lunes, 8 de enero de 2018

Galder Reguera: Hijos del fútbol

Idioma original: español
Año de publicación: 2017
Valoración: Muy recomendable para futboleros, recomendable alto para el resto

Hoy vamos a empezar de una forma diferente, no por la portada del libro como siempre, sino por la foto del autor. Ahí lo tenéis, miradlo, con esa calva (perdón, frente ancha), esa barba poblada, la cabeza algo inclinada, la mirada fija como si estuviera analizándote, la ceja levantada y una expresión tan seria que parece decir: "como escribas algo malo sobre mi libro te voy a dar dos hostias que se te van a caer hasta las orejas".

Bueno, pues este señor tan serio que veis ahí en la foto ha escrito un libro que, si lo lees y en algunos pasajes no se te pone un nudo en la garganta y una humedad extraña en los ojos (se me ha debido meter una mota de polvo), es que no tienes corazón. Y no solo si eres amante del fútbol, porque este libro, como el propio Galder Reguera dice en relación con otros semejantes, es-y-no-es un libro sobre fútbol: es un libro sobre la vida, y sobre las relaciones entre padres e hijos, y sobre los sueños y las pasiones que todos albergamos, y que llegan (o no) a cumplirse, o que se cumplen de formas que nunca imaginamos.

(Digamos, para acabar esta pequeña introducción, quién es Galder Reguera, el hombre de la foto: bilbaíno, licenciado en Filosofía, nieto de un hincha furibundo del Athletic, crítico de arte contemporánea, padre de dos hijos y, desde hace algunos años, responsable de las actividades de la Fundación Athletic, que incluyen, por ejemplo, el festival Letras y fútbol, el Athletic Club de Lectura en que los jugadores y jugadoras del Athletic hablan de libros con los aficionados, o el "derby de bertsolaris" entre vizcaínos y guipuzcoanos, por mencioanr solo algunas de las más visibles. Y sí, todas estas informaciones son relevantes para entender Hijos del fútbol).

Ahora sí, ahora ya podemos centrarnos en la obra; y lo primero que se hace evidente es la dificultad de clasificarla. Es en parte, y quizás sobre todo, la autobiografía de un amante apasionado del fútbol: a lo largo de sus doscientas páginas, Galder nos habla de su vida, desde que era un niño que daba patadas a un balón -sin demasiado arte, según sus propias confesiones- en cualquier descampado de Euskadi (y parte del extranjero), hasta la actualidad, en que ve entre orgulloso y aterrorizado cómo su hijo mayor ha heredado esa absurda y desmesurada pasión por el fútbol. Es en estas partes autobiográficas donde se encuentran los momentos más emocionantes del libro, y donde cualquier lector, futbolero o no, tendrá la ocasión de sentirse identificado y conmovido.

Pero este es también un interesante ensayo sobre el fútbol; no tanto sobre el gran fútbol que representan el Real Madrid, el Manchester United o el Paris Saint Germain, sino el fútbol de base, el que se juega en cualquier terreno más o menos practicable con dos mochilas o dos palos haciendo de porterías, o el que miles de niños juegan cada fin de semana soñando con ser el siguiente Messi o el siguiente Aduriz; o el sufrido fútbol de campos de barro y arena de las divisiones regionales... También sobre el fútbol como pasión heredada, irracional y colectiva, como elemento de comunicación entre padres, hijos y nietos, como divertimento y sueño irracional que contamina incluso a los más intelectuales de los intelectuales.

Esos dos elementos fundamentales (la memoria y el ensayo), Galder Reguera ha sabido mezclarlos con habilidad, sin perder (casi) nunca el hilo, alternando pasajes de una fuerza emocional admirable sobre la relación con su abuelo, con su padre, con su mujer o con sus hijos, con anécdotas sobre jugadores de fútbol pasados y presentes, del Athletic Club y de muchos otros equipos míticos del planeta, y también con reflexiones de calado (y ahí se nota su formación filosófica) sobre lo que el fútbol significa desde un punto de vista psicológico, sociológico o incluso político (aunque aquí el autor rechaza hacer la crítia fácil del fútbol-como-negocio-y-corrupción, de la que solo habla tangencialmente).

