Año de publicación: 1974
Valoración: muy recomendable
Una novela de dictadores. Este relato del escritor cubano Alejo Carpentier fue publicado en 1974, el mismo año que otra novela del mismo tema, “Yo, el Supremo” de Augusto Roa Bastos y un año antes que “El otoño del patriarca” de Gabriel García Márquez, que coincidentemente tiene el mismo motivo. Creaciones que revitalizaron un subgénero de larga data en Latinoamérica, la novela del dictador. La obra de Carpentier es novedosa, compleja e irónica, logrando configurar una propuesta distinta dentro de un tema bastante conocido. La trama se centra en la figura del Primer Magistrado y su férreo orden en un país imaginario que tiene a Nueva Córdoba como su capital. El personaje principal suena a una síntesis de gobernantes latinoamericanos que tanto conocemos por estas latitudes. La narración alterna la primera y la tercera persona, siendo la principal voz la del Primer Magistrado, pero también aparecen otras voces, que dan un espectro más amplio a la historia. El relato es circular, parte en París, donde el gobernante disfruta de las bondades de la Ciudad Luz, cuando llega la noticia de que hay una sublevación que debe sofocar. Vuelve a su país, derrota al sublevado. Después viaja a Nueva York y mientras descansa de los ajetreos propios de su cargo, avisan que hay un nuevo levantamiento que debe enfrentar. Vuelve a su país, lo sofoca. Y cuando siente que todo está pacificado, estalla una revolución que no puede detener, por lo que huye, hacia Paris, ahora, la Ciudad Cementerio.
En Carpentier la forma lo es todo (o casi todo), por lo que el cómo platea la narración es bastante original. Cada capítulo viene encabezado por un epígrafe tomado de la obra “El discurso del método” de René Descartes, creación que parafrasea el título de la novela, obra que está en el centro de la propuesta estética narrativa de la novela:
“Y habría que perseguir por tales tierras al General Hoffmann, cercarlo, sitiarlo, acorralarlo, y , al fin, ponerlo de espaldas a una pared de convento, iglesia o cementerio, y tronarlo. “¡Fuego!” No había más remedio. Era la regla del juego. Recurso del método”.
Juego paródico, juego dialéctico, que contrapone la obra capital del racionalismo, que pareciera guiar la conducta del dictador, a la conducta real, muchas veces brutal, que lleva a cabo el tirano para mantener el orden. Esta articulación dialéctica, pone en juego una serie de oposiciones que se despliegan durante toda la historia: América/Europa, tiranía/libertad, viejo/nuevo, religiosidad/paganismo, etc., que van proponiendo una especie de juegos de espejos, donde el racionalismo occidental es adaptado a las particularidades del nuevo continente.
La historia está repleta de arquetipos que toda novela de dictadores suele traer: el mesianismo del dictador, pues se cree imprescindible para la buena marcha de la nación; megalomanía del gobernante; uso de la muerte como instrumento efectivo de poder; nepotismo, representado en su frívola hija Ofelia, gastando las ingentes ganancias que su padre ha esquilmado durante años a su nación; soledad en su entorno, donde se encuentran solo sus fieles siervos, el doctor Peralta y la mayorala Elmira, amante eterna del tirano; los generales traidores de siempre, que juran fidelidad absoluta y luego, apenas se ausenta el dictador, se sublevan; los intereses imperialistas foráneos, que primero lo ayudan a llegar al poder, luego lo afianzan y cuando ya no les sirve, dejan caer al dictador; el estudiante, revolucionario por antonomasia, cuya fuerza vital termina derrotándolo; el retoricismo vacuo del poder, donde el protagonista se muestra un maestro a la hora de elaborar sendos discursos, ejemplos de elocuencia y palabras vacías llenas de lugares comunes.
Es claro que el lenguaje escogido por Carpentier para desarrollar la personalidad del tirano funciona con esta dicotomía que domina el discurso de la novela. El lenguaje ampuloso y grandilocuente que aparece en la retórica del gobernante y en los círculos de poder que lo alaban (donde es tratado como el Benefactor, el Salvador de la Patria, el Benemérito, el Primer Ciudadano, etc.), contrastan con los insultos que le propinan sus enemigos o el lenguaje que el gobernante le dedica a sus contrincantes. Lenguaje que suena arcaico, mero artificio, que devela lo vacío del discurso del poder.
En síntesis, una novela densa, que funciona en distintos niveles, que se vale principalmente de la parodia para mostrarnos el vacío del poder, la realidad latinoamericana y su relación con el mundo occidental. Una narrativa erudita, refinada y enorme, casi única en Latinoamérica. Solo comparable a la de Jorge Luis Borges. Quizá un lector poco preparado se pierda algo de la riqueza y sutileza de la prosa de Alejo Carpentier. Sin embargo, “El recurso del método” es una obra literaria mayúscula de las letras latinoamericanas.
Firmado: Cristian Uribe Moreno
También de Alejo Carpentier en ULAD: Los pasos perdidos, El siglo de las luces, El acoso, Concierto barroco y El reino de este mundo
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