lunes, 29 de octubre de 2018

Arcipreste de Hita: Libro de buen amor


Idioma original: castellano del siglo XIV
Año de publicación: 1330? 1350?
Valoración: Sse dexa lyer (pero requiere cierto esfuerzo)

No nos engañemos: nos pongamos como nos pongamos, leer un texto del siglo XIV en versión original, sin ‘traducirlo’ o actualizarlo, es una tarea no muy gratificante, por lo menos ardua. Pero tampoco por eso vamos a arrugarnos tan fácilmente. Ya desde Secundaria o como se llame nos habían hablado del tal Juan Ruiz, arcipreste de Hita, y pronto utilizamos algunos fragmentos de su obra para provocar a los Hermanos maristas, así que no se podía posponer por más tiempo esta lectura, para lo cual hubo que activar los protocolos (eso que tanto gusta decir a los periodistas) para sortear o amortiguar los obstáculos que van saliendo al paso.

Para empezar, decía lo del lenguaje. Es frecuente que las ediciones de textos tan antiguos se presenten en un lenguaje adaptado a nuestro tiempo, al menos limando algo la grafía del original. Pero esta mi edición de Austral es tan clásica, tan auténtica que, oiga, ni la menor concesión al pobre lector del siglo XXI.  Un truco puede ser utilizar la propia factura del texto: dado que, salvo unas páginas iniciales, todo está escrito en verso, lo mejor es dejarnos llevar por el ritmo, como si recitásemos, pasando un poco por encima de los detalles ortográficos. No será tan difícil encontrar sentido a palabras en principio oscuras, la comprensión mejora un montón y la lectura se hace más ágil y entretenida. Y bueno, también ayuda el hecho de que todos tenemos una cierta idea de sobre qué va el asunto, los amoríos del arcipreste, la vieja Trotaconventos, doña Endrina, y todas esas cosas. Aún así, tampoco vendrá mal un poco de paciencia, sobre todo cuando se nos presenten varias páginas seguidas atiborradas de versos en cuaderna vía.

Pero vamos al lío. Básicamente, el libro es un relato de las andanzas amorosas del tal Juan Ruiz, narradas con importantes dosis de humor y espíritu iconoclasta. Esto es lo más famoso, pero quizá hay una idea algo inexacta sobre el particular. El Libro de buen amor no es en absoluto un texto erótico tal como podemos entenderlo actualmente. Tras la mención de esas prácticas que el autor define llamativamente como ‘la lucha’ no hay nada explícito en torno a artes amatorias o peripecias sexuales. Así que ahórrese el esfuerzo el que busque alto voltaje en versión medieval. El arcipreste, eso sí, está ansioso por echar el lazo a lo que se mueva, pero la gracia (sea mucha o poca) reside en los trucos y artimañas que utiliza para conquistar a las ‘dueñas’. De hecho, de doce o trece iniciativas que el hombre desarrolla incansable, creo que sólo dos llegan digamos a buen fin, así que sus estadísticas son más bien discretas.

El tronco fundamental son por tanto los ardides del arcipreste y su alcahueta para alcanzar los sucesivos objetivos femeninos, pero hay también algunas otras cosas. Quizá una de las partes más divertidas comprende un pequeño viaje por la sierra de Guadarrama, donde el protagonista se topa con varias mujeres (las ‘serranas’), en encuentros más bien abruptos en los que no cosecha ningún éxito, pero es a cambio violado por la Chata, la más fornida de las mozas que salen a su encuentro. Por lo demás, el autor aprovecha la narración para colocar diversas sátiras, como la famosa batalla de don Carnal y Cuaresma, u otras menos afortunadas sobre las horas canónicas (maitines y todo eso) o los pecados capitales. Hay incluso un par de páginas de cierta profundidad sobre el valor del arrepentimiento y la confesión.