Me imagino que la pregunta que muchos lectores ULADianos se hacen es: ¿y si no me gusta el fútbol, disfrutaré de este libro? Pues creo que sí, porque en realidad cuando Galder Reguera habla de fútbol habla de la vida, de lo que soñamos ser y de lo que finalmente somos, de lo que significa ser nieto, hijo, padre, y ver cómo las pasiones y los miedos se transmiten y se reproducen como ecos; es un libro profundamente humano, porque "nada humano nos es ajeno", y el fútbol, como juego y como proyección de anhelos colectivos, es un espejo de nuestra humanidad (en lo bueno y en lo malo).

Dicho esto, está claro esta es una lectura que disfrutará especialmente un aficionado al fútbol, sobre todo a ese fútbol anárquico y total de los patios de colegio, o del fútbol como juego en el que lo que importa no es ganar, sino seguir jugando. Y ya si este aficionado lo es del Athletic de Bilbao, el mejor equipo del mundo, entonces el disfrute será triple.

15 comentarios:

Carlos Andia dijo...

Ejem, me siento directamente aludido. El triple, dices?

Gabriel Diz dijo...

No quiero crear polémica pero se puede ser hincha en el Reino de España de otro club que no sea el Barcelona? :p

Marc Peig dijo...

Aquí has estado bien, Gabriel. Creo que se puede, aunque se disfruta menos ;-)

Juan G. B. dijo...

Pensaba hacer un comentario elogioso al libro y la reseña etc... pero ayer el Bilbao (sí ,ya sé cómo se llama) le ganó al Glorioso Deportivo Alavés, así que no tengo muchas ganas...
Bueno, vaaleee... buena reseña y libro que pinta bien... Ya nos veremos en la vuelta ; )

Lupita dijo...

Fútbol.. fútbol.. odio el fútbol con tal odio que cuando acaba la Liga soy un poco más feliz.Nadie me obliga a verlo, ni lo veo, ni lo escucho ni me interesa, pero es tan cansino..Esas tardes de domingo en el coche con peste de ducados y el carrusel deportivo de fondo..peor que un concierto de Paquirri, vamos.
Ese libro no creo que me gustara..

Cities: Moving dijo...

Por lo que vengo observando, a los futboleros os resulta imposible aceptar que haya personas a las que el fútbol les trae totalmente sin cuidado, que lo del odio de Lupita me parece un poco excesivo aunque también puedo entenderlo. Si algo no te gusta y te lo imponen constantemente, no resulta raro que termines detestándolo. Y anda que no se impone el fútbol, a todas horas, todos los días, todo el año. Me parece estupendo que disfrutéis con él, de hecho gran parte de la sociedad y la industria del ocio se articulan en torno al fútbol, con las ligas, las eurocopas, cadenas de TV especializadas y demás, así que lo tenéis muy fácil para pasarlo bien sin complicaciones. Pero que encima os empeñéis en dignificarlo por todos los métodos que se os ocurran (emocionales, intelectuales, etc.), pues chico, no cuela. Si no te gusta no te gusta, ya lo diga ULAD, Javier Marías o el Papa de Roma.

Carlos Andia dijo...

Pues lo siento, pero no estoy de acuerdo. En realidad, discrepo de casi todo lo que dices, pero me centraré sólo en tus dos últimas líneas. Digo por delante que, al margen de declararme forofo de un equipo (que también), me gusta el fútbol como deporte, actividad, entretenimiento, o como se quiera llamar. En general, hay deportes que me gustan y otros no, y naturalmente respeto a quienes no compartan mis opiniones.

Pero creo que es injusto eso de que 'os empeñéis en dignificarlo por todos los métodos'. No creo que sea esa la intención de la reseña, ni tan siquiera su resultado. Un libro puede ser interesante por los aspectos colaterales (humanos) de una actividad que en sí nos puede resultar indiferente o detestable. A mi me puede no gustar la esgrima o la halterofilia, pero puede ser muy interesante un libro que cuente una experiencia atrayente de alguien que practica estas actividades. No me gusta la danza, pero sí me interesó la 'Vida de Nijinski', ni voy a pescar, y me encantó 'El viejo y el mar'.

