jueves, 8 de noviembre de 2012

Leonardo Padura: Máscaras

Idioma original: español
Año de publicación: 1997
Valoración: Muy recomendable

Después de mi primera experiencia algo decepcionante con La cola de la serpiente, tuvo que ser la insistencia de una colega de departamento la que me convenció para darle una nueva oportunidad a Leonardo Padura. Y me alegro de haberlo hecho, porque, a juzgar por Máscaras, realmente no empecé con lo mejor de Padura. Máscaras es la tercera novela de su tetralogía de las cuatro estaciones: Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño. Concretamente, es la dedicada al verano, lo que en Cuba significa calores abrumadores y opresivos cargados de sensualidad y pereza.

Como todas las novelas de la serie de Mario Conde, Máscaras se integra en el género policiaco: el motor de la trama es la aparición del cadáver de un travesti en el Bosque de La Habana. El policía será entonces rescatado de su purgatorio como oficinista para encargarse del caso, lo que le llevará a sumergirse en un mundo que nunca imaginó llegar a conocer: el de los homosexuales cubanos, seres clandestinos en un régimen que los considera depravados y decadentes. A través de este "descenso a los infiernos", Mario Conde descubrirá no solo quién mató a Alexis Arayán, sino también nuevas facetas de sí mismo, de su país y de la condición humana.

Porque, en realidad, más que descubrir al asesino, lo que más interesa en esta novela es precisamente la presentación de ese submundo, y de los mecanismos represivos del régimen cubano, sobre todo en los años 70, contra homosexuales e intelectuales "disidentes". Es inevitable pensar por ejemplo en el caso de Heberto Padilla, escritor encarcelado en 1971, obligado a retractarse de sus posturas "antirrevolucionarias" y posteriormente exiliado a los Estados Unidos; este escándalo fue un punto de inflexión en el apoyo de muchos intelectuales a la causa de la revolución cubana. El propio Virgilio Piñera, dramaturgo cubano represaliado por su homosexualidad y su disidencia, figura en la novela de forma destacada.

Resulta llamativo que un escritor cubano, y que vive en Cuba, pueda escribir con tanta claridad sobre la corrupción de un régimen que permite que algunos se enriquezcan mediante la economía paralela, o que represalía a otros por su condición sexual o por sus ideas, o que premia la delación y la sospecha constantes. Como me decía la amiga que me prestó el libro, "una novela así no habría sido posible hace veinte o treinta años". Ahora mismo, la política cultural cubana ha cambiado mucho: no importa mucho lo que los escritores escriban, siempre que publiquen en el extranjero y traigan divisas a la isla.

Máscaras es, por lo tanto, una buena novela policiaca, que reúne lo mejor de la narrativa policiaca actual: una trama atractiva protagonizada por un detective desengañado en un mundo en descomposición.

También de Leonardo Padura en ULAD: La cola de la serpienteEl hombre que amaba a los perrosHerejes

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Anton Chejov: Tres años

Idioma original: ruso
Título original: Tri Goda
Año de publicación: 1895 (montaje teatral: 2012)
Valoración: Recomendable

El jueves pasado acudí por primera vez a esta sala para ver una adaptación de la novela homónima de Chejov, – publicada por primera vez a finales del s. XIX – de la de la que me habían hablado maravillas.

La adaptación del género narrativo al teatro, incluso si, como en este caso, se trata de una novela corta, nunca es fácil, lo que se gana por un lado se suele perder por otro. Al principio, se recrean con detalle las incidencias de la trama, pero entonces el interés dramático no ha llegado aún a su punto culminante. Más adelante, sin embargo, se ha de simplificar, lógicamente, el texto de origen para no exceder el tiempo aconsejable. Se pierden así trozos de la novela, probablemente muy valiosos, Perdemos también el lenguaje original (aunque mediado por la traducción) del autor ruso. Sin embargo, el desarrollo argumental no se efectúa exclusivamente a través del diálogo – lo que hubiera sido, en mi opinión, lo deseable – sino que, paralelamente a este los propios actores realizan acotaciones para compensar la parte narrativa y orientar al espectador sobre el tiempo transcurrido o acontecimientos no representados. Esto, a mi juicio, le resta al montaje algo de brillantez.

