobre todo evidente en los relatos de Madurez, son sus protagonistas siempre preocupadas, aunque sea desde el hastío, por lo que sucederá respecto a sus novios, maridos o amantes -o maridos convertidos en amantes-, tipos más bien impresentables, en general.de todos modos, ya avisa la autora en el prólogo que "la temática de estos relatos es sobre todo doméstica"...

Por lo que respecta al aspecto estilístico, la competencia de Atwood como narradora está fuera de toda duda: cualquiera de estos relatos es capaz de absorbernos y deleitarnos, incluso aquellos más angustiosos o incómodos para sus protagonistas. Con el plus añadido de un sentido del humor suave y guasón, aunque melancólico, que baña muchas de las páginas del libro y convierte su lectura en un placer. Que es de lo que se trata, al fin y al cabo.

(*) Un inciso: ni idea de si el título de la recopilación fue ocurrencia de doña Margaret o de alguien de la empresa editora. Sólo decir, que, a no ser que se me escape algo, no tiene nada que ver con ninguno de los relatos del libro.

Más títulos de Margaret Atwood reseñados en Un Libro Al Día: Nada se acabaDoña OráculoEl asesino ciegoEl cuento de la criadaPor último, el corazónOryx y CrakeÉrase una vezLa semilla de la brujaLa semilla de la brujaAlias GraceUn día es un díaLos testamentos, Posturas políticas

martes, 14 de enero de 2020

Margaret Atwood: Posturas políticas

Idioma original: inglés
Título original: Power Politics
Traducción: Edgardo Dobry (ed.en castellano) y Núria Busquet Molist (ed. en catalán)
Año de publicación: 1971
Valoración: muy recomendable

Que Margaret Atwood es conocida principalmente por «El cuento de la criada» (y por la más reciente «Los testamentos») es algo más que evidente. Pero eso no debería confundir al lector y creer que su obra entera gira en torno a distopías, porque Atwood es una autora que ofrece mucho más que una narrativa potente y crítica. De hecho, la autora empezó su carrera literaria escribiendo poesía, y debo decir que para mí descubrir este libro y esta faceta de la autora ha sido una muy grata satisfacción.

En esta breve pieza poética la autora da sobradas muestras de que su capacidad crítica va más allá de lo que plasma en sus novelas; su activismo constante a lo largo de su vida se extiende a su obra y se pone de manifiesto en esta pieza en su vertiente feminista que, escrita en 1971, no ha perdido ni un ápice de vigencia décadas después, lamentablemente.

El libro que nos ocupa narra la historia de una relación entre dos amantes, y lo hace con una estructura temporalmente lineal. De esta manera, la historia está construida como si se tratara de una novela, con un argumento continuo y escenas que se suceden, pero escrita en forma de verso. Con ello, es un libro que permite y demanda que, a diferencia de otros libros de poemas, se lea de manera seguida.

El argumento que plantea Atwood es el de una relación sentimental entre hombre y mujer, donde expone el punto de vista de una mujer inmersa en una relación que ya de entrada se le antoja imperfecta y desigual y que la autora expone perfectamente afirmando que «encajas dentro de mí/como un gancho en un ojo/un anzuelo de pescado/un ojo abierto» (ese «ojo abierto» que en inglés se traduce como «open eye» que también suena como «I»). Así, con dos líneas de verso, la autora nos sugiere ya de entrada que la mujer está atrapada en una relación donde ella se expone de manera abierta, y él la atrapa y la aferra de manera ineludible sin opción de escapar, y ella es consciente de esa desigualdad afectiva, pues seguidamente afirma que «puedo cambiarme a mí/misma más fácilmente/de lo que puedo cambiarte a ti», pero la atracción es fuerte y el deseo tienta a «tirar de la sábana nostálgica por encima/de mi sonrisa de despedida encerada».

