miércoles, 10 de octubre de 2018

Colaboración. Martín Kohan: Ciencias morales

Idioma original: español
Año de publicación: 2007
Valoración: Se deja leer

El título en el lomo del libro, entrevisto en el anaquel, me atrajo de inmediato. Ciencias morales. Tenía reminiscencias de antiguo tratado inquisitorial, un halo misterioso y pseudo-medieval. No conocía al autor, Martín Kohan, ni había leído nada de él antes. Pero el texto de la contraportada me acabó de convencer para llevármelo a casa: la novela se ambienta en un instituto de élite para estudiantes en el Buenos Aires de los estertores de la dictadura, en 1982. Como adoro las historias de adolescentes recluidos en instituciones educativas, desde Las tribulaciones del estudiante Törless de Musil al Jakob von Gunten de Walser, pensé que iba a disfrutar. La promesa de goce duró solo unas pocas páginas.
En un efecto buscado por Kohan, apenas hay emoción en la escueta trama y en los personajes medio autómatas que la pueblan. La gran alegoría que supuestamente es, o al menos pretende ser, del estado represor e hiper-vigilado de Videla resulta aceptable. Pero cuando se crea una alegoría, la alegoría debe ser interesante y atractiva para el intérprete en los dos planos:en el literal y en el metafórico. Y, en este caso, el literal deviene aburrido, lento y monótono. Y aporta poco al lector: bastaría con escribir “a los argentinos se nos tenía controlados hasta en los esfínteres” para sintetizar las 218 páginas del libro.
Y no menciono los esfínteres por eufemismo o con un doble sentido: la escatología tiene un papel destacado en esta obra.María Teresa, la joven preceptora contratada para vigilar a los adolescentes del centro,pasa gran parte de la novela encerrada en uno de los cubículos del lavabo de chicos, vigilando orines y excitándose con su propio deseo de orinar, a la espera de descubrir infractores —chicos que fumen en el aseo— para denunciarlos ante el jefe de preceptores.
De la protagonista desconocemos sus motivaciones íntimas o sus opiniones, pero se nos describen pormenorizadamente sus acciones más nimias. Las largas esperas en los mingitorios se hacen eternas, para ella y para el lector. Si la intención del autor era que sintiésemos la asfixia paralizante que provoca un estado represor, lo consigue con éxito. También que, en la parte central del libro, deseemos pasar las páginas con celeridad.
María Teresa, la preceptora fiel a las estrictas normas del colegio,en todo momento parece boba, que no pasa nada, también los bobos protagonizan novelas, pero ya cuando el jefe abusa de ella resulta de una estulticia difícil de asimilar. En clave alegórica, imaginamos que los argentinos de Videla eran también unos pobres memos que se dejaban “violar” sistemáticamente por el régimen. Y debe de ser así porque el resto de personajes de Kohan van por la misma línea: la madre de María Teresa está tan boba como ella; el hermano militar, que luchará en la Guerra de las Malvinas, nunca llega a desarrollarse como personaje; los alumnos del centro, lo mismo, cuando parece que van a trascender del cartón piedra, no lo hacen. Algún crítico apuntó como loable en Ciencias morales la enorme profundidad psicológica…
Cuando de una trama sosa te “obligan” a interpretar profundidades metafísicas porque, de lo contrario, tienes un problema —no has sido capaz de comprender nada de nada— no sé qué pensar. O, mejor dicho, mi pensamiento se mueve en una dicotomía que tiene algo de circuito cerrado: “o soy muy tonta para no apreciar la calidad de esto, o va y resulta que esto no es tan excelso como me lo venden”. Acabas por aceptar que si la protagonista es boba, tú más por seguir enganchada al libro. Y todo porque, al final, tienes una curiosidad insana por comprobar hasta qué punto puede llegar el autor en su ejercicio descriptivo.
Porque, eso sí, como ejercicio descriptivo en la estela de la nouvelle vague, este texto no tiene mácula: regodeo en un tiempo moroso o incluso detenido, precisión exhaustiva a nivel léxico, lenguaje aséptico de tipo notarial, con un extra de detalles prescindibles que lastran el avance de una acción mínima. Los adeptos a este estilo literario tienen en Ciencias morales un apetitoso bocado, sin duda. Absténganse los que prefieren otro tipo de menús literarios.

