viernes, 12 de octubre de 2018

Nuruddin Farah: Nudos


Idioma original: Inglés
Título original: Knots
Año de publicación: 2007
Traducción: Eugenia Vázquez Nacarino
Valoración: Está muy bien

Cuentan que en su momento Mogadiscio resultaba una ciudad de verdad atractiva; con la suficiente cantidad de placidez, exotismo y posibilidades como para hacer de ella un destino deseado, soñado. Por que ahora, y desde hace casi treinta años, asociamos la capital de Somalia a caos, destrucción y vorágine. Esa es al menos la única percepción que nos llega a través de los informativos, cuya actividad comercial consiste como sabemos en vendernos el relato de la supuesta realidad a base de la recopilación diaria de desastres y hechos llamativos, excepcionales o desgarradores. De lugares como Mogadiscio y de Somalia, entonces, apenas nos enteramos cuando el estallido de un coche bomba deja un buen reguero de cadáveres. Pero el oriente de África es también las melodías delicadas y extrañas de Mulatu Astatke o el ritmo risueño y fascinante de Abdel Aziz El Mubarak. O las novelas de Nuruddin Farah.

Los libros de Nuruddin Farah (Baidoa, Somalia, 1945) disponibles en castellano son los que componen la trilogía Past Imperfect (Pasado Imperfecto). A saber: Links (Eslabones, 2004), Knots (Nudos, 2007) y Crossbones (Huesos cruzados, 2011), que pueden ser leídos de manera desordenada pues lo que albergan es una situación parecida –el regreso del emigrante/exiliado a Mogadiscio- protagonizado por personajes de distinta circunstancia, género y perspectiva. En cualquier caso, son viajes de regreso que el propio autor experimentó por si mismo. Nuruddin Farah realizó sus estudios universitarios en India y en Reino Unido para partir definitivamente al exilio en la década de los 70 cuando Somalia estaba sometida a la dictadura de Siad Barre y tardó más de veinte años en poder visitar de nuevo su país. Desde entonces ha residido en diversas ciudades de Europa, Norteamérica y África.

En Nudos quien regresa a Mogadiscio tras veinte años de ausencia es Cambara, quien en Canadá se ha labrado una posición personal y profesional autónoma y exitosa. O quizás no tanto, pues su único hijo ha fallecido en un accidente doméstico en casa de la amante de su marido. Así que Cambara decide regresar a Mogadiscio con el objetivo de recuperar la casa familiar que ahora está ocupada por uno de los señores de la guerra que dominan la ciudad en una estrategia que pretende por un lado, canalizar el dolor por la pérdida personal a través de una acción que le permita recuperar parte del legado que conforma su estirpe familiar y, por otra, enfrentarse a la descomposición que asola a Mogadiscio y a Somalia tejiendo una red de amistades, fidelidades e intereses con la que plantar cara a la dinámica tribal, machista y depredadora que domina la situación. Y lo que Cambara se encuentra es desde luego dolor, miseria, escasez, ruina y desesperación y ese abatimiento, paralizante y, a la vez, colérico, que domina a los mascadores de qat, la potente planta psicoestimulante cuyo uso parece haberse masificado en los últimos años entre la mitad masculina de la población.

Pero Cambara también encuentra personas con las que compartir sus objetivos, cómplices con los que intentar revertir la situación, afines con los que planear un futuro más luminoso, más amable, más esperanzador, personas con las que construir una convivencia basada en los valores y los afectos y no en las identidades primarias, religiosas o tribales. Y aquí quizás surge a mi entender uno de los reparos que se le puede hacer a la narración; ¿cómo es posible este inmenso ejercicio de convivencia colectiva sin que asome ni por un momento el sentido del humor? Por eso, en algunas páginas la sensación de excesiva formalidad en el tono de la narración me ha parecido que le resta cercanía, veracidad, a esta novela que, en definitiva, deja buen sabor de boca, pues resulta un relato interesante, profundo y revelador.

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