Título original: Собачье сердце, Sobach'e serdtse
Año de publicación: 1925
Valoración: Muy recomendable
Corazón es lo que pone este escritor en lo
que toca y ahí está la clave de su magia. Un corazón escéptico, crítico, ácido,
sarcástico e irónico, cuyo objetivo fundamental es satirizar, con todos los
recursos a su alcance, un régimen –el soviético– cuya implantación coincide casualmente
con sus primeros pasos literarios. A Bulgakov lo conocemos sobre todo por El maestro y Margarita, considerada una
de las obras fundamentales del período. Esta que comentamos fue, como aquella,
prohibida por su carácter antirrevolucionario, aunque se tradujo al inglés en
1968 y circuló clandestinamente desde que fue escrita (1925) hasta 1987, fecha
de su publicación oficial en Rusia. A partir de entonces, ha sido analizada con
exhaustividad, celebrada unánimemente y adaptada a cine, teatro y ópera.
Es difícil rastrear todas las influencias
que han dado lugar a una obra concreta, a veces ni siquiera el propio escritor
es consciente de algunas. Claro que en este caso hay pistas más que evidentes:
desde el Fausto de Goethe y piezas
cortas cervantinas como El perro hablador,
hasta productos típicos del momento, muy propicio a indagar sobre regresiones (La metamormofosis) o sobre humanoides fabricados artificialmente (Frankestein), igual que desde hace décadas a los autores contemporáneos les da por especular
sobre la inteligencia artificial y su eventual posibilidad de dominar al hombre.
Las escenas de
la novela están descritas con precisión cinematográfica y son tan delirantes
que no pueden por menos que impactarnos. Desde el principio nos ponemos fácilmente
en la piel de Bola, un can algo atípico que nació dotado de una gran capacidad
de observación –a pesar de lo cual arrastra una precaria existencia de perro
vagabundo–, comprende a grandes rasgos el idioma y es capaz de interpretar con
cierta exactitud las señales que emite su entorno.
El doctor Filip Filipovich empieza alojando en su
mansión a un Bola todavía sin inteligencia humana que sabe apreciar las ventajas
del encierro. Pues “¿qué es la libertad?
Un humo, un espejismo, una ficción… Un delirio de esos funestos demócratas”.
Con el tiempo pondrá en juego toda su pericia de cirujano e investigador para
llevar a cabo el gran experimento: convertir en humano a un Bola agonizante, casi
tanto como la sociedad rusa previa a la revolución bolchevique. Y el éxito
parece indiscutible, solo se ha cometido un fallo: no haber estudiado antes el
carácter y trayectoria vital del individuo cuyos órganos convertirían al perro
en algo parecido a un ser humano. Pues, igual que cualquier hipófisis no sirve
para efectuar una transformación satisfactoria, no todos los modelos de sociedad son idóneos
para convivir en paz y armonía, en particular esos esquemas socialistas de los
que el autor abominaba. Y esta –según su tesis– ha llegado a ser tan monstruosa
como un hombre construido a partir del cuerpo de un perro y del cerebro de un
delincuente.
Pero el fallo no es achacable solo al médico (o a los
ideólogos de la revolución rusa), ya que, una vez puesta en práctica, aparecen
nuevos personajes dispuestos a convertirla –todavía más, si cabe– en una
aberración en toda regla. Se trata de la evolución del nuevo régimen, cuyos
artífices –representados por esa comunidad de vecinos encabezada por un tal Schwonder, que acaba dotando a Bola (cuya reciente humanización
requiere de una libertad que hasta ahora no había necesitado) de nombre oficial,
capacidad jurídica y hasta de un puesto de responsabilidad– contribuyen a
degenerar al máximo.
Este paralelismo está desarrollado con una lógica
impecable, incluso en las situaciones más absurdas, y con una descacharrante
parsimonia. Pero, paralelamente al metafórico, existe otro nivel más literal,
en el que el “comité de administración del edificio” es quien dice ser, y visita
la casa-clínica del profesor Preobajenski para exigir una redistribución del espacio
acusándole de ocupar “una superficie
excesiva”, amenaza que este consigue eludir con una simple llamada a uno de
sus contactos. En definitiva, a
través de Filip Filipovich –que no está dispuesto a renunciar a su condición de
burgués pese a quien pese– y sus “principios
contrarrevolucionarios”, Bulgakov acusa al nuevo orden establecido de adulterar
bebidas, favorecer los abusos de poder, el tráfico de influencias, los servicios
deficientes, el hurto generalizado, los subterfugios para conseguir objetivos etc.
echando así un vistazo rápido al politiqueo, en este caso a pequeña escala, que
empezaba a normalizarse en el país.