Firmado: Purificació Mascarell



6 comentarios:

Gabriel Diz dijo...

Buen día,

Creo que cuando la autora de la reseña escribe Vitela comete un error. El dictador se llamaba Videla. En una entrevista el autor cuenta que el estilo moroso fue buscado para reflejar el clima asfixiante del colegio Nacional Buenos Aires (del que fue alumno y al cual alude la novela).

Saludos

Koldo CF dijo...

Hola, Gabriel!

Lo vimos en su momento y al final, como se suele decir, "el uno por el otro, la casa sin barrer". Corregido queda.

Hablando de Kohan, he de decir que leí este "Ciencias morales" y "Museo de la Revolución" en su momento y los dos me dejaron más bien frío.

Abrazo!

ToniLV dijo...

Creo que lo leí el año de su publicación, animado por alguna reseña más entusiasta que la tuya. Y me gustó. Al leer la reseña me ha sorprendido mi memoria al evocar el ambiente que describe la novela, sus personajes, etc. Unos años después, repetí autor con "Cuentas pendientes" (por algo sería) y no me disgustó. De ellas valoré la insinuación, el decir sin decir ... Cierto que quizás no sea un autor sobresaliente/notable, pero en mi opinión merece más que un "se deja leer". Yo repetiré autor. Salud.

Elena dijo...

Buenos días, no es necesario que en un internado "pase" algo...me remito a uno de mis libros favoritos, Los hermosos años del castigo de Fleur Jaeggy, pero me ha resultado totalmente creíble la reseña, así que no está en principio estre mis mis lecturas próximas. Muchas gracias

Dr. Fabián dijo...

Hola.
Leí el libro hace años, y me sorprendió tu opinión. Dan ganas de volver a leerla, a mayor distancia, para ver por qué me gustó tanto, o quizás simplemente para pelearte con mejores armas. En principio a mí el libro me conmovió, lo cual sería necio no relacionar con que en la época en que transcurre la trama yo era un estudiante secundario en Buenos Aires, y mi familia cumplió más o menos con el papel de bobo útil que la clase media promedio cumplió esos años. Que creía o trataba de creer que no eran sus derechos o sus vidas las que eran violadas en forma sistemática. Que se bajaba los pantalones fingiendo que esa no era una postura política. No sé, es ésta la sensación que me quedó como lector muy involucrado. Y quizás en éste marco, la evaluación de la calidad literaria sea para mí lo de menos.

Tine dijo...

Hola,
También me sorprende la resena, pues Ciencias Morales una de las novelas actuales que más recomiendo.
Hace unos años, cuando me quejaba de unos ensayos que tenia que escribir para la facultad, y que venían sobre nada o nada de mi interés, un trabajo interminable, un penoso llenar páginas a la fuerza porque todo que quería decir ya estaba dicho. Mi amiga Lara dijo entonces que ella no tenía ese problema, en cambio inventa páginas sobre cualquier tema "si tiene que ser, te escribo 20 páginas sobre pichí".En mi opinión Martín Kohan logra montar un suspenso increíble con eso, con el momento íntimo de orinar. Práctica cotidiana de cada ser vivo, para nada insignificante, diferenciadas por sexo. Estas prácticas son traducidas a espacios normalizados, los hombres acá, mujeres allá, mingitorios, cubículos, tazas y pozos sanitarios. Me parece admirable la construcción de la novela en torno de un espacio sin vigilancia rodeado por espacios supervigilados. Hay en esta novela cierta obsesión con aquello que no se puede ver o tocar, igual que en algunas de sus otras novelas, de las que leí dos. Fuera de lugar y Bahía Blanca.
Saludos