Si adoptamos la actitud que tú defiendes, estaríamos basándonos en un prejuicio que, desde mi punto de vista, carece de sentido. Y si, como parece ser en el caso del libro que se reseña, éste tiene el interés que le encuentra el reseñista, por ese prejuicio nos estamos perdiendo una lectura que podría ser valiosa.

En cualquier caso, por supuesto, un cordial saludo.

Santi dijo...

¡Hola a todos! Gracias por leer y por comentar.

En relación con estos dos últimos comentarios, estoy de acuerdo en casi todo con Carlos. Por supuesto que tienes (tenéis) la libertad de que no os guste el fútbol, o incluso de que os parezca horrible la forma en que se impone el fútbol en los medios y en la sociedad, de forma aplastante. Totalmente legítimo.

Sin embargo, lo que he intentado explicar en la reseña es que este es un libro que trasciende a su tema concreto. Está claro que en el libro hay mucho fútbol, pero si en vez de fútbol hubiera sido balonmano, tampoco habría cambiado tanto el libro. (Un poco sí, claro, porque el balonmano no tiene la significación global del fútbol). Al final, lo que me queda del libro es cómo habla de las pasiones compartidas que unen a las personas, sobre todo dentro de una misma familia, y cómo gestionamos nuestros sueños y nuestras fantasías, que muchas veces no llegan a cumplirse (o sí, pero de otra forma).

En fin, que es un libro muy humano, que parte del fútbol para hablar de muchas otras cosas.

Por darte un ejemplo semejante: yo no soy nada aficionado a los toros, pero disfruté bastante de Juan Belmonte, matador de toros, porque en realidad de lo que habla es de la fuerza de voluntad, de la superación de los obstáculos o de la rivalidad entre genios.

Dicho esto, naturalmente, tienes (tenéis) todo el derecho a no leer este libro.
¡Saludos!

Lupita dijo...

Hola de nuevo: por supuesto que mi comentario ha sido un exabrupto visceral consecuencia del hartazgo. Vivo completamente al margen del Fútbol, porque no me gusta, pero tampoco me gustan los programas de cotilleos y no me afectan.
No odio nada, y de pequeña he ido asiduamente a ver fútbol sala, voleibol y otras competiciones.
Pero en el caso del fútbol afecta a mi vida personal, cuando tu bar favorito se convierte en una cueva de trogloditas gritando, los programas de radio, tv, etc.. se suprimen por el endiosado fútbol, los amigos programan citas, salidas dependiendo del partido de turno.
Una vez en un bar de esos deportivos en pleno partido me levanté para ir al baño (estábamos en sillones bajos con una pantalla grande)Y no me dejaron ir los demás asistentes diciendo que no era momento que no se podía pasar por delante de la pantalla. Pero con la vejiga a reventar me levanté a los pocos minutos. Un orangután me gritó que como volviera a pasar por delante me iba a cambiar la cara.
¿No es un poco demencial?
¿Es normal que un día a la semana les hayan prohibido a los niños de la clase de mi hija sacar el balón de fútbol para que el resto pueda jugar a voleibol/baloncesto/carreras?
Un saludo

Cities: Moving dijo...

Citando la reseña:

"y el fútbol, como juego y como proyección de anhelos colectivos, es un espejo de nuestra humanidad (en lo bueno y en lo malo)."

Yo diría que esto es un intento claro de dignificar el fútbol otorgándole una trascendencia que no tiene. O si estoy equivocado y efectivamente la tiene, no la tiene per se, porque entonces toda actividad humana independientemente del número de seguidores que tenga y de las pasiones colectivas que desate puede ser reflejo entonces de ese espejo de nuestra humanidad.

Pero vamos, que podéis estar en desacuerdo con todo, con algo, con partes en concretas o con casi todo lo que he expuesto, que no os voy a dejar de leer el blog y mucho menos enfadarme.

Interlunio dijo...

