Título original: Salt water
Traducción: Regina López Muñoz
Año de publicación: 1998
Valoración: muy recomendable
Poco se sabía de Charles Simmons, autor de esta novela, hasta la aparición de esta obra, pues no tenía nada publicado en castellano hasta el pasado año y es algo realmente sorprendente, pues se trata de un autor nacido en 1924. Se trata de uno de esos casos donde una editorial pequeña encuentra una joya escondida entre miles de obras, una gota de agua en el océano, justo esa gota que brilla al contacto con los rayos de sol y nos deslumbra. Porque el libro empieza fuerte: «En el verano de 1963 yo me enamoré y mi padre se ahogó.» Con este inicio, el libro ya da muchas pistas de cuáles son sus ejes centrales: el amor y la pérdida, en sus diferentes vertientes.
Poco contaré del argumento, pues se intuye rápidamente: toda la historia ocurre durante un verano, en Bone Point, una pequeña lengua de tierra en la costa atlántica. En ella pasan el verano el joven Michael, de quince años, protagonista y narrador de la historia, y su familia, quienes alquilan la casa adjunta a otra familia (formada por madre e hija) durante las vacaciones. A partir de aquí se desarrolla la historia, una historia de deseos, de pasiones, de decepciones, de celos; una historia sobre las relaciones sentimentales.
Y el verano, ese momento del año que facilita la irrupción de grandes pasiones, a la vez que fugaces. La libertad que nace de las horas interminables, de cambiar la monotonía y estabilidad del hogar habitual por lugares nuevos, diferentes, dando lugar a episodios (a menudo cortos) donde concentrar un torrente de emociones y permitir que salgan cuáles fuegos artificiales en una fiesta de verano. Pero no es una fiesta lo que el autor magistralmente nos traslada, aunque sí un festival calidoscópico en torno a los sentimientos. Pues el autor teje una novela en principio sencilla para dejar que la complejidad la añadan los sentimientos, a menudo deseados, en otros casos buscados, casi forzando su aparición, pero también a veces espontáneos e incontrolables, genuinos y reales, pero también crueles pues la inocencia de quien los siente no está preparada para tal envite. Porque el deseo irrumpe con fuerza, y ataca a quien más indefenso se encuentra.
En esta gran historia, el autor sabe crear el clima de intimidad suficiente para invitar al lector a adentrarse irremediablemente en el libro, y mide el uso y elige las palabras de manera que su lectura evoca un paisaje veraniego de anocheceres plácidos y días soleados. Y los días, que amanecen en la playa, despertando el enamoramiento irreflexivo, inocente y entrañable de ese chaval de quince años. El descubrimiento propio de la edad, en ese periodo de la vida donde el tiempo se detiene en compañía de la persona deseada, incluso idolatrada, y desaparece sin ella. Esos inicios en los que todo parece eterno, mágico, casi imperecedero. Parece...
Porque el libro nos habla sobre el amor y el enamoramiento, no siempre ligados, no siempre siendo uno la antesala del otro, pero sí a veces coincidentes. Y nos habla también del juego que suscita en las personas, más como algo pasajero que como fin, como un divertimento en el que la seducción puede ser el motivo final, sin llegar a la siguiente etapa, sin llegar a culminar pues es en el propio flirteo donde se encuentra la diversión, al menos a ojos de quien lo ejerce y no de quien es el objeto u objetivo. Y, en consecuencia, el libro nos retrata la vulnerabilidad y la seguridad, la juventud y la madurez, la inocencia y la experiencia, y cómo se enlazan los diferentes aspectos que participan en las relaciones humanas, haciéndolos extensivos a las relaciones padres e hijos, con esa admiración de hijos a padres, casi idolatrándolos, en una conexión inigualable.
