Año de publicación: 2016
Valoración: recomendable
Paradojas de lo Cool está constituido por nueve artículos (uno de ellos le aporta título) más una introducción. Artículos que han sido editados, dice la contratapa, algunos de ellos, supongo que para pulirlos o para, integrados ya en un texto de mayor extensión y ambición, aportarles un toque unitario. Si le añadimos una curiosa maquetación (con el texto más legible, descentrado siempre hacia el exterior de la encuadernación) que le aporta un aspecto más alineado con el amateurismo (porque dudo que nadie lea esto sepa que era aquello del ciclostyl), y algún pequeño detalle (el libro se incluye dentro de una colección denominada Textos (In)Surgentes) pronto comprendemos que nos encontramos ante eso que se llama cultura alternativa.
Todo correcto. La cosa se confirma más. Menciones a Walter Benjamin. a Rancière, Tresell o Zizek, a varias obras del muy interesante catálogo de Capitán Swing, alinean claramente estos artículos en su aspecto ideológico. Demasiado claramente, diría. No me toméis por un quejica. El proselitismo a través de los textos es completamente legítimo, faltaría. Pero quizás, sugiero, la sutileza resulta efectiva cuando se trata de (iba, ugh, a decir "captar adeptos") obtener apoyos. Paradojas de lo Cool, con sus numerosos ejemplos y referencias, con sus razonamientos algo cargados y alambicados, de conceptos polisílabos (desidentificación, plurivocidad, indiscernibilidad, fantasmática, esto, ¿alguien ahí sabe qué quiere decir "gnoseológicamente"?), acaba haciendo una, a mi gusto, excesiva concesión hacia epatar en lo intelectual en vez de explicar en lo mundano. Quiero decir, Santamaría arrastra cierta tendencia a convencer a quien ya está convencido. No me malinterpretéis. YO estoy ya convencido.
De que las grandes editoriales (incluidas muchas de las que reseñamos aquí libros que nos gustan muchísmo) pertenecientes a grupos de comunicación tejen finas telarañas generadoras de opinión política.
De que los intereses capitalistas toman disfraces aparentemente inocuos y atractivos (calidad, creatividad) para, a la postre, servir a sus únicas y últimas finalidades (generar provecho económico). De que los mecenazgos tienen siempre algún objetivo oculto (fiscal, social, político).
De prácticamente todo lo que explica y da ejemplos Santamaría ya estamos informados o alertados y ya barruntábamos que algo sucio andaba por ahí. No digo que textos así no sean necesarios, y que su publicación dentro de canales alternativos no sea la mejor manera de demostrar compromiso con sus propios contenidos. Pero, y ya que uno de los textos menciona la figura del caballo de Troya, ¿no sería mejor, si de alcanzar al público que duda se trata, intentar una estrategia menos frontal, más sibilina?
Total, "los otros" ya sabemos que andan mucho tiempo haciéndolo.
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