sábado, 14 de septiembre de 2019

Juan Benet: Nunca llegarás a nada

Idioma original: castellano
Año de publicación: 1961
Valoración: Recomendable (pero avisando)

Como hemos podido comprobar en alguna ocasión, Juan Benet es un autor que suscita cierto debate. Un debate de participación reducida, como reducido es el número de sus lectores, pero un tanto agrio, con posiciones muy encontradas. Desde que este ingeniero de caminos empezó a publicar cosas allá por los años 60, se puede decir que tiene dos tipos de lectores: los apasionados por su audacia y su estilo que, no sin algún grado de sufrimiento, se sumergen en la densidad del mundo oscuro y denso que propone; y los que, refractarios a todo ejercicio de lectura ardua, han topado de alguna forma con él y echan pestes ante su (bastante elevado) grado de exigencia. Sobra decir que me encuentro más próximo a los primeros aunque, eso sí, sin dogmatismos.

Nunca llegarás a nada es el primer libro de Benet que vio la luz, por lo visto financiado por el mismo autor, y formando parte de una colección cuyo primer volumen (justo el anterior) era un libro de instrucciones para el manejo de la olla exprés. Puede que con algo de carrera editorial de por medio, tampoco hay que olvidar que uno año después (1962), su amigo Luis Martín-Santos publicó Tiempo de silencio que, dicho sea de paso, cosechó bastante más éxito del que Benet pudo conocer en toda su trayectoria. Por terminar de situarnos, faltarían aún cuatro o cinco años para que concluyera la redacción de Volverás a Región, la novela más conocida (o menos desconocida) de don Juan. 

Es importante ubicar bien esta primera obra de Benet, porque apunta algunas de las claves que serán definitorias de lo que vendrá después. Estamos ante cuatro relatos de extensión media que son una especie de amago, como ejercicios de estilo en los que descubrimos, mezclados con ingredientes diríamos extraños, algunos de los elementos que caracterizan a este autor. En el primero de ellos, que da título al conjunto, apenas reconocemos a Benet, contando en un registro más bien realista el viaje de unos jóvenes por París y Alemania, una especie de relato de formación en el que se cuelan algunos personajes borrosos. No es una historia demasiado interesante, pero sí percibimos algunos rasgos familiares del autor, en especial el escamoteo de datos al lector, que se ve obligado a esforzarse para construir una imagen reconocible con elementos que claramente son insuficientes. Este juego resulta más evidente en algunos momentos en que despunta otro recurso muy benetiano: el monólogo interior (o ese híbrido difícil con la voz del narrador) que podríamos definir como extremo o radical, en el que el lector no puede más que asistir perplejo a plurales de verbos que no sabe a quién incluyen, o pronombres que ocultan personajes desconocidos. Aunque el relato en sí me parece perfectamente prescindible, tímidamente se atisban cosas que Benet manejará con maestría (y yo diría que sin compasión) en el futuro.

Baalbec, la mancha tiene un punto emocionante, porque es el primer texto en el que aparece Región, el entorno mítico en el que se desarrollará toda la obra narrativa de Juan Benet. Es una narración sólida, bien construida, quizá el mejor de los relatos del libro. Cuenta el retorno, para resolver unos asuntos, de un anciano a la casa familiar, un viejo caserón edificado en una oscura finca de la malsana comarca montañosa en la que Benet coloca a sus espectros. Baalbec es como una miniatura del mundo que conoceremos en las obras posteriores, nos es presentado el escenario, su paisaje intimidatorio y la hostilidad de su tierra, empezamos a sentir, aunque sea de forma muy tenue, que en ese lugar ya no están claros claros los límites de los recuerdos y la realidad, y el tiempo deja de ser una categoría reconocible. Aunque empieza a manifestarse el Benet de la frase sinuosa y la abundancia verbal, el texto se mantiene todavía en un terreno más o menos convencional, por lo que permite una lectura bastante lineal y podría ser un muy buen primer contacto con este autor.

En Duelo aumenta la oscuridad y tal vez también la densidad. Si en el relato anterior los protagonistas son el tiempo y el espacio, aquí el peso recae sobre los personajes, o más bien sobre su ruina, la de Rosa y Amelia en su soledad, la miseria moral del indiano, la degradación de Blanco hacia lo infrahumano. La negrura del paisaje contamina la tierra, las casas y los caminos, pero impregna sobre todo a sus habitantes, que se muestran torvos, resecos o envenenados por el mal, carcomidos por el pasado, aniquilados, fantasmagóricos. Aunque subsisten rasgos de una narrativa más usual, la lectura se complica algo más por los frecuentes vacíos (algo más allá de la elipsis) a los que me refería antes pero, a cambio, tenemos una idea bastante aproximada del tipo de personajes que se podrán encontrar en Región.

