viernes, 25 de octubre de 2019

Carolin Emcke: Contra el odio

Idioma original: alemán
Título original: Gegen den Hass
Traducción: Belén Santana
Año de publicación: 2017
Valoración: recomendable

Creo poder afirmar, sin arriesgar demasiado, que estamos en un momento social donde el odio se manifiesta de manera inexorable en nuestro mundo en diferentes formas de expresión y hacia diferentes colectivos. Y si compráramos el relato de los que odian, podríamos decir que el odio es por motivos de raza, de género, de condición sexual, de clase u otros motivos, pero no, el motivo real del odio hay que buscarlo en quién odia, no en los objetivos del odiador. Y para analizar las causas y los efectos, Carolin Emcke, periodista y filósofa, ha escrito este ensayo para tratar el odio, su origen y sus intereses, pero también para encontrar la manera de contrarrestar esta nociva actitud.

La autora empieza el libro con un prólogo potente, atacando directamente las debilidades de quienes odian, pues el odio es siempre difuso, inexacto e impreciso puesto que, de lo contrario, permitiría ver al ser humano con todas las características. Eliminando los matices, «el odio se fabrica su propio objetivo. Y lo hace a medida» ya sea contra los judíos, los negros, las mujeres, los refugiados, las lesbianas... Un odio que siempre es hacia un poder que amenaza o algo supuestamente inferior. Así el posterior abuso o erradicación se reivindica, no sólo como medidas excusables, sino necesarias.

Como sociedad, debemos conseguir contrarrestar el odio y la autora es tajante en este aspecto al afirmar que «a todos nos compete impedir que quienes odian puedan fabricarse un objeto a medida» y para ello, sostiene y reclama que combatir el odio debe hacerse desde todas las esferas, en nuestro día a día, incluso en las situaciones en apariencia más insignificantes; debemos salir de nuestra esfera privada, de la protección de nuestro propio refugio para apoyar a los que están amenazados. Incidiendo en este aspecto, y en una de sus interesantes reflexiones, la autora critica la dejadez y falta de crítica de una sociedad que usa y se escuda en eufemismos para no hablar de odio y evitar tratarlo a consciencia; y su análisis es brillante, pues ataca directamente a una de las raíces del problema: la banalización del odio. Una banalización ante la que todos deberíamos rebelarnos, pues somos conscientes de una clara tendencia en la actualidad en hablar del concepto de «ciudadanos preocupados», una manera bastante eufemística de caracterizarlos, pues quien habla de «ciudadanos preocupados» quiere, ante todo, ponerlos a salvo de lo que pueda ser políticamente o moralmente criticable. De esta manera, la preocupación funciona como un sentimiento encubridor, camufla la xenofobia, y lo hace de manera hábil ya que los ciudadanos preocupados pueden odiar a diferentes colectivos, pero la preocupación enmascara estas convicciones pues, «¿acaso la preocupación merece algún tipo de reproche moral?»

La autora hace hincapié en la supuesta preocupación o temor hacia el otro como el causante del odio, porque en ese caso los amenazados intentarían alejarse del supuesto peligro. Por contra, buscan acercarse a ellos, atemorizarlos o incluso aniquilarlos. Y también critica a los observadores pasivos, pues sin ellos los que odian verían mermado su impacto, pues necesitan espectadores para poderse reafirmar como pueblo y, en ese perverso espectáculo, hay un doble componente de castigo, pues la víctima no puede negarse a participar en la escenificación que la denigra; las víctimas son exhibidas y degradadas, convirtiéndolas, a manos de los odiadores, en objeto de divertimiento.

En su análisis, la autora pone como ejemplo algún suceso real, casos de abusos policiales contra ciudadanos negros para mostrar cómo la herencia cultural incide en el comportamiento de las personas quienes a su vez legitiman su comportamiento en base a esa herencia, y lo hace citando el libro «Entre el mundo y yo», de Ta-Nehisi Coates; una herencia que proviene de los tiempos de esclavitud y expone con datos la diferencia de trato policial y judicial entre la sociedad negra y la blanca en Estados Unidos. En este aspecto, hace una parada profunda para hablar del caso de Eric Garner quien, en la detención policial que acabó causando su muerte, harto de tanta persecución y acoso hacia los negros por parte de la policía, justo antes de su detención afirmó «I’m tired of it. It stops today!», en un «esto termina hoy» como claro sentimiento de no poder aguantar más tanta injusticia, tan malos tratos, tanta denigración.

También es interesante el análisis que hace sobre la secesión o el nacionalismo, que la autora vincula, en mayor o menor grado, a la voluntad de crear una comunidad homogénea, aunque, por otra parte, también afirma que partidos políticos que aluden «al pueblo» lo hacen al no sentirse suficientemente representados, sino excluidos de prácticas políticas o leyes que les afectan, y eso ocurre tanto a ni el político como respecto a los medios de comunicación. En este marco se encontrarían movimientos escépticos con la política actual o con el concepto de Europa y destaca la radicalidad con la que «los partidos nacionalistas defienden la univocidad de la propia tradición, que neutraliza cualquier tipo de ruptura, ambivalencia o diversidad en la propia historia». Por este motivo estos «agentes políticos intentan apropiarse de los centros de cultura, museos y libros de texto, ya que cualquier voz o perspectiva contraria a su constructo de nación o pueblo les incomoda».