Así, la novela que ha escrito Simmons habla del amor, es sus distintas formas: amor de padre-hijo (y la veneración y admiración de hijos a padres, pero también de la preocupación de padres e hijos para evitar que sufran), también del amor romántico, idílico entre enamorados; nos habla sobre el cariño, el deseo, el temor, los celos, la seducción, el desengaño, la madurez y la inocencia, la experiencia y la juventud. Una gran novela que evoca las distintas emociones que suscitan el amor en uno mismo y que causan a los demás, y es un gran libro para constatar cómo las pasiones y los sentimientos marcan la dirección de nuestras vidas de finales inciertos y de resultado no siempre tan deseado como el objeto de nuestros sentimientos.
Estilísticamente, el autor teje una gran novela y da muestras de su maestría en un libro que tiene reminiscencias a los grandes clásicos. No únicamente por la revisión que hace de la novela «Primer amor», de Turguénev (cuidado con la reseña que enlazo, pues contiene algún spoiler), sino también por el estilo narrativo que profesa. Así, da muestras de ese estilo llevándonos y evocando a otras épocas, pues es un libro que no parece haberse escrito a finales de siglo XX. Todo en él tiene un aura a clásico, o a novela de otros tiempos, pero además, no parece que este estilo esté buscado de manera artificiosa ni forzada, sino que fluye de manera genuina, se desliza de manera natural, como el velero que utilizan para navegar, para oír el viento y el agua, y olerlos, y sentirlos. No adorna la escritura con grandes descripciones o con abuso de adjetivos, su narración es limpia, sencilla en apariencia, sobria y clara. Escribe para sugerir, y narra lo justo para que el lector amplíe la lectura con su propia aportación, de manera que el libro explica mucho más de lo que sus apenas ciento sesenta páginas contienen.
Con esta habilidad, el libro está perfectamente escrito para apuntar y sugerir la auténtica profundidad de los sentimientos, una profundidad que va muy por debajo de la capa idílica que cubre el enamoramiento, pues bajo la aparente placidez del mar en los tranquilos días de verano en el que se ambienta la novela corren aguas revoltosas, violentas, y es por ellas donde nos arrastra el autor, con un título que también apunta a esa doble lectura, a esa intención de relacionar el mar con el torrente sentimental que nos inunda, pues tal y como afirma el joven Michael: «las lágrimas saben igual que el agua salada».
Poco contaré del argumento, pues se intuye rápidamente: toda la historia ocurre durante un verano, en Bone Point, una pequeña lengua de tierra en la costa atlántica. En ella pasan el verano el joven Michael, de quince años, protagonista y narrador de la historia, y su familia, quienes alquilan la casa adjunta a otra familia (formada por madre e hija) durante las vacaciones. A partir de aquí se desarrolla la historia, una historia de deseos, de pasiones, de decepciones, de celos; una historia sobre las relaciones sentimentales.
Y el verano, ese momento del año que facilita la irrupción de grandes pasiones, a la vez que fugaces. La libertad que nace de las horas interminables, de cambiar la monotonía y estabilidad del hogar habitual por lugares nuevos, diferentes, dando lugar a episodios (a menudo cortos) donde concentrar un torrente de emociones y permitir que salgan cuáles fuegos artificiales en una fiesta de verano. Pero no es una fiesta lo que el autor magistralmente nos traslada, aunque sí un festival calidoscópico en torno a los sentimientos. Pues el autor teje una novela en principio sencilla para dejar que la complejidad la añadan los sentimientos, a menudo deseados, en otros casos buscados, casi forzando su aparición, pero también a veces espontáneos e incontrolables, genuinos y reales, pero también crueles pues la inocencia de quien los siente no está preparada para tal envite. Porque el deseo irrumpe con fuerza, y ataca a quien más indefenso se encuentra.
En esta gran historia, el autor sabe crear el clima de intimidad suficiente para invitar al lector a adentrarse irremediablemente en el libro, y mide el uso y elige las palabras de manera que su lectura evoca un paisaje veraniego de anocheceres plácidos y días soleados. Y los días, que amanecen en la playa, despertando el enamoramiento irreflexivo, inocente y entrañable de ese chaval de quince años. El descubrimiento propio de la edad, en ese periodo de la vida donde el tiempo se detiene en compañía de la persona deseada, incluso idolatrada, y desaparece sin ella. Esos inicios en los que todo parece eterno, mágico, casi imperecedero. Parece...