Después es el relato que cierra el libro, el más hermético y el que más se aproxima en conjunto a la narrativa posterior del autor madrileño. Con conexiones con Una tumba -un cuento bastante posterior- y rasgos que recuerdan al bucle temporal de Un viaje de invierno, por ejemplo, la narración ahonda en la ruina, el abatimiento absoluto de los personajes, del que ya tuvimos un avance en el cuento anterior. La misma prosa, oceánica más que torrencial, se infla de forma exponencial y contribuye al aplastamiento de todo lo que puebla Región: las personas y sus historias, los paisajes, la línea entre la vida y la muerte, todo resulta vaciado y sustituido por una bruma enfermiza. Todavía Benet mantiene algunos diálogos presentados de forma convencional, último vestigio de lo humano, que desaparecerán  muy pronto.

Esta pequeña colección quizá no aporte mucho como libro de relatos, tal vez con la excepción de Baalbec, y es claramente una opera prima, con todas sus limitaciones. Pero es inmejorable si nos interesa –aunque sea un poquito- aproximarnos a este autor y contemplar su evolución. Los cuatro relatos la marcan con mucha claridad, se van introduciendo uno tras otro los elementos fundamentales de la narrativa de Benet, y ofrecen una perspectiva bastante clara de lo que nos espera si continuamos en la búsqueda: en la trayectoria principal de su novela este caballero no titubeó ni se permitió siquiera sondear en campos próximos, una tras otra sus obras mostraron una radicalización progresiva y sin concesiones. Así que esta obrita es una invitación para lanzarnos a una aventura de grandes proporciones, compleja, atrayente y desconcertante. Usted la lee y luego decide. Y nos cuenta.

17 comentarios:

Lupita dijo...

Pues con mucho gusto voy a aceptar el reto de leerlo. No soy dogmática para nada, pero el listón de exigencia se está poniendo tan bajito que me apetece volver a leer algo de esta literatura experimental y tan enrevesada a veces.
Creo que no he leído a Benet, pero sí exhaustivamente a Merino, Millás, etc..

Ya te contaré. Muchas gracias por tu trabajo
Saludos

Anónimo dijo...

Con Juan Benet yo soy más dogmático que don fray Tomás de Torquemada en sus mejores momentos, allá a fines del siglo XV. O como decía Hume: si vas a una biblioteca, quema los libros de teología; le faltó por decir al maestro: y si tienes tiempo, los bodrios insufribles de don Juan Benet, teólogo de la literatura pedante y vacía, de la prosa escarpada y encebollada y de la falsa trascendencia. No he leído estos cuentos benetianos de principios de los años 60, ni lo haré nunca, por una cuestión de principios: la vida es demasiado corta para perder el tiempo leyendo mierda pretenciosa; y leer implica también entretenimiento, no descifrar un texto tan ininteligible como intrascendente. Se entiende que uno se deje las pestañas intentando entender a Proust, James, Kant o Joyce; pero es imperdonable perder el tiempo con el inefable ingeniero-escritor Benet Goitia. Exceptuando sus brillantes ensayos y artículos, sí, su narrativa es ilegible, imposible e insoportable. Esperemos que este señor fuera mejor ingeniero que escritor, porque si no ya se habrán caído todos los puentes que diseñó. Bueno, creo que queda clara mi intransigente postura: Benet, no, gracias; déjalo pasar y disfruta de una buena lectura de verdad.

Lupita dijo...

Anónimo, has hecho crecer mis ganas de leer dichos relatos.
Respecto a lo de perder el tiempo, para mí leer nunca es perder el tiempo, aunque sea algo insufrible. Va en gustos.
Saludos

Carlos Andia dijo...

Ante todo, disculpas por el retraso. Anónimo ha dejado bastante claro por qué decía lo del debate agrio en la reseña. Desde luego, se le agradece la claridad y la contundencia, aunque evidentemente no puedo estar de acuerdo con los argumentos. O más bien con las opiniones, porque argumentos detecto pocos. Creo que he dejado claro, tanto en la reseña como en ocasiones anteriores, que Benet es un autor de lectura difícil, requiere un esfuerzo y seguramente el lector no siempre se ve recompensado. Depende de lo que busque en el libro, pero si es entretenimiento y poco más, desde luego no es el lugar adecuado. De ahí a la cascada de prefijos negativos (ininteligible, ilegible, imposible, insoportable) hay una cierta distancia. Y sobre el último de ellos (intrascendente), parece difícil asignarlo a un texto cuando previamente se califica de ininteligible. Pero bueno, ya digo que me parece estupenda la radicalidad de tu crítica, aunque no la comparta.