En este libro, Atwood retrata, con sus certeras palabras, una sociedad marcada por un machismo evidente, donde la mujer queda relegada a ejercer un rol secundario en las relaciones sentimentales. Estamos en 1971, en plena segunda ola feminista, y las voces pronunciadas desde diferentes ámbitos proclaman un avance en los derechos de las mujeres, ante el anquilosamiento de una sociedad regida, diseñada e instaurada desde la visión masculina. Y Atwood denuncia este poder masculino, su visión dominante y autoritaria, y la critica con precisión con pocas palabras, afirmando que «caminas hacia atrás, /admirando tus propias huellas». Así, con pocas palabras, la protagonista critica el orgullo y pedantería del amante, que se idolatra ante la sociedad a sabiendas que su actitud supone un retroceso, y extiende la experiencia en esa relación al conjunto de mujeres que se encuentran en una situación similar, afirmando que «ahora hay hordas de mujeres como yo, todas iguales/y paralizadas, te seguimos/esparciendo ofrendas florales/debajo de tus pezuñas».

Hay muchas más citas interesantes en esta obra en los que parar por unos momentos la mirada y dejar que las palabras lleguen y crezcan dentro de nosotros. La riqueza poética y el mensaje que transmite es muy interesante y, leyendo este libro, se constata que la poesía es una herramienta plenamente útil para exponer una ideología, una crítica social y, en particular, analizar las relaciones afectivas, a la vez que las viste y engalana de una belleza poética no exenta de contundencia. De hecho, la autora escribe respecto al poder masculino que «los puños tienen muchas formas», evidenciando que su dominio y poder se ejerce en muchos y variados ámbitos, pero también aquí podríamos afirmar que la literatura es una de esas posibles formas de lo puños con los que golpear las consciencias y despertarlas de un largo letargo de dejadez y anquilosamiento.

En esta magnífica obra, Atwood evidencia que es indiferente la forma que toma un texto (ensayo, narrativa o poesía) si la potencia que lo impulsa tiene la fuerza surgida de la necesidad de exponer y criticar aquello que uno denuncia y el ímpetu y la energía de exteriorizar una ideología que vas más allá de uno mismo y se extiende al resto de la sociedad.

La poesía tiene la capacidad de, con pocas palabras, encontrar la vía directa a nuestros sentimientos y dejar que, a partir de ellos, asimilemos con mirada calmada, pero con pasión emocional aquello que nos transmite. Y éste es un buen libro para recordarlo.

Nota del reseñista: Es posible que los fragmentos traducidos incluidos en la reseña no se ajusten a la edición en castellano, pues leí la edición bilingüe catalán/inglés

domingo, 23 de abril de 2017

Margaret Atwood: El cuento de la criada

Idioma original: inglés
Título original: The Handmaid's Tale
Año de publicación: 1985
Traducción: Elsa Mateo Blanco
Valoración: muy recomendable

Si consultan ustedes cualquier otra reseña de este libro (¡pero no lo hagan! ¡Sólo ULAD ofrece garantía y satisfacción máximas!), se encontrarán, seguramente, con que esta novela se alinea junto a otras dos famosas y espeluznantes distopías, y sin desmerecer nada de ellas: 1984, de Orwell y Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Sí, lo sé, parecen las dos novelas más obvias a la hora de comparar otra de este tipo "distópico-pesadillesco", pero, por esta vez, nuestra "competencia" tiene toda la razón: El cuento de la criada no sólo se encuadra a la perfección junto a las otras dos sino que además, insisto, no les va a la zaga ni en su carácter ominoso ni, por supuesto, en calidad literaria. Con la peculiaridad de que en ésta, la indignidad inherente a la sociedad alternativa creada por Margaret Atwood la sufren,  casi en exclusiva, las mujeres, y dentro de este género, sobre todo un grupo de ellas: las llamadas "criadas".

