jueves, 30 de julio de 2015

Colaboración: Contra el viento del Norte de Daniel Glattauer

Idioma original: alemán
Título original: Gut gegen Nordwind 
Año de publicación: 2010
Traducción: Macarena González
Valoración: recomendable

Deberíamos ponernos las pilas e ir creando un nuevo subgénero literario e, incluso, una nueva categoría en este blog: literatura emiliar, variante cibernética de la epistolar. Son muchos los títulos en que sus personajes cruzan correos de una forma esporádica e incluso hay alguno que nos deja su dirección electrónica: el desternillante Pablo Miralles de Lo mejor que le puede pasar a un cruasán nos deslizaba hace años la suya en la última página. El libro que traemos hoy aquí, va, sin embargo, mucho más allá: Daniel Glattauer se limita a reproducir el intercambio de emails de sus personajes. Desaparece y en su lugar coloca una pantalla.

Leo Leike recibe por error un correo electrónico de una perfecta desconocida. La respuesta, por pura cortesía, generará entre ellos un diálogo virtual inteligente y adictivo. La situación aboca inevitablemente a los protagonistas a un encuentro analógico que van, asustados, posponiendo. 
El autor alemán, después de ganarse al lector con una historia y un texto que derrochan empatía, ingenio y sensibilidad, la cierra en falso: escribe esta primera obra pensando ya en su continuación. Su desenlace, pienso humildemente, es más comercial que literario.

El emilio o el chat dejan de ser aquí meramente funcionales, pierden inmediatez y ganan profundidad y sutileza: es el único dardo con que cuenta Cupido y está bien afilado. Este volumen pone al lector frente a una nueva forma de comunicar –y madurar- emociones, afectos y relaciones. El vértigo, la compulsión con que se suceden y se suplementan los mensajes –también en su secuela, Cada siete olas– asusta a los mismos protagonistas, que prefieren dilatar esa relación virtual, no conocerse para no desengañarse.

Hay páginas en ellos de una lucidez dolorosa; los corresponsales a menudo se detienen y reflexionan en torno a ese soporte digital que los ha conectado fortuitamente y sobre el que cimientan, apuntalan, su relación: su sentido, la dependencia que les produce, sus ventajas, sus inconvenientes.

Hasta ahora -aquí queríamos llegar- la red hablaba de literatura. Por fin la literatura nos muestra el mundo 2.0 en el que vive, siente y se relaciona el lector del siglo XXI. Una nueva generación de narradores avanza ya por ese camino. También en 2010, Alpha Decay publicaba Richard Yates, la segunda novela de Tao Lin, escrita con los Google Talks de un par de adolescentes, y más reciente (2014) es Mis whatsapp con mamá de Alban Orsini, publicada por Grijalbo, tan significativa como intrascendente.

 Firmado: Aster Navas

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Si el recurso está utilizado con inteligencia y no simplemente "porque sí" para dar un falso barniz actual, puede ser muy interesante.

Por añadir a las que mencionas -aunque no la he leído y no la puedo valorar- en catalán también se ha publicado recientemente En línia, una novela de Jaume Monzó escrita a base de mensaje de Whatsapp, estados de facebook, etc.

Saludos.

Reve Llyn dijo...

Me gustó, le leí hace ¿un par de años?
Fresca y fácil de leer, porque la estructura le da agilidad despiertando el perfil curioso del lector, que se siente un poco voyaer al asomarse a la intimidad de los correos de los protagonistas.

El recurso está utilizado como se utilizan los diálogos en otras novelas: como una visión parcial del estado de ánimo de los personajes. Lo que ellos quieren expresar, que no es todo lo que sienten, aunque a veces transluzca más. Los tonos y las intenciones quedan bien registradas por ese medio, que además (vayaustéasaberporqué) genera una mayor intimidad que una charla cara a cara.

La continuación no me gustó tanto, casi hubiera cerrado aquí.

Un saludo.

Aster Navas dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Aster Navas dijo...

Gracias por vuestras aportaciones (tomo nota de la obra de Jaume Monzó) y sugerencias (cierto, Reve, que aumenta la intimidad. Quizá, me parece, porque al lector se le incrementa la sensación de intruso: estamos hackeando correos privados;-)
Un saludo.