Lupita, me encanta que te decidas a explorar por este camino, y creo que el libro es excelente para hacer de aperitivo. A lo mejor acabas militando en el partido de Anónimo, pero tampoco me importará, siempre y cuando te pases por aquí y nos cuentes tus impresiones.

Gracias a los dos por participar.

Anónimo dijo...

Debe ser todo lo contrario a intrascendente el escritor que todavía hoy suscita estos encendidos "debates". Debates, argumentos... que no son más que las excusas que se cuenta, o más bien a las que se agarra, uno mismo, para zanjar un asunto que fue, es y, con la proliferación de esta mentalidad, seguirá siendo una deuda para los lectores hispanohablantes. Aunque como dice Carlos, se agradecen estos comentarios. Hacen que a uno, como el que escribe, le pueda picar el gusanillo. Más si tenemos en cuenta el desolador panorama literario en el que nos encontramos, donde cualquier opción de esta índole como mínimo merece un respeto.
Su innegable calidad no le hacen indiscutible, pero es que no solo hay sintaxis endemoniada y vocabulario técnico, también una cosmovisión, un entendimiento de la historia, la guerra y la literatura, y una capacidad para crear atmósferas e hipnotizar con sus oraciones, que ya quisieran muchos otros. GM

Carlos Andia dijo...

Como creo que las posiciones están bien definidas, solo quisiera subrayar algo que se ha dicho en un comentario muy reciente a otra entrada, no recuerdo cuál: la literatura, los libros, pueden perfectamente servir para entretener, es una opción válida en sí misma, pero no única. Pueden también instruir al lector, pueden deleitarle con el uso del lenguaje, sumergirle en mundos de ficción, agradables, fascinantes, desoladores. Se puede disfrutar de muchas formas, admirar un texto sobre horrores de todo tipo, sentir un pinchazo desde lugares que nunca hubiéramos imaginado, sorprendernos, perdernos en un laberinto o quedar estupefactos ante la mera inactividad. Miles de cosas, de mil tipos, que constituyen precisamente la grandeza de la literatura.
A mi en particular la narrativa de Juan Benet me atrae porque plantea cosas muy diferentes de las habituales, y lo hace desde perspectivas y con forma también completamente inusuales. Y me parece una construcción inteligente realizada por alguien con mucho talento. Es una obra compleja que requiere una disposición muy favorable del lector, pero si se acepta el planteamiento puede resultar muy enriquecedora.
Pero es una opinión, claro. Creo que Benet solo se puede leer de cuando en cuando y con la convicción de que vamos a meter mano a algo que es complicado. Habrá quien no esté dispuesto y está en su derecho, como yo lo estoy a negarme a leer best-sellers que otros juzgan muy entretenidos. Y habrá quien lo intente y le horrorice, que también me parece muy respetable. Tenemos mucho para elegir y cada cual decide. Y si se pasa por aquí para dejarnos su opinión, pues eso, que lo agradecemos.
Un saludo a todos.

Pablo GP dijo...

Hola. No he leído nada de Juan Benet, así que no voy a opinar sobre si es un tostón o un reto literario. En cambio, como me ha llamado la atención este escritor, he visto una entrevista suya en internet, en la cual dice, muy al hilo de lo que se comenta aquí, lo siguiente: "de la misma manera que yo me divierto escribiéndolos, el lector al que yo aspiro, es un lector que debería divertirse leyéndolos"

Carlos Andia dijo...

Hola Pablo. Pues hombre, el amigo Benet tenía bastante coña y era muy consciente del tipo de producto que ponía en el mercado. Ya había leído ese comentario, pero me apostaría algo muy gordo a que ningún lector, o casi ninguno, se ha divertido leyéndole. Otra cosa es que se obtengan otro tipo de satisfacciones, pero divertirse, la verdad, lo veo bastante difícil.

Encantados de tenerte de nuevo por aquí. Un saludo.

Josema dijo...

El aire de un crimen es una novela que escribió para reírse de lo que el consideraba literatura vulgar. Es entretenida y se lee bien. Ganó el planeta por una apuesta según se dice

Cervantes,Dostoievski, Tolstoi, Flaubert, Balzac, Kafka, Melville, Poe, Dickens, Stevenson, Clarín, Galdós, La Biblia, Unamuno, Baroja, Valle, Borges, Rulfo, Quevedo, De Quincey, el Primer Joyce ( sin Ulises ni Finnegan ) Homero, Dante, Shakespeare, Hemingway, Carver, Keruac, Bukowski, Hawthorne, James, Aldecoa, Marsé, Montalban, García Márquez, Gógol, Turgueniev, Gorki, Sthendal, parte de Faulkner, Orwell, Konrad, Graves, Bradbury, Kipling y unos cuantos más, actuales o antiguos

Todos legibles, entretenidos y algunos geniales, que se leen sin esfuerzo gramatical, que es el tipo de esfuerzo que exige Benet, meramente sintáctico, no se necesita alma, sino tan sólo memoria para no perder el hilo de las frases kilométricas, inhumanas


No sé si esto es un argumento, pero a mi entender la literatura es, antes que nada, entretenimiento, aunque suene a poco

Si además es inteligente, pues miel sobre hojuelas

Benet es inteligente pero complejo y aburrido y difícil por algún tipo de extraño prejuicio que surge a partir de Ulises principalmente y origina el experimentalismo literario que sirve para disfrazar de bueno lo incomprensible



Carlos Andia dijo...