La acción arranca cuando Alejandro, próspero industrial moscovita, se enamora locamente de la hija del médico rural, un hombre de economía modesta, que atiende a su hermana moribunda. (Ni médico ni paciente aparecen en escena, si les conocemos es a través de los otros). La chica primero le rechaza pero luego, harta de su vida anodina en un pueblo sin alicientes y deseosa de una vida más próspera y, sobre todo, de verse rodeada del brillo de la gran urbe, se lo piensa mejor y le acepta. Asistimos a lo que les ocurre a estos cinco personajes: el matrimonio, el cuñado vividor, la amante despechada y el amigo y nueva pareja de esta, durante los tres años siguientes.

Los hechos se trasladan de la época de Chejov a los años 30 del siglo pasado y de la Rusia zarista a la época inmediatamente anterior a nuestra guerra civil por obra y gracia de una adaptación libre que retoca el texto original cuando es necesario para añadir recuerdos familiares de la época o adaptar los hechos a las exigencias del nuevo producto. Los diversos episodios se van sucediendo con la rapidez que exige la representación, los caracteres se adaptan con naturalidad a las nuevas situaciones, se pierden las ilusiones iniciales a la vez que nace un cariño reposado, fruto tanto de la convivencia diaria como de haber experimentado la tragedia a dos. Mientras tanto el espectador reflexiona sobre el extraño influjo de los sentimientos, que arrastra a las mayores heroicidades pero también a los actos más deleznables, sobre la venda que nos ponen en los ojos esos planes de felicidad preconcebidos y que no hacen otra cosa que incapacitarnos para apreciar los pequeños milagros cotidianos en su justa medida.

Las interpretaciones están bien ejecutadas, sobre todo la de la pareja protagonista, quizá con más empeño al principio – cuando él aparece como un pretendiente algo ridículo, sin más atractivo que su dinero, torpe, inseguro en su afán de conquistar a Julia, y ella con la seguridad condescendiente e instintiva de quien no tiene nada que perder – y un poco más rutinariamente según transcurre el tiempo. Hay frecuentes acompañamientos de piano, incluso canciones interpretadas, con buena voz y estilo propio, por la actriz principal.

La sala es pequeña, el decorado básico, las gradas a solo unos pasos de los actores. Yo hubiera preferido más distancia, observar con menos detalle, que la impostación de voces tuviese un motivo. Todo ello añadiría grandeza al conjunto y, sobre todo, misterio.

Pero, por otra parte, entrar en ese espacio es encontrarse en familia, todos ellos son excepcionalmente amables, y al final te invitan a un licor de guindas buenísimo. Mientras lo tomábamos, charlamos con la actriz que interpreta a Paulina. Para ella, en esa obra en concreto, trabajar tan cerca del púbico, con el flujo instantáneo de emociones que se establece en ambos sentidos, supone un estímulo y una fuente constante de sugerencias. Eso sí, el que quiera verla tendrá que darse prisa ya que estará en cartelera solo lo que queda de mes.

Otras obras de Anton Chéjov en ULAD: La gaviota, El jardín de los cerezos

martes, 6 de noviembre de 2012

Javier Cercas: Las leyes de la frontera

Idioma original: español
Año de publicación: 2012
Valoración: muy recomendable

Hace unos meses leí un algo espeso libro de ensayos titulado CT o la cultura de la transición, en uno de cuyos artículos, firmado por Belén Gopegui (ejem, por lo que respecta a mi experiencia con esta escritora, diré que quién fue a hablar) se tildaba a Soldados de Salamina de libro sentimentalizador de una reconciliación entre bandos. Lo cual implicaba, en mi opinión, considerar a Cercas como escritor afín a un determinado tipo de cultura manipulada, sesgada ideológicamente en aras de una evitación de la confrontación, la de bandos respectivamente herederos de ganadores y perdedores, ya no de la Guerra Civil, sino de todo el período de la dictadura, viniendo a sugerirse que Cercas era un elemento más, estelar en su caso, de esa especie de statu quo cultural controlado, poco beligerante, y críticamente tibio. Atado y bien atado.

