Título original: 孫子兵法
Traducción: ¿?
Año: Siglo V a.C.
Valoración: Está bien
Yo pensaba que éste iba a pasar a ser el libro más antiguo que se había reseñado en ULAD, pero creo que hay por ahí una etiqueta ‘Siglo VI a.C.’, así que me quedaré sin el Guinness hasta que me decida a meterle mano al Código de Hammurabi.
Tampoco tiene mucha importancia –al menos para los que no somos historiadores- que el tal Sun Tzu, por lo visto un prestigioso general chino en una etapa muy convulsa de la historia de ese país, fuese o no el auténtico y único autor del libro. A él se atribuye tan pretérito título y eso nos basta, aunque haya quien diga que a su redacción contribuyó su hijo Sun Bin, o tal vez otros personajes.
Porque, aunque la aclaración tal vez sobre, 'El arte de la guerra' no es un título metafórico, sino un tratado de estrategia militar, probablemente el más antiguo que se conoce, al menos con una formulación completa y sistemática. De manera que a lo largo de sus trece capítulos, el general va poniendo negro sobre blanco los principios fundamentales para alcanzar la victoria en la batalla, ya se sabe, cuándo y cómo hay que atacar (o no), cómo organizar las tropas, cuestiones a tener en cuenta (el terreno, la meteorología) y responsabilidades de generales y oficiales. Obviamente, tampoco me voy a detener a analizar estas cuestiones, que para el lector tienen un interés muy relativo y además no dominamos en absoluto.
Lo que sí llama la atención es el énfasis que se pone en la astucia: 'Todo el arte de la guerra está basado en el engaño', ni más ni menos. Y ahí se extiende en describir cómo confundir al enemigo, maniobras de distracción o señuelos de todo tipo. En la misma línea, destaca el maestro la importancia del espionaje y la información, detallando incluso diversos tipos de espías con sus correspondientes funciones bien definidas. Ya el bravo Leónidas –más o menos contemporáneo de Sun- tuvo que sufrir en las Termópilas el efecto de un espionaje eficaz, pero aquí queda bien claro que no es un invento europeo. En todo caso, uno quizá esperaría de un general una postura más aguerrida y majestuosa, hablando de fortaleza, sacrificio y esas cosas, pero este caballero no se corta a la hora de recomendar la simulación y la contrainformación como armas fundamentales.
Es interesante también cuando Sun decide meterse en asuntos que en principio desbordan el ámbito puramente bélico. Para empezar, subraya una y otra vez que la auténtica victoria consiste siempre en evitar el conflicto, conseguir la rendición del adversario sin lucha. Seguramente, detrás de esta oda a la diplomacia y la política -más cercana del pragmatismo que de lo que hoy entenderíamos como pacifismo- se encuentre cierto humanismo de raíz taoísta, y de hecho se cita expresamente esa herencia cultural; aunque eso se lo dejamos a los expertos. Pero se incide también en la necesidad de que el soberano practique la justicia y la magnanimidad, que se evite en lo posible el exterminio del enemigo y sus núcleos de población, o la recomendación de un trato aceptable para los prisioneros. Incluso plantea la necesidad de que un general se salte órdenes superiores cuando vea claro que lo exige el buen fin de las operaciones bélicas. Realmente, no es que Sun fuese un rebelde iconoclasta, ni un remoto precursor de la Convención de Ginebra. Por el contrario, sus recomendaciones no tienen otra finalidad que la eficacia en la búsqueda de la victoria, a través de la fidelización de las tropas o la utilización en beneficio propio de los recursos humanos y materiales del enemigo. Pero aún así resulta chocante encontrar opiniones en apariencia tan modernas en un texto escrito hace 2.500 años.
De forma que este manual nos deja la sensación de trascender la materia militar de la que trata, y reunir sabiduría y lógica extensivas a otros campos, todo ello bajo unos parámetros que asociaríamos a conceptos mucho más recientes. Así que no es de extrañar que 'El arte de la guerra' se utilice aún en la actualidad, no sólo en las academias militares –que por supuesto- sino en ámbitos tan insospechados como la gestión empresarial. Y es que, al margen de que Sun Tzu incluya hasta una especie de análisis DAFO de las fuerzas, la verdad es que en las escuelas de negocios ya se echa mano casi de cualquier cosa.