A mi desde luego eso de que "la literatura es, antes que nada, entretenimiento" no es que me suene a poco, es que simplemente no estoy de acuerdo. Tampoco creo que nos pongamos aquí y ahora a debatir qué es exactamente literatura, pero a mí me parece que es mucho más que entretenimiento, es arte, que puede ser más o menos comprensible, agradable o desagradable, puede entretener, sí, informar, emocionar, provocar la reflexión y mil cosas más, como observar un cuadro o escuchar música. El entretenimiento puede ser uno de sus efectos, pero a mí no es precisamente el que más me interesa. Pero, claro, es una opinión personal.


El vicio de disfrazar de bueno lo incomprensible sin duda se ha dado, quizá más hace algunas décadas, pero lo bueno que tiene el tiempo es que deja madurar las cosas, y la crítica literaria ha tenido muchos años para valorar estas obras y desentrañar muchas cosas oscuras. Y además está desde luego el criterio del lector: a mí al menos la novela de Benet me parece difícil pero no incomprensible, y lo incluyo entre lo "bueno" porque está bien escrita, bien construida, transmite sensaciones, cuenta historias atrayentes y no sé cuántas cosas más. A mi desde luego me parece que merece la pena el esfuerzo, pero sé que no todo el mundo está de acuerdo ni mucho menos, lo cual está muy bien.

Gracias por visitarnos y darnos tu opinión, Josema.

Unknown dijo...

Gracias a tí por permitirme expresar mi opinión

En realidad es razonable lo que dices ya que la sensibilidad es múltiple y no única, afortunadamente

El siglo XX fue un período de grandes cambios en arte, literatura, ciencia, etc

Se removieron los cimientos de muchas cosas

Todo cambia y seguirá cambiando, con períodos mejores o peores según se mire

En literatura el subjetivismo escaló respecto al realismo anterior y lo que Benet busca es un lirismo, la poesía que encierra una historia, aunque para ello deba construir edificios complicados

Esto mismo lo hicieron Faulkner, Onetti, Rulfo, Lowry etc en obras que requieren un gusto intenso no tanto por el hecho mismo que sucede sino por la expresión en sí, lo mismo que ocurrió con la pintura o el cine

Lo que pasa es que mientras unos lectores o espectadores son capaces de disfrutar de esto, a otros nos cuesta demasiado, pero a todos nos atrae lo mismo, es decir, el placer que se obtiene antes o después, de lo contrario no sería comprensible ningún arte ni actividad intelectual

Un saludo cordial

Carlos Andia dijo...

En literatura, como en todas las artes, las opiniones son siempre muy diversas, como lo son los puntos de vista desde los que valoramos. Razonando así entre todos enriquecemos las lecturas y a nosotros mismos, y luego cada cual elige su camino. Buff, vaya seriecito que me he puesto, disculpad!

Un saludo y esperamos que vuelvas a visitarnos.

Anónimo dijo...

La primera lectura, insufrible

Anónimo dijo...

Acabo de sufrir la lectura de "Nunca llegarás a nada"

Carlos Andia dijo...

Pues intenta una segunda, aver qué tal.

Fernando Gaviño dijo...

¿Será este injusto comentario de mi tocayo Fernando Savater? Hume, Kant, parece que sí. Espero que no, porque eso de aconsejarnos que no leamos unos cuentos que él no ha leído me parece temerario. Y si todos los escritores tendrían que limitarse a encajar en el nivel estándar de los lectores, a qué tierras infértiles iría a parar la literatura. Escribirían todos como Carlos Ruiz Zafón, Juan Gómez-Jurado o los que ganan el premio planeta. Dios nos libre.

Carlos Andia dijo...

Bueno, cuando hablamos de Benet las opiniones son muy encontradas, pro en fin, coincido bastante con tu opinión: lo mismo que hay autores que entran fácil y agradan a cierto tipo de lector, a mi también me gusta que haya quien plantee cosas diferentes, quizá retos o propuestas que enriquecen la literatura. Aunque claro, muchos lo odiarán o simplemente lo ignorarán.