Entre las treinta primeras líneas de Las leyes de la frontera me encuentro este párrafo, en boca de un personaje:

"- Cuénteme cuándo conoció al Zarco.
- A principios de verano del 78. Aquella era una época extraña. O yo la recuerdo así. Hacía tres años que Franco había muerto, pero el país continuaba gobernándose por leyes franquistas y oliendo exactamente lo mismo que olía el franquismo: a mierda"

Lo cual no sé si fue una reacción casual de Cercas o toda una contestación, una declaración de principios en toda regla. En todo caso, a mí me queda muy claro, y no sólo por esta frase, que Cercas no es un elemento controlado escribiendo al servicio de un fin concreto. Me queda claro a través del conjunto de su obra, que con este Las leyes de la frontera regresa a la ficción pura (ficción pura a la Cercas, acotará alguno) tras su exitoso paso por el ensayo político en Anatomía de un instante. Ensayo con el que esta magnífica novela comparte cierto espacio temporal, el del período de transición más reciente tras la muerte del dictador. Últimos 70, primeros 80.

Para empezar, ésta es una novela brillante, dinámica, que uno no puede parar de leer, con el estilo directo, confidente, rico, propio de Cercas. Cada capítulo es parte de una entrevista del narrador, que va cambiando de interlocutor, en la que los hechos iniciales se suceden, curiosamente, con una cierta sensación de novela juvenil de aventuras. Estamos en la época de los quinquis, de las pandillas de delincuentes casi adolescentes de los extrarradios más duros de las ciudades, donde una juventud desorientada, presa de la miseria y la marginalidad, no encuentra otra salida que la delincuencia de poca monta. Para subsistir o para mantener hábitos o casi como mera diversión. Época en que esas pandillas pasan a ser el objeto de fascinación de muchos completamente ajenos a ellas, a la par que la máxima preocupación de las fuerzas de seguridad.  La frontera a que se refiere el título, concepto extraído de una serie televisiva de la época, es justo el límite físico que, entonces, se franqueaba entre los barrios normales de las ciudades y aquellos que hospedaban estas bolsas de delincuencia, delincuencia metida en una espiral de destrucción cuyos postreros colofones fueron las toxicomanías, y la devastación del SIDA. Ese límite es traspasado, por corto lapso, por Ignacio Cañas, hijo de familia de clase media, que se aventura ocasionalmente en una de esas bandas, por una serie de hechos casuales, y que logra salir indemne del paso. O eso es lo que él cree.
Las leyes de la frontera no es una novela de Cercas solamente por su estilo. Al tono confidencial que he mencionado, el autor aporta algunos de los rasgos presentes en sus novelas desde Soldados de Salamina. Cierto guiño meta-literario en el que, si uno conoce aunque sea levemente las circunstancias personales de Cercas, la historia toma leves matices autobiográficos. Recurso con el que se afianza en complicidad y en credibilidad de la historia. También, cierta inclusión de circunstancias y opiniones propias de diverso calado, sobre las instituciones, sobre la influencia política, sobre la política penitenciaria, sobre el papel de los medios de comunicación en la generación de mitos y sus satélites. El entrevistador del libro, ese personaje que no llega a revelarse pues siempre está haciendo las preguntas, parece otro alter ego, como si en esta novela el Cercas falso protagonista mutase hacia el Cercas falso narrador.
En el fondo, Las leyes de la frontera podría resumirse como una historia triste y discontinua de amor adolescente, una especie de triángulo escaleno donde ninguno de los protagonistas acaba de sentirse, en su existencia posterior, más cómodo, o más feliz,  o más seguro de sí mismo, que en esa conflictiva etapa, en esos hechos remotos, que parecen puros juegos de adolescentes, pero son el potente imán que mantiene a los protagonistas atrapados e hipnotizados, siempre pendientes, en su transitar por la vida, de poder regresar a ese momento culminante que, para ellos, fue demasiado pronto.


También de Javier Cercas en Un libro al día: Aquí

lunes, 5 de noviembre de 2012

¿Violación de copyright? Encuentros con lo kafkiano.

Como ya sabéis los que nos seguís a través de facebook o twitter, el pasado jueves recibimos una notificación de violación de copyright (lo que probablemente significa que nos hemos hecho mayores).