La autora también abre otro frente polémico, pues alegando a la libertad y el respeto, pone como ejemplo el velo en las mujeres musulmanas. Defendiendo la libertad religiosa, la autora considera que hay que tomarse en serio la autodeterminación femenina y sostiene que hay que reconocer que «puede haber mujeres que quieran llevar una vida piadosa o comportarse de un modo determinado y que, en el caso del velo, a nadie le corresponde calificar ese deseo de irracional, antidemocrático, absurdo o imposible per se. Ese deseo merece el mismo respeto y la misma protección que el de manifestarse en contra de ese concepto de religiosidad (o esa práctica)». Emcke nos habla también sobre el fanatismo y el fundamentalismo, poniendo como ejemplo el Estado Islámico que busca con sus atentados conseguir un doble objetivo: castigar las sociedades modernas (y por tanto híbridas, característica totalmente contraria a la pureza que defienden y buscan) y por otro crear recelo y miedo en la sociedad occidental hacia sus habitantes musulmanes, de manera que se vean repelidos de esta sociedad y no encuentren cabida en ella, aspirando así a que vuelvan a crear sociedades homogéneas, y por tanto «puras».

En una visión del odio desde otro ángulo, Emcke nos habla también de cómo la sociedad clasifica las personas y como la tradición mantiene esas diferencias de manera que los fenómenos de discriminación y exclusión más frecuente se sustentan en unos relatos empleados para transmitirlos que se han repetido lo suficiente para que su cuestionabilidad no llame la atención. Una clasificación que, en lo tocante al género de las personas, la autora lo trata para denunciar la discriminación hacia las personas trans y la asignación de género a las que se ven sometidas, a menudo a contra suya. Y en ese aspecto la autora cuestiona la atribución de lo que se considera masculino o femenino, planteando si se considera como masculino un determinado conjunto de rasgos cromosómicos y genitales o también un conjunto de gestos, prácticas o costumbres, y profundiza en las injusticias a las que son sometidas estas personas de manera diaria, pues deben estar continuamente justificando su condición y reclamando tener los mismos derechos que las personas con otra condición. Así, la autora afirma que «las personas trans no han de justificar cómo quieren vivir. Las personas trans no deben argumentar por qué tienen derecho al libre desarrollo de su personalidad. Son todos los que pretenden negarles ese derecho quienes deben explicarse».

Para terminar la reseña, y volviendo puramente al título del libro, la autora cierra este análisis sobre el odio sosteniendo que la única manera de combatirlo es desde la democracia, desde una sociedad libre y abierta. «La antidemocracia solo se puede combatir por la vía democrática (…) si una sociedad libre y abierta quiere defenderse, solo lo logrará mientras siga siendo libre y abierta». La autora sostiene que «la crítica y la resistencia frente al odio y el desprecio siempre deben dirigirse contra las estructuras y las condiciones que los hacen posibles». «Es preciso oponerse con valentía a todas esas pequeñas formas cotidianas de humillación y degradación, así como promover leyes y prácticas de colaboración y solidaridad contra los excluidos».De esta manera, la autora aboga por una sociedad abierta e inclusiva, como única manera de progresar. Y finaliza el libro afirmando que «alzarse contra el odio y encontrarse en un nosotros para hablar y actuar juntos sería una forma valiente, constructiva y sutil de poder». Y, aunque puede que este mensaje parezca algo utópico, ¿cuál es sino la alternativa que nos queda?

16 comentarios:

Lectora dijo...

El ensayo de la misma autora "Modos del deseo" es estupendo también, os lo recomiendo. Una acertadísima reflexión sobre el bullying, la normatividad heterosexual, las diversas orientaciones e identidades y la pésima educación sexual que aún se sigue impartiendo en las aulas.

Marc Peig dijo...

Hola, lectora. Pues tomo nota porque, por lo que dices, parece muy interesante.
Saludos, y gracias por comentar y sugerir lecturas.
Marc

Diego dijo...

Gracias por la reseña, Marc. Me lo apunto.

Si te interesa profundizar sobre el tema, ir más allá de los odios particulares contra los que los progresistas vienen luchando desde hace tiempo, y buscar algunas respuestas razonables sobre las causas que nos hacen a todos distinguir entre "nosotros" y "ellos", Compórtate, de Robert Sapolsky, es un excelente trabajo de divulgación muy bien escrito.

Marc Peig dijo...

Hola, Diego, gracias por elogiar la reseña.
Le he echado un ojo al libro que indicas y parece interesantísimo. No sé si el tiempo me da para las casi mil páginas que tiene (por lo que auguro que debe ser profundo y denso), pero me lo apunto en mi lista de posibles para una futura tochoweek,
Saludos, y gracias por compartir lecturas y puntos de vista.
Marc

Antonieta dijo...

