lunes, 12 de marzo de 2018

Belén Gopegui: Lo real

Idioma original: español
Año de publicación: 2001
Valoración: recomendable

Voy a empezar esta reseña con dos frases aparentemente irreconciliables: 

1.- Lo real me parece una muy buena novela
2.- Me ha costado terminarla

Empiezo explicando por qué es una muy buena novela: porque construye un mundo narrativo denso de personajes, tramas y acciones, pero también de significados e interpretaciones posibles. Lo real narra el ascenso social de Edmundo Gómez Risco, hijo de un empresario implicado en una trama de corrupción que lo lleva al descrédito familiar, y que decide, a partir de este episodio traumático, que hará todo lo que haga falta para ascender en la sociedad, utilizando para ello el engaño, el chantaje, la manipulación, el espionaje y la traición. A lo largo de su ascenso, Edmundo va creando una red de cómplices, víctimas, beneficiarios y ayudantes a los que utiliza como herramientas para lograr su fin: ascender socialmente. 

Así, la peripecia individual de Edmundo sirve para retratar un periodo de la historia de España (el final del Franquismo, la Transición, la progresiva degradación ideológica del PSOE) en el que los ideales y sueños de la joven democracia fueron disolviéndose en un ambiente de crecimiento económico, consumismo y oportunismo político y económico. Y Edmundo, con su rebeldía individual que tiene a la vez un origen psicológico e ideológico, representa la resistencia a aceptar esta nueva situación y asumir su papel de "clase media satisfecha de serlo", o mejor dicho, muestra la decisión consciente de aprovecharse de esta nueva configuración social en beneficio propio, independientemente de los cadáveres (metafóricos) que tenga que dejar a su paso.

Otro motivo por el que es una muy buena novela: que está muy bien escrita, con un estilo que es menos lírico que el de La escala de los mapas (aunque ocasionalmente tienda a lo metafórico o a lo surrealista, como cuando califica a un personaje diciendo que es "zurda como una naranja"), y que transita hábilmente entre lo concreto y lo abstracto, tanto en la caraterización de los personajes como en la propia narración de la trama. 

¿Por qué, entonces, me ha costado acabarla? Pues sobre todo por la morosidad de la trama: cada paso de esa larga y trabajosa ascensión de Edmundo se describe de forma demorada, deteniéndose en cada argucia, cada conversación, cada truco y cada desilusión (que también las hay). Y aunque esta morosidad cargada de detalles contribuye, también, a construir ese universo denso del que hablaba antes, en cambio no consigue crear un personaje con una psicología compleja: Edmundo es, antes que eso, la encarnación de una idea, y nunca vacila ni duda ni apenas se equivoca (aunque no siempre triunfe), con la mirada fija en la consecución de su objetivo. De hecho, el éxito de su ascenso parecería absolutamente inverosímil si no fuera porque personajes como el Pequeño Nicolás han demostrado en la vida real que son posibles.

Tengo también mis dudas en relación con algunos aspectos técnicos de la novela. Para empezar, la historia está contada por un personaje secundario, Irene Arce, que conoce a Edmundo en Televisión Española y que se convierte en cómplice de sus argucias; sin embargo, el nivel de detalle con el que se cuenta la vida de Edmundo (cada anécdota, diálogo, pensamiento, sensación) no es coherente con la visión de este personaje, por mucha confianza que tenga con Edmundo, sino que se corresponde con un narrador omnisciente que, ese sí, puede saberlo todo. 

Sí me parece interesante en cambio, como experimento estético y de distanciamiento, la intervención de un "coro de asalariados y asalariadas" que comenta y discute las acciones de la novela. Este coro (el de las personas que sí han aceptado su papel de "clase media agradecida") parece admirar a Edmundo por su osadía, pero al mismo tiempo se cuestiona los límites a los que llega a causa de su ambición y su falta de escrúpulos.

