sábado, 3 de enero de 2015

Elfriede Jelinek: Los excluidos

Idioma original: alemán
Título original: Die ausgesperrten
Año de publicación:1980
Traducción: Carmen Vázquez de Castro
Valoración: recomendable con reservas

Por lo menos, en Los excluidos, Jelinek no parece una escritora que le tenga manía tomada a sus lectores, no parece alguien empeñado en hostigar desde sus páginas. La hostilidad de Deseo aquí queda relegada por un estilo que es atractivo, a pesar de una cierta incomodidad, pero que, afortunadamente, no es agresivo de forma manifiesta. Se trata de una narración en presente tenso, una especie de letanía de tono glacial, que va soltando sutiles toques, que va lanzando piedrecitas que, al final, hacen resquebrajar el cristal. Las menciones al pasado común de los padres de los protagonistas, arraigado en el nazismo. Solícito recurso, coartada justificada para aportación de sórdidos detalles y contextualización de cierta perversión.
La historia personal de cada uno de los protagonistas, sus inquietudes de todo tipo, sus rituales iniciáticos en el sexo, en la creación literaria, en la experiencia escolar o deportiva, en el delito gratuito con coartada político-social.
¿He dicho político? Uy, igual debía decir poético. Porque El Personaje aquí, el leit-motiv es Rainer, llamado así por Rilke, hijo de un nazi mutilado que maltrata febrilmente a su esposa. Ideólogo e inopinado cabecilla de un grupúsculo.
Y Los excluidos son cuatro adolescentes, ergo, Rainer y otros tres, Hans, Anna y Sophie, en diversos grados de desarraigo. De orígenes sociales dispares pero con esa condición común: la adolescencia en un entorno difícil, en un mundo cambiante, en un mundo diferente al que muchos de los adultos que los rodean deseaban o habían planeado. Todo ese magma avanza hacia el lector a medida que las páginas se suceden, en una ciudad, Viena, en un tiempo, últimos 50-primeros 60, convulso, donde las heridas son tiernas y los recuerdos son frescos y muy poco agradables.Y aunque el libro parece amagar con ser La naranja mecánica en Viena o Quadrophenia en Centroeuropa, va y resulta que, tras una brillante centena de páginas iniciales, las escenas devienen repetitivas y sin aporte relevante de contenido: todo se hace cuesta arriba porque, a pesar de resultar interesante e inspirado, parece que Jelinek prefiere optar por una especie de estrategia de saturación, y la expectativa de un festín de violencia gratuita con coartada esteticista se desploma, dando paso a una perorata de intenciones intermedias entre lo moralizante y lo escandaloso que, aun siendo digerible y hasta disfrutable en lo literario, que, aun disponiendo de un final al que merece la pena llegar (a pesar, insisto, de lo cuesta arriba que se pone, y me llego a preguntar si es premeditado o si simplemente Jelinek no sabía escribir de otra manera), yo no he acabado de comprender del todo en su conjunto.  Infeliz de mí.

También de Elfriede Jelinek en ULAD: Deseo

7 comentarios:

Anónimo dijo...

final al que merece la pena llegar??
como siempre has elegido la forma y te has equivocado, das demasiadas vueltas a la mierda y el hedor se hace insoportable. Todos los días podemos elegir, es una gran responsabilidad, lo sé, pero es lo que toca si queremos vivir como queremos. No has pensado en la parte contratante de la otra parte, ya te he comunicado muchas veces que era mejor hablar y terminar con todo de una vez. Si el miedo es por lo que sucederá después no hay que ser un lumbreras para saberlo, y lo sabes. Cada uno tomará su camino, no hay otra opción por mucho que quieras maquillarlo. Siento naúseas cada vez que pienso en todo lo que has podido pensar, decir sobre mi persona. Ese DAÑO está hecho y no se puede dar marcha atrás. NUNCA podré mirarte con normalidad, no he conseguido ese nivel de cinismo. Te reconozco el esfuerzo y el valor al contarlo pero eso no soluciona las cosas. Lo siento y que disfrutes de un año maravilloso.

