martes, 10 de diciembre de 2019

Thierry Laget: Proust, Premio Goncourt. Un motín literario

Idioma original: Francés
Título original: Proust. Prix Goncourt. Un émeute littéraire
Traducción: Laura Claravall
Año de publicación: 2019
Valoración: Muy recomendable (sobre todo, para proustianos irredentos)

Estimado señor y querido colega:
Tenemos el honor y el placer de anunciarle que ha sido usted elegido hoy para el Premio Goncourt por su libro A la sombra de las muchachas en flor.
Reciba, estimado señor y querido colega, el testimonio de nuestra más alta consideración.

Este es el texto de la carta escrita el 10 de diciembre de 1919 por Gustave Geffroy (y firmada por los ocho académicos presentes en la votación) mediante la cual se le informa a Marcel Proust de la concesión del Goncourt, lo que supuso el definitivo desplazamiento del polo magnético de la literatura y el reconocimiento de uno de los autores fundamentales del siglo XX.

Pues bien, este “Proust, Premio Goncourt. Un motín literario” narra, de forma tan detallada como amena, los tejemanejes y acontecimientos que rodearon la concesión del premio y las posteriores reacciones a la misma.

El texto sigue de forma más o menos cronológica los hechos históricos. Una pequeña puesta en situación acerca de la Prehistoria del Goncourt (Mi mayor deseo, deseo que ruego a los futuros académicos que tengan siempre presente en la memoria, es que este premio se conceda a la juventud, a la originalidad del talento, a los experimentos nuevos y a los audaces del pensamiento y de la forma. La novela, en condiciones de igualdad, será siempre la prioridad) y de los primeros intentos, allá por 1913, de Marcel Proust por conseguirlo dan paso a la presentación de los 10 alegres camaradas, con una media de edad de 63 años, que integran el jurado. Pese a lo interesante de algunas de estas biografías, sobre todo las de Leon Daudet y de Lucien Descaves, quizá esta parte sea la menos ágil del libro. A partir de aquí, gana en fluidez e interés. El texto pasa a centrarse en las maniobras de Marcel Proust y de su principal rival (Robert Dorgelés) para ganarse el favor del jurado (las malas lenguas hablan hasta de banquetes en el Ritz) y en los argumentos utilizados por defensores y detractores de ambos autores. Este punto es especialmente destacable y volveré a él algo más adelante.

La concesión, por 6 votos a 4, del premio a Marcel Proust abre la puerta a una oleada de cartas, artículos, alegatos y libelos. Las protestas se justifican por motivos de lo más variopinto; algunos alegan la necesidad de premiar a "Las cruces de madera", obra de Robert Dorgeles acerca de sus experiencias en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial, otros discuten la calidad del libro (suerte tienen los muy listillos de estar muertos. Si no, les retaba a duelo) y otros esgrimen razones tan banales como la edad de Proust (rondando los 50), su fortuna personal (¿?), su ideología (¿?), etc. En cuanto a la forma de las protestas, se mezclan los más variados disparates, calumnias, mentiras, burlas hirientes o difamaciones, formando así un retrato cubista de Proust en el que las fronteras entre realidad y ficción se difuminan. ¡No quiero ni imaginar lo que hubiera sido eso de haber existido Twitter! Lo más curioso de todo esto es que buena parte de estas protestas unen a detractores de un signo y otro. Por ejemplo, el aspecto ideológico. Pese a que se le “acusó” a Proust de ser “de derechas”, quizá por su cercanía a Leon Daudet, diputado por aquel entonces de Action Francaise, las hostias le cayeron desde la prensa de izquierdas y desde la de derechas, bien por huir del arte popular como del arte patriótico, en una época marcada por la Revolución Rusa y por los últimos coletazos de la Primera Guerra Mundial.

Por su parte, los defensores de Proust rebaten los argumentos utilizados por sus detractores y alaban lo novedoso de la obra, su belleza y su extremada sensibilidad. No me extiendo. La Historia les ha dado la razón.

Por ir terminando, quisiera destacar como aspectos más destacados del libro, además del ingente trabajo de documentación de su autor (cartas, artículos, actas, etc) y de su esfuerzo por tratar de hacer la lectura lo más amena posible, hasta el punto de que la parte previa a la concesión del Premio puede ser leída como una novela de "misterio literario" con su planteamiento, nudo y desenlace más o menos al uso, algunas reflexiones a las que el libro da pie, tales como nuestra tendencia a sobrevalorar obras muy marcadas por un tiempo y un lugar concreto respecto a obras más atemporales, el funcionamiento de la concesión de algunos premios literarios, que sospecho no ha cambiado mucho en estos cien años, la comprobación de la incapacidad, nada novedosa, de apreciar lo que no coincide con las ideas políticas de cada uno o la postura de Marcel Proust ante el dilema arte popular / arte patriótico.

En cualquier caso, y más allá del interés de la obra hoy reseñada, aprovecho este centenario del Goncourt para reivindicar, nuevamente, a Proust. De verdad, hay que leerlo (o al menos intentarlo) una vez en la vida. ¡Animaos!

Todo "En busca del tiempo perdido" en ULAD: Por el camino de SwannA la sombra de las muchachas en florEl mundo de GuermantesSodoma y GomorraLa prisioneraLa fugitivaEl tiempo recobrado

Otros libros relacionados con la figura de Marcel Proust en ULAD: Marcel Proust & Jacques Riviere: Correspondencia 1914-1922 y El abrigo de Proust

3 comentarios:

Sandra Suárez dijo...

No creo que Proust maniobrara por vanidad, sino por deseo de ser leído.

Creo que todo escritor desea ser leído. Y obtener un premio literario puede ser una manera de darse a conocer en la vorágine literaria (hoy con más motivo aún).

Sin la concesión de ese premio, es posible que Proust hubiera llegado a ser conocido y valorado; pero también es posible que no. También es posible que su obra hubiera pasado desapercibida y arrumbada.

¿Cuántos escritores de calidad no han llegado a ser conocidos por el público (porque ningún editor aceptó publicar su obra, o porque ningún crítico solvente la valoró y recomendó)?

Conocemos ejemplos de escritores mediocres y "famosetes" que han llegado a ser conocidos y leídos (yo al menos podría citar varios que, al menos para mí, han obtenido injusto reconocimiento); y "a sensu contrario", deben ser muchos los escritores valiosos que no han llegado a ser conocidos por falta de editores o de difusores honestos.

Por suerte en el caso de Proust su obra si ha sido conocida y, gracias a ello, valorada y disfrutada.

Separar el grano de la paja es labor muy importante, a realizar por personas (críticos) independientes que no actúen al dictado de otro interés que el puramente literario.

Esa labor la asume hoy gente como vosotros, los que hacéis "Un libro al día".

Isidoro Capdepón dijo...

Completamente de acuerdo con lo que dice Sandra. Por otro lado, creo recordar que André Gide, que entonces era lector de La Pléiade, rechazó publicar el manuscrito de Proust. Esto es revelador de qué injustos son a menudo los editores y asesores de las editoriales. Creo también que Carlos Barral rechazó el manuscrito de Cien años de soledad. Qué puntería. Lo que está claro es que, sin el otorgamiento del Goncourt, Proust no habría adquirido la notoriedad que este premio le supuso, y entonces es dudoso que hubiera tenido determinación y constancia bastantes para escribir los siguientes seis tomos de la Recherche. Por suerte las cosas pasaron como pasaron.

Saludos a tod@s

Koldo CF dijo...

Pues sí. El más pequeño detalle cambia la historia (de la literatura y de cualquier cosa).

Por cierto, Sandra, ese último párrafo es 😍😍😍!