Buena!! Gracias, buen aporte para nuestros días.

Antonieta dijo...

Graciassssss!!!

Marc Peig dijo...

Gracias, Antonieta.
Sí, es cierto que viene muy bien para estos días especialmente.
Saludos, y gracias por comentar.
Marc

Sandra Suárez dijo...

Comprender algo o a alguien no depende de la voluntad, pero sí se puede querer (o sea, intentar) comprender o negarse de plano a toda posibilidad de comprender lo ajeno. Hay una gran diferencia en una u otra actitud, y esa elección o "disposición a" sí es voluntaria.

Marc Peig dijo...

Tienes toda la razón, Sandra, hay que tener una predisposición y actitud abierta para intentar entender y comprender aquellos que, a priori, vemos diferentes. Seguro que nos encontramos con sorpresas y, en caso que no consigamos entenderlos, sí al menos deberíamos respetarlos.
Saludos, y gracias por el apunte.
Marc

Diego dijo...

Gracias a ti.
Es un tocho grande pero ameno.
Quizás, una semana dedicada a la divulgación sería una estupenda idea. Algunos lectores del blog la disfrutaríamos y creo que todos le sacaríamos provecho.
Un saludo

Marc Peig dijo...

Pues tomo nota, Diego. Me parece muy interesante.
Saludos, y gracias por hacernos propuestas.
Marc

Anónimo dijo...

Uff!! Qué pereza leer tamaña reseña!!

Marcela dijo...

Hola Marc,!!
Que tema tan complejo “ El Odio” en todos sus aspectos!!
Odio ó respeto——
Difícil de hacer entender al ser humano, que todos pertenecemos al mismo Universo,
.Me pregunto....... por siglos y siglos, .¿ quien provoca ésos “ Odios” ??

Como siempre, tus reseñas son para mí, de las mejores....
Saludos

Marc Peig dijo...

Hola, Marcela.
Muchísimas gracias por tus elogios, siempre son un aliciente para seguir reseñando e intentar hacerlo lo mejor posible (a veces con más acierto que otras, pero se intenta siempre).
Respecto al “odio”, efectivamente, es un tema que da mucho de sí y sobre el que conviene reflexionar, pues es la semilla de muchos de los problemas que tiene nuestra sociedad,
Para mí, el odio viene del miedo a lo desconocido, el miedo a que cualquier elemento externo modifique nuestra pequeño y estrecho círculo en el que vivimos (a nivel físico, pero también mental). Y podemos actuar intentando entender, o encerrándonos en nosotros mismos y cerrar los ojos ante cualquier discrepancia.
El odio no deja de ser el resultado extremo de nuestras propias inseguridades.
Saludos, y gracias por comentar.
Marc

Lupita dijo...

Hola, Marc:
Me encanta leer tus reseñas, pues ya de entrada nos haces pensar, que en sí mismo es mucho. El odio es un tema crucial; está en la base de las guerras, principal lacra de la humanidad. Pienso muchísimo en ello, y observo, con mucho dolor, como las redes sociales nos acercan y, al mismo tiempo, propagan también el odio y la crítica ofensiva.

El odio puede venir del miedo a lo desconocido, pero no siempre. En una sociedad tan competitiva y centrada en la productividad de lo útil, el otro se convierte en alguien a quien superar, ya sea materialmente, en conocimientos o en belleza. La envidia y la certidumbre del mal reparto de los recursos también están en la base del odio. ¿Y qué decir de esa frase de: “Porque yo me lo merezco”Ese eslogan publicitario parece haberse convertido en idea central de muchas personas. Yo me merezco ser feliz, merezco un buen trabajo, una buena casa, una buena pareja, buena ropa, etc..¿Y los que no lo tienen?¿Han hecho todos algo para no merecerlo? Las desigualdades y las injusticias crean odio también.

Por último, decir que la portada es muy representativa. El odio nos encarcela al rencor y los malos sentimientos, desprenderse del odio es una gran liberación.

Muchas gracias por trae este libro y por la reseña tan trabajada.
Gracias

Marc Peig dijo...

Muchas gracias, Lupita, por tus palabras.
Pienso que la lectura, además de entretenernos, nos debe hacer pensar (eso depende del libro, pero también de nosotros, de cuál es nuestra actitud al leer) y si además el libro es un ensayo sobre un tema tan actual como el odio, es obligado reflexionar sobre ello.
Y por eso me gusta la derivada que haces respecto a la envidia, uno de los grandes precursores del odio; esa envidia existente y potenciada en gran medida por un consumismo exacerbante que nos hace peores de lo que somos, que nos empuja a una competitividad donde la colaboración se torna en rivalidad. Tienes mucha razón en tus reflexiones, y las desigualdades siembran un terreno donde el odio puede arraigar.
Debemos desprendernos de cualquier atisbo de odio, para tener una vida mejor, y dársela también a quien nos rodea.
Saludos, y gracias por leernos y comentar tan frecuentemente.
Marc