Y aún hay más, y más sorprendente. Especialmente el inicio y el final del libro incluyen unas cuantas cantigas ‘de loores a Santa María’ y algún otro pequeño texto de tono religioso, lo que forma un cóctel algo extraño con los tan desenfadados trabajos de seducción y el sarcasmo que dominan el texto. El arcipreste se esfuerza en las primeras páginas en justificar su defensa del ‘buen amor’ (el amor de Dios) frente al ‘loco amor del mundo’, o del pecado, y tiene el morro de decir ‘por que es umana cosa el pecar, si algunos (lo que non los consejo) quisieren usar del loco amor, aquí fallarán algunas maneras para ello’. A eso se llama pragmatismo, versatilidad tal vez. Quizá la razón de este lío se encuentre en los versos sobre los ‘clérigos de Talavera’: cuenta Juan Ruiz cómo se recibió una orden del Papa amenazando con la excomunión a los clérigos que tuviesen ‘mançeba, cassada nin soltera’. Por lo visto, el propio arcipreste acabó con sus huesos en la cárcel y fue ahí donde escribió el libro, con lo que parece que por una parte dio rienda suelta a su humor, relatando sus aventuras, pero contrapesando el relato con muestras de devoción religiosa, por si acaso. Bueno, puede ser.

Es indudable que el libro tiene momentos divertidos, pero tampoco voy a ocultar que el lenguaje es un escollo que a veces resulta difícil de vencer, los cientos de alejandrinos encadenados sin descanso acaban por aburrir con su ritmo un poco infantil, y las muchas fábulas didácticas, pues hombre, cansan un poco a fuerza de repetirse, aunque a veces tengan también su gracia. Quizá es un libro para leer a sorbitos, por trozos más pequeños y, bueno, no cabe duda de que es Historia de la literatura, que eso también importa. Pero si aún así no nos decidimos, servidor os deja con mucho gusto la deliciosa versión que el gran Paco Ibáñez hace del fragmento sobre el dinero:



6 comentarios:

Toloveo dijo...

Es curioso que a un lector hispano de 2018 le resulte más incómodo acceder un texto castellano del siglo XIV que uno inglés o italiano del mismo siglo. ¿Es esto la evidencia de que necesitamos normalizar "traducciones", como la que hizo Trapiello del Quijote? Si respondo por mí, diría que no, claro, pero es que soy profesor de la materia. ¿Qué hacemos con el resto de potenciales lectores? Hay páginas del Arcipreste que son absolutamente prodigiosas, pero yo no las podría haber valorado y gustado si no fuera por una formación específica.
Por otra parte, como obra que es de su tiempo, debe ser valorada de manera peculiar su carácter unitario y su intención. Hay que buscar sus bondades más allá de una ficción de argumento lineal, como la que sí encontramos en la novela moderna. Aquí encontramos, por decantación y acumulación desde fuentes muy diversas, un material que no fue creado para leer de tirón y para llegar a un final. Un libro del siglo XIV se escribió con el ritmo de los poetas del siglo XIV y para los pocos lectores y muchos oyentes del siglo XIV. Dicho en términos comparativos: no se puede percibir la grandeza de los retablos de una catedral gótica si la "leemos" como una novela gráfica.
Y perdón por el rollo.

Carlos Andia dijo...

Nada de rollo, amigo Toloveo, lo tuyo ha sido una explicación clara y ponderada como sólo la puede hacer un experto en la materia, cosa que obviamente no es el reseñista, en este caso yo. El problema es que esas virtudes que tú descubres desde tu formación en la materia es muy difícil que las aprecie un lector del siglo XXI, así que nos tenemos que apañar como podamos para lidiar con el texto, y valorarlo en su conjunto, con nuestros parámetros actuales, necesariamente limitados. Y está claro que el resultado no puede ser el mismo. Así que nos contentamos con apreciar lo que tenemos a la vista, lamentando no disponer de conocimientos que nos permitan ver mucho más allá.

Eso sí, coincido en que, pese a la dificultad -que a veces no es poca cosa- es preferible el texto tal cual, sin 'traducciones'.

