Título original: Let’s kill Uncle
Traductora: Raquel Vicedo
Año de publicación: 1964
Valoración: Está bien
Matemos al tío es una novela escrita por la canadiense June Skinner bajo el seudónimo de Rohan O'Grady. Tuvo bastante éxito en su momento; incluso fue llevada a la gran pantalla en 1966, dos años después de su publicación, por el director de películas de terror William Castle. Sin embargo, ya empezaba a caer en el olvido. Es aquí donde Impedimenta aparece, fiel a su labor de rescatar títulos curiosos y, como en este caso, inéditos al castellano.
Llegados a este punto, dejad que os diga que la edición de este volumen es de diez. Especialmente remarcable es su traducción; Raquel Vicedo recubre el texto con modismos y expresiones coloquiales que consiguen imprimir a la narración el carisma del material original.
Llegados a este punto, dejad que os diga que la edición de este volumen es de diez. Especialmente remarcable es su traducción; Raquel Vicedo recubre el texto con modismos y expresiones coloquiales que consiguen imprimir a la narración el carisma del material original.
El argumento
¿De qué trata Matemos al tío? Pues bien, este libro es un cóctel que mezcla impúdicamente la novela negra con la comedia, las aventuras, el "bildungsroman" y el terror. Aunque muchos se han limitado a catalogarlo, quizás en un afán algo reduccionista, como un exponente de la literatura gótica del siglo XX.
Pero bueno, bien mirado, de gótico, Matemos al tío tiene por un tubo. De hecho, haría las delicias a Tim Burton. Sobre todo al Tim Burton más reciente, ese que parece haber dejado de lado su faceta más macabra pero que sigue mostrando devoción hacia las historias oscuras. ¿No me creéis? Dejad que os liste algunos de los elementos que engalanan a esta novela, elementos que fácilmente podrían aparecer en una película del director estadounidense. Tenemos:
Pero bueno, bien mirado, de gótico, Matemos al tío tiene por un tubo. De hecho, haría las delicias a Tim Burton. Sobre todo al Tim Burton más reciente, ese que parece haber dejado de lado su faceta más macabra pero que sigue mostrando devoción hacia las historias oscuras. ¿No me creéis? Dejad que os liste algunos de los elementos que engalanan a esta novela, elementos que fácilmente podrían aparecer en una película del director estadounidense. Tenemos:
- Un entorno bucólico que se verá asediado por un vil personaje. En este caso, una pequeña isla de la costa de Canadá a la cual vendrá a veranear el malvado comandante Sylvester Murchison-Gaunt.
- Un par de niños más espabilados de lo normal. Ah, y ¡uno de ellos es un huérfano de diez años, multimillonario, cuyo tío, el mentado Sylvester Murchison-Gaunt, quiere cargárselo!
- Siniestras sesiones de hipnotismo, alguna escena de casquería, un cementerio, una playa de aguas peligrosas...
- Toques de ironía, especialmente cuando se usa para radiografiar a la sociedad de la época.
En fin, que la cosa es, más o menos, así: Barnaby Gaunt acaba de perder a sus padres, por lo que tendrá que ir a vivir con su tío, el retorcido comandante Sylvester Murchison-Gaunt. Éste quiere matarle para heredar su fortuna de diez millones de dólares. Por desgracia para el pobre Barnaby, en la isla donde veranea nadie, ni siquiera el policía montado, el sargento Coulter, se lo cree. Nadie salvo Christie MacNab, la única menor de edad a parte de él. Ambos comprenderán que solamente les queda una opción: ser ellos los que maten. Por supuesto, también deberán salir impunes del crimen.
Nótese que en esta breve sinopsis he dejado de lado muchas cosas. En primer lugar, el tío no hace aparición en la historia hasta pasadas cien páginas, por lo que se puede deducir que hay muchos otros frentes abiertos en Matemos al tío que el de la planificación de, precisamente, cómo matar al tío. También he omitido en este resumen a Una Oreja, puma ya viejo que aparece en la magnífica ilustración de la cubierta hecha por el inefable Edward Gorey. Cuando discuta, más adelante en la reseña, los contras de esta obra, veréis el porqué.