Porque el libro nos habla sobre el amor y el enamoramiento, no siempre ligados, no siempre siendo uno la antesala del otro, pero sí a veces coincidentes. Y nos habla también del juego que suscita en las personas, más como algo pasajero que como fin, como un divertimento en el que la seducción puede ser el motivo final, sin llegar a la siguiente etapa, sin llegar a culminar pues es en el propio flirteo donde se encuentra la diversión, al menos a ojos de quien lo ejerce y no de quien es el objeto u objetivo. Y, en consecuencia, el libro nos retrata la vulnerabilidad y la seguridad, la juventud y la madurez, la inocencia y la experiencia, y cómo se enlazan los diferentes aspectos que participan en las relaciones humanas, haciéndolos extensivos a las relaciones padres e hijos, con esa admiración de hijos a padres, casi idolatrándolos, en una conexión inigualable.
Así, la novela que ha escrito Simmons habla del amor, es sus distintas formas: amor de padre-hijo (y la veneración y admiración de hijos a padres, pero también de la preocupación de padres e hijos para evitar que sufran), también del amor romántico, idílico entre enamorados; nos habla sobre el cariño, el deseo, el temor, los celos, la seducción, el desengaño, la madurez y la inocencia, la experiencia y la juventud. Una gran novela que evoca las distintas emociones que suscitan el amor en uno mismo y que causan a los demás, y es un gran libro para constatar cómo las pasiones y los sentimientos marcan la dirección de nuestras vidas de finales inciertos y de resultado no siempre tan deseado como el objeto de nuestros sentimientos.
Estilísticamente, el autor teje una gran novela y da muestras de su maestría en un libro que tiene reminiscencias a los grandes clásicos. No únicamente por la revisión que hace de la novela «Primer amor», de Turguénev (cuidado con la reseña que enlazo, pues contiene algún spoiler), sino también por el estilo narrativo que profesa. Así, da muestras de ese estilo llevándonos y evocando a otras épocas, pues es un libro que no parece haberse escrito a finales de siglo XX. Todo en él tiene un aura a clásico, o a novela de otros tiempos, pero además, no parece que este estilo esté buscado de manera artificiosa ni forzada, sino que fluye de manera genuina, se desliza de manera natural, como el velero que utilizan para navegar, para oír el viento y el agua, y olerlos, y sentirlos. No adorna la escritura con grandes descripciones o con abuso de adjetivos, su narración es limpia, sencilla en apariencia, sobria y clara. Escribe para sugerir, y narra lo justo para que el lector amplíe la lectura con su propia aportación, de manera que el libro explica mucho más de lo que sus apenas ciento sesenta páginas contienen.
Con esta habilidad, el libro está perfectamente escrito para apuntar y sugerir la auténtica profundidad de los sentimientos, una profundidad que va muy por debajo de la capa idílica que cubre el enamoramiento, pues bajo la aparente placidez del mar en los tranquilos días de verano en el que se ambienta la novela corren aguas revoltosas, violentas, y es por ellas donde nos arrastra el autor, con un título que también apunta a esa doble lectura, a esa intención de relacionar el mar con el torrente sentimental que nos inunda, pues tal y como afirma el joven Michael: «las lágrimas saben igual que el agua salada».
8 comentarios:
Excelente reseña Sir. El libro es muy absorbente: escritura sencilla, trama encantadora: el mar, el verano, el amor, navegación a vela, casi se huele el salitre. Y como no la pérdida y la tragedia: casi se huele la vida. Me gustó mucho. No recuerdo en donde lo vi reseñado pero con estos mimbres no podía resistirme. Cualquier día lo releo: cada vez que lo veo en la estantería, está muy a la vista, me digo ¿esta historia molaba mucho, no?... Me recordaba en ese sentido a "Últimas tardes con Teresa"...ese regusto, ese agradable recuerdo que dejan en mi ciertas historias. Saludos y ¡gracias por reseñar!