Me explico: en la novela, tras un golpe de Estado una facción de fanáticos y misóginos -más "bíblicos", seguidores del Antiguo Testamento, que propiamente cristianos, aclaro- han tomado el poder en Estados Unidos o al menos una parte de éstos (¡cómo si fuera posible que los fanáticos religiosos y los misóginos llegaran al poder en EEUU, ¿verdad?!), estableciendo una sociedad rígidamente estratificada y jerarquizada, en la que los hombres ostentan el poder -al menos en apariencia- y las mujeres quedan divididas en varios sub-grupos, según su posición y "función social": las Esposas -de los mandamases, pues los ciudadanos corrientes y molientes disponen de una variante conocida como Econoesposas (sic)-, las Marthas, que son las criadas propiamente dichas, y estas llamadas Criadas quienes, a pesar de tal apelativo y de que cumplen alguna tareas doméstica -ir a la compra-, se encargan en realidad de otra bien distinta: concebir y gestar a los hijos de los mandatarios. Porque resulta que en ese mundo "pasado-futuro", la contaminación, la radiación nuclear o lo que sea -o todo junto- han provocado que la esterilidad sea la norma casi general entre el género humano (sí, lo sé, esto recuerda a otra distopía, Hijos de hombres... sólo que la de Atwood es anterior a la novela de P. D. James...), por lo que la clase dirigente de esa sociedad, conocida como república de Gilead, recurre a las mujeres aún fértiles, que deben copular con los hombres a los que son asignadas hasta quedar embarazadas. Estas "gestadoras" no son propiamente amanes ni concubinas; en realidad, todo este arreglo es casi asexual (excepto el momento del acto en sí, claro), y son consideradas poco menos que cosas, meros vientres alojadores de óvulos. Viven en una casi reclusión muy reglamentada y vigilada, son obligadas a llevar ropajes amplios de color rojo con unas tocas que les impiden la visión general (imagen, por cierto, que se ha convertido en un icono feminista, creo, al menos en Norteamérica)y por no tener, no tienen derecho ni a conservar su nombre anterior, sino que se les llama por el del hombre al que han sido asignadas (vamos, como si existiese algún lugar en el mundo donde las mujeres careciesen de derechos y tuviesen que ir completamente tapadas... ¡qué imaginación la de la autora!). Y todo, bajo el miedo de acabar convertidas en No Mujeres, aquéllas que no casan en ninguna de las categorías anteriores y que al parecer son enviadas a un lugar desolado... o algo peor aún (en realidad, también hay otra clase de mujeres, pero no he de adelantar acontecimientos...).

Claro, que  lo mismo que el musgo se agarra a la más estrecha grieta de un muro de hormigón o un rastrojo puede crecer en medio de un campo de soja transgénica, la disidencia y la resiliencia (como se dice ahora) de las personas es capaz de encontrar un hueco donde anidar y prosperar. El "factor humano", que diría Graham Greene (por no hablar de la corrupción y la disipación, algo también de lo más humano y que incluso podría considerase como una forma de disidencia...). En este caso, encarnado en la protagonista, Defred -es decir "de Fred", que nos ofrece una lección no sólo de como aguantar en las peores circunstancias, las más humillantes y desesperanzadoras, sino además, una reivindicación de la ficción y la palabra -es decir, a la literatura-, como elemento de resistencia. Palabra escrita que, huelga decirlo, le está vedada a las Criadas y, de hecho, a todas las mujeres.

La novela, por supuesto, puede (y debe, quizás) ser leída en clave feminista; de hecho, Atwood se cuidó mucho de que todas las vicisitudes , por no decir perrerías,  que se les hace pasar a las Criadas, las hubiesen sufrido en algún momento y lugar reales, otras mujeres. Pero también es una crítica descarnada de cualquier régimen totalitario, ya sea teocrático (no olvidemos cuando se publicó, a los pocos años de la revolución islámica en Irán), socialista, paramilitar o todo junto... No obstante (y aquí me meto en terrenos movedizos, por desconocidos para mí), también se puede deducir de algún momento concreto, y del tono general de la novela, una crítica hacia algunas corrientes feministas que sacralizan en extremo el rol maternal de las mujeres. En fin, doctores o doctoras tiene la Iglesia para decidir si tengo razón; lo que importa, en todo caso, es que nos hayamos ante una grandísima novela, una narración magníficamente escrita, de dentro afuera y de fuera hacia dentro, y dosificada con sabiduría; capaz de angustiarnos como pocas -sobre todo durante el primer tercio del libro- a poca empatía que sintamos hacia su protagonista, una historia que nos es posible que deje indiferente a nadie y cuyo recuerdo, sin duda, será imborrable para cualquier amante de la literatura, sea mujer u hombre. Porque aquí nos encontramos con literatura de alto octaneje; con una obra que, si no resulta imprescindible, bordea ese calificativo. Y muy de cerca...