El villano
La figura de Sylvester Murchison-Gaunt oscurece el tono general de la novela. No en vano es un villano temible, al menos en un principio. Digo en un principio porque el desenlace de la novela no lo trata con el respeto que merece. Su final es, de hecho, anti-climático.
En cualquier caso, el personaje sigue siendo muy interesante. Esto se debe, en parte, a las turbias migajas de su biografía que O'Grady deja caer a lo largo de la novela. Realmente te hacen temer al comandante, atisbar de lo que es capaz. Luego está su aterradora presencia. Hubo momentos en que algunas de sus apariciones, o sus diálogos, lograron ponerme los pelos de punta.
El ritmo
O'Grady se toma su tiempo para introducir la geografía de la Isla, microcosmos en el que transcurre la acción; lo mismo con sus habitantes, sus formas de ser, sus costumbres. Esto sucede, sobre todo, en las páginas previas a la aparición del tío. Son las que más humor tienen, y aunque en ellas la historia avanza con algo de lentitud, su lectura no se hace pesada.
Una vez Sylvester Murchison-Gaunt entra en acción, los eventos tampoco se aceleran. No, al menos, hasta llegar el abrupto final. O'Grady sigue estableciendo personajes, lugares y objetos que tendrán importancia durante la contienda definitiva entre él y los niños casi con parsimonia. Quizás sea este dilatado pasaje central el menos llevadero de toda la novela. Por lo menos, a mí se me hizo algo cuesta arriba en ocasiones. Además, en este tramo hay pasajes claramente prescindibles, como alguna escena de los niños en el cementerio, o las cartas del sargento Coulter.
Lo bueno y lo malo
Pasemos a los que, a mi juicio, son los aspectos positivos de Matemos al tío:
El villano
La figura de Sylvester Murchison-Gaunt oscurece el tono general de la novela. No en vano es un villano temible, al menos en un principio. Digo en un principio porque el desenlace de la novela no lo trata con el respeto que merece. Su final es, de hecho, anti-climático.
En cualquier caso, el personaje sigue siendo muy interesante. Esto se debe, en parte, a las turbias migajas de su biografía que O'Grady deja caer a lo largo de la novela. Realmente te hacen temer al comandante, atisbar de lo que es capaz. Luego está su aterradora presencia. Hubo momentos en que algunas de sus apariciones, o sus diálogos, lograron ponerme los pelos de punta.
El ritmo
O'Grady se toma su tiempo para introducir la geografía de la Isla, microcosmos en el que transcurre la acción; lo mismo con sus habitantes, sus formas de ser, sus costumbres. Esto sucede, sobre todo, en las páginas previas a la aparición del tío. Son las que más humor tienen, y aunque en ellas la historia avanza con algo de lentitud, su lectura no se hace pesada.
Una vez Sylvester Murchison-Gaunt entra en acción, los eventos tampoco se aceleran. No, al menos, hasta llegar el abrupto final. O'Grady sigue estableciendo personajes, lugares y objetos que tendrán importancia durante la contienda definitiva entre él y los niños casi con parsimonia. Quizás sea este dilatado pasaje central el menos llevadero de toda la novela. Por lo menos, a mí se me hizo algo cuesta arriba en ocasiones. Además, en este tramo hay pasajes claramente prescindibles, como alguna escena de los niños en el cementerio, o las cartas del sargento Coulter.
Lo bueno y lo malo
Pasemos a los que, a mi juicio, son los aspectos positivos de Matemos al tío:
- Sus protagonistas, Barnaby y Christie, están muy bien perfilados. Además, los diálogos de ambos niños son una gozada. También el desarrollo de su vínculo. Por no olvidar que hay mucha química en sus interacciones. Sin duda alguna, impelen al lector a simpatizar con ellos.