La notificación no era especialmente clara, que es una forma suave de decir que era prácticamente incomprensible. El denunciante parece ser Sony Music Entertainment; el material supuestamente plagiado es "Alejandro Fernandez + Alejandro Fernandez" (???) y la entrada en la que supuestamente se incluye el plagio es la de la novela Un viajante de Alejandro Fernández Aldasoro (puede verse aquí, en caché). Curiosamente, como lugar donde se localiza el material plagiado se ofrecía otro enlace, que dirige a la página web de la Revista Deusto, en la que se republican algunas de nuestras reseñas. Teóricamente podemos encontrar más información sobre la denuncia en la [extraña] página Chilling Effects, pero resulta que las búsquedas en esa página no funcionan, así que no podemos saber exactamente cuál es el material que dicen que hemos plagiado. El email también contiene un enlace donde se supone que podemos enviar una "contra-notificación", pero este enlace (¡oh, sorpresa!) tampoco funciona.

Ante esta falta de información caben las siguientes hipótesis:

  • Que se nos acuse de haber reproducido la portada del libro. Ciertamente, no tenemos permiso expreso para publicar la portada, pero es práctica habitual, tanto en publicaciones digitales como en papel, incluir la portada de todos los libros que se reseñan. Además, esto no explicaría por qué Sony Music Entertainment nos denunciaría por usar una portada de un libro.
  • Que el material por el que nos acusan de plagio sea la cita de la primera línea de la reseña. Esto no tendría ningún sentido, ya que la cita aparece entrecomillada y claramente indicada como tal cita, y el derecho de cita está amparado por la legislación sobre derechos de autor.
  • Que algún robot de búsqueda haya identificado esta entrada como plagio porque aparece en la revista Deusto, y haya pensado que la hemos copiado de allí, en vez de ser al revés: primero se publicó en ULAD, y luego en la revista Deusto (con indicación de su origen).
  • La última opción, que es la más surrealista pero también parece la más probable, es que Sony Music Entertainment tenga los derechos del cantante mexicano Alejandro Fernández, que por supuesto no tiene nada que ver con el escritor Alejandro Fernández Aldasoro. Si este es el motivo de la denuncia, es totalmente ridículo que por mencionar a un "Alejandro Fernández" (que no es precisamente un nombre poco habitual) Sony te demande por Copyright. [Para añadir todavía un detalle surrealista más al asunto, el propio cantante Alejandro Fernández demandó a Sony Music Entertainment en 2009 por utilizar sin permiso un disco suyo.]
¿Y ahora, qué hacemos? La propia notificación avisa de que "si se nos informa de que se republica el post sin eliminar el material en cuestión [¿qué material?], borraremos el post y consideraremos este hecho como una violación de su cuenta. Repetidas violaciones de nuestras Condiciones de Servicio pueden conllevar nuevas medidas preventivas contra su cuenta Blogger, incluido el borrado de su blog o la eliminación de su cuenta".

La situación, por lo tanto, es kafkiana: alguien (creemos que Sony Music Entertainment, aunque no está claro), nos acusa de haber infringido el copyright de una obra, pero es imposible saber qué material es el que dice que hemos plagiado. Si no retiramos el material plagiado nos podrían llegar a borrar el blog o la cuenta, pero como no sabemos cuál es este material, no podemos retirarlo. Por otro lado, renunciar a republicar la entrada, o adaptarla eliminando lo que sospechamos que puede ser la causa (la portada o la cita) supondría de alguna forma auto-culpabilizarnos, cuando, realmente, no hemos infringido ningún copyright con esta entrada.

Más allá de nuestro caso, que probablemente no pasa de ser una mera anécdota provocada por un robot automático mal configurado, el procedimiento en sí es demencial: una denuncia infundada puede llevar al borrado de una entrada, e incluso a la desaparición de todo un blog (se han dado casos, algunos de ellos sonados). Tampoco podemos defendernos, porque no sabemos exactamente de qué se nos acusa. Y por si fuera poco, ni siquiera hay un email o un teléfono que podamos contactar para aclarar el asunto.

