lunes, 29 de enero de 2018

Reseña + Entrevista: Archipiélagos de Abilio Estévez

Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2015
Valoración: Muy recomendable


Poseedor de una fecunda trayectoria literaria, Abilio Estévez (La Habana, 1954) ofrece en su última novela publicada, Archipiélagos, un relato denso, abigarrado y fascinante. Al igual que en alguna otra de sus anteriores novelas -como por ejemplo El navegante dormido (2008) ambientada en la década de los 70- en Archipiélagos Emilio Estévez escoge un momento concreto del siglo XX cubano, en esta ocasión los días de agosto de 1933 que supusieron la caída del dictador Gerardo Machado, para urdir una ficción tan cargada de verosimilitud que el lector acaba atrapado por los personajes que pasaron aquel episodio real en la muy ficticia y literaria taberna La estrella de Occidente de Marianao.

Abilio Estévez parece tener predilección por esos lugares en la periferia de la Habana en el que se buscan la vida y se encuentran personajes que encarnan a ese tipo de personas comunes, sencillas y anónimas que no son los que acostumbran a manejar los hilos de la Historia sino más bien a sufrir las consecuencias de los acontecimientos. Esta caracterización de los personajes, tan faltos de elevadas expectativas más allá de su quehacer cotidiano y de la determinación por desempeñarse sin pretenciosa grandilocuencia, no significa en absoluto que el relato carezca de ambición narrativa. Por que el fresco que nos deparan las cuatrocientas páginas y pico de ese momento y de ese lugar es minucioso, vibrante, goloso. Un resultado basado en una variopinta y generosa galería de personajes, bien perfilados, de los que página tras página vamos conociendo personalidades, trayectorias, afanes y relaciones con los demás. Pero además, la escritura de Abilio Estévez tiene una especial cadencia para fijarse en los detalles que acaban, más que aportando verosimilitud al relato, sirviendo de cauce para que éste fluya como una reticente corriente, espesa y demorada, cargada de nutrientes.
 
La acción principal se centra en los tres días que supusieron la caída del machadato pero los saltos en el tiempo, con el narrador y protagonista rememorando desde su madurez aquellos días se alternan con el ejercicio de memoria del resto de los personajes en situaciones como la guerra de los negros en 1912 –solventada con la matanza de varios miles de descendientes de los esclavos por parte de la nueva legitimidad nacionalista y republicana surgida de la Independencia- o los devastadores efectos del huracán que asoló la isla el 20 de octubre de 1926. Queda clara la intencionalidad del autor de acotar, explicar, comprender, la realidad actual como deriva de toda una cadena de hechos, episodios y circunstancias de los que somos consecuencia directa. Al fin y al cabo, la ficción es una manera de ordenar, de pensar la realidad. En la que también valen símbolos y metáforas, como el rescate y ocultamiento para preservarlo de la multitud enfurecida de un instrumento tan incomprensible y fútil en ese momento como un astrolabio. Un aparato que proporciona coordenadas, que fija una posición; la premisa de una buena decisión sobre, por ejemplo, un rumbo.

El protagonista de la trama es José Isabel Masó, un adolescente inquieto y curioso, proclive a dejar volar la imaginación hacía lugares y países exóticos y a inventarse sus propios archipiélagos. Un afán que le permitirá entender que el lugar donde uno vive no es necesariamente el centro del mundo, aunque sea una amalgama tan fascinante y original como la de estos descendientes de bandidos españoles, chinos lavandero-opiómanos y negros lánguido-bailadores con la que el autor identifica a sus personajes en esa atmósfera insular y antillana, atravesada y atrapada “por la enorme distancia que existía entre la inquietud humana y la hermosa indolencia de la realidad”.

También de Abilio Estévez en ULAD: Cómo conocí al sembrador de árboles


Entrevista a Abilio Estévez



Quedo con Abilio Estévez una suave tarde de invierno para compartir un dry martini -que nos prepara Sergio, quien ejerce de estupendo librero de cabecera en Literanta- y casi dos horitas de conversación. Escuchar a Abilio, amable, conciso, cabal y risueño, es una verdadera delicia. Tanto que la grabadora y el teléfono con los que intento registrar sus palabras deciden incumplir su tarea y obviar su cometido, optando como yo por disfrutar del momento. Así que unos días después ejerzo de pesado y le pido a Abilio Estévez que me conteste por escrito. 

-¿Buscas una historia, una época, unos personajes, con los que narrar o más bien son elementos que se van conformando en tu imaginación hasta que decides transformarlo en un relato, en una novela?

-No, por lo general las historias no se buscan, aparecen. Son obsesiones, como sueños recurrentes que vienen de muy lejos. Casi diría que unas pocas obsesiones que se escriben una y otra vez. Decía Flannery O’Connor (y creo que tenía razón) de que todo el que haya sobrevivido a su infancia y adolescencia ya tiene para escribir el resto de la vida. 

-Ambientaste la novela Archipiélago en los años 30. ¿En qué fuentes buceaste para configurar el relato?

-Leí muchos libros de la época, me sumergí en la Cuban Heritage Collection de la Biblioteca Universidad de Miami, un lugar que es como un templo de la cultura y la historia cubanas. Pero fundamentalmente conté con mi madre (ya tiene 90 años) y las historias de la familia, sus propios recuerdos. Una verdadera maravilla. 

-¿Es la ficción una manera de entender, ordenar, dominar la realidad? ¿Vamos al pasado para entender el presente?