Gracias por participar, y por ofrecernos ese otro punto de vista, mucho más autorizado.

beatrizrodriguezsoto dijo...

A pesar de que lo he leído muy deprisa, de un tirón, el libro me ha gustado mucho. De un ritmo vivísimo, como dice Carlos, a las dos horas de lectura ya me había habituado al léxico y a la ortografía y me encontraba a gusto. En mi opinión, el lenguaje era más bonito en la Edad Media y ha derivado a peor: loxuria, exemplo, físole, ferir, fablar...Apenas usaban la g y j, que tienen sonidos tan desagradables, la f derivó en h inútil y yo no he visto una sola ñ en todo el texto. Me encantan los epítetos con que se refiere siempre a la mujer: lozana (con c con cedilla que suena mucho más suave), serrana, dona,fermosa, excepto cuando habla de las viejas trotaconventos, claro.
El arcipreste de Hita me resultó simpático, un tipo suelto al que le gustaban mucho las mujeres. Ignoro a qué le obligaba el cargo pero si el papa amenazó a los que tenían "mancebas" será que era habitual el hecho.
Como tú dices, Carlos, el modo de la composición es un cóctel: canciones de serranilla, recados amorosos, fábulas, cantigas religiosas, hasta un relato de la pasión de Cristo. Como dice toloveo para ser entendida como una obra que se va haciendo a fragmentos y especialmente para oyentes.
Saludos

Mario dijo...

¡Hola!
Escribo este comentario para decirte que soy un seguidor y admirador de este blog, y por tanto creo que se merece ser nominado para The Blogger Recognition Award. Explico de qué trata esto en este post de mi blog de reseñas de libros: https://mortalyrosasite.wordpress.com/2018/10/30/the-blogger-recognition-award/ y creo que es una buena manera de conocer más blogs que puedan ser afines a nuestros gustos e intereses. Gracias por publicar tan buenas reseñas. ¡Saludos! :)

El Puma dijo...

Una de las series favoritas de mi infancia es El tunel del tiempo. Tony y Douglas, los héroes, viajaban al pasado y al futuro, con tanta suerte que se cruzaban con grandes personajes de la historia en momentos cruciales. Pues bien, ya no es casualidad que las reseñas de Carlos me hagan sentir como ese Douglas, y hoy me permite viajar 43 años atrás y recordar el gozo adolescente que provocaba en mí la lectura obligatoria (1er año de la escuela secundaria) del Libro del buen amor. En mi caso, creo que era una versión modernizada.
Esta obra, y El lazarillo de Tormes, fueron mi introducción a la literatura española (luego llegarían Lorca, Becquer, Leopoldo Alas, Manrique, Quevedo y por supuesto, Cervantes), hasta ese momento casi desconocidas, con la única excepción de Platero y yo, leído en la escuela primaria.
Una vez más, gracias Carlos!

Carlos Andia dijo...

Efectivamente Beatriz, ese lenguaje arcaico tiene a veces una belleza especial, no sé, junto con un matiz divertido que hace que nos resulte simpático. Otra cosa es que, en vez de una palabra suelta o una frase concreta, haya que deglutir todo un libro (aunque no sea muy extenso) con ese léxico y grafía. Ahí la cosa se pone un poco áspera.

Puma, me alegro haber despertado esos recuerdos. En mi caso, el del arcipreste no fue libro de lectura obligada, yo creo que afortunadamente. Sobre lo que decías al principio, esos viajes en el tiempo, aunque el tema se ha explotado bastante en el cine, quizá se ha tenido poco en cuenta precisamente el tema que estamos tratando, las diferencias en el lenguaje. ¿Alguien se ha imaginado por ejemplo cómo hablarán nuestros descendientes dentro de cuatro siglos? Gracias como siempre por tu participación.

A Mario Guerrero le puedo decir primero que gracias por los elogios, y segundo, que mis colegas del blog, mucho más informados que yo en estos asuntos, seguro que habrán tomado nota de tu sugerencia.

Saludos a todos.