En cualquier caso, nuestra decisión ha sido, en primer lugar, hacer una copia de seguridad del blog (por lo que pudiera pasar); en segundo lugar, republicar la entrada tal y como estaba, ya que no reconocemos haber infringido ningún derecho de autor, y menos ninguno de Sony Music Entertainment; y en tercer lugar, plantearnos migrar de blogger a otra plataforma, o costearnos nuestro propio alojamiento y mantener nuestro propio blog. Al final, depender de papá Google para todo tiene estas cosas.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Patricio Pron: El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia

Idioma original: Español
Año de publicación: 2011
Valoración: muy recomendable

Debo reconocer que mi condición de bolañista es la que me acerca a este autor por primera vez. Argentino nacido en 1975 afincado en Madrid, y seguidor dicen, notablemente influido por la obra del genial chileno.
Este libro, de largo título que nunca soy capaz de recordar, es un relato autobiográfico sólo ligeramente novelado que se ubica rápidamente en su tiempo y en su lugar. Al principio tiene un cierto tono familiar, pues algunas de las circunstancias del personaje coinciden con las descritas sobre el autor en la solapa. Argentina y esa etapa oscura de su historia, un tema recurrente, como lo es en la literatura española la Guerra Civil. Un hijo que vuelve al hogar paterno al ser citado, por una grave enfermedad del padre, regreso amargo con expectativa trágica, circunstancia  que irrumpe en la normalidad, y que provoca el consabido viaje y el consabido regreso a los recuerdos, y la reflexión sobre ellos. Ese es el punto de partida para esta magnífica obra de un autor joven, 37 años al que pronostico un brillante futuro y al que habrá que tener muy en cuenta. Claro que se nota cierta influencia de Bolaño aquí. El libro entero es reminiscente de ciertos escritos del chileno, en su tonalidad, concretamente de un gris perlado pero vivo, en sus temáticas levemente teñidas de nostalgia, de rabia, de indignación. Pero también en la escritura impoluta y escrupulosa, en el uso de un español neutro que universaliza una trama construida en perfectos bloques, que avanza firme y atrapa a quien lee.
Habrá quien diga que exagero calificando este libro de muy recomendable, por encima de otras reseñas de libros, a primera vista, de autores de más renombre y con voluntad más ambiciosa. Pero ese es uno de los méritos de Pron, narrar con el estilo ameno y adictivo de un escritor de grandes públicos sin descuidar prosa, ni interés, ni coherencia, ni ritmo en la trama. Sin tan siquiera apelar a la cuestión política, al drama local de la junta militar, las desapariciones y la depuración política y sin alcanzar en ningún momento tono sensiblero alguno; no sólo eso, no hay sesgo ideológico detectable más que la humana reprobación de los crímenes perpetrados por criminales que se creen en posesión de la verdad absoluta. Este libro es muy recomendable porque se me hace difícil pensar a quien no pueda gustarle. Pron lo ha hecho todo bien. Destacar un episodio de su experiencia personal, teñirlo de confidencia sin añadirle sentimentalismo, aportarle sentido del suspense, orquestar escenarios que apoyan ese sentido, no emplear páginas de más, usar un estilo impecable. Una sorpresa sumamente agradable.

Otros libros de Patricio Pron en ULADLa vida interior de las plantas de interior, El comienzo de la primaveraNo derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas callesEl libro tachado

sábado, 3 de noviembre de 2012

Jorge Volpi: La tejedora de sombras

Idioma original: español

Año de publicación: 2012

Valoración: Se deja leer







Algunos proyectos nacen viciados desde el principio. Eso es, me temo, lo que le ha pasado a esta novela, producto de un interés demasiado racional que, quizá, hubiese llegado a mejor término si se hubiese convertido en biografía o en obra de investigación histórica con la figura del psicoanalista Carl Jung como núcleo. Su autor confiesa haber encontrado la figura de Christiana Morgan, a la que convierte en protagonista, cuando seguía el rastro de un tal Kaczynski, terrorista y presunto perturbado, que fue discípulo del amante de esta. Tras consultar un par de biografías y varios documentos gráficos, el interés de Volpi se convirtió en compromiso ineludible.