Es interesante también cuando Sun decide meterse en asuntos que en principio desbordan el ámbito puramente bélico. Para empezar, subraya una y otra vez que la auténtica victoria consiste siempre en evitar el conflicto, conseguir la rendición del adversario sin lucha. Seguramente, detrás de esta oda a la diplomacia y la política -más cercana del pragmatismo que de lo que hoy entenderíamos como pacifismo- se encuentre cierto humanismo de raíz taoísta, y de hecho se cita expresamente esa herencia cultural; aunque eso se lo dejamos a los expertos. Pero se incide también en la necesidad de que el soberano practique la justicia y la magnanimidad, que se evite en lo posible el exterminio del enemigo y sus núcleos de población, o la recomendación de un trato aceptable para los prisioneros. Incluso plantea la necesidad de que un general se salte órdenes superiores cuando vea claro que lo exige el buen fin de las operaciones bélicas. Realmente, no es que Sun fuese un rebelde iconoclasta, ni un remoto precursor de la Convención de Ginebra. Por el contrario, sus recomendaciones no tienen otra finalidad que la eficacia en la búsqueda de la victoria, a través de la fidelización de las tropas o la utilización en beneficio propio de los recursos humanos y materiales del enemigo. Pero aún así resulta chocante encontrar opiniones en apariencia tan modernas en un texto escrito hace 2.500 años.
De forma que este manual nos deja la sensación de trascender la materia militar de la que trata, y reunir sabiduría y lógica extensivas a otros campos, todo ello bajo unos parámetros que asociaríamos a conceptos mucho más recientes. Así que no es de extrañar que 'El arte de la guerra' se utilice aún en la actualidad, no sólo en las academias militares –que por supuesto- sino en ámbitos tan insospechados como la gestión empresarial. Y es que, al margen de que Sun Tzu incluya hasta una especie de análisis DAFO de las fuerzas, la verdad es que en las escuelas de negocios ya se echa mano casi de cualquier cosa.
Y termino con un par de curiosidades: 1. El ejemplar de que dispongo lo compré en una Feria del Libro Anarquista (por cierto, a un precio más bien poco ‘popular’). Se trata de una edición muy bootleg, y por lo mismo no consta nombre del traductor ni del autor del prólogo, ni por supuesto un ISBN. O sea, copia fusilada de algún ejemplar, cubierta (que no es la que se ve en la imagen) y a correr. La abolición de la propiedad empieza por Sun Tzu. 2. He visto por ahí que existe incluso una versión manga. Sería realmente curioso conocerla.
9 comentarios:
Gran reseña, colega, digna de un Gordon Gekko... ; )
Buenísima reseña y genial lo de la copia "anarquista". Y es que en aquellos tiempos eramos jóvenes y alocados
Buenas,
Esta reseña debería haberla hecho Koldo..... :p
PD: Felicitaciones por el blog!
En todo caso para mi ex-doppelganger. Pero está perfectamente como está
Gracias a los tres por los comentarios, aunque no estoy seguro de haber entendido todo lo que habeis dicho. Koldo: lo de la compra en la Feria anarquista fue bastante reciente, de hecho no hace más de un año.
Ah, y disculpas por tardar tanto en contestar. Pero es que se está tan a gustito en la playa, lejos del mundo digital...
Hola, compañero:
Mi comentario era sólo una broma tonta a cuenta de la peli "Wall Street". Puedes borrarla de tu mente... ; )
Un saludo.
Está bien pero no hay hortera que no lo cite como libro de cabecera. Vale para todo, para decir una cosa y la contraria y si no basta fijarse en las innumerables contradicciones si se presta atención. Un poco como el refranero, que tiene para casi todo su refrán y su contrarefrán, con lo que siempre aciertas a posteriori. Las sentencias militares por separado son en general brillantes y muy lógicas pero como conjunto no se sostiene.
Sin quitarle el mérito a la obra -lo tiene y mucho, que conste a pesar de mis objeciones - para mi gusto está por debajo de El príncipe de Maquiavelo o el mismísimo Quijote, en los consejos que el ingenioso hidalgo da a Sancho para gobernar correctamente su Ínsula de Barataria. Lo digo por aquellos horteras que extienden su contenido a la gestión empresarial, política o a otros órdenes de la vida. En caso de duda a estos horteras (tercera vez que repito el término) se les reconoce fácilmente por sus pulseritas artesanales indígenas o con la bandera española, muchas veces ambas no vayan a decir...
Para finalizar, recomendable pero con los pies en el suelo, sin delirios.
Hola Luis. La verdad es que no veo tan claras las contradicciones que dices, aunque es cierto que ha pasado bastante desde que lo leí. La comparación con el Príncipe y el Quijote, pues bueno, 'El arte de la guerra' va de lo que va, y las opiniones que contiene sobre las 'buenas prácticas' de gobierno pienso que son un poco colaterales y relacionadas estrechamente con los objetivos militares. De forma que no sé si son del todo comparables, pero todo puede ser interpretable, desde luego.
La horterada de buscar principios de gestión empresarial en textos tan recónditos es algo muy actual, ya sabes, como si citamos a Kant para administrar una gasolinera. Es lo que hay.
Saludos y gracias por visitarnos.
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