miércoles, 1 de julio de 2015

Colaboración: ¡Vivir! de Yu Hua

Idioma original: chino
Título original: Huozhe 
Año de publicación: 1992
Traducción: Anne-Helène Suárez Girard
Valoración: Imprescindible

Quien está acostumbrado a inmiscuirse en la exploración del análisis del ámbito cinematográfico acaba por saber apreciar el fondo, es decir, la teoría de la puesta en escena, la manera en el que el cineasta interpela al espectador, y el contenido, el relato que trata de contar, como un todo indisoluble. Obviamente, en el notablemente más anciano y experimentado arte literario, la manera de abarcar una novela un escritor no se queda atrás. No obstante, pocas veces se experimenta un sincronización tan grande entre forma y fondo que casen tan bien como lo hacen en la novela del chino Yu Hua ¡Vivir! (1992). El novelista, que alcanzó su popularidad haciéndose con el James Joyce Foundation Award, logró con esta obra colocarla entre las diez más influyentes de la década de los noventa en China. No es de extrañar, pues, que un cineasta tan ensimismado en la profundización de la China de provincias y la vida rural durante el siglo XX como es Zhang Yimou, sobre todo en la década en la que se escribió la novela, acabara dando vida (nunca mejor dicho) a su versión cinematográfica.

El narrador de la obra, en primera persona, se entrevista con el viejo Fugui, quien ocupa casi todas las letras de la novela para explicar a su interlocutor, y a su vez al lector, la historia de su vida. Fugui fue un señorito venido a menos por su mala cabeza, que hizo pocos esfuerzos en cultivar su intelecto en el momento en el que pudo, por lo que su narración carece de cualquier tipo de florituras: habla de una manera llana y concisa, directamente al grano y sin desprenderse de su propia subjetividad en ningún momento. No espere el lector encontrarse con adornadas palabras que contrasten con la hostilidad de la contado (véase por ejemplo la novela epistolar picaresca de 1926 Don Segundo Sombra del argentino Ricardo Güiraldes): aquí la voz de Fugui será igual de dura, abrupta y doliente como el tratado sobre las penurias humanas a la que la historia se remite.

¡Vivir! trata sobre las vivencias humanas, la lucha por la supervivencia y sus rifirrafes con la muerte y las desgracias, pero no se queda ahí. Yu Hua ofrece un retrato existencial de cómo afectaron a la población rural los cambios de un periodo muy convulso dentro del contexto de la historia de China. El relato narrado por el propio Fugui, no incide en las raíces ni en los juicios morales sobre esta más de lo que le resulta totalmente inmediato; sin embargo, el lector chino, conocedor de la historia reciente de su país, comprende fácilmente el desarrollo de los acontecimientos.

Es por eso por lo que para el lector poco entendido en la historia del gigante asiático, es posible no llegar a comprender la novela en su totalidad, al menos desde su visión política. Y es que lo que Fugui vive es ni más ni menos que la guerra civil que enfrentó al Guomindang de Chan Kai Shek, líder nacionalista aliado de EEUU, en el que él, sin saber de qué va todo eso, se ve forzosamente enrolado, y las milicias comunistas de Mao Zedong, quienes remontaron la debilidad mostrada después de la invasión japonesa para poder hacerse con el poder en China expulsando a los nacionalistas a la isla de Taiwán, donde se mantuvieron autoproclamando China de cara a las Naciones Unidas.

Finalizada la guerra, sufre las consecuencias del Gran Paso Adelante, vive en sus carnes la fundación de acero (no olvidemos el detalle del Jefe de Equipo exclamando con alegría que podrán bombardear a Chang Kai Shek en Taiwán), las comunas alimenticias y el inicio de las grandes hambrunas que fueron consecuencia directa de estas políticas. Por último, debido a la revolución cultural, se verá mareado por una imperiosa necesidad de la juventud por condenar a los viejos jefes, tachándolos de reaccionarios. Aquí hay que felicitar a Zhang Yumou, quien en su adaptación fílmica es más feroz en su crítica, sobre todo en la escena en la que los doctores son expulsados del hospital por unas enfermeras jóvenes e inexpertas, pero fervientemente revolucionarias. No menos duras son las escenas ofrecidas por otro cineasta, Chen Kaige, en su inolvidable palma de oro en Cannes Adiós a mi concubina (1993).

Y sin embargo, aunque el contexto histórico destila una de las esencias más valiosas de la novela, no hemos de olvidar de que lo que realmente trata es de profundizar de manera llana y directa en el potencial que desprenden las pasiones humanas. La mezquindad de Fugui, atada siempre al aburrimiento de una vida fácil, le sumerge en el egoísmo más malsano y en la total alienación respecto a las relaciones humanas. No será hasta el momento en el que cae en desgracia que sabrá valorar aquel amor recibido durante años y sentirá remordimientos por su mal comportamiento. Bajar del pedestal desde donde humillaba a los demás le hace sufrir en carnes propias lo que es encontrarse en el lado pobre de la vida. No obstante, se hallará tan solo ante el inicio de una epopeya existencial que le obligará a enfrentarse de cara con lo más duro de la vida y de la muerte. Asistirá al nacimiento de nuevas vidas y a la muerte de otras. Será entonces cuando tomará autoconciencia de su propia educación emocional, reflexionando sobre sus equivocaciones a la hora de tratar a los demás, intentando, dentro de lo humanamente posible, encontrar un equilibrio entre las decisiones racionales y las emocionales, aunque esto le lleve a diversos conflictos familiares fruto de su rudeza y tradicionalismo propios de un hombre en el contexto de la época.  

¡Vivir! se vale de la narración del anciano que cuenta su historia para apelar a un torrente de emociones humanas que a la vez que nos horroriza, sobre todo en la tristeza en la que se retrata la resignación de las miserias morales, nos invita a entender ese misterioso ímpetu del que hacen sus protagonistas por luchar contra las adversidades y afrontar la vida. Y es que los sentimientos amorosos hacia su propia familia serán los lazos que unan su supervivencia, aunque también por el que llorarán sus pérdidas y desgracias.

Firmado: Luis Suñer

3 comentarios:

gonzalo dijo...

Has leido Brothers, del mismo autor ? Qué te parece ? Gracias.

buscandomiequilibrio dijo...

No lo he leído, pero lo pintas estupendamente.....
Me lo apunto.

Anónimo dijo...

Una novela muy bonita, que conmueve. Le permite a uno hacer algunas reflexiones sobre la vida misma...

Saludos.