Es interesante (y con esto ya acabo, que si no voy a terminar escribiendo yo otra novela) la comparación de esta novela con La escala de los mapas: aquella era una novela sobre la subjetividad y su choque con la realidad; aquí en cambio, como indica el título, lo que importa no es tanto el yo, sino esa realidad a la que el individuo se enfrenta y que puede suyugarlo. 

Habrá más lecturas de Belén Gopegui en este blog; la siguiente, por mi parte, será su última novela,
Quédate este día y esta noche conmigo.

También de Belén Gopegui en ULAD: La escala de los mapas, El padre de Blancanieves

7 comentarios:

Gabriel Diz dijo...

Subyugarlo, no?

Carlos Andia dijo...

De esta autora solo conozco 'La conquista del aire' y, la verdad, no me quedan ganas de repetir. Espero que haya abandonado esa perspectiva de progre-desencantada-pero-que-se-resiste-a-abandonar-sus-viejos-ideales pero, por lo que cuentas, Santi, me parece que no del todo. No escribe mal pero no soy capaz de soportar demasiado postureo, y además me resulta bastante aburrida. Ojalá que todo esto haya sido superado.

Por lo demás, estupenda reseña, cómo no.

Santi dijo...

!Hola a los dos! Pues sí, he inventado dos nuevas palabras en esta reseña: "descrédio" y "suyugarlo". Ya los he corregido, renunciando así a pasar a la historia del Diccionario de la RAE :P

Y sobre la posición de Belén Gopegui, no me parece que en su caso sea postureo, sino todo lo contrario: creo que es un ejemplar raro de la especie casi desaparecida del "intelectual comprometido" o 'engagé'. Creo que el gruseo de su obra (por lo que he ido leyendo) se traduce en un intento de analizar los resortes sociales desde una perspectiva crítica, y desde lo que antes se llamaba "la izquierda"; su última novela, que no he leído pero leeré pronto, parece que aplica esta nueva mirada a las grandes corporaciones digitales como Google.

En fin, que escribir "literatura (ideológicamente) comprometida" no la hace buena de por sí; pero yo tampoco se lo achacaría como un defecto...

Carlos Andia dijo...

Hace tanto tiempo que lo leí que no tengo argumentos para rebatirte, es más bien una sensación que necesitaría refrescar, pero desde luego no lo voy a hacer. Y que quede claro que no tengo nada contra los 'escritores comprometidos'. También puede que simplemente me pillase en mal momento (aunque no lo creo).

Saludos, maestro.

Carmen dijo...

Si se supone que "Quédate este día y esta noche conmigo", que es la última novela de Gopegui, es una nueva mirada (supongo que "crítica") a las corporaciones digitales... apaga y vámonos. A mí me ha parecido un "fake" total en la que también experimenta con la forma de narrar y que me parece un experimento fallido. Y también me costó terminarla (estaré pendiente de la reseña que hagas, Santi).
Y no escribe mal Gopegui. Y hace reflexiones interesantes... Pero poco después he cogido a Carmen Martín Gaite por banda y Gopegui no soporta la comparación.
Y retomando el debate que hubo hace no mucho en este blog a raíz de la publicación de la reseña de "Farándula", de Marta Sanz, de momento en mi marcador particular Marta Sanz 1 (con "Daniela Astor y la caja negra") - Belén Gopegui 0 (con "Quédate este día y esta noche conmigo").
A Marta Sanz le daré más oportunidades. A Gopegui pfff...

Manuel Benet Navarro dijo...

Me está pasando exactamente lo mismo con La escala de los mapas. Me parece una muy buena novela, y al mismo tiempo me cuesta horrores avanzar, a pesar de lo breve que es.

ToniLV dijo...

No la he leído, pero a juzgar por la reseña y los comentarios, sus novelas generan sentimientos opuestos en un mismo lector. Leí hace tiempo "El padre de Blancanieves" y "La conquista del aire" y pese a recordar vagamente sus argumento, sí me quedó el poso de unos originales planteamientos y reflexiones, así como otros pasajes difíciles de digerir y que hacían la lectura un poco cuesta arriba.