sábado, 26 de octubre de 2019

Iñaki Abad: Las amargas mandarinas


Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2019
Valoración: Muy recomendable

No todos lloramos por las mismas cosas aunque todos los seres humanos lloren y se rompan por dentro de un modo diferente, ni la palabra libertad tiene el mismo significado para unos que para otros. En una noche lluviosa, Carla llega a Palma desde Windhoek, la capital de Namibia, donde reside con su marido, diplomático, y sus dos hijos. Viene para enterrar a su padre. Así arranca esta novela de Iñaki Abad y lo que hay a lo largo de sus cuatrocientas páginas no es desde luego una despedida sino más bien un reencuentro, el descubrimiento de una persona discreta, sensata, pulcra y reservada, como esos actores secundarios siempre dispuestos a dar diligentemente pie para que se luzcan los protagonistas.

El padre de Carla es José María Fleta Loroño, un bilbaíno del 51, hijo único de una familia trabajadora criado en el muelle de Urazurrutia, al que una decisión bastante intrascendente y tomada a la ligera en una noche de septiembre de 1974 le va a condicionar de una manera definitiva durante el resto de su vida. Chema Fleta iniciará así un periplo que le alejara definitivamente de los suyos, de Bilbao y del País Vasco, aunque se mantendrá irremediablemente sometido al disparatado desquicie de ese monstruo desatado de furia, narcisismo y arrogancia que fue el denominado, incluso por don JoséMarí Aznar, Movimiento Vasco de Liberación Nacional.

Chema Fleta iniciará entonces su vida adulta en Burdeos, en los años setenta, y pese a ser de ese tipo de personas que no precisa de ir convenciendo a los demás de lo necesario, justo y bondadoso de sus propias ideas, no conseguirá situarse al margen de las embestidas de aquellos años, de aquella década tan desatada, quimérica y explosiva. Uno de los hilos que recorre toda esta trama hasta nuestros días es el sentido de las palabras, de qué significado se nutren, para qué sirven y para qué las usamos, qué señales emiten y cómo las disponemos para crear laberintos donde ocultarnos. Y su mayor atractivo, quizás, sea la discreta fuerza en la que se sustenta este personaje de Chema Fleta, que no es otro que el amor, las palabras reencontradas, la conciencia de sus labios, los ojos con los que aprendió a ver el mundo, su olfato, el paladar, fue la piel, el sexo, el temblor, el hambre y el deseo que lo saciaba, el día y todas las noches, el mar donde perderse, las tormentas y el refugio. Y me corto para no dar más detalles que chafarían el goce de descubrirlo por si mismo a quien quiera animarse a la lectura de Las amargas mandarinas.

Porque, desde luego, hacerlo tiene una excelente recompensa. De Iñaki Abad (Bilbao, 1963) no había leído ninguna de sus dos novelas anteriores, Los males adioses (2007) y El hábito de la guerra (2002) así que no puede decirse que se trate de un autor que no le dedique el tiempo preciso a sus historias. Las amargas mandarinas  es un novelón, una auténtica gozada, de esos libros que atrapan y fascinan, que te obligan a dedicarles atención y tiempo, que necesitas arañarle desesperadamente más minutos al sueño, entender, volver atrás, perderte en la profundidad de sus párrafos complejos, densos, enjundiosos. El lenguaje y el tono de la novela están tan logrados como ajustados y la narración va fluyendo con vigor, realismo y emoción, de manera asombrosa y veraz. Yo he llegado al último párrafo de la última página con un nudo en la garganta, con un puño en el estómago. Y no exagero ni un gramo. La he leído embelesado y con fruición, con las lágrimas apelotonadas y pugnando por brotar y con la imaginación sometida y entregada al fluir de la narración. Y cuando eso ocurre, tan de tanto en cuanto, hay que disfrutarlo. Por eso me parece tan y tan recomendable,

5 comentarios:

Juan G. B. dijo...

La novela será muy recomendable, eso seguro, pero la cubierta tiene tela...; )

carlos ciprés dijo...

Jaja Juan, es verdad, como también lo es que una portada fea de narices nunca es obstáculo para el lector aguerrido...

Anónimo dijo...

Pero lloraste o no?

carlos ciprés dijo...

Ja ja ja, apreciado anónimo. Lo relevante no es si yo lloré sino si tú ta vas a atrever a intentarlo...

carlos ciprés dijo...

*vas a atreverte..., perdón...