martes, 14 de abril de 2015

DJ Stalingrad: Éxodo

Idioma original: ruso
Título original: исход
Año de publicación: 2009
Traducción: Fernando Otero Macías
Valoración: recomendable

DJ Stalingrad, es, claro, un pseudónimo. Tras el está Piotr Siláiev, escritor y activista. Puede ser un pseudónimo o puede ser, por lo de activista, un alias o un nombre de guerra o hasta, no se me malinterprete, una etiqueta con la que empaquetar un estilo de narrativa marcada por un cierto sentido de la militancia. Si a ello le añadimos exilio, detenciones, droga, violencia, estética, resumiendo, filia por los avatares de la existencia extrema, empezamos a acercarnos algo. Sería muy sencillo simplificar y acabar pronto. Trainspotting en la antigua URSS, La naranja mecánica en la Plaza Roja. Ale. Listos. Pero no es así. Porque a veces ciertas lecturas se extienden más allá del rato que empleamos en ellas. Y las 120 páginas de Éxodo tienen esa propiedad. 

Según reza la contraportada, este texto surgió primero en internet y después ha tomado cuerpo en papel y en sucesivas traducciones. Éxodo es la crónica del devenir diario de un activista en una Rusia, percibo, confusa en ese tránsito sin paradas intermedias desde la cerrazón y el secretismo de ese comunismo de camarillas y círculos privilegiados por el poder hasta la cerrazón y el secretismo de ese neocapitalismo de camarillas y círculos privilegiados por el poder. El dinero de Gazprom, de todos los jerarcas que dominan Londres y la Costa Brava y las joyerías de las grandes ciudades ha salido de esa conversión abrupta y, para unos poquitos, sumamente provechosa. Y DJ Stalingrad es un testigo marcado por el nihilismo. Éxodo, que ahora se me revela como un muy apropiado título, es eso, un andar para arriba y para abajo de dónde el movimiento requiera la presencia de sus tropas irregulares. Serán conciertos de grupos de hardcore-punk, serán movilizaciones en contra de esto o a favor de aquello, será cualquier pretexto, pues esos desplazamientos no requieren gran enjundia: se cuelan en el transporte, duermen en cualquier sitio, conviven en extraños sitios con todo tipo de gente, acarrean escasas pertenencias que no suelen representar un cebo que atraiga a nadie. Son jóvenes (cada vez menos jóvenes, desgastados por la exigencia de la guerra urbana, las drogas y la violencia) carentes de ilusión y perspectiva (no hay humor aquí, no trasciende más que una bilis viscosa, una especie de barro pegajoso en forma de ideales y tono quejumbroso donde lo único claro es que se está contra algo, sin saber a favor de qué se está), dedicados a citarse y enfrentarse con sus antagonistas, los nazis (indescriptible argamasa que acaba incluyendo idolatrías incompatibles como Stalin y Hitler), en combates que disponen de las ciudades devastadas como cambiante escenario, y que suelen resolverse de mala manera, sin que a los cuerpos policiales parezca preocuparles demasiado.

Solamente un par de frases finales, y la constancia de que su autor sigue vivo, y bien, y, supongo, coleando, dejan algún resquicio a la esperanza. 

2 comentarios:

Abracalibro dijo...

Hola, Francesc!
Lo cierto es que éste es el tipo de textos que a mí me gustan. Me intetesa bastante.
Una entrada muy interesante y, sobre todo, muy bien escrita. :)
Besos.

Francesc Bon dijo...

Gracias por los comentarios y por los halagos. Voy a acabar creyendómelo.Je.