Aprovechando que están hablando de fútbol, sin entrar demasiado en la discusión, voy a hacerles una confesión sobre algo que llevo guardado para mi desde hace tres años y medio.
Era julio del 2014, no lo olvidaré jamás porque mi hijo acababa de salir de la UCI y entrado en sala. Llevábamos más de un mes en el hospital y yo estaba al borde de estallar; del trabajo al hospital, del hospital al trabajo, con todos los temores que uno debe guardar para sí en pos de que su hijo no los perciba, con la rabia contenida para no molestar al personal sanitario y no coger del cuello a los cirujanos que cuando hablaban de mi primogénito lo hacían como si fuese un número, discutiendo telefónicamente con los abogados que me decían que denunciara al ayuntamiento, y con la alcaldesa de mi pueblo y el concejal de fiestas para que pongan remedio en la negligencia que habían cometido y, en parte, había sido uno de los factores que habían puesto a mi hijo en esa situación.
Mi ex suegro, para colmo, no tuvo mejor idea en aquella visita al hospital, que comprar fichas para la televisión de la sala y poder ver el mundial. Hay que comprenderlo, jugaba Uruguay contra Italia y la clasificación a octavos era decisiva.
Todo esto desencadenó lo que ahora les cuento. Yo estaba rabioso con el mundo todo y no quería ni mirar a la TV. Pero lo hice ¡vaya si lo hice!

Faltaba poco para terminar el partido cuando sucedió. Luis Suárez, un portento físico pero, aceptemoslo, con un cerebro que le va rebotando dentro del cráneo cual salva pantallas, miró a las cámaras del estadio directamente cuando yo estaba mirando (nuestras miradas se cruzaron a través de satélites y continentes). En esa mirada, le pasé toda mi frustración e ira y, poseído por mi, el futbolista perdió el control de si mismo y la noción del lugar donde se encontraba.
Así que sí, lo confieso hoy en primicia para ULAD: ¡Yo fui el culpable de que Luis Suárez aplicara mordisco contra el futbolista italiano que se parecía a mi suegro!

Gracias por permitirme el desahogo. Desde aquí hago pública mi confesión y declaro que acepto las responsabilidades que la FiFA, la asociación uruguaya y el fútbol club Barcelona decidan aplicar sobre mi.

Atte. Interlunio.

Sir Robin dijo...

¡Caníbal!....Juas, juas que bueno Interlunio, que bueno.Deberías desarrollar más el tema.
En fin, yo no soy futbolero, ni seguidor de deportes en general, ni de casi nada en particular, bueno me gustan los libros, cómics y la música a los que acudo para relajarme, distraerme y sobre todo enriquecerme y emocionarme. Para descargar adrenalina mejor un buen "bocao" desde luego.
Pero estoy de acuerdo con ambas partes un poco, desde luego un buen libro o una obra puede ser interesante hable de lo que hable, dependerá de como se cuente. Yo con el fútbol he llegado a comprender que en el fondo refleja nuestra sociedad nos guste o no, igual que las religiones y las tertulias de la tele. Recuerdo también cuando el mundial, no se si es el mismo que mencionas Interlunio, en un periódico nacional salían entrevistas breves con los futbolistas convocados, entrevistas no más bien un cuestionario: una pregunat era que llevan en la maleta: de las 12 que recuerdo más o menos, 11 llevaban la Playstation, 1 un libro. No nos rasguemos las vestiduras, la mayor parte de la gente lee poco o nada

Anónimo dijo...

Creo que tratar de entender al fútbol como una de las expresiones de la sociedad contemporánea es más desafiante y estimulante que el rechazo visceral. También creo que el fútbol ha adquirido una potencia extraordinaria porque vivimos en una cultura de masas.

Gabriel

Interlunio dijo...

Gracias, Sir Robin, por encontrar el humor (ya creía que era el único a quien había hecho gracia).
Hablando más en serio, estoy como tú; doy la razón un poco a ambas partes. Comparto con Cities o Lupita que es normal que detestemos el fútbol quienes no nos cautivamos con él y que encontremos molesto su monopolio y omnipresencia, pero también entiendo a Carlos o Santi apuntando a que la obra puede tener mucho valor más allá del balonpie y, nos guste o no, es reflejo de lo que somos logrando sacar lo peor de nuestra especie y también cosas muy bonitas.

Muchas gracias.

Interlunio dijo...

Eso sí, con futbolistas y comentaristas mudos este planeta sería un lugar mejor.