Francesc Bon dijo...

Estoooo: querido o querida anónimo o anónima. Tu reacción a esta humilde reseña resulta tan visceral que parece que irrumpa en aspectos personales. Tanto, que hay quien así lo ha apreciado.
En todo caso, y dado que me haces retomar mi sanísima costumbre que está un poquitín dormida, gracias por el comentario.

Anónimo dijo...

supongo que te refieres a ti, en todo caso siéntete satisfecho, has logrado inspirar a uno de tus lectores. Y gracias por recibir de buen grado mi comentario.

JesusW dijo...

Yo creo que el anónimo ese anterior queria hacer un homenaje a la escritora austriaca a traves de la imitacion de estilo, ... Acabo de comprar el libro de Los excluidos en el Amazon, cuando me llegue y lo lea ya comentare algo...

Anónimo dijo...

Es la primera novela que leo de esta autora y no la considero de fácil lectura. Hay que situarse temporalmente y en el lugar en que se desarrolla porque no son datos que estén de manera clara en el texto, pero sí en tu reseña. Me ha resultado interesante por el momento que narra, aunque los personajes se nos presentan a retazos que el lector debe ir componiendo, en mi opinión una panda de tarados (los personajes, ¿hijos de su tiempo?). La novela requiere la participación activa del lector y en ocasiones se me ha hecho un poco pesada y repetitiva, pero se compensa con no ser un tocho. Yo la dejaría en un ESTÁ BIEN. ToniLV.

Francesc Bon dijo...

Bueno; el recomendable con reservas ya puede orientarte de mi escaso entusiasmo, sobre todo, por como la novela arranca como muy peleona y languidece de forma casi sonrojante. Otro Nobel sobrevalorado, por cierto.

Pedro Solanes dijo...

Para mi es una novela interesante, cuya historia creo que hay que contextualizarla en la dureza que para el conjunto de la sociedad alemana debió acompañar al borrón y cuenta nueva motivado por la derrota bélica. Es comprensible que hubiera gente -en el caso de la novela unos mocosos adolescentes- que no se adaptara a la nueva situación. No debe ser fácil como sociedad pasar del populismo enfermizo nazi que todo lo ensució a formar parte de una sociedad mucho más tolerante, moderada y europeísta. Que te cuenten durante años una bicoca, a la que casi todo el mundo aplaude cuando sopla el viento de cola, y que de repente te cambien el chip no debe ser fácil de digerir tampoco como individuo.

El estilo de Jelinek es tosco a veces, directo y hostil. Tal vez no el que se espera de una Nobel. Me recuerda a veces y que nadie se ofenda, por lo menos en Los excluidos, al Boris Vian más gamberrete y antisistema o al Salinger más rezungón.Que guste o no guste, allá cada cual pero la autora tiene la difícil cualidad de no dejar a nadie indiferente.

Eso no quita para que dé un poco de caña a una película, La pianista, basada en un texto suyo del mismo título. Aunque la tentación está en echarle la culpa del tostonazo a la intensidad que caracteriza a Isabelle Huppert (tan intensa como elegante en cámara, elegancia que no puede negarse), para ser justos quizá el texto, introvertido, muy duro y profundamente femenino, no es muy dramatizable y pasarlo a la pantalla quizá fue un error.

Sobrevalorada Jelinek? Desde luego no, salvo que caigamos en el error o pretenciosidad de considerar que son otros los que sobrevaloran un Nobel cuando no nos gusta o no nos convence. El Nobel no es más que un premio que, por cierto, Jelinek merece tanto o más que otros más populares para el gran público que también fueron agraciados con esta distinción y menos que tantas y tantos que nunca lo recibieron.

Saludos a los uladianos y uladianas, de toda y cualquier condición.