viernes, 29 de noviembre de 2019

Margaret Atwood: Los testamentos

Idioma original: inglés
Título original: The Testaments
Año de publicación: 2019
Valoración: Recomendable pero decepcionante



Montuenga. Confieso que Los testamentos me ha decepcionado un poco. Salvaría muchas cosas de ella, pero después de toda la expectación que se creó tras el anuncio de una secuela de la gran novela de moda, la verdad, me esperaba más, y me ha parecido lo más flojo que he leído de Atwood. Aunque no la considero una gran obra de arte, creo que El cuento de la criada es muy superior. La autora describía de forma bastante hermética un mundo que daba escalofríos, y no solo en relación con las mujeres. Esta, en cambio, me ha parecido una concesión a los lectores. Aunque, por otra parte, el hecho de que aparezca mucho más claro el proceso que desemboca en una sociedad totalitaria facilita la lectura a un público mucho más amplio.

Juan. En sentido general estoy de acuerdo (es decir, en este caso, está claro que "las intenciones" apuntan más alto que la novela), he de decir que a mí no me ha parecido tan mal... Por lo menos, las partes narradas por Tía Lydia y Agnes, sobre todo al principio, están a un nivel si no tan alto como la primera parte de "El cuento de la criada", sí al menos en esa línea. De la parte narrada por Daisy, mejor no hablemos, porque coincido en que es la más floja e incluso todo el personaje me resulta fuera de lugar.

M. Al menos ha intentado hacer la historia de Gilead más legible, analiza causas y consecuencias, amplía la perspectiva, podemos reconstruir el hilo argumental que dio lugar a Gilead y lo que Gilead construyó y destruyó, así como su influencia en el entorno. Pero, como dices, le queda bastante irregular y los personajes son poco creíbles. Es verdad que Daisy parece un robot desde el principio, pero Tía Lydia y Agnes se van convirtiendo en un estereotipo a medida que avanza la acción y la doble cara de la primera, en lugar de justificarse al final, me resulta completamente inverosímil.

 J. Lo que yo creo que le pasa a Margaret Atwoood, al menos en los libros que yo he leído de ella, es que es muy buena describiendo situaciones, digamos estáticas, en este caso de opresión, etc... pero cuando trata de hacer evolucionar esas situaciones o a sus personajes dentro de ellas, se mete en lo que llamaríamos la "peripecia" y ahí sufre un apreciable bajón del nivel literario.

 M. No se me había ocurrido verlo así, pero tienes razón. En este caso, como la foto casi fija que era El cuento de la criada tiene que evolucionar de alguna forma, acaba derivando, creo yo, en un thriller algo flojo y, sobre todo al final de la acción propiamente dicha, en novela de aventuras para jóvenes.

 J. No es que resulten novelas ilegibles, porque tiene oficio, pero sí acaban dejando una impresión decepcionante. Le ocurría también, que yo recuerde, en "Por último el corazón". En "El cuento de la criada" no tanto, porque el final es un poco "chapucero", si me permites la expresión, Lo cual hace que, justamente, haya tratado de arreglarlo en esta otra novela, supongo yo, y la cosa le ha quedado regulinchi.

 M. No solo no lo arregla. Es que este desenlace arqueológico es casi peor que el anterior. Una forma de eludir la responsabilidad inventándose un final que no le exige un progreso de la acción ni concede a los personajes un futuro coherente. Lo que hace es inventarse la manera de ofrecer datos dispersos y así no tiene que romperse la cabeza.

 J. Además, y de esto sabrás tú más que yo, supongo que ha querido darle voz a otras mujeres, no sólo a la "mujer-víctima" que representan las criadas.