- La rica galería de personajes. Aunque no sean especialmente memorables, salvo el tío, la diversidad de perfiles se agradece; uno tiene la impresión de que la isla bulle de vida gracias a sus habitantes. Por no decir que la mayoría son la mar de entrañables.
- El humor. Ya he anticipado que se concentra especialmente en el primer tercio del libro y luego acaba por desaparecer casi por completo, pero es innegable que hace que la experiencia global sea de lo más disfrutable. La astucia y el desparpajo de O'Grady impregnan de simpatía al texto.
- La transición entre un tono amable a otro oscuro está muy lograda. Pasamos de una narración casi bucólica a una colorista pesadilla infantil.
Por otro lado, los defectos que le veo a Matemos al tío son los siguientes:
- Su ritmo, renqueante durante el tramo central.
- Le sobran algunos personajes, pues la autora es incapaz de darle relevancia a todos. El viejo puma Una Oreja, por ejemplo. Es una pieza clave en el enfrentamiento final contra el tío, vale, pero ya he insinuado que no me convence el planteamiento de esa escena. Y durante el resto de la novela, la verdad es que Una Oreja no es más que un detalle exótico en la narración. Es por esto, pues, que yo lo hubiera omitido. El propio matrimonio Brooks, aquéllos isleños que cuidan a Barnaby, está totalmente desaprovechado. Se nos dice que acoger al niño les ayudará a hacer más llevadera la pérdida de su pequeño hijo Dickie, pero esta subtrama jamás es explorada.
- La tensión que durante todo el libro lleva gestándose desemboca en un final anti-climático. Al menos es crudo, a lo Hans Christian Andersen.
Conclusiones
Visto lo visto, queda claro que esta novela coincide con toda una tradición literaria que intenta aunar la inocencia y la perversidad. Hay gente que la relaciona por este motivo con Huracán en Jamaica, de Richard Hughes. Yo añadiría, aquí, a Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson. Otra obra con la que se establecen relaciones es La noche del cazador, de Davis Grubb, donde parece ser que hay un psicópata que persigue a unos pobres niños.
Matemos al tío también me recuerda a la franquicia Una serie de catastróficas desdichas. No sé hasta qué punto ésta se habrá inspirado en la historia de O'Grady, pero sin duda alguna comparten premisas. Debo aclarar que el tono de la novela es, no obstante, menos infantil que el de Una serie de catastróficas desdichas.
Visto lo visto, queda claro que esta novela coincide con toda una tradición literaria que intenta aunar la inocencia y la perversidad. Hay gente que la relaciona por este motivo con Huracán en Jamaica, de Richard Hughes. Yo añadiría, aquí, a Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson. Otra obra con la que se establecen relaciones es La noche del cazador, de Davis Grubb, donde parece ser que hay un psicópata que persigue a unos pobres niños.
Matemos al tío también me recuerda a la franquicia Una serie de catastróficas desdichas. No sé hasta qué punto ésta se habrá inspirado en la historia de O'Grady, pero sin duda alguna comparten premisas. Debo aclarar que el tono de la novela es, no obstante, menos infantil que el de Una serie de catastróficas desdichas.
Y poco más que añadir. Esta lectura es deliciosamente oscura. Tierna, ingeniosa y pueril, a la par que cínica y amarga. Con toda seguridad gustará a tu Tim Burton interior.
3 comentarios:
Un análisis bien concienzudo, sí señor. Y por lo que dices, la cosa tiene bastante buena pinta.
Saludos, colega.
Hola, socio: Entiendo que si utlizas la locución "parece ser" hablando de "La noche del cazador", se debe a que es un película que no has visto... ¡PUes deja ahora mismo todo lo que estás haciendo, aunque te encuentres en una orgsía con supermodelos regafa con champán y cocaína y corre a verla! Y lo digo en serio
lo lei y lo volvi a leer , hace años, es fantastico.
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