-Creo que todos estaremos de acuerdo en que sin la ficción la vida sería impensable. Hay que tener presente que Sheherezade salvó la vida contando esa caja china que es la colección de cuentos más hermosa que se haya escrito, Las mil y una noches. Supongo que la vida carece del orden y la estructura que le confiere la literatura. Vivimos una vida nueva cada vez que abrimos un libro. 
 
-Los personajes de Archipiélago son gente corriente, anónima, discreta parecen ir a la deriva, como naufragos de la Historia y de sus propias vidas… 

-Tienes razón, son víctimas de la historia, más o menos como nosotros, ¿no? Entre los posibles tipos de personas que quizá haya, yo señalaría dos: los que “hacen” la historia y los que la sufren. La mayoría pertenecemos a esta última categoría. Y así quise que fueran los personajes de mi novela. 

-Archipiélago está ambientada en los días que supusieron la caída de una dictadura, de una tiranía, el machadato. Pero Cuba no consiguió deshacerse del autoritarismo ni de la falta de libertades, puesto que después llegó Batista y más tarde los hermanos Castro.

-La historia de mi país parece dirigirse hacia ese último desastre. Era una de las cosas que quería intentar entender con ese libro. Vuelvo a las obsesiones de las que te hablaba, esa necesidad de iluminar un poco esa oscuridad en la que hemos vivido, no sólo los cubanos, sino la mayoría de los países en la cuenca de El Caribe. El autoritarismo, el caciquismo, ese mal que quizá nos haya llegado de España, encontró en América una tierra propicia. Los Castro son hijos de gallego. ¿No parece una coincidencia sospechosa? 

-Caracterizas Cuba como una amalgama de bandidos españoles, chinos lavandero opiómanos y negros lánguido-bailadores…

-Sí, sí, la amalgama de nuestros países fue tremenda. Al principio de la conquista los que llegaban de la península eran por lo general marginales, de todos los rincones del reino. Cuando ya no había mano de obra indígena, secuestraban negros del Calabar y los traían en aquellos horrendos barcos negreros. Eran negros yorubas, lucumíes, congos, carabalíes..., arrancados de sus tribus y esclavizados… Luego, hacia finales del siglo XIX, llegaron los chinos, los coolies, que fueron engañados, en régimen de semiesclavitud. De todo eso, surgen las naciones caribeñas: Puerto Rico, República Dominicana, Cuba…

-Para ti, ¿es Cuba una herida?

-No sé si esa sea la palabra justa. No sé si es una herida, pero desde luego es algo que duele por algún lugar.

-¿Concibes la escritura si no es desde el inconformismo, la insatisfacción, la rebeldía?

-Totalmente. Creo que escribir es un acto de rebeldía. Un decir No. Tal vez se escriba para remediar una carencia, una insatisfacción. Por lo menos así es como lo entiendo. Es lo que nos llega desde el Romanticismo y, mucho más precisamente, desde Baudelaire y los poetas malditos: la literatura como acto de rebeldía.

-¿A qué escritores cubanos deberíamos prestar más atención?

-A dos gallegos (no fue malo todo lo que llegó de Galicia) maravillosos: Lino Novás Calvo, autor de una novela extraordinaria Pedro Blanco, el negrero, publicada por Tusquets Editores; Carlos Montenegro, autor de Hombres sin mujer. También Lydia Cabrera, una antropóloga que, junto con Fernando Ortiz, descubrieron la cultura negra de Cuba. Dos cuentistas excelentes: Enrique Labrador Ruiz, Calvert Casey.

-¿Y a cuáles escritores hay que volver siempre?

-Pues a Alejo Carpentier, a José Lezama Lima, a Virgilio Piñera, a Guillermo Cabrera Infante. Tenemos una gran literatura, dicho sea sin orgullo patrio, frase que me es radicalmente ajena.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Carlos, la reseña es estupenda.....pero las respuestas de la entrevista me han parecido muy discutibles. Es un chiste que al ser los Castro descendientes de gallegos tienen tendencia al autoritarismo? No tendría el autor que hacer una lectura un poco más compleja de la realidad de Cuba? La situación política de Cuba y Centroamerica no tiene una gran dependencia de los intereses geopolíticos de EEUU? La verdad las respuestas del autor me han parecido tan vacías de análisis que me han quitado las ganas de leer el libro.

Gabriel

Pilar Vargas dijo...

Carlos,
Con que placer he leído tu reseña. Estoy recién llegada de Cuba y todavía con el "jetlag" que martillea mi cabeza y con una necesidad angustiosa de digerir y entender esa experiencia vital que ha sido Cuba. Desde mi ignorancia, mi febril desesperación de dar respuesta a una realidad que desborda la simple observación objetiva de un lugar y de unas gentes.
Gracias Carlos, intuyo que en este libro voy a encontrar respuestas que ayuden a componer ese puzzle. Magistral apunte, y la entrevista la entiendo, hable con Abilio antes de irme y ví algo ensoñador en sus maneras pero a la vez una clara lucidez y tuvo la deferencia de no hacer añicos la ilusa idea preconcebida con la que yo me marchaba a ese viaje.

carlos ciprés dijo...

Hola Gabriel. En efecto, es un chiste, una frase cargada de ironía que pretende reflejar la tradición autoritaria que con tanto ahínco se ha cultivado tanto en la sociedad española como en los países que se libraron de su dominio. Aunque la entrevista no pretendía centrarse en la situación política de Cuba me fue inevitable no dar pie a ello, eso sí, sin ningún afán de profundidad y de ahí el tono de la conversación.
Y, desde luego Pilar, las novelas de Abilio Estévez están repletas de argumentos, personajes, actitudes y acontecimientos que pueden ayudar a desentrañar el complejo y desesperante ovillo de la realidad y nuestra acuciante necesidad de construirnos certezas.