martes, 24 de febrero de 2015

Harry Crews: El cantante de gospel

Idioma original: inglés
Título original: The Gospel Singer
Año de publicación: 1968
Traducción: José Elías Rodríguez Cañas
Valoración: muy recomendable

El pueblo se llama Enigma y tiene menos de mil habitantes. Enigma. El Cantante de Gospel, al que en toda la novela no se llama por su nombre, es el más famoso de todos los que nacieron allí. De vez en cuando, cada vez de forma más espaciada, regresa a su pueblo a ver a su humilde familia, que convive, en la enorme y costosa casa que él les pagó, con los cerdos cuya cría ha sido su sustento. Lejos del glamour que le acompaña a él y a su siniestro representante Didymus. Pero esta vez vuelve en mal día. Vuelve justo el día en que Willalee está encerrado en el calabozo, acusado de asesinar a golpes de picahielo (sesenta y uno, concretamente) a MaryBell, joven belleza local que, mira por dónde, estuvo realacionada con el Cantante de Gospel. Willalee, de raza negra, en serio peligro de que la multitud se tome la justicia por su mano, recibe casi tantas visitas en su celda como el cadáver de MaryBell en el salón de su casa, donde es velada. Para aderezarlo, el itinerario que sigue el Cantante de Gospel siempre coincide con el de un parasitario circo de freaks dirigido por Pie, individuo cuyo atractivo (veáse la explícita portada) es disponer de eso, de un pie enorme que mostrar al público. 
La biografía de Harry Crews es casi una historia en sí misma. Clásica biografía de persona en que la literatura obró un efecto redentor, parece el típico cascarrabias con pasado repleto de oscuras lagunas.
Si nos dejáramos llevar por la sensación de las primeras páginas pensaríamos algo equivocado: parece que nos encontramos ante una historia más ingenua, cuando esta es una novela, la primera novela de su autor, por cierto, cargada de muy mala leche. Porque se puede leer en tono de novela negra, de denuncia social, de puesta en duda de los mecanismos de la fama masiva, de crítica a la influencia de la religión, sobre todo, en ciertos estratos de la sociedad. Y aún me dejo otras posibilidades: las escasas oportunidades que dejan ciertas diferencias, los perniciosos entornos que el talento genera a su alrededor, la rapiña, el vicio y la penitencia, la justicia tomada por la mano, las perversiones. Poca cabeza queda sin cortar aquí, y mucho que se disfruta presenciando esa escabechina.
Y sí: si hemos de rematar esta reseña con algún gancho que genere atractivos, tenemos para elegir, desde los ecos míseros y polvorientos a lo Faulkner, la galería de personajes de McCullers, el desapego moral de lo de Jim Thompson o, hagámosnos los modernos, el aire inquietante, sórdido e insano de series como Twin Peaks o True Detective. Con tanto bagaje, no sé a qué esperamos. 
Brillante prólogo/epílogo de Kiko Amat, al que supongo en periodo de reflexión sobre si incidir en su condición de eficaz narrador/comentarista/ensayista o la más regular de creador/novelista. 

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