El talento dramático de Bulgakov se pone aquí de
manifiesto, ya que casi toda la novela tiene lugar en la residencia del doctor,
mediante una sucesión de entradas y salidas de escena, parlamentos repletos de
significado a cargo de un reparto reducido, descripciones escenográficas y
teatrales golpes de efecto. No es de extrañar, pues, que exista versión cinematográfica
–de nacionalidad italiana, estrenada en 1976– y televisiva, emitida en Rusia en 1988. Lástima
que la traducción de la edición que manejo, a cargo de Helena S. Kriukova y
Vicente Cazcarra, sea más visible de lo necesario.
4 comentarios:
Hola! Hace tiempo leí la obra teatral y los parlamentos, se me hicieron muy interesantes,. Bulgakov escribe como “muletilla” el experimento de poderle dar vida de humano a Bola ( el perro). Pero lo más interesante de la obra, es la forma en que el autor nos describe la realidad en donde no hay comunismo Completo. ; como unos consiguen mejor comida que otros, y la conspiración de los vecinos por delatar hasta al pariente. Lo desgarrante, que tienen que matar perros para poder fabricar con su piel, las botas al ejército. Ya que se avecina el invierno.
Se té olvidó mencionar, que Mijail Bulgakov cursó la carrera de medicina, era de los afortunados en vivir en un departamento solo, y que Stalin nunca le otorgó el derecho de emigrar a Paris para reencontrarse con su familia.
Era reconocido como un gran dramaturgo, sin embargo, vivió siempre a la espera, de un permiso para salir de la URSS. Razón por la cual lo orilló a recurrir a las drogas ..
Tiene también una serie de cuentos muy interesantes..
Muchos Saludos y muy interesante tú reseña.
¿Habrá salido ya algún mandanga emparentando ESTO:
https://leerhacecrecer.com/2018/02/23/los-perros-duros-no-bailan-arturo-perez-reverte-novedad-noticias/
con Bulgákov o incluso (glups...) con el propio Cervantes?
Hola Marcela,
Por eso digo que existe un nivel metafórico (perro/sociedad) y otro literal, que es al que tú aludes. De este solo he dado unas pinceladas porque el espacio no da para más y porque tampoco es cuestión de desvelarlo todo, pero creo que el asunto de la picaresca se entiende perfectamente.
En cuanto a la condición de médico de Bulgakov, tienes razón: pensaba mencionarlo y lo olvidé. Cuando llegué a la escena que da la pista, me pareció recordar el dato (al que debí llegar hace mucho, mientras leía El maestro y Margarita) y como no es fácil que un profano absoluto pueda describir un proceso así simplemente documentándose, lo consulté y efectivamente, había estudiado la carrera e incluso la ejerció por algún tiempo.
Sobre sus problemas políticos, desde luego al régimen no le convenía en absoluto que alguien tan crítico, con un nombre consolidado como autor y por tanto proyección internacional asegurada, se pusiera a escribir libremente desde cualquier país capitalista. Era mejor tenerlo en casita con la espada de Damocles encima de su cabeza.
Y si no cayó en un completo ostracismo y pudo dedicarse a lo suyo (escribir y representar obras teatrales) en vez de trabajar de chófer o algo así -o algo mucho peor- es porque ¡Stalin le admiraba como autor! Había leído o visto algo que le dejó patidifuso y eso provocó que tuviese hacia él una relativa tolerancia.
Buenas, compañero. ¿Un best-selleriano de pura cepa con ínfulas de escritor pre-clásico como "ese señor del que hablas" :) compartiendo post con un escritor tan respetable como Mijail Bulgakov? No te lo perdonaré jamás, Carmena -digo Juan- jamás.
Por cierto, ¿será verdad que a raíz de esta novela se le conoce como Perrerte?
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