Reconozco que suelo desconfiar de las novelas que utilizan personajes y hechos históricos. Me molesta un poco no ser capaz de distinguir lo real de lo puramente imaginario y no estar segura de si los hechos se han tergiversado en bien del interés narrativo o no. Pero aquí, además de esto, y paradójicamente tratándose de una obra de ficción, la recreación de la realidad apenas existe. Volpi se limita a esbozar lo que supuestamente ocurrió sin definir con soltura a los protagonistas ni escenificar las situaciones debidamente. En lugar de construir un auténtico relato, se sirve de ese factor mítico que, tanto la memoria colectiva como los documentos existentes, han puesto a su disposición. Volpi utiliza la fascinación que, imagina, van a sentir sus lectores ante nombres como Carl Jung, la Universidad de Harvard, los experimentos psicoanalíticos llevados a cabo en Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XX y demás elementos que la crónica le sirve en bandeja. Y no solo nombres propios o evocaciones románticas, ya que una parte del material de la novela consiste en fotografías de los implicados y en unos cuantos dibujos en los que la verdadera Christiana intentó reflejar su subconsciente. Se diría que con este material gráfico Volpi intenta suplir sus deficiencias, pero al lector no se le engaña fácilmente, le consta que toda la expresividad del personaje se percibe a través de una simple foto. Hechos y descripciones quedan difuminados y en un segundo plano de principio a fin, un procedimiento excesivamente cómodo e impropio del género novela, cuyo genuino material son las palabras.

Mediante una sucesión de frases huecas, alardeando de una profundidad que se reduce a meras cursilería y jactancia, el autor construye lo que debería ser un argumento y no es otra cosa que, en un principio, la presentación escueta de unas cuantas escenas, tan tópicas como típicas, a las que se exponen los integrantes de un cuadrángulo amoroso y en las que actúan como simples marionetas sin ninguna entidad, que, más adelante, derivará en una única relación destructiva repleta de situaciones tormentosas que tampoco se recrean con detalle. Todo ello conforma un producto cargante y absolutamente prescindible.

Paralelamente al relato del narrador omnisciente se presenta un pretendido e inverosímil diario personal de Christiana. Inverosímil porque nadie escribe un diario – ni siquiera una autobiografía que piensa dar a la imprenta – de una forma tan distante e impersonal, porque en ningún momento se individualiza al personaje, porque tanto el estilo como las opiniones son los del novelista, porque ni lenguaje ni mentalidad pueden, razonablemente, atribuirse a una mujer de principios del siglo XX. Todo esto se debe a que Volpi no ha hecho el menor esfuerzo por ponerse en la piel de quien habla, es más, su descuido narrativo puede rastrearse en los anacronismos que aparecen, no solo en el diario, sino a lo largo de todo el texto. Sin ir más lejos, en un momento dado, ¡¡se menciona una autopista!!

No voy a comentar las referencias al psicoanálisis ni la fantasiosa relación que se establece entre Christiana y Jung. Respeto demasiado la figura del eminente psicólogo – igual que la del resto de pensadores que ha dado la historia – como para tomarme en serio esta ingestión de doctrina en cómodos comprimidos adulterados mezclada en la batidora con algunas dosis de morbo barato. El que decida aventurarse a leerlo ya se formará su propia opinión,

Sin mencionar que, tras las maravillosas novelas de adulterio escritas en el S. XIX, atreverse con el tema, y más aún cuando este se ha convertido en anécdota trivial, no tiene mucho sentido. A no ser que el autor – que tenía una excelente oportunidad para construir un drama que superase la anécdota histórica y relatase las íntimas miserias del hombre – se concentrase en la tortura mental de los consentidores o en cualquier otro aspecto capaz de interesar al público de hoy en lugar de irse por las ramas de lo pretendidamente culto, pero al no haber hecho suyos a los personajes nada de esto es posible. Resumiendo, una narración puede estar viva o momificada y esta es un ejemplo de lo segundo, pues no revela preocupaciones reales, solo un egocéntrico afán de impresionar. Sí, he conseguido llegar a la última página pero solo por pura tozudez.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Dante Alighieri: Divina Comedia (2ª parte: Purgatorio y Paraíso)

Título original:
Divina Commedia                                                         
Idioma original: italiano
Fecha de publicación: (se calcula que hacia 1321, año de la muerte de Dante)
Valoración: Recomendable                                    

Bueno, pues ya está. Ya me he leído la segunda parte de la Divina Comedia, y tal y como prometí, aquí estoy para reseñarla.

En esta ocasión, más que ponerme a describir con pelos y señales lo que el lector va a encontrarse en un viaje fenomenal a realizar de la mano de Dante, Virgilio y Beatriz (en mi imaginario particular yo les veo en plan Frodo, Gandalf y Arwen, qué se le va a hacer), voy a hablar de sensaciones. De las sensaciones que me ha provocado esta obra maestra de la literatura. Y adelanto que más tarde contestaré a ese lector del blog que se mostraba algo mosqueado a raíz de que calificara su primera parte de "Recomendable" en vez de "Muy recomendable" o "Imprescindible", algo que vuelvo a hacer.

