Idioma original: italiano
Título original: Le ragazze di Sanfrediano
Fecha de publicación: 1949
Valoración: Recomendable
En Sanfrediano, un barrio de Florencia, hay un tipo joven y muy guapo de nombre Aldo pero al que todos llaman Bob por su gran parecido con el actor del momento, Robert Taylor, y que es un auténtico canalla con las mujeres. Disfruta seduciendo a toda jovencita apetecible que se le ponga a mano y dejándola cuando se cansa de ella, pero muchas veces tiene varias amantes al mismo tiempo haciéndolas creer a todas que son las únicas. En fin, una joyita, el típico ligón inclemente que sabe mostrarse irresistible ante sus conquistas pero que al final acaba siendo odiado por hombres celosos y mujeres traicionadas. Pero un día, seis de sus amantes deciden juntarse para darle una buena lección.
Éste es el argumento de Las muchachas de Sanfrediano, una corta y agradable novela del célebre escritor Vasco Pratolini (Florencia 1913), casi autodidacta y entregado a toda clase de trabajos (vendedor ambulante, camarero, tipógrafo) antes de alcanzar el éxito con sus historias, muchas de ellas en forma de guiones para la gran pantalla. Sin ir más lejos, él escribió junto a Suso Cecchi d'Amico el guión de Rocco y sus hermanos, filme de Visconti, y fue nominado al Oscar por su guión de Cuatro días en Nápoles, de Nanni Loy. La propia historia que hoy nos ocupa tuvo su versión cinematográfica.
Así, hablamos de una historia ágil y sencilla de leer pero que deja claro que las fórmulas clásicas nunca fallan y que a todos nos gusta degustar una y otra vez las mismas historias reescritas y reinterpretadas de diferentes formas, en esta ocasión, lo mal parado que acaba un guaperas sin escrúpulos. Pero Las muchachas de Sanfrediano también nos brinda la ocasión de conocer a un grupo de seis bravas muchachas italianas que pese a ser de familias humildes y de vivir en una década en la que el feminismo y la liberación de la mujer eran ideas que les quedaban muy lejanas, deciden pararle los pies a ese macho alfa que encarna todos los atributos que creen que debe tener su príncipe azul y que en el fondo, se ríe descaradamente de ellas. Porque más que una fábula con buenas dosis de mala uva, Pratolini teje sin estridencias un pequeño y fiel fresco de su época y se pone en la piel de unos seres en apariencia inofensivos a los que las circunstancias llevan a una situación límite.
Y no puedo resistirme a poner aquí esta descripción que en momento dado de la historia, Patrolini hace de una de sus Erinias: "Ella, de manera espontánea, sabía determinar sus horizontes; nada de cuanto se le escapaba le provocaba desilusión, pues desde que se le escapaba ya no le pertenecía, entraba en la esfera de los sueños y figuraciones con los que ella acunaba su imaginación perezosa, sin que le quedara ni un resto de ansia ni de añoranza. Su naturalidad y su honestidad constituían la base de su fuerza moral, que era genuina. Era una muchacha modesta y cordial, que gozaba del don inestimable de conocerse bien y -por angosto que fuera el espacio que educación y cultura ocupaban en su espíritu- de concocer también a los demás, de intuir de manera inequívoca la ineptitud o la lealtad de la gente; y ella era, muy sabiamente,lo bastante egoísta como para mantenerse en segundo plano y defenderse en cuanto la aventura que deseaba vivir le exigía cierta osadía".
Por cierto, bonita edición de Impedimenta,con traducción de Amelia Pérez de Villar.
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