 M. Yo creo que todos los personajes femeninos son víctimas de alguna forma, y en eso estoy de acuerdo con Atwood. Desde luego, toda esa trama de manipulación, confabulaciones, chantaje y chismorreo generalizados, como vehículo para hacer llegar un mensaje y al margen de sus valores literarios, está bastante bien, así como la escala jerárquica del sexo inferior: tías, marthas, esposas, econoesposas, criadas y perlas. El argumento es previsible y a la vez intrigante, aunque parezca contradictorio, y tiene una estructura muy atrayente: tres mujeres de diferentes edades alternándose como narradoras, una de ellas, Tía Lydia, cofundadora de Gilead y las otras, nacidas después del gran derrumbe; entre las jóvenes, Agnes, criada en Gilead y Daisy en un Canadá libre aunque muy influido por la proximidad del nuevo estado. Todo esto ofrece una perspectiva amplia,  ayuda a establecer comparaciones y nos empuja a leerla casi de un tirón a pesar de sus 500 páginas. Pero le encuentro muchos puntos débiles, por ejemplo, la falta de referencias espacio-temporales: se supone que Gilead abarca gran parte del antiguo Estados Unidos, sin embargo parece un pueblito donde todo el mundo se conoce.

 J. Y sabiendo las movidas que ha tenido en los últimos tiempos con algunos sectores del feminismo, sospecho que el personaje de Tía Lydia es un trasunto, en cierta manera de ella misma, (aunque quizás eso sea ir demasiado lejos en la especulación).

 M. No estoy al tanto de esas movidas, sí me consta que los medios suelen amplificarlas para desacreditar nuestras reivindicaciones. En cuanto a que Tía Lydia sea un trasunto de la autora, me parece mucho decir. Puede que su primera idea fuese esa, pero le ha quedado un personaje tan siniestro que no hay por donde cogerlo, por mucho que quiera arreglarlo al final. Su personalidad evoluciona de una manera que, como decía antes, no hay quién se lo compre. Lo que es evidente es que las mujeres hemos visto la necesidad de hablar claro, incluso las de su generación. O sobre todo ellas, que han sufrido las consecuencias de esa forma peculiar de ver las cosas, siempre en detrimento nuestro. No hace falta recordar que el velo islámico, el porno machista, los vientres de alquiler, los techos de cristal, las diferencias de salario, violaciones etc. siguen existiendo a día de hoy. La denuncia de Atwood consiste en colocarnos frente a un espejo deforme y dejarnos pensar. Tienes razón en que lo mejor de la novela son sus intenciones, pero se le ha ido un poco de las manos. Aunque reconozco que inspirarse en la iglesia y los totalitarismos, como hizo ya en su precuela, ha sido un gran acierto. Tampoco lo tenía nada fácil, supongo que no se le ha concedido todo el tiempo del mundo para escribirla, que obligatoriamente tenía que crear un best-seller y que la carta blanca de que disponía en los ochenta para opinar lo que le viniese en gana ya no existe. Todavía no hemos caído en el estadio involutivo que ella predijo, pero –a pesar de las apariencias– en libertad de expresión hemos perdido bastante, aquí en España, en Estados Unidos y creo que a escala universal. Así que ¡bien por Margaret Atwood! una escritora que a sus ochenta años sigue contando historias complejas y trabajando por la igualdad entre los sexos.

Montuenga y Juan G. B.


martes, 8 de junio de 2010

Colaboración: Snuff, de Chuck Palahniuk

Título original: Snuff
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 2008
Valoración: recomendable

Estaba leyendo abúlicamente el periódico cuando una noticia me arrancó una sonrisa en uno de esos días tristes en los que a uno todo le parece un gran montón de mierda. Escribí estas líneas un día en el que un taxista mató a tiros a 12 personas en Inglaterra, me desperté enferma y febril y tuve que hacer un examen en un estado físico lamentable, se me acabó la leche cuando ya había preparado el café y el cajero se tragó mi tarjeta de crédito. Sin embargo, ese día supe también que Chuck Palahniuk, uno de mis must-reads, estaría en Madrid firmando ejemplares el fin de semana siguiente en la feria del libro y era posible que yo estuviera allí.