Muchas gracias, Sir Robin. Sí, coincido, casi se puede oler el agua marina, pero también ese sufrimiento, y el amor, y el encandilamiento... es un libro muy bien narrado, de los que dejan muy buen recuerdo. No sé por qué pasó tan desapercibido, suerte de la recomendación de mi librero de cabecera y también de alguien cercano de gustos literarios más que fiables. Un gustazo leerlo.
Gracias por comentar la reseña.
Saludos
Marc
Hay reseñas que invitan a leer el libro en cuestión y esta es una de ellas. Aunque yo también tengo la suerte de tener cerca a alguien con unos gustos literarios exquisitos y que me lo recomendó. Si era una revisión de Primer amor de Turguenev seguro que me iba a gustar, y así fue. Como no me va a envolver una descripción tan real casi tangible de sentimientos, pasiones y emoción...cuando te preguntan qué te pasa? que sientes? y tú sólo puedes responder no sé siento algo ...pero no sé definirlo y alguien ha encontrado las palabras exactas, porque ha captado lo invisible. Muchas gracias.
Hola, Elena. Celebro que te haya gustado la reseña, y veo que coincidimos en la valoración del libro. Tal como dices, el autor sabe poner las palabras exactas a esos sentimientos que a todos nos invaden en alguna ocasión. Es un gran libro, sin duda.
Saludos, y gracias por comentar la entrada.
Marc
No conozco el libro, tampoco al autor. Pero qué buena reseña, Marc!
Como bien indica Elena más arriba, invita a buscar ya mismo la obra y leerla de inmediato. Y de paso, incorporar a Turguenev al repertorio. Un ruso de quien no he leído nada.
Muchas gracias, El Puma, por los elogios a la reseña. La verdad es que es bastante extraño que este libro haya pasado tan desapercibido, pues me ha parecido un muy buen libro, pero por motivos que a veces no comprendemos, no ha sido muy promocionado o dado a conocer cómo se merece. Por suerte me lo recomendaron, y yo a vosotros. De eso se trata en el fondo, de difundir, compartir y comentar.
Si te animas a leerlo, ya nos contarás qué te ha parecido y si coincidimos en la valoración.
Saludos, y gracias por comentar.
Marc
Excelente reseña. Me ha apetecido retomarlo, por que lo dejé abandonado a poco de acabar, por lo aburrido que me resultaba. Hay que reconocer que la frase inicial te da la vida. Uno espera todo de un libro que empieza así. Y eso que lo tiene todo para apasionarme. Bildungsroman, descubrimiento del amor, un estilo clásico, un personaje complejo y contradictorio... En fin, no sé. Me interesaba el fondo pero me dormía con la lentitud con la que va empujando la trama. Me recordó un poco a "Casa de verano con piscina" de Herman Koch. No suelo comentar y no quiero que parezca que lo hago para criticar la reseña, que me parece fabulosa como todas y que invita a leerse el libro. Pero es llamativo que el mismo libro produzca sensaciones tan distintas según quien y en qué momento lo lee. Saludos.
Hola, Maribel. Muchas gracias por comentar la entrada, aunque sea desde la discrepancia respeto a la valoración. Lamento que el ritmo del libro hiciera que lo abandonaras, pues creo que se trata de un muy buen libro. En cualquier caso, los gustos de cada uno son indiscutibles, por lo que si, a pesar del prometedor inicio, lo acabaste abandonando, tus razones tendrías. De todos modos, si te animas a acabarlo, esperamos tu opinión, para ver si cambias de parecer (o la confirmas).
Sea como sea, gracias por comentar la entrada y por los elogios a la reseña.
Saludos
Marc
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