Pero ahora hablemos de sensaciones, y para ello mencionaré las palabras del bibliotecario que me cedió, como si se tratará del cáliz de la Última Cena, la primera parte del libro clavándome su mirada celeste (yo creo que estaba maravillado porque le estaban pidiendo semejante obra, entre tanto jardín olvidado y seductor sadomasoquista): "Vas a alucinar, ¡aquí sí que hay verdaderos efectos especiales! Luces deslumbrantes, círculos de fuego, seres voladores, ¡cuando yo lo leí, muy joven, me quedé maravillado! Nunca antes había leído algo semejante...".

Así que la sensación que me provocó la inminente lectura de este libro fue expectación. Luego vendrían la emoción y el regocijo que me concedieron sus versos al ser consciente de que estaba degustando con deleite un texto antiguo, valioso y muy dificultoso. Y también el respeto, que me decía: "Para un poco y sigue mañana, que ya no estás leyendo bien". Esto me pasaba, sobre todo, cuando mi ritmo de lectura se aceleraba demasiado como para tener el cuidado que hay que tener para asimilar bien los continuos pies de página del libro, que ayudan a contextualizar y a entender bien los versos de Dante.

Y cuando terminé la primera parte de la Commedia, la correspondiente al Infierno, la expectación sentida antes de su lectura no hizo sino crecer porque, ¿qué me iba a encontrar yo en el Purgatorio y el Paraíso dantescos?

Pues bien, ésta su segunda parte me ha maravillado aún más, porque si Dante ya nos regalaba anteriormente una visión particularísima, detallada e irrepetible del Hades, en esta ocasión su Purgatorio y su Paraíso son más visionarios y cartesianamente laberínticos que nunca. El primero es una una montaña de cumbre plana que posee laderas escalonadas y redondas, y que es simétrica al Infierno. Cada una de sus cornisas corresponde a un pecado capital. Al principio están los más graves, y a medida que Dante va subiendo la montaña guiado por Gandalf-Virgilio, se va redimiendo de sus pecados. Ni qué decir tiene que una peculiar burocracia underworld mantiene la armonía del lugar y que Dante se encontrará por estos parajes con muchos personajes históricos y mitológicos.

Pero el colmo del alucinaje lo he encontrado en el Paraíso del señor Alighieri, donde la bella Beatriz, la única que puede acercar a Dios a su amado, es la que nos guía por una locura de no-mundo dividido en nueve círculos concéntricos. Los planetas de la Vía Láctea, con su simbología particular, presiden cada taifa divina. Y aquí Dante vuelve a meter al lector en un sinfín de deliciosas locuras en las que dioses, ángeles y no muertos cuasi canonizados cantan sobre la condición humana, siempre cargada de fechorías, debilidades, esperanza y gloriosas gestas.

En este ketamínico reino mi imaginario ha vuelto a hacer de las suyas, y no he podido evitar pensar en los Caballeros del Zodíaco sufriendo sus metamorfosis cósmicas entre hileras de escaleras de mármol y metas en forma de santuarios dirigidos por dioses zodiacales a los que temer y admirar.

Y ahora así, acabando, intentaré responder a ese lector que se mostraba molesto por mi etiqueta de "Recomendable". Pues lo que sucede, lector, damas y caballeros, es que no me atrevo a decir que la Divina Comedia es un libro que hay que recomendar apasionadamente o prácticamente obligar a leer porque creo que puede resultar muy difícil e incluso ingrato a la inmensa mayoría de las personas. Creo yo que además de ser muy paciente y lograr alcanzar el ritmo de lectura idóneo para no saturarse ni quedarse corto, hay que estar en un momento muy especial de la vida para disfrutar de su estilo y su contenido. Porque la obra magna de Dante exige soledad, serenidad, capacidad y deseo de reflexión, y mucha, muchísima curiosidad. El verlo como una tortura debería eximir automáticamente de su lectura.

Y ya está.

No abandonen toda esperanza. Se trata de un libro que se puede leer y gozar...