Me encanta Palahniuk, no os voy a engañar. De sus novelas me embauca su personal estilo. Siempre encuentro a este autor atrevido, rompedor, divertido, elocuente y muy agresivo y eso me gusta. Con él me ocurre como con Bukowski (alabado sea), cuando con sus palabras consigue abrir esa caja de Pandora en la que guardo todos mis instintos reprimidos. Es un boxeador de la pluma. Muchos de vosotros conoceréis su obra más famosa y probablemente la mejor: El club de la Lucha, aunque seguramente sea por la película basada en ella que dirigió David Fincher en 1999.

Sin embargo, este estadounidense perteneciente a la Cacophony Society (una transgresora asociación de espíritus libres y anárquicos que se reúnen para hacer el gamberro vinculados por un tremendo pesimismo antisistema y que, por lo que veo, tiene su propia sede en España), tiene otros muchos libros no menos interesantes: Insomnia, Nana (ejemplar novela en la que refleja sus vivencias a raíz del trágico asesinato a sangre fría de su padre y su pareja), Asfixia (también adaptado, de forma atroz, al cine hace un par de años)… y Snuff, del que os voy a hablar a continuación. En todos sus escritos, Palahniuk inserta retazos de experiencias vividas de primera mano en terapias de grupo, reuniones de adictos al sexo o a las drogas, accidentes relacionados con la masturbación y demás temas surrealistas que sólo alguien con una vida tan intensa podría hacernos llegar con tanta maestría. “En América, si tu adicción no se renueva constantemente, eres un perdedor”, dirá en Asfixia. O, de manera aún más ilustrativa: “Entonces enciende la televisión y pone un culebrón, ya sabes, gente real fingiendo que es gente falsa con problemas inventados que son vistos por gente real para olvidar sus problemas reales...”. Pura posmodernidad, ¿no os parece?

Recientemente traducida al castellano (aunque yo os la recomiendo en su lengua original), Snuff no es ni de lejos su mejor trabajo pero se deja leer. Tiene como protagonista a Cassie Wright, una actriz porno que atisba el final de su carrera y que decide realizar un personal canto de cisne batiendo un estrambótico record: mantener relaciones sexuales con 600 hombres, mientras esta odisea es filmada para la posteridad. Mr. 72, Mr. 137 y Mr. 600 esperan su turno, nerviosos, semidesnudos y excitados, mientras Sheila, neurótica organizadora de este evento, intenta mantener a los 600 varones bajo control, sin saber que uno de ellos planea acabar con la vida de la pornostar. De esta circunstancia surge el título: Snuff, que hace referencia, como todos sabréis, a esas grabaciones de asesinatos reales que parecen remontarse a Charles Manson. Supongo que con este argumento no hará falta indicar lo hilarante y delirante, valga la rima, de este embrollo, a través del cual el autor de Rant pretende reivindicar una vez más el erotismo, la violencia o el terror como temas literarios tan válidos como el amor o la espiritualidad.

Basada en el caso real de la actriz Grace Qek, alias Annabel Chong en el cine para adultos, que intentó llevar a cabo una gesta similar, Snuff está escrita con un estilo directo y minimalista, con frases cortas pero poderosamente enérgicas. Este escritor perteneciente a la denominada Generación X (etiqueta que surgió a raíz de la novela homónima de Douglas Coupland) destila ironía al revisar los tristes tópicos de la sociedad norteamericana, y lo hace de manera ejemplar y punzante. Despersonalización, vértigo, desidia, descontrol, caos, sexo y muerte son recurrentes en obras como la que aquí se comenta, cuestiones que Palahniuk encara abiertamente: “Así es en gran medida como pasamos la vida. Viendo la televisión. Fumando porquería. Automedicándonos. Desviando nuestra propia atención. Cascándonosla. Negando la realidad.”

Para terminar os diré que si esta novelita os intriga y decidís leerla, no debéis olvidar echar un vistazo a los vídeos que el autor colgó en la red, en los que una supuesta Cassie Wright es entrevistada por él mismo al hilo de su pornográfico plan. Aquí os dejo el link del primero de ellos.

Si alguno de vosotros pudo obtener una firma de este grande en Madrid y yo finalmente no tuve la oportunidad, sentíos libres de recibir mi envidia más afectuosa y sincera.

Firma invitada: Naiara

También de Chuck Palahniuk en ULAD: El club de la luchaPlantéate esto